ARGENTINA EN LA TORMENTA MUNDIAL

ARGENTINA EN LA TORMENTA MUNDIAL

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/1236-

El Partido Obrero plantea un programa para terminar con la miseria social (Prensa Obrera Nº 897)

El rechazo a la Constitución europea en Francia y Holanda modifica considerablemente la situación política mundial. El pajueranismo kirchneriano no ha tomado todavía nota de esto, pero lo ocurrido afectará las enclenques posibilidades de este gobierno.

Un plan, ni de emergencia

Es que, como lo reconocen sus principales voceros, la burguesía de Europa no tiene un ‘plan B’, o sea, una alternativa al proceso político que acaba de ser repudiado en forma tan contundente. En la lista de los rechazos a la Constitución europea ya se ha anotado Gran Bretaña, que no solamente tiene la intención de desistir de la realización de un referéndum sino también de Tony Blair, el primer ministro. Los ‘plomeros polacos’ que fueron usados por algunos nacionalistas franceses como espantajo para oponerse, ellos también, a la Constitución, ya se están preparando para imitar a sus colegas de profesión en Francia; según las encuestas, el actual gobierno ‘europeísta’ de Polonia va a ser masacrado en las próximas elecciones polacas y el No se impondría en el referéndum. Como hemos escrito en un editorial (“¿Qué Programa?”, Prensa Obrera Nº 897), el capitalismo ha puesto a las masas ante la obligación imperiosa de buscar una salida, como consecuencia de la desocupación en masa de más de dos décadas y del empobrecimiento generalizado.

En la cima de los Estados la cosa no va mejor, hasta el punto que ya se está discutiendo la suspensión de Italia de la zona monetaria del euro, como consecuencia de la caída que han comenzado a sufrir los títulos del Estado italiano. Mucho antes que los franceses y los holandeses le dieran la espalda a la propuesta de Constitución, los gobiernos europeos ya habían repudiado (creían que impunemente) los tratados europeos que ellos mismos firmaron, al tolerar déficit fiscales, no permitidos, superiores al 3% del PBI. Virtualmente la totalidad de los gobiernos europeos tienen sus cabezas bajo la guillotina —Schroeder, Chirac, Blair, Berlusconi—; los partidos tradicionales podrían desaparecer, en cierto plazo, de la escena, como bien lo conocemos en América Latina. La prensa internacional no vacila en considerar la posibilidad de la fragmentación de la UE.

Pauperización en masa

El No franco-holandés debería sonar como una alarma para Kichner —y no solamente por la repercusión negativa que deberá tener a mediano plazo sobre el comercio internacional, del que depende la ‘recuperación’ argentina. Ni tampoco, exclusivamente, por el impacto que el progresivo default de la deuda italiana tendrá sobre las deudas externas como las de Argentina. A los Kirchner les debería preocupar que la cuestión de la pauperización de las masas por parte del capitalismo se ha transformado en una crisis política generalizada, incluso en las naciones más desarrolladas.

En efecto, el gobierno que despotrica contra “los ‘90” acaba de maravillar al país con un aumento del salario mínimo que nadie va a ver y mucho menos sentir, pero que aun así se escalonará en un plazo de tres meses. De las jubilaciones ni hablar, aunque tampoco del trabajo parcial, en negro o fuera de convenio. Con un pase de magia Kirchner se ha vuelto a ganar el cariño de los Techint o las automotrices, o incluso de Repsol, que anuncian con entusiasmo la compra de empresas o las inversiones petroleras en otros países con el dinero que ganan en Argentina. De este modo, en plena ‘recuperación’ económica el índice de desocupación volvió a subir, pero mucho más que lo informado oficialmente, porque la estadística oficial no computa a las personas que ya no buscan empleo por la imposibilidad de conseguirlo. Lo que, de paso, nos está advirtiendo que la desocupación no bajará en los próximos meses.

Kirchner se asegura en Techint

Con el mar de fondo del empobrecimiento en masa que ocasiona el capitalismo, el Presidente cabalga contra el fortín del peronismo bonaerense. Sin embargo, antes de cargar contra el duhaldismo, Kirchner ha tomado un seguro contra todo riesgo con los grandes capitales: ha cerrado el canje de la deuda; mantiene el peso subvaluado endeudando al Banco Central; desparrama subsidios a troche y moche para los monopolios de exportación; congela el salario mínimo y de los trabajadores del Estado; incrementa el superávit fiscal que oficia de seguro para los títulos públicos en poder de los bancos y las AFJP; en las próximas semanas cerrará con el FMI. Ataca las movilizaciones estudiantiles, salariales y piqueteras. En el plano internacional opera contra los movimientos populares en Bolivia y Ecuador; se distancia de Chávez; y juega la carta antibrasileña en sintonía con Bush. O sea que, contra lo que opinan sus partidarios nacionales y populares, para ‘cercar’ a Duhalde, Kirchner se asegura antes el respaldo del imperialismo.

