LA MARCHA FEDERAL
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/46790-
Si desde las veredas del Banco Nacióne hasta las ochavas del Hipotecario hay más de 150 metros; y si desde un poco más acá de Balcarce hasta bastante más allá de Bolívar hay otro tanto; la multitud que llenó la Plaza de Mayo el 6 de julio, a partir de la tribuna levantada de espaldas a la Rosada, llenó una superficie compacta de 30.000 metros cuadrados, aproximadamente. Si es verdad, por otro lado, que cada metro cuadrado puede albergar hasta a cuatro personas, fueron entre 90 y 120.000 trabajadores los que coparon el espacio del acto de la Marcha Federal. Estas decenas de miles de trabajadores no pudieron contar entre sus filas a otras decenas y decenas de miles que en ese horario se encontraban trabajando, debido a la ausencia de un paro activo nacional que diera un impulso a la jornada. La del 6 de julio fue, por lo tanto, una de las mayores manifestaciones de masas en mucho tiempo, y con una excepcional asistencia, además, de la juventud.
La divergencia en torno a los números tiene que ver con la lucha política; por eso no puede ser considerada un dato menor. Fue precisamente por su envergadura que sepultó políticamente a la burocracia de la CGT, y no por la calidad de sus convocantes, entre los que se encontraban notorios frenadores del movimiento obrero y sindical, como lo han probado y aún lo siguen probando los dirigentes de CTERA o la UTA —y por qué no también, ATE, y si no echemos una mirada a lo que ha venido pasando en los Astilleros Río Santiago en estos últimos años. Fue también el número, es decir, el nivel de la mo-vi-li-za-ción, lo que le amargó la vida a los Chacho Alvarez, para quienes el límite de la oposición al menemismo no debe superar la manifestación electoral del 10 de abril último ni las propuestas de “garantizar la continuidad jurídica de las privatizaciones”; o de “construir a partir de la estabilidad”; o de “consensuar con Storani y Bordón”, esto con el asesoramiento de economistas que revistan en las grandes “consultoras” capitalistas, que pillan una parte del esfuerzo de los trabajadores que explotan las grandes patronales.
Es la fuerza masiva del número lo que hace temer a Menem, no tanto una derrota electoral en el ’95, sino el “acortamiento” de su mandato, lo que podría ocurrir, precisamente, bajo una presión conjunta excepcional del agotamiento del “plan” económico y de la movilización de los explotados (“Menem teme un santiagueñazo”, titula La Nación del 30/6).
Esta importancia política que tiene el número de más de 100.000 asistentes en la culminación de la Marcha Federal, explica por qué la mayoría de sus organizadores “oficiales” no salió a rebatir los cálculos truchos del oficialismo y, en lugar de ello, poner el énfasis en la “calidad” de los que estaban “abajo”, pretendiendo calificar así al frente obrero-patronal que se intentó gestar con la “pequeña” producción, sin importar que la cúpula de ésta tiene el suficiente “tamaño” como para asociarse a Metropolitan Life en la Administradora “Orígenes” (caso de la Federación Agraria) o a la Union d’Assurances (el monopolio francés del seguro), en el caso de las cooperativas bancarias que están en “Previsol”.
A partir del “santiagueñazo”, y en conjunción con las huelgas metalúrgicas de Tierra del Fuego, con el paro del Smata, con el actual plan de lucha de la UOM, con las movilizaciones provinciales cotidianas y con la incorporación de nuevos sindicatos al movimiento huelguístico; a partir de esto, la Marcha Federal forma un hito dentro del movimiento que tiende a convertir a la explosión reivindicativa que cubre a todo el país, en un verdadero ascenso obrero, esto a caballo de la creciente insatisfacción que expresan todas las clases sociales como consecuencia de las contradicciones y limitaciones cada vez mayores del “plan” Cavallo y, por lo tanto, del conjunto del menemismo como régimen político.
