DESPUÉS DE ROVIRA

DESPUÉS DE ROVIRA

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/5453-

Con la derrota de Rovira en Misiones acabará ocurriendo lo que con el descalabro del traslado de los restos de Perón a San Vicente: será adjudicado a una imprevisión política. No había que haber dejado en manos de Rovira, dirán los asesores de Kirchner, lo que tampoco hubiera debido dejarse en las de Moyano. Así como Moyano se pasó de rosca llevando a ‘Madonna’ Quirós, Rovira se excedió en querer una reelección indefinida. ¿Es que acaso el misionero se cree inmortal? Con un poco más de picardía, el tucumano Alperovich, que ya es gobernador, consiguió la posibilidad de gobernar tres mandatos, imponiendo una sola reelección.

La pasión reeleccionista, sin embargo, es una tendencia emergente de la crisis política, no solamente de la codicia de los políticos patronales o de los burócratas de diversa laya. Con partidos políticos en disolución, la reconstrucción de un nuevo régimen de poder, sobre las mismas bases sociales actuales, debe hacerse desde el Estado. En especial cuando la quiebra de los partidos alcanza al peronismo y al radicalismo, que abarcaron a todo el país y a todas las clases sociales. El resultado de una creación política desde el Estado no podrá ser la creación de un nuevo régimen de partidos en el verdadero sentido histórico, pues los partidos sólo son tales cuando son el producto de las luchas sociales. Lo que emergerá, de nuevo, será un régimen de aparatos controlados desde arriba y compuesto por funcionarios o ñoquis. Por eso podemos anticipar que las tentativas de formar partidos o ‘fuerzas’ nuevas, por parte de Macri, por un lado, y Carrió, del otro, a fuerza de maniobras o prédicas, están condenadas al fracaso, como ya lo vivieron Chacho Alvarez y el Frepaso. Las tentativas reeleccionistas o de perpetuación en el poder son funcionales a la necesidad de reconstruir un sistema de poder quebrado y son, por lo tanto, el producto de la descomposición del sistema democrático, que en Argentina perdura desde los años ‘30.

Es por eso ridícula la caracterización que se hace en la oposición, de que la derrota de Rovira es una victoria de las ‘instituciones’, o incluso, peor todavía, que la coalición del clero, la derecha y el centroizquierda que encabezó el obispo Piña tenía esa defensa como su base de principios. La sola asociación del clero a un planteo republicano es un contrasentido; después de todo la Iglesia es un cuerpo político autocentrado, que no se rige por los métodos del debate, ni de la representación. La pelea con Rovira fue por espacios de poder estatal, algo que justamente caracteriza a las contradicciones y enfrentamientos en los regímenes reeleccionistas y de poder personal. La coalición opositora no era una representación de intereses comunes sino una comunión oportunista de intereses contrapuestos.

Kirchner está obligado a ir a una reelección, pues de lo contrario cesa en su capacidad de gobierno. Pero no solamente esto, pues tiene que ir a una reelección que vaya a ganar, incluso en primera vuelta. Para asegurar este resultado necesita crear un aparato propio a nivel nacional, independiente de los que existen. Es lo que tiene cada vez más dificultad en realizar. Rovira perdió; las provincias adelantan las elecciones en función de la conveniencia de los gobernadores; en otras, como Salta o Tucumán, el bloque oficial se disgrega, lo cual con otras variantes ocurre en Córdoba; en la provincia de Buenos Aires la sucesión de Solá, si éste no consigue la venia judicial para un tercer mandato, puede ser, digamos ‘tumultuosa’, e incluso puede serla con Solá como candidato.

Que se ha creado un principio de crisis política después de Misiones, lo demuestran dos hechos: uno, la intervención del distrito de Mendoza por parte de la dirección nacional de la UCR; dos, la propuesta de Lavagna de armar un frente o coalición contra otras reelecciones, por ejemplo la del jujeño Fellner o, más importante, la de Solá. El planteo de Lavagna no lleva la bisagra de un obispo. Si esto ocurre, podríamos ver a Carlos Heller, Víctor De Gennaro y Patricio Echegaray marchando de la mano de Macri y López Murphy, y si el destino lo decide, también en compañía del despechado Barrionuevo. Ni siquiera sería un hecho históricamente novedoso.

Lo que importa de toda esta crisis, para una política socialista, es denunciar que las organizaciones oficiales del movimiento obrero y de la izquierda se han alineado con toda rapidez con la burguesía, pero no con el bando ‘nacional y popular’ de izquierda de la patronal, sino con el de derecha, e incluso con su banda ‘liberal’. Lo que exige la crisis política en curso es que la clase obrera intervenga con su propio programa, no a remolque de los explotadores. De esto se trata la lucha política que se ha entablado con referencia a las próximas elecciones en la CTA, donde su dirección oficial, de un lado, y un ala que plantea ‘clasismo con burocracia’, se han aliado en función de una perspectiva política como la que se manifestó en Misiones bajo la protección de un obispo. En oposición a esta orientación política reaccionaria, el Frente de Unidad Clasista, que se presenta con la Lista 3, abre la perspectiva, con su lucha y con su construcción, de una presencia obrera independiente en el plano de la lucha política en curso.