LA CRISIS COMIENZA AHORA
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/47422-
De acuerdo a la versión oficial, la crisis se acabó y el “plan” sale *más fortalecido que nunca”. El “efecto tequila” y su resaca se disiparon. Bastó para tanto que se llegara a un acuerdo con el FMI, que aún no se efectivizó y cuyos términos no se conocen. Para celebrar este milagro de resurrección, la Bolsa ha estado subiendo sin parar desde el pasado viernes 10.
¿La crisis fue, entonces, un espejismo? ¿Argentina no es México y la “convertibilidad” vino para quedarse? ¿El salvavidas de plomo que Clinton le tiró a sus socios del Nafta se ha transformado en el sur del continente en un flotador resisten te?
Ni 100. Ni 10. Ni 1
Para responder a todo esto, simplemente hay que mirar las cosas con cuidado y por sobre todo saber contar. El gobierno y sus plumíferos alegan haber obtenido créditos por 11.000 millones de dólares, que les alcanzarían para pagar toda la deuda externa que vence en el ´95 y para hacer frente a cualquier crisis bancaria. Semejante mentira, desnuda la enorme fragilidad de toda la situación.
Ocurre que lejos de ser un paquete de créditos, el acuerdo del gobierno con el FMI constituye, por sobre todo, un mazazo impositivo de 4.000 millones de pesos. Esta medida representa una confiscación pura y simple de los consumidores, es decir, de los trabajadores. Debido a que la deuda argentina está constituida en dólares, no aporta nada a las necesidades de su pago.
El otro ítem del paquete está constituido por privatizaciones de diversas características, que naturalmente no son de realización inmediata. De cualquier modo, tampoco habrán de representar gran cosa, ya que solo 300 millones, según Cavallo, podrán ingresar en efectivo de un total de 3.000 millones que se estima recibir en bonos o títulos que se encuentran en circulación. Pero tampoco es seguro que tengan lugar la totalidad de las privatizaciones estimadas, debido a que en lo referente a las acciones que el Estado posee en empresa« privatizadas, está previsto que sirvan de garantía de los préstamos que otorgue el FMI. No se puede sumar dos veces lo mismo.
Despejados estos 7.000 millones, lo que resta está compuesto por un préstamo del FMI de 2.400 millones de dólares y un crédito privado de 1.600 millones de dólares. El FMI ya dejó en claro, sin embargo, que su aporte sólo ingresará en cuotas, de modo que no podría incidir directamente en la superación de pagos que acosa al gobierno. El crédito privado, por su lado, está condicionado al del FMI y tendría como contrapartida la posibilidad de pagar impuestos con el bono que se emita. Es decir que lo que entre por el lado del crédito deberá emigrar por el lado de una menor recaudación impositiva.
Debidamente hechas las cuentas, el gobierno podría contar inmediatamente con unos 500 millones de dólares y en el curso del ano con un total de 2.000 millones, como máximo, para hacer frente a vencimientos públicos y privados de 14.000 millones de dólares. Este paquete “argentino” se parece como dos gotas de agua al que agravó la crisis mexicana. En ningún caso hay un rescate financiero; el eje del acuerdo es la aplicación de un paquete de máxima confiscación de los trabajadores y de una mayor concentración de capitales bancarios e industriales, capaz de incentivar, a mediano plazo, una nueva corriente de capitales extranjeros y de créditos internacionales.
El acuerdo con el FMI pretende, tal como lo quiso y no consiguió en el caso mexicano, que el nuevo paquete económico haga innecesario el uso de los créditos del Fondo y de los bancos, recuperando el financiamiento internacional regular. El FMI y los acreedores ponen dinero pero con la condición de que no sean usados, ya que si resulta necesario recurrir a él estaría demostrado que la crisis se ha agravado y que, en ese caso, los créditos prometidos no servirían para nada. El otorgamiento a cuenta gotas de un crédito de 2.000 millones de dólares apenas alcanza para hacer frente al faltante de dinero de los bancos, que el diario The Wall Street Journal (14/3) calcula en 2.000 millones dólares.
