EL "PROBLEMA" PIQUETERO
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/59972-
En una conferencia que pronunció en la Biblioteca Nacional, el secretario de Cultura de la Nación, Torcuato Di Tella, dijo “que sólo con la apertura de nuevas fuentes de trabajo el fenómeno piquetero puede ser superado” (La Nación, 23/12). Esto que suena a puro sentido común y que representaría la visión del “ala tolerante” del gobierno, deja de serlo cuando percibimos que introduce al piquetero como una “anomalía”. El problema no es el capital sino los que luchan contra el capital. Como acostumbran a decir los norteamericanos, los piqueteros no serían parte de la solución sino el problema que hay que resolver.
El gobierno, según Página/12 (14/12) tiene incluso un “plan” para atacar el “problema”: poner a los desocupados en la obra pública (a 150 pesos); en dos años encontrarles “trabajo genuino” (flexible y con los salarios actuales), y luego, con “las aguas divididas”, “avanzar sobre la protesta ideológica con el Código Penal en la mano”. Este plan, como se ve, no se limita a las fuentes de trabajo que según Di Tella serían la “solución” del “problema”. Pero no solamente esto, porque si se mira bien el gobierno comenzó con la campaña antipiqutera y el código mucho antes de la supuesta solución de la desocupación, reconociendo con ello que el movimiento piquetero corporiza, por su lucha y su programa, la única oposición política a esta enésima tentativa de “soluciones” de la pequeña burguesía “nacional y popular”.
Aunque el conjunto de la exposición de Di Tella es mucho más profundo que lo que prometía al comienzo, y aunque acabe contradiciéndose de una forma harto significativa, el funcionario comete el error de confundir a la desocupación y a los desocupados con los piqueteros. Se podría decir que el problema de los desocupados se resuelve con la ocupación; ¿pero vale lo mismo para los piqueteros?
Las patronales, por ejemplo, no quieren contratar piqueteros para evitar que les surja un activista obrero o sindical en su empresa. A modo de burla -porque la cuestión pasa por otro lado-, diríamos que aun con ocupación plena tendríamos a unos 200.000 piqueteros sin trabajo. Además, todas las clases sociales cortan las rutas y calles cuando luchan por sus reivindicaciones, de modo que asistimos a un fenómeno político, o sea a una conciencia de conjunto y no a una cuestión social confinada en ciertos límites.
El piquetero es un fenómeno político, y si se quiere histórico, pero no abstractamente social. El piquetero lucha contra la desocupación, que es un producto del capitalismo, y lo hace con un programa y un método. Supera la contingencia para entrar en la historia, en este caso de la lucha de las masas explotadas. Superar el “problema piquetero” significa pretender acabar con su rol político y, en última instancia, con su rol histórico. El piquetero expresa la tendencia de la clase obrera a reconstituirse como la clase que concentra la oposición histórica al capitalismo, esto en las condiciones de la etapa catastrófica del capitalismo. Pero Di Tella no se atrevería a decir, naturalmente, que el “problema piquetero” se acaba con la superación de la catástrofe capitalista o con el capitalismo “tout court”. En tal caso, el piquetero es la solución del problema, no al revés.
Un cierto pasado socialista de Di Tella nos permite conjeturar que el funcionario ve en la “creación de fuentes de trabajo” una “normalización” de la lucha de clases según los viejos cánones. Pero al menos por un larguísimo tiempo esta “normalización” es una fantasía; a la lucha de clases hay que tomarla tal como se presenta. El sueño de una lucha de clases “normal” expresa la nostalgia del obrero o el pequeño burgués, minoritario, que cobrara “los viejos y buenos” salarios, en oposición a la inmensa mayoría de trabajadores super-explotados. Lo que “irrita” a la sociología reformista es la aparición en escena de los obreros que tienen “malas maneras”. La aversión política (e incluso psicológica) por estos explotados “duros” alcanza también a gran parte de la llamada izquierda tradicional.
Di Tella entiende, sin embargo, el fenómeno mucho más de lo que indica la apariencia o de lo que logra comprender la izquierda. Es así que dice que “…tener un 20 por ciento de desocupados… puede terminar en una revolución social si no se lo sabe comprender”. Viniendo de un sociólogo tradicional, y encima funcionario, el juicio es incluso audaz. Di Tella habla claramente de una “revolución social”, es decir que no alude al motín de una multitud exasperada sino a una rebelión guiada por un programa y con una definida conciencia política. Precisamente, para que la desocupación sea la causa última de una revolución (ya que es la expresión más alta de la destrucción de fuerzas productivas en condiciones de “paz”) es necesario que aparezca un sujeto consciente de este proceso - concretamente, el obrero-piquetero - . En definitiva, cuando Di Tella se preocupa por “superar” el “fenómeno piquetero”, lo que pretende realmente es “superar” la revolución. En una palabra, no un problema social sino político, y por sobre todo histórico. Pero ¿se pueden sortear los “problemas” históricos -no digamos ya pretender superarlos?
Lo significativo de la conferencia de Di Tella es, sin embargo, que al final de ella se da cuenta de que el “problema piquetero” plantea un “problema” diferente, y que las fuentes de trabajo no tienen la perspectiva de funcionar como solución. “Creemos que el trabajo es la solución”, dice, “pero… el poder, en realidad, está en manos de grupos económicos de los que depende la estabilidad del país. Así te pueden hacer un piquete económico”. Efectivamente, el problema es el capital. El “problema”, y no solamente para Di Tella, sino para el conjunto del Estado, es que “los grupos económicos de los que depende la estabilidad del país” sólo pueden funcionar desestabilizando constantemente al país y produciendo todo el tiempo piqueteros; todo lo cual - Di Tella ya lo ha admitido - , “puede terminar en una revolución social”.