SAN VICENTE, RETRATO DE UN GOBIERNO CON FAMILIA

SAN VICENTE, RETRATO DE UN GOBIERNO CON FAMILIA

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/5310-

Los sucesos en San Vicente son una metáfora del propio peronismo —de un cadáver histórico que no encuentra sepultura.

Como movimiento nacional acabó hace un cuarto de siglo, cuando retornó al poder para poner fin a un período pre-revolucionario, el iniciado en el Cordobazo, y no para reiniciar una etapa de independencia, como pretendían sus sostenedores. Regresó para cobijar a la tres A y a la ‘patria sindical’, y para abrir el paso a la dictadura militar. Sacar a Perón de su tumba para trasladarlo a un mausoleo también es una metáfora del peronismo, que es una bóveda en el espacio público.

Pero los acontecimientos de San Vicente no tipifican solamente al peronismo. Después del Argentinazo la oposición también se empeñó en ‘reconstruir la política’ (como la denominó) para enfrentar el planteo de que se vayan todos y de que el país fuera reorganizado sobre nuevas bases sociales. El bochorno del 17 de octubre pasado es la expresión de esa ‘política reconstruida’. Si al ‘primer desaparecido en democracia’ le juntamos el primer enfrentamiento a tiros, ‘en democracia’, de la burocracia sindical, lo que obtenemos es una perfecta ‘reconstrucción’, pero del pasado. La burocracia venía entrenándose para esto hace tiempo, bajo la mirada complaciente del gobierno y de la oposición ‘civilizada’: hace un par de meses una patota de la burocracia cargó sobre los docentes neuquinos para forzarlos a levantar una huelga; luego, una patota similar atacó, en las escalinatas de Medicina, a los universitarios que enfrentan a la camarilla profesoral; recientemente, una patota oficial asaltó a los trabajadores del Hospital Francés. Los opositores de chaleco y de ‘tailleur’ no se dieron el tiempo para defender a los agredidos, del mismo modo que tampoco marchan para reclamar el desmantelamiento del aparato represivo que secuestra testigos de cargo contra torturadores. Los ‘métodos patoteros’ son una réplica a los ‘métodos piqueteros’. La historia está ‘pasando la factura’ por no haber echado ‘a todos’ durante el Argentinazo. Es lo más importante a tener en cuenta para el futuro.

Esos sucesos han proyectado también una luz más potente a la verdadera descomposición que se manifiesta en el gobierno desde aquella puesta en escena triunfal del 25 de mayo pasado. El traslado de los restos de un ex presidente del país no fue organizado por su familia ni por el Estado sino por una camarilla. Se armó para la circunstancia un ‘poder paralelo’. Por lo que mostraron los hechos tampoco la camarilla cegetista estaba unida, a pesar de que acaba de celebrar nada menos que un ‘congreso’. La burocracia le impuso sus reglas a Kirchner, quien se creyó obligado a aceptarlas para que el traslado no se convirtiera en una manifestación del duhaldismo. Los duhaldistas no se privaron, sin embargo, de hacer su pequeña demostración de fuerza en la sede de la CGT —al grito de ‘ni yanquis ni marxistas’, esto último ¡como ‘epíteto’ para Kirchner! Esto alcanza para demostrar que los choques durante las ceremonias del traslado no obedecieron a un exceso de ‘tetrabrik’ o de cerveza. A pesar de sus renovadas proclamas de ‘renovación’ y ‘transversabilidad’, Kirchner carga con el cadáver del peronismo sobre sus espaldas, al igual que todo el régimen político, como lo demuestra la candidatura ‘alternativa’ de Lavagna. Existe un enfrentamiento político creciente entre las camarillas que se cobijan bajo el alero oficial.

