ADÓNDE VA EL MOVMIENTO OBRERO ALEMÁN

ADÓNDE VA EL MOVMIENTO OBRERO ALEMÁN

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/45578-

Para los lectores de Prensa Obrera, el inicio de las huelgas de los sindicatos del acero y de la metalurgia y de la electrónica en Alemania del este, puede haber provocado cualquier cosa menos sorpresa. Desde la caída del muro de Berlín y aún después de la anexión capitalista del sector oriental, este periódico diagnosticó en forma consistente el incio de una crisis económica y política de gran escala, y poco más tarde una agudización inevitable de la lucha de clases. PO “cuantificó” el monto de la crisis alemana cuando reveló que la deuda dejada por los “comunistas” con “Occidente” , fundamentalmente con Alemania occidental, ascendía a la descomunal cifra de 280.000 millones de dólares, comportando intereses anuales del orden de los 35 a 40 mil millones de dólares. El “festival de bonos” armado por la banca internacional y la burocracia “socialista” ha reventado el presupuesto y las finanzas públicas de Alemania, y deberá ser pagado por el consumidor y el contribuyente de Alemania, es decir por los trabajadores.

Pero este impresionante endeudamiento disimuló también el enorme potencial de sobreproducción de la industria capitalista, que solo lograba dar salida a sus mercancías medianteel crédito a las “naciones consumidoras”. La caída del Muro significó la declaración de bancarrota de los deudores, la amenaza de quiebra de los acreeedores y el fin de importantes mercados para la industria. Mientras la prensa interesada focaliza la atención de la opinión pública en los “costos”  de la “reconstrucción” del este (¡pagar su “deuda externa”!), la información especializada destaca que las regiones claves de la Alemania capitalista se encuentran en situación de siniestro. Es “el Rhur (que) necesita ser reconstruído y no hay milagros a la vista” —señala The New York Times (4/5/). Esta región, que alimentó el boom económico de la posguerra, resulta ser ahora “un microcosmos de las calamidades económicas nacionales en la era de la post-unificación”. Es a este emblema mundial del capitalismo, y no a Europa del este, que se refiere el investigador cuando señala que la recesión puso al desnudo que la economía alemana tiene “los costos operativos más altos de Europa, una estructura de geerenciamiento osificada y precios muy altos para productos que ya no son excepcionales”. Nada menos que la cuarta parte de los principales 50 pulpos alemanes tienen su base en el Ruhur, “y solo un puñado está prosperando”. Los capitalistas se acuerdan del “mercado” en los períodos de prosperidad pero no lo quieren como espejo ni como medio de salvación en los períodos de crisis —cuando recurren al inevitable e irremplazable Estado.

Es a partir de esta caracterización de conjunto que se puede entender el carácter y alcance de las huelgas que comenzaron la semana pasada. El reclamo de los trabajadores es que se cumpla con el convenio de trabajo, que establece para los asalariados del este la igualación progresiva de los salarios con los vigentes en el oeste, lo que comporta para 1993 un aumento del 26%. Aún con este aumento el poder adquisitivo de los trabajadores del este permanecería un 20% por debajo del resto del país. Los patrones afirman que las condiciones económicas no les permiten dar ese aumento, pero al mismo tiempo se recusan a establecer un cronograma alternativo para llegar a la igualdad. La interpretación natural para esta negativa, es que pretenden llegar a la igualdad reduciendo los salarios en el oeste, y no al revés. La crisis huelguística, confinada al ex sector “comunista”, se revela desde el comienzo como una crisis de conjunto entre el proletariado alemán y la burguesía.

Los afiliados orientales al sindicato del acero aprobaron la huelga con el 86% de los votos; en el caso de los sindicatos metalúrgicos (IG Metall) y de la electrónica, que limitan la huelga a los Estados de Sajonia y Mecklemburgo, las proporciones llegan al 85 y 90%, respectivamente. Los estatutos de los sindicatos alemanes exigen una mayoría del 75% para declarar una huelga y de un 51% cuando se trata de levantarla.

La mecánica de la huelga consiste en incorporar progresivamente a números crecientes de trabajadores y de empresas. En el caso de los metalúrgicos está previsto convocar en las próximas semanas a una votación sobre la huelga al conjunto del sindicato de la parte oriental. La política de la burocracia de los sindicatos es ir aumentando la presión de a poco, o dicho de otro modo, sólo apelar a una huelga general como recurso realmente extremo, es decir, nunca.

La orientación de la burocracia de confinar la huelga al este, e incluso a algunos estados exclusivamete de la región, y de llevar adelante la huelga en forma parcelada, ha suscitado enormes reservas entre los trabajdores. Los altos índices de aprobación que recibió la huelga reflejan el esfuerzo del aparato de los sindicatos por controlar férreamente esta lucha y  para poder desarrollar la posibilidad de un conflicto gradual y graduado.

La iniciativa huelguística tomada, entonces, por la burocracia sindical, no por los trabajdores, lejos de disminuir, sin embargo, la jerarquía de la lucha que se ha entablado, la subraya todavía más. Ocurre que la política de la burocracia refleja la intención de impedir un conflicto aún más vasto y efectivamente fuera de control, como el que tendría lugar si las patronales avanzaran en sus planes de reducción de salarios y de conquistas, a la escala de todo el país.

Es que está claro que el objetivo último de las patronales es acabar con los convenios colectivos y sustituirlos por acuerdos por empresas. Las patronales se quieren servir de la Alemania oriental “como especie de Turquía a domicilio” (Le Monde dixit, 21/4), para serruchar los salarios occidentales. La negativa a otorgar los aumentos establecidos en el convenio firmado hace dos años debido a un empeoramiento de la situación exclusivamente en el este, es solo un pretexto: según el citado Le Monde “las esperanzas más modernizadas … pueden pagar el 26%. Lo que los patrones pretenden es “una ruptura de la uniformidad salarial por rama…; los salarios estarían ligados a la productividad o a la correlación de fuerzas”. Es decir que deberían caer, esto porque la “productividad” desciende cuando cae la producción y la “correlación de fuerzas” perjudica a los obreros cuando hay desocupación.

A pesar de que están envueltos los intereses del conjunto de la clase obrera, y precisamente por esto, la burocracia sindical no plantea un movimiento de conjunto; su esfuerzo huelguístico apunta, precisamente, a impedirlo. Tiene la expectativa de lograr que las patronales acepten un cronograma más dilatado para arribar a la igualación salarial, a pesar de que sabe que todos los pronósticos económicos conspiran contra la posibilidad de que los patrones puedan cumplir con este eventual compromiso. Hasta cierto punto, a la burocracia ni siquiera le importa un acuerdo con características ficticias, porque lo que necesita es tiempo para adaptarse a las condiciones de crisis, recesión y depresión económicas. Asistimos en Alemania al esfuerzo más firme de parte de la burocracia sindical por salvar las conquistas del período de bonanza económica y por evitar un enfrentamiento general de fuerzas.

Si las vanguardias de los trabajadores de Alemania toma conciencia de la inevitabilidad de una confrontación de conjunto y de los límites insuperables de la política de la burocracia sindical, tendría condiciones de preparse para ofrecer una política a los trabajadores en los explosivos acontecimientos que se avecinan,