Como surge de las cifras, el autobombo oficial es escandaloso, pero aun así omite otras cosas más. Por ejemplo, que según ese mismo diario financiero norteamericano, los bancos europeos no están dispuestos a concurrir con ningún crédito de rescate, o que sólo lo harían una vez que se hayan agotado los fondos del FMI. Tampoco el Citibank pretende formar parte del equipo de bomberos, traduciendo una fuerte división dentro de los bancos acreedores (El Cronista, 11/3).
Recién empieza
Lo más grave del nuevo paquete es que habrá de producir una fuerte recesión industrial, algo que ya viene ocurriendo como consecuencia del retiro de los capitales extranjeros y de la salida de millones de dólares de los bancos. En un editorial, La Nación (12/3) admite que “la mayor presión tributaria puede inducir tendencias recesivas, elevar el nivel de precios, reducir el consumo, demorar la inversión, disminuir la competitividad de la producción argentina, afectar la oferta de empleo, limitar la expansión de las exportaciones”. Una larga lista de calamidades que deberá acentuar la tendencia a la bancarrota, tanto industrial como bancaria. Es decir que el paquete es, sí, un salvavidas de plomo.
El Cronista (14/3) se preocupa con el impacto que podría tener la eliminación del subsidio a las exportaciones, que estima en nada menos que 1.130 millones de dólares. Para el economista ultraliberal, Juan Luis Bour, la amenaza es todavía más amplia porque, dice, habrá “una contracción crediticia nominal del orden del 15 al 20% con respecto al año pasado” (Páginal2, 14/3). Si este dato llegara a verificarse, asistiríamos a un verdadero derrumbe industrial, ya que el crecimiento del producto bruto interno del 6%, en 1994, requirió un crecimiento del crédito del orden del 25%. De sus proyecciones, Bour saca la conclusión de que es dudoso “que se pueda llegar al superávit fiscal esperado”. Es decir, al superávit fiscal que “espera” el paquete.
No hace falta, de todos modos, esperar a que se cumplan las proyecciones, porque ya en febrero hubo una caída del comercio del 40%, mientras que tres cadenas de supermercados (Hawai, Unión y Sumo) han pedido convocatoria de acreedores (Folha de Sao Paulo, 12/3).
Con relación al paquete con el que Cavallo enfrentó la “corrida” de octubre de 1993, el actual es un “antipaquete”, porque deroga lo concedido en aquella oportunidad a los capitalistas. Cavallo eleva ahora incluso el “costo laboral” y al reponer los aportes provisionales, con el agravante de que el dinero irá al pago de la deuda externa y no a los jubilados. La distorsión no podría ser más completa, y ella sola refleja la completa impasse del “plan” económico.
Estos pronósticos “apocalípticos” explican por qué Cavallo demoró más de dos meses en llegar a un acuerdo con el Fondo —y en primer lugar a romper, el año pasado, el acuerdo entonces vigente. Cavallo ha tenido que ir a pedir clemencia porque había llegado al límite misino de la cesación de pagos. En estas condiciones, cualquier salida capitalista conduce inevitablemente a la liquidación de aquella parte del capital que la crisis ha revelado que es excedente o sobrante. El FMI o los acreedores no tirarían su dinero, en ningún caso, a un fondo de pérdidas. Lo fundamental, sin embargo, es que el paquete fondomonetarista tiene contradicciones mortales, porque una recesión industrial puede llevar a lo que se quería evitar, es decir, al cese de pagos de la deuda externa.
Abismo, un paso al frente
El fin de semana del 10 al 12 de marzo fue realmente especial, porque se asistió a una situación de cesación de pagos simultánea de Argentina, México y Brasil. Cavallo confesó que sólo le quedaban 200 de los
millones del fondo inicial para socorrer a los bancos; en Brasil hubo una “corrida” contra el real que se llevó 6.000 millones de dólares; en México, una oferta de renovación de deuda pública, por 100 millones de dólares, sólo fue aceptada por medio millón, con el resto transformándose en dólares y saliendo del país. En todo este tiempo, los norteamericanos sólo desembolsaron millones de dólares de los prometidos 20.000 millones y, de aquí en más, “cualquier desembolso ulterior a México estará sujeto a una cuidadosa revisión” —declaró el subsecretario del Tesoro de Estados Unidos (International He- raid Tribune, 8/3), más preocupado ahora con la caída del dólar que con el peso mexicano. Las reservas mexicanas de libre disponibilidad se encuentran por debajo de cero, puesto que los 9 mil millones de dólares que registran son inferiores a los 11 mil millones ya girados como crédito (deuda) por el FMI, Estados Unidos y Canadá.
