NO HABLEMOS DE LA DEVALUACIÓN POR TELÉFONO

NO HABLEMOS DE LA DEVALUACIÓN POR TELÉFONO

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/45607-

El sábado pasado, Clarín publicó en un espacio muy reducido una información destinada a tener consecuencias más grandes. “Los exportadores de cereales, según el diario, hicieron un pacto de silencio a instancias de Luis María Flynn, el hombre de Cargill (por lejos, la número uno). Les pidió no abrir la boca sobre el tipo de cambio. Ni por afuera ‘ni hacia adentro de las empresas en comentarios con las casas matrices, porque la seguridad en nuestras líneas telefónicas deja mucho que desear’…”. Lo que se desprende del resto de la información es que los exportadores esperarían la salida de la “reforma laboral”, de la “jubilación privada” y de otro ‘montón de desregulaciones’, para pasar a “mover” la paridad de 1 a 1 entre el peso y el dólar.

Hacia fines del año pasado, bajo el título “Síganme que no los voy a devaluar”, hicimos desde Prensa Obrera la previsión acerca de que Cavallo pretendería hacer una devaluación “ordenada” sólo después de que tuviera aprobada la “reforma previsional”. Numerosos capitalistas se han pronunciado en el último tiempo  alertando que una devaluación “prematura” podría debilitar al gobierno en su capacidad para imponer las “reformas” que las patronales están clamando contra las conquistas históricas de los trabajadores. No se puede dejar de hacer notar, sin embargo, que fue Cargill (la primera de todas) la que hace muy poquito tiempo atrás reclamó la devaluación del peso (Clarín, 21/4). Si ahora no quiere que se mencione el tema por teléfono, ello es más bien un síntoma de que está conspirando contra la paridad del peso, más que buscando preservarla.

¿Sí o no?

Si se lo escucha a Cavallo, la posibilidad de una devaluación es poco menos que remota, aunque recientemente volvió a insistir en que se podría reemplazar el régimen actual de paridad con el dólar, por otro de paridad con una canasta de monedas. En la actualidad, el peso sólo se mantiene a la par con respecto al dólar, no del resto de las monedas, ya que la cotización del dólar fluctúa todos los días respecto a las demás divisas. Las paridades monetarias de Cavallo son, entonces, completamente relativas. Si en lugar del dólar, se pasara a tomar como referencia una canasta de monedas, el peso comenzaría a fluctuar también con respecto al dólar (y los precios internos a “fluctuar” todavía más).

Los argumentos de Cavallo para asegurar que se mantendrá la paridad cambiaria, son perfectamente inconsistentes. La especie de que mientras haya equivalencia entre las reservas del Banco Central y la cantidad de moneda en circulación, el gobierno podría hacer frente a una “corrida” cambiaria, carece de sentido. El dinero en circulación no solamente está compuesto de billetes y depósitos en cuenta corriente; también es dinero el que se encuentra a plazo fijo, en cajas de ahorro o incluso en bonos a corto plazo del Estado. Este conjunto de dinero en circulación asciende a una cifra de 50.000 millones en pesos, en tanto que las reservas del Banco Central apenas pasan los 10.000 millones de dólares. Una “corrida” contra el peso significaría que se venden los títulos públicos y que se retiran los depósitos de los bancos, es decir que se produce al mismo tiempo una “corrida” bancaria y una caída de la cotización de los títulos públicos. Si el ascenso en las tasas de interés que genera una situación como ésta supera la capacidad de re-pago de las empresas endeudadas, el gobierno se ve obligado a devaluar, incluso mucho antes de que se vacíen las arcas del Banco Central. La “ley de convertibilidad”, en sí misma, no aportó nada a la llamada estabilidad, primero del austral y luego del peso. Lo que mantuvo esa paridad, desde la sanción de la ley, es la masiva entrada de dólares generada por los grandes negocios en la Bolsa y en los títulos públicos y por la venta de las empresas estatales. Con estos dólares se fueron pagando los intereses de la deuda externa e interna y acumulando reservas en divisas.

¿“Boom” o “crack”?

Desde agosto de 1991 hasta cerca de mediados de 1992 se vivió una “euforia” bursátil, la que prácticamente terminó luego de que quedó en evidencia la estafa perpetrada con la colocación de las “teleacciones”, que se vendieron a valores de hasta diez veces por encima de lo recibido por la venta de Entel, para luego caer estrepitosamente a la mitad. Esta “euforia” estuvo determinada por el ingreso de miles de millones de dólares, que sirvieron para financiar el pago de la deuda pública y para mantener la cotización del peso. Hacia fines de 1992 tuvo lugar una “corrida” cambiaria y bancaria, precisamente porque el negocio bursátil se había secado para el capital especulativo internacional. El peso estuvo a un tris de la devaluación, sin que las reservas, de las que tanto se jacta Cavallo, hubieran podido hacer nada para impedirlo.