“Perdedores” y “ganadores”
En el país de la adulteración de los vinos y de los panes (sin que por eso a los curas se les agiten las sotanas), por qué debería sorprender la adulteración del lenguaje, practicada a diestra y siniestra, es decir, por derechistas e “izquierdistas”. Este tipo de adulteraciones es, dígase de paso, esencial a la dominación ideológica de los obreros por parte de los capitalistas.
Es así que la Marcha Federal ha sido vista, por unos y otros, como protagonizada por los “perdedores” del “modelo”. Entre los “perdedores” habría obreros y patrones, y lo mismo ocurriría entre los “ganadores”, es decir que la política de Menem-Cavallo no tendría ningún contenido de clase concreto y afectaría y beneficiaría indistinta (y también discriminatoriamente) tanto a los obreros como a los patrones, a la Nación como al imperialismo, a los explotados como a los explotadores. Este asunto de los “perdedores” y “ganadores” sirve idealmente para blanquear al “plan” Cavallo, al gobierno y al propio Estado capitalista, a todos los cuales se los podría hasta acusar de “arbitrarios” o “injustos” en lo que hace a la distribución de las riquezas entre las personas, pero completamente equitativos y neutrales en relación con las antagónicas clases sociales. Cualquiera puede comprender que esta adulteración del lenguaje, es decir ideológica, le viene como anillo al dedo no solamente a los Cavallos o Alfonsines, sino a los Chacho Alvarez y “Pinos” Solanas, que así se pueden poner a hablar de los beneficiados y de los “excluidos” por el “modelo”, y propugnar en consecuencia una mayor “inclusión” de los explotados dentro de él, es decir, perfeccionar, si esto fuera aún posible, la integración de las masas al engranaje de la explotación y de la miseria capitalistas.
La calificación de “perdedora” que se adjudicó a la masa que copó la Plaza, apunta a mucho más que lo peyorativo: pretende ser una descalificación histórica del proletariado. Invierte la proposición de Marx, que afirmaba que el proletariado no tiene para perder más que sus cadenas y sí “todo un mundo por ganar”. Para los Cavallos, los trabajadores podrían ganar todavía algunos eslabones más para sus grilletes, pero deben abandonar el propósito de “cambiar el mundo” —algo que los explotadores se reservan para sí; para Grondona, lo contrario sería una “utopía” y para Alvarez una de las “cuatro o seis boludeces” en las cuales “creíamos” en “los ’70” (dixit en La Maga, 7/7).
Los “perdedores” y los “ganadores” se distribuyen al azar, no guardan relación con la estructura clasista de la sociedad. Si a uno les va de una manera y a otros de otra, ello sólo prueba la diferencia de capacidades. Los “perdedores” serían los “discapacitados”; los que fugan capitales al exterior y luego obtienen la estatización de su propia deuda externa, serían los mejor dotados. Este “mal social” inevitable se podría remediar del mismo modo que se hace en algunas competencias deportivas: formando una rueda de “perdedores” para establecer los “premios consuelo”. Caridad cristiana, mayor atención en la medicina mínima, controlar que los chicos no se mueran a la vista de todo el mundo, vacunar a tiempo —en síntesis, limitar la expansión de la epidemia. A estas recomendaciones se reducen las diferencias de programa entre Menem-Cavallo, de un lado, y Alvarez-Bordón, del otro.
Es cierto que entre los “perdedores” también hay capitalistas, pero éstos no solamente constituyen siempre una minoría y se las arreglan para obtener protección del Estado y de las leyes (ley de quiebras, estatización de deudas, sociedades de responsabilidad patrimonial limitada), sino que son víctimas de su propio sistema —del sistema en el cual juegan de clase dominante.
Desenmascarada toda esta mistificación ideológica, emerge con claridad que en la Plaza de Mayo estuvo presente la mayoría nacional explotada; los productores, no los parásitos que viven a costa de ellos; el movimiento obrero con vocación de lucha; la juventud que está decidida a imponer su futuro contra la degradación capitalista; los que tenemos todo por ganar contra los que quieren perdernos en su propio hundimiento y descomposición.
