DUHALDE, MEMORABLE

DUHALDE, MEMORABLE

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/55918-

Duhalde aprovechó su programa de radio para hacer una apasionada defensa de todos los capitalistas que han dejado al país en la ruina (Clarín, 13/2). De esos mismos capitalistas a los que acaba de beneficiar con una licuación de 30.000 millones de dólares y que ahora le exigen un tipo de cambio de 1 a 1 para su deuda externa de 60.000 millones de dólares. Defendió a estos capitalistas depredadores, que en la última década provocaron más de cuatro millones de desocupados, argumentando que “son los que realmente dan trabajo a miles y miles de personas”. Dado el tamaño de la licuación de sus pasivos, que supera holgadamente el capital de estos pulpos, mejor habría sido que dijera que, no ya “miles”, sino millones han sido las personas que han sido forzadas a entregar a estos pulpos su trabajo cotidiano y sus magros ingresos para que ellos pudieran acaparar el capital que los ha enriquecido.

Duhalde no necesita que se lo acuse de agente de los grandes saqueadores nacionales, porque él mismo ha decidido incriminarse. Repite lo que ya había dicho Ruckauf cuando estatizó la deuda de los grandes capitalistas con el Banco Provincia, o sea que también “benefició al pequeño comerciante”. Pero cuando 3.000 empresas concentran el 50% de la deuda, de un lado, y otros tres millones de usuarios tienen la otra mitad, la licuación de ese pasivo es un negociado solamente para los primeros. El propio Duhalde admite el negociado cuando, a guisa de lamento, dice que “los grandes empresarios argentinos caben todos en una mesa”, porque precisamente es sólo un puñado el que se ha alzado con la licuación. De todos modos, los deudores no tienen patria: con la licuación de pasivos también ha beneficiado a Repsol, Telefónica o Ford, y en los casos de Musimundo o Freddo no ha beneficiado a empresarios “argentinos” sino al Fondo de Inversión norteamericano Exxel, que manejan los “argentinos”.

Duhalde escamotea lo más importante, sin embargo, porque un pueblo que pone más de 100.000 millones de dólares para rescatar a “sus” empresarios, tiene el derecho a reclamar la propiedad de ese capital. En realidad, el patrimonio económico de la Argentina ha sido rescatado varias veces por los trabajadores; lo único que impide que sean sus dueños es la organización capitalista de la sociedad y el carácter capitalista del Estado.

Duhalde admite lo que dijimos desde el primer día *que el golpe que lo llevó al gobierno fue ejecutado al servicio de la “patria productiva”, que además había encontrado, para la devaluación, un aliado en el Tesoro norteamericano. Por eso puede decir, en relación a “los grandes empresarios … que se han quedado, porque quieren a su país y quieren a su empresa”, que “tenemos que darle la mano que podamos…”, o sea una licuación de 30.000 millones de deuda interna y otra de 60.000 millones de deuda externa. Pero sólo la ignorancia o la mala fe puede explicar esa falsa distinción entre el capitalista “que se ha extranjerizado” y el “que se ha quedado”, porque, como todos saben, los que se “quedaron” tienen 150.000 millones de dólares depositados en el exterior, y los que se “fueron” han represtado su dinero especulando con la deuda externa del Estado argentino. Los que se “quedaron”, como Amalia Fortabat, a la que Duhalde defiende con la misma pasión que ponía Menem, sin importarle sus abusos monopólicos en el mercado del cemento ni sus negociados con las privatizaciones ferroviarias; pues bien, esos que se “quedaron” compraron las empresas privatizadas con títulos desvalorizados de la deuda externa cotizados en dólares, y luego las explotaron en base a más deuda, también en dólares, hasta provocar la cesación de pagos del país.

Duhalde, sin embargo, no salió a defender a los grandes saqueadores argentinos sólo por las crecientes críticas y denuncias que parten de los sectores populares, que no están dispuestos esta vez a pagar la factura. Tampoco lo ha hecho únicamente por el temor de que los Roggio, Macri, Techint o Clarín se olviden de los servicios que les está prestando y lo volteen como a Rodríguez Saá. Ha salido, por sobre todo, forzado por la presión norteamericana, que exige vía libre para que sus capitales puedan quedarse con las empresas de los “patriotas” quebrados, en el caso de aquellas a las que no les alcanzara el enorme jubileo de sus deudas decretado por Duhalde. Lo que todavía no se sabe es si lo ha hecho porque piensa resistir a los yanquis y caer inmolado en la defensa de los grandes curradores “nacionales”, o si en cambio ha dejado grabado su testamento ideológico en las vísperas de la capitulación ante el FMI, en lo que concierne al destino de las empresas y bancos nacionales que se encuentran en bancarrota.