LULA-LA

LULA-LA

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/1388-

Parece que hubiera sido ayer cuando numerosos dirigentes de la izquierda de Argentina fueron a bailar samba frente a la embajada brasileña para festejar la victoria electoral de Lula. Que Lula hubiera armado un binomio presidencial con un capitalista textil, financista de las sectas evangélicas y connotado derechista fue juzgado, no solamente en las orillas del Plata, como la expresión más elevada de una construcción política inteligente. Cuando Lula se hizo cargo del gobierno y entregó los principales ministerios a banqueros, latifundistas e industriales, a la izquierda argentina (que se une) no se le movió un pelo. Lula y sus asesores del PT habían encontrado el camino del éxito para los izquierdistas y los progresistas y reabierto el camino que parecía haberse clausurado con el pasaje de la burocracia soviética al capitalismo. Que los sectarios rechazasen a Lula… ¡peor para los sectarios! Lula había llegado al gobierno, había llegado ‘lá’, adonde lo había querido poner la consigna ‘Lula-lá’.

Apenas dos años más tarde la experiencia brasileña del frente de izquierda-centro, de frente amplio, de más unidad, de realismo y audacia, se hunde en el fango. La tentativa vecina no terminará derrotada por haberse atrevido a asaltar el Palacio de Invierno sino entre las rejas. La caída del ignominioso e infame muro de Berlín, arquitectura como pocas del stalinismo y sus partidos, parece, en comparación, un acontecimiento heroico.

La experiencia izquierdo-centrista de Brasil no se hunde por un grave accidente de ruta sino por su propia política. Los dirigentes del PT llegaron hace tiempo a la conclusión de que no podrían gobernar solos, pero se olvidaron que solamente podrían encontrar aliados entre los ladrones. Porque, efectivamente, la política brasileña es una red de mafias, como la argentina. La política de alianzas se convirtió de este modo en un poquito más que la entrega completa al FMI y a los banqueros, o en la complicidad con las bandas armadas de terratenientes que asesinan a campesinos sin tierras. Se convirtió en un tráfico de influencias, más conocido como cometas. Los aliados tenían un precio; primero se repartieron empresas estatales y reparticiones públicas, luego hubo que repartir dinero. Todos los dedos acusadores apuntan al jefe máximo del PT, José Dirceu, la eminencia gris de Lula, la mano negra que hizo expulsar a los diputados que se negaron a votar una privatización de la previsión social, el Santibáñez de la Alianza do Brasil. Cuando la platea esperaba una gran disputa principista en el PT, la estantería se vino abajo por la corrupción en gran escala.

Obviamente que hay algo más, que los cables no transmiten. Ocurre que la economía brasileña dejó de crecer apenas un año después de que se anunciara su despegue. La burguesía industrial, nuevamente, como ocurriera con otros gobiernos, ya no se siente representada adecuadamente. El real, la moneda brasileña, ha subido mucho, penalizando a los exportadores. La tasa de interés que fija el Banco Central es del 20%, la corriente, en el comercio, oscila en el 150-200 por ciento anual. La deuda externa brasileña, para colmo, es ajustable, en algunos bonos al índice de precios, en otros al dólar, en otros a la tasa de interés. Brasil camina por la cornisa de la bancarrota. No debe sorprender, entonces, que pululen las conspiraciones contra la moneda, la política económica, los ministros y el gobierno. Detrás de la cascada de escándalos por desfalco se parapeta la conspiración política. También opera el imperialismo yanqui, que quiere meter a Brasil en el Alca, un planteo que goza del apoyo de una parte importante de la burguesía nacional, lo mismo que ocurre en Argentina con los Techint.

Toda esta caracterización corresponde a un gobierno, no de la derecha sino de la izquierda. De la izquierda que acumula, que construye poder, que todos los días se une un poco más, que pacta con los adversarios o enemigos del derecho al aborto y los propone como cabeza de lista, o con burócratas sindicales o con socialistas defensores del pago de la deuda externa y socios de Ibarra.

Algunos de los izquierdistas rioplatenses justificaron su apoyo a Lula (y a Tabaré) con el curioso argumento de que serviría para que las masas hicieran su experiencia y rompieran con el reformismo. El punto, ahora, es si esos izquierdistas, no las masas, advertirán lo que está ocurriendo con las barbas del vecino. Si advierten que la experiencia izquierdo-centrista-clerical-patronal se está hundiendo en la ignominia y construyen con el Partido Obrero y el conjunto de la izquierda que lucha un Frente ciento por ciento de izquierda.