Descomposición
La Marcha Federal sacó a luz la enorme descomposición que afecta al régimen Menem-Cavallo y al capitalismo en general. Una parte importante de la clase capitalista ha tomado conciencia de las posibilidades de una quiebra económica inminente. Está lo que ocurre en Venezuela; pero además, la vertiginosa caída de la Bolsa en Argentina y el fracaso de la “jubilación privada”, han provocado una desvalorización enorme de los títulos y acciones que constituyen la principal inversión de los bancos instalados en el país y de los fondos de inversión extranjeros. La tendencia a una quiebra se aprecia en la suba de la tasa de interés en el mercado doméstico, en más de un 35 por ciento en sólo un mes.
Esta situación explica que desde el “establishment”, con Alsogaray incluido, se reclame un abandono del régimen de convertibilidad (algo en lo que coincide el economista de ATE, Claudio Lozano, quien asegura que los problemas del país comenzarían a arreglarse pagando por adelantado unos tres mil millones de dólares de los intereses de la deuda externa, en 1995). Pero, por sobre todo, esto explica que una parte del propio “establishment” haya coqueteado con la Marcha Federal, con la visible intención de instrumentarla para modificar el “plan” Cavallo. Javier González Fraga, por ejemplo, ex presidente del Banco Central y hombre del Citibank, le dijo a “Página 12” que “es entendible la bronca de la gente… y la reacción de la gente (a la) suerte de provocación oficial (como) construir casinos”. Para el banquero González Fraga, “el gobierno presenta una seria falencia, que es una política demasiado concentrada en lo financiero, en mostrar los éxitos en el ingreso de capitales del exterior y haberse olvidado del interior”. La conclusión del hombre es que “la bronca va a ser mayor” (7/7/94). Parecería que el que escribió esto fuera el Chacho Alvarez o hasta el Perro Santillán. La burguesía prepara un viraje.
Pero si lo anterior no alcanzara para el muestrario, el representante de los Fondos de Inversión de Estados Unidos, Martín Redrado, le dijo al diario “La Capital”, de Rosario, que “La Marcha Federal es un hito en la política argentina”. La síntesis del matutino santafesino dice que “El ex presidente de la CNV valoró positivamente el ‘mensaje’ que envió la protesta en Plaza de Mayo, aunque lamentó que se haya utilizado ‘un discurso un poco viejo’”. La letanía de quejas de Redrado se parece como dos gotas de agua a la de Víctor De Gennaro, por ejemplo. “Las exportaciones no crecen”; “la desintegración de las economías regionales se ve simplemente caminando el país”; hay que “trazar una nueva agenda”; “revisar los costos fiscales… tenemos un IVA demasiado alto”; “el costo del crédito”; “no estoy en contra de los subsidios ni me parecen una mala palabra. Tienen que ser subsidios explícitos en el presupuesto y deben ser acordados por todas las fuerzas políticas” (10/7/94). Con esto último, el “boy” preferido del menemismo se aparta del tándem Menem-Cavallo y empieza a plantear un gobierno de coalición, como el que reclaman Angeloz, Alfonsín, Alvarez y Bordón.
Todo esto vuelve a plantear una constante histórica argentina: ¿las masas volverán a ser la carne de cañón de un recambio capitalista, cuando se agota el “modelo” vigente? Desde la creación del Virreynato del Río de la Plata hasta la subida “hiperinflacionaria” de Menem, es lo que ha ocurrido siempre, pasando por la Revolución de Mayo, la caída de Rivadavia, la Revolución del ’90, el 17 de Octubre y la vuelta de Perón en 1972/3. Es lo que pretenden que vuelva a ocurrir los dirigentes del CTA y del MTA, que han formado una “Mesa del Trabajo y de la Producción” con los que levantan los mismos planteos que González Fraga y Redrado.