¿Por qué, entonces, no se produjo la devaluación? Fuera de algunas maniobras de poca monta, la razón principal para que no se produjera una devaluación fue el regreso de los capitales especulativos, no a la Bolsa, sino a la compra de títulos del Estado y de títulos de deuda de empresas privadas. Este “regreso” se debió, a su vez, a la espectacular caída que experimentaron las tasas de interés en los principales mercados internacionales. En Estados Unidos llegó a colocarse por debajo del 3% anual; las devaluaciones de la libra, la lira, la peseta y el escudo portugués, hicieron bajar las tasas en Europa, incluso en Alemania y en Francia. Tomar prestado en el extranjero al 4% anual y recolocarlo en Argentina (y en otros países con situaciones similares) al 16% al año, se transformó en un negocio redondo, en especial después que Argentina refinanció con los acreedores la deuda externa. (Nota para cavallianos: al 16% anual de interés, la deuda crece con mayor rapidez que las reservas del Banco Central, que el superávit fiscal y que la producción nacional, determinando una devaluación cierta a un plazo más o menos indeterminado). (Otra nota: si para“reactivar” la economía los europeos devalúan, ¿qué le queda a Cavallo para levantar a la deprimida industria argentina, toda vez que en el “crecimiento” menemista solo crecen los servicios?).

El fracaso del “boom” de la Bolsa significa que las “inversiones” extranjeras no han quedado retenidas en el país, desmintiendo a todos los charlatanes, que vieron en ese “boom  la posibilidad de la reconversión de la industria y desmintiendo también al equipo económico, que afirma haber “revolucionado” la financiación de la economía argentina. En esta “nueva” economía de mercado, los negocios privados siguen girando en la órbita de la deuda pública. Hace un mes, el Banco Mundial condicionó un préstamo a empresas privadas argentinas a que éstas contaran con un aval o garantía del Estado nacional!

Escapismo

El fracaso de la Bolsa para convertirse en un “mercado de capitales” produjo una crisis importante en la burguesía, que deberá agravarse en un futuro próximo. La Bolsa se vio obligada a admitir en su seno a los grandes bancos, y se verá forzada, en un cierto plazo, a modificar las normas que rigen las relaciones entre los accionistas mayoritarios y minoritarios, para posibilitar el cambio de control de las empresas, es decir su pase a nuevas manos. Martín Pérez (conocido como Redrado), presidente de la Comisión de Valores, dió un anticipo de lo que se viene cuando denunció los fraudes de la contabilidad de Pérez Companc, o cuando hizo lo mismo hace poco la DGI con los “quebrantos” de ejercicios anteriores de Techint. Los bancos, los fondos de pensión y los especuladores en general, pretenden que la burguesía argentina presente cuentas claras de sus beneficios, primero, y abra el capital a otros “inversores”, después.

El negocio de los títulos públicos, sin embargo, ha mostrado rápidamente sus límites para mantener el ingreso de capitales especulativos; lo mismo ha ocurrido con los títulos privados. Es por eso que el gobierno apresura la venta de YPF; si utiliza el dinero de este remate para rescatar una parte de los Bocón previsionales, luego reemplazará a estos “bonos basura” por la emisión de nuevos títulos, de manera de mantener el auge de la especulación con la deuda pública. Pero esto es puro escapismo. El remate de YPF ha provocado un verdadero derrumbe de la Bolsa, porque, a partir del precio en que será vendida YPF (menos de 5.000 millones de dólares), no hay ninguna otra acción que pueda asegurar una rentabilidad tan enorme, a su cotización actual.

Luego de consumado el remate de YPF, las apariencias llevarían a pensar que la Bolsa podría tener un nuevo “boom”, visto el abaratamiento que se produciría en el conjunto de los capitales en acciones. Pero para ello será necesario introducir modificaciones en la estructura y en la negociación de esos capitales accionarios; es decir voltear algunas cabezas importantes de la burguesía, o sea hacer las “otras desregulaciones” a las que se refería el mandamás de Cargill. De cualquier modo, después del remate de YPF, se acabaron las “joyas de la abuela” como medio de financiar las grandes ganancias de la burguesía argentina y del capital internacional.

Contra el reloj

Desde que hiciera su ingreso a la “función pública”, Cavallo se ha destacado como un “bicicletero”, para decirlo con suavidad. Siempre anda al rescate de capitales fundidos o a punto de fundirse, cambiando unas deudas por otras y descargando la manipulación resultante sobre el ingreso de los trabajadores. Ahora, por ejemplo, está en plena “carrera”, para llegar por lo menos al 3 de octubre. Pero la situación en su conjunto es cada vez más explosiva. La deuda pública es superior a la que existía en 1989 y la deuda internacional privada ha crecido en forma espectacular.

