EL FMI QUIERE LA DEVALUACIÓN, NO LA DOLARIZACIÓN

EL FMI QUIERE LA DEVALUACIÓN, NO LA DOLARIZACIÓN

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/55920-

Son muchos los que opinan, entre ellos algunos voceros del gobierno, que el FMI y el Tesoro norteamericano pretenden la dolarización. Quienes dicen esto buscan, es claro, justificar la devaluación del peso como un acto de restauración de la “soberanía” monetaria. El descomunal desfalco representado por la “pesificación”, que transfiere a la “patria productiva” unos 50.000 millones de dólares, busca conseguir por esta vía una legitimación “nacional y popular”.

Pero la verdad es que la devaluación y la pesificación fueron impuestas por el FMI. En una reciente carta al diarioFinancial Times (1/2), el director de relaciones externas del Fondo, Thomas Dawson, señala en muy pocas palabras por qué, para el FMI, la dolarización es inviable. “Los activos domésticos del Banco Central dice, consisten principalme nte en créditos a bancos débiles y a un gobierno que tiene cerrados los mercados financieros. La conversión de estos activos en dólares no puede ser asegurada”. Dawson está diciendo que las reservas del Banco Central están infladas, porque tienen un alto componente de títulos públicos desvalorizados y redescuentos a bancos privados insolventes. Si, por ejemplo, el Central pretendiera recuperar los 15.000 millones de dólares (pesos) de redescuentos que otorgó a los bancos, vendiendo los bonos o créditos que los bancos le dieron como garantía, sólo obtendría 3.000 millones de pesos.

Un caso patente de insolvencia bancaria es el Galicia, que el año pasado tenía activos por 17 mil millones de dólares, pero de los cuales 8 mil millones eran títulos de la deuda pública que se están cotizando con un descuento del 75%. Por si esto fuera poco, tenía créditos concedidos a empresas en quiebra, como por ejemplo el Correo Argentino, por 150 millones de dólares, y Musimundo y Freddo, del grupo Exxel, por 200 millones de dólares (Gazeta Mercantil, 6/2). Según el diario brasileño, en una situación muy poco mejor que el Galicia se encuentran los bancos públicos, el HSBC y los bancos españoles e italianos. Estos bancos son responsables, además, por el 50% de la deuda ex terna privada, o sea unos 40.000 millones de dólares. Una parte de estos activos desvalorizados fueron pasados por los bancos al Central, que les entregó a cambio pesos en efectivo (los ya mencionados 15.000 millones de dólares). Está claro que el subsidio a los bancos vació de reservas al Central y liquidó la convertibilidad monetaria, forzando al establecimiento del “corralito” y a la devaluación exigida por el FMI.

Juan Llach, ex ministro de Menem y De la Rúa, también aporta sus datos para mostrar que el Tesoro yanqui exigió la devaluación del peso. En un artículo publicado en El Cronista (12/2), informa que el llamado Consenso de Washington, que dicta la política mundial norteamericana desde los años ’80, ha pasado a rechazar los tipos de cambio fijos, como el de la convertibilidad, y exige ahora la “flotación” monetaria. Lo que Llach no esclarece son las razones de este cambio, a pesar de que son mucho más interesantes que el cambio mismo. Y la razón no es otra que la crisis financiera mundial, que se caracteriza por una paralización del movimiento internacional de capitales, debido fundamentalmente a la cadena de quiebras de compañías y países que se viene produciendo desde la crisis asiática de 1997/98. Con salida de capitales en lugar de ingreso y con deudas crecientes e impagables, ningún sistema monetario podría aguantar un cambio estable y mucho menos fijo. No es casual que la divisa japonesa, el yen, se haya desvalorizado un 30% en los últimos seis meses.

Las políticas monetarias y cambiarias, en síntesis, están reflejando el proceso de bancarrotas que caracteriza a toda la economía mundial. Es decir que refleja la política del Estado por cargar sobre las espaldas del pueblo, con mayor carestía, el costo del rescate de los pulpos capitalistas en quiebra.

No sería la primera vez que los capitales nacionales que reclaman la intervención salvadora del Estado, recubran sus desfalcos con una invocación a los “deberes nacionales”.