“¿Paro activo?” “¡No!”
El coqueteo de la gran, gran, burguesía con la Marcha Federal no se extiende, sin embargo, al paro nacional anunciado por De Gennaro y por Moyano desde la tribuna. Menos aún a un paro activo, aunque en este caso los “aliados” que se quedan en el camino incluyen a los Volando y Chacho Alvarez (que, consecuente, no quieren volver “a las boludeces” de los ’70).
La orden de partida para parar la pelota, o para dar por concluido el primer tiempo, la dio al día siguiente de la Marcha Federal el diario “Clarín”, en abierto contraste con la campaña a favor que estuvo realizando durante más de dos semanas. Para “Clarín”, la Marcha no fue “un fracaso”, como dice el gobierno, pero tampoco se justifica “la euforia de los organizadores”; “ni invalidación de la protesta… ni punto de inflexión histórica”. Hay que volver a barajar, o mejor, sentarse a discutir. Para “Clarín”, “En la Plaza confluyeron… los habitantes de los agujeros negros de la gestión menemista”, como si los que se “chuparan” las estrellas galácticas fueran los obreros y no los capitalistas. Ignorante en astronomía, para “Clarín” “la marcha entregó un espejo heterogéneo de la incomodidad social” —toda una definición del extremo de perturbación anímica que al diario le ocasiona la miseria sin límites de las masas. La “heterogeneidad” habría consistido en la asistencia de “docentes, universitarios, empleados estatales y sin techo” (el diario se olvida, nada menos, que de los obreros), lo que lleva a suponer que para “Clarín” lo único homogéneo son los clones. Para el diario, el paro del 2 de agosto se presenta “como un desafío mayor”, cuyo “éxito” plantearía “la pelea” por el “poder político”, esto siempre “desde la oposición”, es decir, desde Angeloz-Storani-Bordón-Alvarez. Para “Clarín”, debe entenderse, entonces, un “paro activo” sería un “exceso” o, por lo menos, prematuro.
Angeloz fue más claro, porque puso en duda que el paro sea “una posición sindical asumida” (Crónica, 9/7). De todos modos, para el cordobés “se podría evitar el paro”, aunque no crea que “el gobierno pudiera dar una respuesta categórica a los reclamos sociales”, pero “es posible sentarse a la mesa para dialogar… si el gobierno tiene la inteligencia de ser flexible y abrir las puertas…” (diario Río Negro, 8/7/94). Para el Chacho Alvarez, por su parte, la Marcha “no alcanza”, el Frente Grande “no alcanza” y el paro “no alcanza”, es decir que hay que irse a la derecha en materia de aliados y “pensar” en las elecciones del ’95. Víctor De Gennaro le dijo a “Página 12” (10/7), que él se “toma (estas declaraciones de Alvarez) con buena leche” (es decir que son de “mala leche”), y que “ahora se acabó el tiempo de subestimar la necesidad de la pelea”, algo que ya va más allá de una denuncia del chachismo para convertirse en una autocrítica en regla.
Mientras la burguesía y la pequeña burguesía plantean que la Marcha Federal debería tomarse un respiro para abrir negociaciones con la cúpula menemista, todo el cuadro de luchas que se desarrolla en el país exige más que nunca impulsar el paro general, pero con carácter activo, con movilizaciones, con salidas de los lugares de trabajo, con piquetes y con otra concentración popular.
¿Paro activo? ¡Sí! Sí a la Central Obrera independiente
En la Plaza de Mayo, el único que se refirió a un paro activo para el 2 de agosto fue el Perro Santillán; De Gennaro y Moyano sólo hablaron de un paro general. Si se impone esta última posición, la posibilidad de éxito de la jornada del 2 depende del acatamiento de la huelga por parte de UTA y La Fraternidad, y de que se encuentre efectivamente en marcha la prevista huelga indefinida de la UOM.
