CARACTERIZACION DEL GOBIERNO

CARACTERIZACION DEL GOBIERNO

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/58521-

El gabinete anunciado por Kirchner es, como cabía esperar, de pura cepa duhaldista. Kirchner, después de todo, llegó al gobierno como consecuencia del apoyo del aparato bonaerense que comanda Duhalde. Por otro lado, el destino del nuevo gobierno depende, en buena medida, de los resultados de las próximas elecciones legislativas y provinciales, en las cuales Kirchner no tiene una presencia propia. El santacruceño se reservó para un secuaz suyo el manejo de la llamada obra pública, aunque no la financiación de ella, que depende de Lavagna. El bajo vuelo del diseño del gabinete se manifiesta en el hecho de que los nombramientos de Bielsa y de Beliz parecen apuntar por sobre todo a favorecer la reelección de Ibarra en la Ciudad de Buenos Aires. Si esta tesis se confirma, el gobierno de Kirchner debuta como una agencia de colocaciones.

 

Vieja política

Otra característica no menor del gabinete es que sus integrantes son todos funcionarios que pasaron por el menemismo, principalmente, y por la Alianza. Es decir que su fachada “joven” disimula a un viejísimo personal político y, lo que es más importante, responsable directo de la bancarrota económica y política. En algunos casos, como Beliz o Alberto Fernández, se trata de hombres para toda ocasión, porque también fueron cavallistas. El propio Kirchner había buscado una alianza con Cavallo cuando éste lanzó los ataques a Yabrán. ¿Pero a qué otro lado podría haber ido Kirchner a reclutar sus ministros cuando no hay un solo político patronal que no haya sido funcionario de los gobiernos pasados?

El continuismo político que representa el nuevo gabinete ha venido acompañado enseguida de síntomas de inmovilismo político. Los anuncios de Lavagna con relación a una reestatización parcial de las Afjp fueron relegados a un segundo plano. El condicionamiento hecho por Kirchner a los aumentos de las tarifas públicas, de una previa revisión de los contratos, fue negado por Lavagna, que volvió a reclamar que la facultad para determinar las tarifas pasara del Congreso al Ejecutivo, con la finalidad de aumentarlas de inmediato. En otra manifestación de continuismo agravado, Kirchner declaró que enfrentaría a los piqueteros “politizados”, ratificando así la cooptación de los punteros bonaerenses y de los que integran los consejos consultivos.

El anuncio del gabinete provocó rumores de un nuevo conflicto con la Corte, esto debido al nombramiento del diputado Sergio Acevedo - que había comandado la tentativa de juicio político a la Corte en el Congreso - , al frente de la Side. Según los diarios, Kirchner buscaría la renuncia de algunos jueces para reunir una mayoría propia. Esto ocurre cuando la Corte ya tiene firmada la convalidación de la obediencia debida y el punto final. El indulto de Duhalde a Gorriarán y Seineldín tiene el propósito, sin embargo, de facilitar un pronunciamiento amnistiador de la Corte. Es claro que, como reducto del menemismo, la Corte sería el baluarte de las privatizadas, las Afjp e incluso los bancos en cualquier conflicto con el nuevo gobierno. De cualquier modo, la Corte no representa más que un chivo emisario, toda vez que los conflictos derivados de la bancarrota argentina no se dirimen en Buenos Aires sino en el FMI y en los tribunales de justicia de Nueva York, Londres y Zurich.

 

