LA FARSA FRANCESA NO TIENE FUTURO
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/56437-
Que un delincuente confeso y con un prontuario fascistizante que se remonta a los años ‘60, haya obtenido el 80% de los votos válidos en una elección para presidente, constituye incuestionablemente un espectáculo penoso en cualquier circunstancia. La prensa mundial lo destacó, en cambio, casi como un acto de heroísmo. En Argentina, la exhibición de semejante patraña quedó a cargo del progresista Página/12. De un modo general se puede decir que la propensión al ridículo ha sido mayor en quienes se colocan más a la izquierda dentro del espectro burgués. El argumento de que el peligro fascista se conjura con el apoyo político a la derecha imperialista, sólo se le puede ocurrir a los que tienen una inconmovible tendencia a la capitulación política.
El peligro fascista que se esgrimió para arrinconar a los franceses con Chirac, nunca existió como tal, porque, como ahora lo reconoce toda la prensa en cuestión, el lepenismo se encuentra, como factor de movilización de masas, en el punto de su mayor reflujo. Algún diario señaló que la organización encabezada por el septuagenario no pasaba de su círculo familiar. En el segundo turno electoral, Le Pen sólo agregó 200.000 votos netos a los resultados de la primera vuelta. Si en lugar de votar a Chirac, la izquierda unida y la burocracia sindical hubieran llamado a hacerlo en blanco o a abstenerse, el resultado habría sido un descalabro político del conjunto del régimen que explota a los trabajadores franceses, oprime a los inmigrantes, persigue a los luchadores, libra guerras genocidas de forma regular y refuerza todos los días la dominación del imperialismo mundial.
De cualquier modo, la farsa del segundo turno es incapaz de frenar este desmoronamiento político. Chirac gana esta nueva presidencia con apenas el 19% de los votos (primer turno), es decir que a fuerza de querer convertirlo en defensor de la República, lo único que han obtenido es un jefe de gobierno que representa apenas a la mitad de la derecha tradicional y no llega al 15% del padrón electoral. Lo más notable de este derrumbe es que ha convertido al partido de Chirac en un completo rehén de Le Pen, porque como informa el corresponsal de Página (aunque no entiende el alcance de lo que está diciendo (4/5), “si el Frente Nacional obtiene el equivalente del puntaje de la primera vuelta de Le Pen y Megret (la otra lista fascista, J.A.) en las elecciones parlamentarias (que tendrán lugar en junio, J.A.), podría convertirse en el fiel de la balanza en hasta 300 de las 577 circunscripciones electorales de Francia”. Es decir que Chirac podría aliarse a Le Pen, luego que toda la izquierda y ese mismo corresponsal llamaron a votar al primero con el argumento de frenar el avance del segundo. Pero como lo tiene que reconocer el propio informante, “esto podría… encender una crisis institucional (si no, agrega, constitucional)…”.
Al lado de este escenario de demolición de la derecha que acaba de triunfar en forma plebiscitaria con el entusiasmado apoyo de la izquierda, la izquierda se encuentra no ya en un completo retroceso, sino en un descrédito político aún mayor. En estas condiciones deplorables, está obligada a unirse en las elecciones legislativas si no quiere ser borrada del Parlamento, pero no puede hacerlo por convicción, principios o programa, por la simple razón de que acaba de fracasar como gobierno. Tiene que hacerlo por oportunismo y ventajismo, lo cual le presenta el riesgo de que el electorado le dé la espalda. Incluso si por vía de chantaje, los electorados de izquierda y derecha repitieran los votos de pasadas elecciones, el parlamento que surja carecerá de cualquier clase de representatividad, porque será el ejemplo mundial del acomodo. Esto, más un presidente de tercera división, augura la crisis política a la que aludió el citado corresponsal.
Que Francia se enfrente a una crisis de poder a corto plazo, deberá provocar la sorpresa y el asombro de más de un izquierdista, incluso de la llamada extrema izquierda, pues para unos y otros la agenda de la revolución no se encontraba planteada en Europa ni siquiera como tendencia. Para los argentinos debe representar una soberana lección: el mundo marcha para nuestro lado, no para el lado del FMI; es éste el que se aparta del mundo, no los que luchamos para poner fin a la barbarie del capital.