En el caso argentino, la inminente bancarrota bancaria estaba acompañada con la perspectiva de un derrumbe inminente de la convertibilidad. Las reservas, que habían llegado, al 6 de marzo, a 10.400 millones de dólares (seis mil millones menos que en diciembre), equivaldrían al 84% de una circulación monetaria de millones de dólares (1.000 millones más, en siete días, debido a emisión por parte del Banco Central). El gobierno salió de esta situación terminal al obtener el acuerdo del Fondo para eliminar por completo los encajes que deben mantener los bancos como reservas. Esta medida permitió liberar 1.500 millones de dólares a partir del viernes pasado (La Nación, 12/3), lo cual explica holgadamente la suba de la Bolsa y la caída de la tasa de interés interbancaria, y explica naturalmente la euforia de los grandes capitalistas. Se ha producido así un saqueo financiero sin igual, porque por primera vez en la historia el sistema bancario está funcionando sin ninguna reserva o garantía. Como consecuencia de esto, cualquier “retiro de depósitos puede desembocar en una situación no controlable con más medidas de índole financiera” (El Cronista, 15/3). En estas circunstancias, las acciones que más han subido han sido la de los bancos directamente beneficiados por esta virtual eliminación de los encajes.
La inconsistencia de todo esto no puede ser mayor, porque apenas diez días antes Cavallo había subido los encajes bancarios para formar con ellos una “red de seguridad”. La peligrosidad de esta situación está demostrada por las denuncias efectuadas por Ambito Financiero (10/3) y por el banquero Javier González Fraga CEl Cronista, 10/3), el primero afirmando que los corredores de Bolsa internacionales westán jugados a quebrar el plan económico argentino para poder comprar en un mínimo”, y el segundo revelando “que los bancos internacionales están presionando para lograr que la Argentina estatice la deuda privada que circula por el mundo a través de obligaciones negociables”. De acuerdo a este personaje, “los bancos que son muchas veces amigos del gobierno están vendiendo los títulos públicos y aportando al colapso”.
Dólar y política
Lo que se les escapa a los apologistas del paquete es que existe un factor de fondo en esta crisis, que es el derrumbe del dólar, es decir, de los propios prestamistas que quieren venir a rescatar a la Argentina. En los últimos cinco años, el dólar cayó de 260 a 88 yenes y de 3,80 marcos a 1,35, reflejando con ello la pérdida de competitividad de la economía norteamericana y su descomunal endeudamiento de 4 billones de dólares.
La “economía globalizada” enfrenta cada vez más los límites de los Estados y monedas nacionales, es decir, la lucha entre los monopolios. Los principales Estados capitalistas están más lejos que nunca de un acuerdo de estabilización mundial, por la simple razón de que cada uno de ellos enfrenta situaciones explosivas. Japón, por ejemplo, tiene que enfrentar el hecho de que sus bancos tienen préstamos incobrables por400.000millones de dólares y, por lo tanto, el peligro de un derrumbe monetario. Sea que Estados Unidos vuelva a aumentar su tasa de interés para defender al dólar, sea que no lo haga para evitar una recesión o crisis industrial; en cualquiera de estos dos casos, la convulsión financiera internacional y la guerra comercial deberán acentuarse, perjudicando enormemente las posibilidades de las naciones más débiles.
No menos importante es el principio de dislocamiento en el Mercosur que provocan las medidas que se han tomado, tanto en Brasil como Argentina, para superar el déficit comercial, como los impuestos o restricciones a las importaciones. La devaluación brasileña constituye por sí sola un desmentido a la viabilidad del Mercosur y anuncia una devaluación argentina.
La falta de convicción en las medidas que ha ido tomando Cavallo durante la crisis se ha reflejado en la creciente aceptación que tiene Bordón en los círculos de la gran burguesía y en la defección de radicales al Frepaso. Por eso, precisamente, Bordón acaba de votar en el Senado la ley de quiebras, que autoriza a suspender los derechos laborales, y se apresta a votar el impuestazo, ea decir la confiscación del pueblo trabajador.