La crisis del peso podría ser detonada por factores impensados hasta hace poco tiempo —por ejemplo las devaluaciones de los pesos de Chile y de México. Se trata por cierto (ver notas) de dos casos ideales “para especular” a una “caída”. En el caso chileno existe incluso el riesgo de que se declaren en cesación de pagos las llamadas “trading” internacionales del cobre, que operan en el mercado de Londres, pues han tomado compromisos de compra a 90 centavos de dólar la libra cuando la cotización ya ha caído a 79 centavos. Si se confirma esa presunción o posibilidad, el mercado del cobre quedaría paralizado y el Estado chileno perdería el 40% por lo menos de sus ingresos por impuestos.

Otros factores que pueden precipitar la crisis son, por un lado, la presión devaluacionista en Uruguay, ejercida por todas las cámaras empresariales, el sector Sanguinetti del Partido Colorado y el Frente Amplio, y aún aceptada por hombres del oficialismo, como el ex ministro de Economía, Javier Haedo. Por otro lado, está el derrumbe de la situación brasileña, que antes de llegar a la estabilización deberá pasar por alguna hiperinflación “educativa”. Finalmente, hay que tener en cuenta la propia situación internacional, donde la baja de las tasas de interés ha fracasado para reactivar las economías y sí ha servido para aumentar la especulación con los títulos de la deuda pública, incluso de todos los países desarrollados. Han aumentado, en consecuencia, las presiones inflacionarias, la posibilidad de nuevas devaluaciones, y por lo tanto una caída generalizada de las cotizaciones de los capitales especulativos.

La crisis “argentina” constituye, en realidad, un episodio relativamente intrascendente de una gigantesca crisis mundial, identificada por una sobreoferta o sobreproducción de capitales financieros. En los nueve principales mercados cambiarios del mundo se transan 910.000 millones de dólares, por día, en tanto que las reservas en divisas de las naciones industrializadas totalizaban 555.000 millones de dólares en abril de 1992. El total de las tenencias de acciones de residentes de otras naciones en los países que forman el Grupo de los 7 era de 1 billón 300.000 millones de dólares en 1991, en tanto que las tenencias en títulos públicos y privados llegaba a 2 billones 500.000 millones de dólares. Se estima que los Fondos de Pensión de Estados Unidos tendrán invertidos en el exterior de su país, en 1997, entre 280.000 millones y 430.000 millones de dólares. Esta es la base económica de la “sapiencia” cavallana . Para uno de los articulistas que reprodujo esta información (Financial Times, 4 y 6/5), “Todo esto son malas noticias para los gobiernos. Cuando los mercados privados modifican su opinión acerca de una divisa, un banco central puede verse enfrentado a una corrida de 100.000 o 200.000 millones de dólares en una semana y quedarse con las reservas agotadas”. La opinión de Cavallo sobre la solidez de la “convertibilidad”  solo la aceptan los incautos.

Después del “diluvio”

El verdadero problema de Cavallo es que no sabe ni cuándo ni cuánto devaluar. Martinez de Hoz, en febrero de 1991, creyó que arreglaba todo con una desvalorización del 10%, pero en realidad, inició una cadena de devaluaciones que aún no terminó. Cavallo probablemente estime que una devaluación “preventiva”, es decir decidida por el gobierno, sea más dañina políticamente, que una devaluación impuesta por el “mercado”. Un financista de alto copete transmitió, precisamente, la preocupación de los “mercados internacionales” de que Cavallo no fuera capaz de ejecutar la devaluación (que dan por descontada) en “orden” (Conrado Hebling en La Nación, 15/4). Un economista de la “escuela” cavallana se atrevió a afirmar que “devaluar”  sería “destruir la República Argentina, porque las relaciones contractuales efectuadas dentro de la Ley de Convertibilidad son dominantes. Por ejemplo, el mercado financiero desaparece… Amen de que el ministro que devalúe (sic) quizás hasta termine preso (Carlos Rodríguez, del Cema, en La Nación, 10/5)

Cualesquiera, sin embargo, que sean sus repercusiones sociales y políticas más generales, la devaluación asestará un golpe político al gobierno y a todos los que “imprudentemente” han salido a elogiar a Cavallo (Angeloz, De la Rúa, Alfonsín, Verbitsky, etc), y otro golpe, económico, al nivel de  vida de las masas. Pero antes de plantear el “derrumbe”  del actual régimen político, la devaluación y el desenlace de la presente crisis habrán de poner a prueba la capacidad de la clase obrera para aprovechar esa situación para comenzar a poner fin a este régimen de entrega y de miseria. Se trata de un problema de política, no de economía.