De todos modos, cualesquiera sean los vaivenes de la crisis con el peronismo bonaerenese, el resultado final es siempre un pacto mafioso. Kirchner no se propone desarticular el aparato de punteros; sólo quiere cooptarlo. Mide el éxito en la amplitud de esta cooptación, en especial con los intendentes. Kirchner está obligado, para gobernar, a despotricar contra la ‘vieja política’ pero de la mano de esa ‘vieja política’.

Algunos funcionarios del gobierno, como el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, parecen creer que el seguro contra todo riesgo que ha comprado Kirchner debería permitir noquear a Lavagna y copar el equipo económico.

Entre Berlusconi…

En hipótesis, Kirchner procura convertirse en un Berlusconi de centroizquierda; pero, al cabo de más de una década, el panorama político italiano, después de la hecatombe de la democracia cristiana, está más fragmentado que en el pasado. A Kirchner no le va a ir mejor mezclando los restos de la vieja Alianza con el punterismo que pueda atrapar de la hecatombe del peronismo. Kirchner corre el riesgo de convertirse en un Berlusconi senil aun más rápido que el ‘condottiere’ italiano. El factor decisivo, al final, es la salida a la situación sin salida de las masas, para la cual Kirchner no tiene ninguna respuesta. Kirchner trata de ganarse la vi da haciendo malabarismo. A fuerza de reclamar un plebiscito, tanto malabarismo podría dar lugar a un parlamento y a gobernaciones aún más fragmentadas políticamente.

La descomposición que exhibe el peronismo se extiende a la totalidad de las fuerzas políticas patronales; lo que ocurre en el peronismo actúa como una divisoria de aguas. Es lo que pasa en la UCR, donde Alfonsín, Storani y Moreau sacaron de la galera la candidatura de Brandoni para preservar su pacto con el duhaldismo, en oposición a Margarita Stolbizer, de tendencia ‘transversal’. En el ‘transversalismo’ también revista el ‘grupo Olavarría’, como se denomina a un bloque de intendentes radicales. Lo que tienen en común los ‘transversales’ bonaerenses es una aproximación mayor a la burguesía agraria vinculada a la exportación de soja y aceite —y, más importante, a negociar la entrega del mercado interno a cambio de una mayor cuota de exportaciones. Solá, el grupo Olavarría y los ‘transversales’ (el caso más claro es el rosarino Binner) responden a intereses económicos similares.

La alianza entre López Murphy y Macri es un testimonio del retroceso del duhaldismo, que descontaba al macrismo como un socio auxiliar. Es un pacto de supervivencia hasta octubre; es un accidente político a la espera de que la situación se aclare. No constituye para nada un proyecto estratégico. No se debe olvidar siquiera por un instante que López Murphy y Macri han apoyado el canje de deuda, que es la viga maestra de la economía política kirchneriana (lo mismo han hecho, y con mucho énfasis, Carrió y Binner). López Murphy es un agente de las finanzas internacionales y Macri de sus propios negocios, siempre vinculados al presupuesto del Estado.

…y Mesa

Mientras, en hipótesis, la tendencia del kirchnerismo sería hacia un bipartidismo de características nuevas (a la italiana), el conjunto de la situación argentina marcha más bien, en el contexto latinoamericano, a una variante boliviana. El kirchnerismo es incapaz de llevar hasta el final la tendencia a remodelar el régimen político, por eso está condenado a desarticularlo aún más. La crisis de Bolivia, sin embargo, no se limita a la manifestación de una crisis extrema de régimen político y de Estado sino que expresa igualmente una extraordinaria heterogeneidad en el campo de las masas.

Después de la bancarrota de 2001 y del Argentinazo hemos ingresado en un período que, para los trabajadores cada vez más forzados a buscar una salida social, debe ser un período de preparación para relevar a la burguesía del poder político. Es en esta dirección que apunta la política de llamar a un frente de izquierda desde la estrategia de la construcción de un partido revolucionario de la clase obrera.