Las alternativas de Kirchner

El gobierno de Kirchner es la consecuencia del éxito del plan político de Duhalde en relegar la posibilidad de que se fueran “todos”. En esto consiste su fortaleza política inicial, que algunos izquierdistas apresurados se empeñan en ignorar. Pero este éxito pone al desnudo con más claridad sus limitaciones, esto en cuanto a poder encarar y resolver la bancarrota capitalista. A diferencia del brasileño Lula, con el cual guarda una filiación ideológica centroizquierdista pero sin el mismo apoyo popular, y que subió mediante un acuerdo previo con el FMI, el gobieno de Kirchner debuta con muchos frentes abiertos de conflicto con el imperialismo (incluso si el acuerdo en vigencia con el FMI es más “ajustador” que el de Lula, al punto que controla el monto de la emisión de moneda). A diferencia de Chávez, no es el producto de una larga movilización popular ni tiene características plebiscitarias, y tampoco tiene una plataforma de defensa del ingreso nacional, que en el caso del venezolano consiste en la defensa del nacionalismo fiscal petrolero. Pero si Kirchner acepta las imposiciones del FMI respecto de la deuda externa, los bancos, las privatizadas y las Afjp, es incuestionable que enfrentará de inmediato una crisis enorme, tanto en el plano interno como por la movilización de las masas. Si, por el contrario, adopta una posición de nacionalismo financiero, limitando las compensaciones que reclaman los bancos, reestatizando la previsión social o frenando la presión para aumentar las tarifas, en esta variante el nuevo gobierno iría de cabeza a una crisis política de origen internacional. Cuando se tienen en cuenta estas alternativas en el derrotero político del nuevo gobierno, se entiende que Kirchner se pronuncie por una “salida gradual”, o sea inmovilista. La desventaja del inmovilismo, sin embargo, como lo experimentó De la Rúa, es que puede provocar que el nuevo gobierno no llegue a fin de año.

El plan político que Duhalde impuso el 27 de abril, tiene en común con el chavismo y con el lulismo la salida electoral como la alternativa a la rebelión popular. Pero mientras el chavismo canalizó una rebelión popular que se encontraba largamente en desarrollo y acabó liquidando a los partidos tradicionales e incluso cambiando el régimen político, Lula busca evitar que la bancarrota financiera dé lugar a un brasileñazo, sobre la base de una alianza con todas las fuerzas tradicionales, incluida la derecha. De cualquier manera ambas experiencias, la de Brasil y la de Venezuela, se encuentran al momento actual en franca crisis, como lo demuestran sus crisis industriales y la inminencia, en diverso grado, de una cesación de pagos. Mientras en Brasil el descontento popular (e incluso de la burguesía industrial) ya ha comenzado a manifestarse, en Venezuela existe una movilización popular que se manifiesta en la ocupación y puesta en funcionamiento de empresas que quiebran o cierran temporariamente.

 

La nueva etapa

Es claro que incluso después del éxito del plan político de Duhalde, la crisis de poder en Argentina sigue en pie, aunque no tenga ya características revolucionarias. La iniciativa política, a través del nuevo gobierno, la tienen los capitalistas. Pero la capacidad de explotar esta ventaja política se encuentra condicionada a las extraordinarias limitaciones que imponen la bancarrota capitalista y la poca autonomía de la burguesía nacional respecto del imperialismo.

La consigna de completar la tarea del Argentinazo, que caracterizó al movimiento de luchas hasta diciembre pasado, no está a la orden del día, o sea de inmediato. Es una posibilidad cierta, pero que requiere de una mayor preparación política. Las dos vigas fundamentales de esta preparación son las siguientes. De un lado, aprovechar las diversas contradicciones económicas actuales (el freno que el bajo consumo impone a una reactivación, por ejemplo) para incentivar los movimientos reivindicativos, desde el aumento de los salarios y las prestaciones a los desocupados, como los relativos a la educación, la salud y la previsión social. En este mismo plano se ubican las contradicciones de conjunto relativas a la deuda externa, la crisis bancaria y las privatizadas, para plantear la ruptura con el FMI, la nacionalización de los bancos, la apertura de los libros y el control obrero; es decir la salida al conflicto nacional.

La otra viga en esta nueva etapa es la preparación de una salida dirigida por la clase obrera como cuestión estratégica. Esto significa una delimitación política clara respecto de las alternativas que plantean el seguidismo al gobierno por izquierda o salidas democratizantes o nacionalistas del cuño de las de Lula o Chávez. Esta cuestión estratégica domina a América Latina en su conjunto, a partir de dos grandes fenómenos: la rápida desilusión en los Lula y el ecuatoriano-indigenista Gutiérrez, de un lado, y la insurrección boliviana reciente, del otro, que puede conocer un segundo capítulo en cualquier momento. La reiterada cuestión del frente de izquierda en Argentina plantea discutir esta delimitación política, porque es la decisiva desde el punto de vista estratégico y es, por lo tanto, la base de cualquier preparación política sistemática en esta nueva etapa.