El poder kirchnerista se encuentra pulverizado entre camarillas no solamente en San Vicente, ni se limita a los peronistas de cuño viejo y nuevo. Como si no le alcanzara la quiebra propia, el peronismo, bajo la batuta de Kirchner, arrastra a la división a la UCR y al centroizquierda. En este cuadro político despedazado, la mitad de las provincias ya ha decidido adelantar las elecciones; de lo contrario Kirchner no tendría condiciones de presentar un frente único en todo el país, ni los gobernadores tendrían la posibilidad de extorsionar a la Rosada a cuenta de un apoyo futuro a la candidatura presidencial. Pero todo esto significa que podríamos asistir a ‘la gran San Vicente’ en numerosos distritos —incluidos los municipales. El Partido Obrero propone a todos los luchadores y a la izquierda aprovechar estas contradicciones para hacer avanzar la causa obrera y socialista. Pero para eso es necesario, claro, no ‘colgarse’ de ninguna camarilla oficial, aunque se vista de ‘progresista’ y haga un (falso) alarde de ‘independencia’.

Esta crisis enorme del oficialismo muestra los límites que tiene la pretensión de gobernar con la cifras del PBI o con el slogan “la economía crece”. Es que la ‘economía’ no es un cuadro estadístico sino la expresión encubierta o camuflada de un proceso social que se caracteriza por los antagonismos entre las clases. El Estado aún se ve obligado a arbitrar entre estas clases luego de la bancarrota de 2001 y del Argentinazo. Pero sus recursos son limitados y no puede conformar a todo el mundo. Por añadidura, opera en un contexto latinoamericano de características convulsivas y hasta pre-revolucionarias, y en un contexto mundial de desafío a la hegemonía imperialista. La descomposición de la política oficial no es, por lo tanto, una ‘anomalía’ resistente dentro de un cuerpo que se ‘recupera’ sólidamente sino la expresión de la impasse de conjunto del capitalismo y del Estado.

Las provocaciones y patoteadas de San Vicente ofrecen nuevos pretextos al Estado para intervenir contra los sindicatos. Los trabajadores no pueden cargar el peso criminal de la burocracia en la lucha que deben librar contra las patronales. La burocracia, por su lado, enfrenta una verdadera encrucijada. No cuenta, como bajo el gobierno de Menem, con la derrota de las luchas obreras contra las privatizaciones, y el reflujo posterior a estas derrotas, sino con un persistente ascenso del espíritu de lucha de los trabajadores y con el ingreso a la clase obrera de una nueva generación. También tiene que hacer frente al desequilibrio social extraordinario que produjo la bancarrota de 2001 y los consiguientes golpes que recibió el aparato político del Estado y sus partidos. Corre la versión de una renuncia de Moyano, lo que es todo un síntoma, en especial luego del ‘retiro’ de Palacios de la UTA. Pero más allá de esto, desde los petroleros de Santa Cruz y Neuquén; los autoconvocados docentes y de ATE de numerosas provincias; el tremendo movimiento subterráneo y de superficie en los sindicatos del corredor del Paraná, desde San Nicolás hasta Santa Fe, pasando por Zárate, Villa Constitución, Rosario y San Lorenzo; movimientos que libran luchas reivindicativas de verdadero carácter estratégico; es decir que más allá de la crisis de la burocracia ‘por arriba’ hay un verdadero terremoto por abajo que necesita un sentido de dirección enérgico y claro para acabar para siempre con la burocracia sindical.

Es en este contexto que debemos poner la lucha electoral en la CTA, porque cada avance que obtenga la Lista clasista 3, que encabezan Néstor Correa (Universidad de Buenos Aires), Gustavo Lerer (Hospital Garrahan) y María Elena Molina (docentes de Santa Fe), significará un paso más en la estructuración de una nueva dirección sindical, en el acercamiento del fin de la burocracia y en el desarrollo de una perspectiva política independiente del proletariado. Llamamos a los luchadores a concentrar políticamente sus fuerzas y a imprimir un sentido estratégico a su trabajo y luchas cotidianas.