De Gennaro le dijo a “Página 12” que “llamamos a los trabajadores, no a los gremios. Llamamos a los activistas, a los delegados, a las comisiones internas, a quien se lo banque en definitiva”. El planteo es inevitable, porque en la masa trabajadora existe conciencia de que la CGT y sus burocracias no van a ir a una lucha contra el gobierno. Pero lo que no es correcto es plantear que los trabajadores “banquen” una huelga, es decir que la hagan sin organización; es un planteo impropio de una dirección obrera —ni los anarquistas compartían esta impostura de la huelga individual contra las patronales y el Estado. Para superar la contradicción del momento, a saber, ansias de lucha y organizaciones cegetistas entregadas, es necesario que el paro sea activo y que las columnas de los sindicatos y establecimientos que adhieran, marchen hacia las fábricas vecinas principales a impulsar el paro. Fue de esta manera que un 3 de junio de 1975, la comisión interna de Ford largó a toda la fábrica a la Panamericana y provocó en un par de días la huelga general de junio-julio que derribó a López Rega y que, con una mejor conducción política, hubiera podido acabar con el gobierno de Isabelita, pero a manos de los trabajadores.
En la entrevista al diario, De Gennaro hizo un gran planteo: “ofrecemos como perspectiva, dijo, la construcción de una verdadera central de trabajadores”. Esto quiere decir, luchar de un modo general y sindicato por sindicato, para expulsar a la burocracia cegetista. No “otra” Confederación paralela a la CGT, ni un “Congreso” paralelo a la CGT, sino una nueva CENTRAL. Las condiciones han madurado para este objetivo y su necesidad se expresa por todos los poros del movimiento obrero.
La Marcha Federal ha provocado la crisis irrevocable de la CGT, así como el plan de lucha metalúrgico lo ha hecho con la cúpula de la UOM. Se trata de una constatación objetiva. Una semana después de la Marcha, “Clarín” se vio obligada a titular: “La CGT entró en crisis” (12/7).
Es un hecho, sin embargo, que un ala de la burocracia de la CGT quiere salvar el pellejo mediante una negociación. Cuando Moyano dijo en la Plaza que allí “estaba el Confederal”, estaba respondiendo sin dudas a algunos “avances” del oficialismo que querrían convocar al Confederal de la CGT para hacer algún cambio de maquillaje. Pero el MTA, en la Plaza, se presentó con los carteles de la CGT, y todos sabemos que el órgano colectivo de ésta es el Confederal.
Para el archiburócrata West Ocampo, hay que negociar con sus adversarios. “Decir que la Marcha Federal fue un fracaso, declaró, parece un acto de frivolidad” (La Nación, 8/7). “No podemos encerrarnos —agregó— y dejar que De Gennaro y Luis Zamora se queden con las banderas de los reclamos sociales… y dar la espalda a mucha gente que en el interior pasa meses sin cobrar y tiene que venir a Buenos Aires para que Duhalde y Pierri (sic) les dé un plato de sopa”. El entregador de Sanidad está pensando, como se puede ver, en una negociación con el MTA y hasta en un bloque político liderado por Duhalde.
También la AOT se queja de que “el gobierno (no) puso aún diques de contención adecuados (a la importación) para mantener las fuentes de trabajo. Nuestra organización… está luchando por revertir este proceso de desindustrialización” (Crónica, 28/6/94). Pero quien mejor dio expresión a la situación de crisis que existe fue Carlos Gdansky, del secretariado de la UOM: “La gente no quiere saber nada con la CGT”, dijo, en uno de los reconocimientos más contundentes del agotamiento definitivo de una etapa histórica del sindicalismo estatizante, burocrático, pro-patronal y gangsteril. “En el propio seno de la UOM, agregó Gdansky, hace rato que se está debatiendo el tema, pero bueh… no sé qué puede pasar”. Para el autor de la nota (ver Página 12, 12/7/94) “el lanzamiento de la Mesa Sindical Menem ’95 anunciado por el titular cegetista Cassia fue la gota que rebasó el vaso y no parece tan descabellado que se trate el alejamiento en el próximo plenario de la UOM. En sintonía con sus compañeros, Brunelli bregó por tomar cierta distancia del modelo oficial…”. En la seccional San Martín de la UOM ya habría un acuerdo tomado para pedir la desafiliación del sindicato de la CGT. Pero la propia burocracia de la UOM tiene su crisis interna y la necesidad de dar una respuesta a la creciente radicalización y organización de las bases sindicales.
El planteo de De Gennaro, en favor de una Central de Trabajadores, constituye objetivamente una alternativa a las evidentes maniobras para recomponer la dirección de la CGT, expulsando a Cassia y Lescano y negociando con el bloque del MTA. Pero ese planteo no tendrá una verdadera consistencia si no enfrenta la prueba de fuego del 2 de agosto, llamando al paro activo y a la formación de columnas para desenvolver el paro desde abajo. Si el paro del 2 se reduce a una convocatoria de aparato, su relativo fracaso será la voz de orden para alumbrar una recomposición de la burocracia cegetista.
Abajo la Constituyente. Fuera Menem-Cavallo
Mientras los explotados hacen un esfuerzo cada vez mayor, y por momentos extremos, para mandar a la tumba a la “reforma laboral”, al congelamiento de los salarios, a la entrega de las jubilaciones o al pago de la deuda externa (que se ejecuta año a año mediante la confiscación sistemática de los trabajadores); mientras ocurre esto, en la Asamblea Constituyente los partidos patronales grandes y menores se aprestan a votar una reforma que autoriza a dictar la “reforma laboral” por decreto; a liquidar el régimen estatal de jubilaciones y las Cajas provinciales por decreto; que consagra definitivamente el pago de la deuda externa mediante el otorgamiento de status constitucional a los tratados internacionales (por ejemplo, el que estableció el Fondo Monetario Internacional o el Acuerdo de Aranceles y Tarifas); y que también pretende profundizar la penetración del clero en la vida cotidiana mediante la penalización del aborto. El medio del cual se ha valido el Episcopado para que se trate esta norma no contemplada en la ley que declara la necesidad de la reforma de la Constitución, es la incorporación del Tratado de Costa Rica a través de la Comisión presidida por el frentegrandista y chachista Juan Pablo Cafiero —lo cual constituye uno de los más monumentales e impresionantes aciertos del PO en la campaña electoral, cuando denunció al Frente Grande como el instrumento fundamental del clero en la Constituyente, precisamente por reclamar la incorporación de ese tratado. Otro tema que se apresta a aprobar la Constituyente es una autonomía trucha de la Capital Federal, para viabilizar, mediante el “acuerdo de todos los partidos”, el negociado número 1 de la Argentina post-privatizaciones: la especulación inmobiliaria con los terrenos más caros por metro cuadrado de todo el territorio nacional, lo que elevaría por las nubes los precios de las propiedades y los alquileres, y por lo tanto, del insoportable costo de vida.
Todos los partidos de la Constituyente son responsables y cómplices de semejante atropello, por votar o avalar con su presencia a una Convención que tenía las cartas marcadas desde el comienzo; cautiva de un “pacto” saludado por los “capitanes de la industria” y los bancos internacionales (ver la opinión en este sentido de uno de los principales, Bahring, en Página 12, 26/6/92, suplemento de Economía). Reclamar contra las decisiones que vaya a tomar la Constituyente es estrictamente conforme con las reivindicaciones formuladas desde abajo durante la Marcha Federal, lo que significa plantear la movilización política contra la Constituyente hasta lograr su fracaso y disolución.
Aunque uno de los oradores de la Plaza se haya desdicho luego de sus proposiciones, concordamos con él en que la perspectiva de toda esta lucha es poner fin al régimen de Menem-Cavallo y poner laboriosamente en pie la posibilidad de un gobierno de trabajadores.