EL FONDO DE PENSIÓN DEL PTS LE ASEGURA UNA RENTABILIDAD MÁXIMA
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/45472-
En el anteúltimo número de Prensa Obrera cometimos un error político serio, aunque sutil, cuando dijimos que el Pts había llegado “a la cuestión de la lucha contra la ‘reforma previsional’ muy tardíamente”. Ocurre que, en realidad, el Pts no ha llegado de ninguna manera a ningún lado, porque se las ha arreglado hasta el día de hoy para no participar de ninguna clase de lucha contra la “jubilación privada”, bajo ningúna forma práctica, por mínima que ella sea. Este es un crimen político decisivo para quien pretende ser un revolucionario. Porque hay muchas clases de revolucionarios; los hay burgueses y pequeño burgueses, los hay marxistas o no marxistas, los hay concientes o empíricos. Pero lo que todos tienen en común, más allá de sus aciertos o limitaciones, es que participan de todo movimiento práctico de lucha contra la opresión existente, y siempre que pueden procuran impulsarlo. Hay una distancia enorme entre Marx y Martí, entre Lenin y Robespierre, y también entre Trotsky y el Che. Lo que es incuestionable es que fueron revolucionarios, en épocas diferentes y con contenidos de clase distintos, porque, en primer lugar, participaron e impulsaron todo movimiento práctico de oposición y de lucha contra el orden imperante. Esta caracterización vale todavía más cuando se trata de juzgar a un simple trabajador de base. Con el Pts es diferente: basta con que el CTA, los radicales, Vicente, Expósito o Altamira estén presentes, impulsen o apoyen una movilización o lucha contra los atropellos del menemismo, que encarna hoy (no entre 1983 y 1988) los intereses prácticos y concretos del imperialismo, para que eso sea un pretexto para justificar su pasividad, acusando a todos de integrar una Plaza del No. Se trata, obviamente, del punto de vista de un impotente, incapaz de superar a sus adversarios en el curso de la propia lucha, impulsando una lucha superior o ganando la dirección de la movilización. Los jubilados se jactan de haber llegado a la 52º manifestación de los días miércoles; el Pts de haber saboteado a todas esas y a muchas más. Claro está que nadie notó el boicot de estos “socialistas”.
Semejante política delata a una secta, no a un partido; a una banda preocupada por contraponer en forma permanente sus intereses de fracción al movimiento de las masas tomado en su conjunto.
Pero en el caso de la “jubilación privada” hay algo más. Ocurre, simplemente, que el Pts está en contra del mantenimiento de la jubilación estatal, que es exactamente lo que los bancos y sus socios quieren liquidar. Para el Pts, y no sólo, claro está, para el Pts, el Estado esquilmó las Cajas y saqueó el “salario diferido” de los trabajadores para beneficiar al capitalismo. Algo parecido se puede decir con lo hecho por la burocracia soviética con la economía estatizada y la planificación económica, pero a ningún socialista se le podría ocurrir que no debe defender el principio de la propiedad estatal y de la planificación económica contra la restauración capitalista y contra la burocracia. Al Pts sí, ya que no participa de ninguna clase de lucha por defender la jubilación estatal contra la privatización de las jubilaciones. El principio del mantenimiento de la jubilación estatal abarca a un frente relativamente amplio, no sólo de tendencias, sino de clases, y naturalmente de intereses y programas, pero los burgueses y proimperialistas que manifiestan ocasionalmente contra el proyecto menemista sólo llegaron a una manifestación, y esto con gran atraso, por la presión popular y por el ostensible fracaso de sus maniobras parlamentarias. Si los jubilados y la izquierda fueron los que tomaron la iniciativa de ganar la calle y de impulsar antes que nadie la agitación contra este atropello, sería un crimen que abandonen la calle y la agitación para cederla al ocasional francotirador de la burguesía. Lenin no boicoteaba las manifestaciones “por la paz” que convocaban los menche-viques, en abril de 1917, se las copaba con mayor presencia, mayor organización, y con consignas más claras y realmente consecuentes.
Lo que ocurre es que el Pts ha establecido un signo igual entre la jubilación estatal y la privada, por eso la mira desde la tribuna. Llama a la lucha por lo que él entiende que serían nuevas conquistas, pero no es capaz de defender las conquistadas. La posición neutral en una lucha entre un atropello y una conquista, sin embargo, no importa cuánto haya degenerado esa conquista bajo la presión de la burguesía y la traición de los burócratas sindicales, es ella misma una traición.
La pregunta muy sencillita que debería efectuarse, no el pichón de burócrata, sino el militante del Pts, es bien concretamente lo siguiente: ¿defienden, sí o no, a la jubilación estatal, con el programa que ustedes quieran, contra la privatización de las jubilaciones? La dirección del Pts ya respondió que no, lo que la convierte en el ala “trotskista” del, digamos, Banco de Boston. Tiene en común con éste la defensa de la propiedad privada de las Cajas de Pensión o de Jubilaciones, con la reserva de que para el Pts sus accionistas deben ser los aportistas de los fondos.
“Transición”… al capitalismo popular
De acuerdo con un dicho popular, lo grave no es cometer un error, sino no corregirlo a tiempo. El Pts no pretende corregirse, ni a tiempo ni a destiempo. Ya estaba al borde del abismo, ahora decidió dar un paso al frente. No sólo insiste en la defensa de su posición, sino que ahora asegura que tiene la fórmula para que los Fondos de Pensión de propiedad obrera puedan lucrar incluso en un período de crisis. El Pts ha llegado a extremos abominables, pretendiendo convertir al programa de transición en un manual de colocaciones financieras y de indexación de depósitos.
La “transición” entre la actual situación de las masas y la conquista del poder no pasa, como cualquiera lo puede comprender, por la transformación de los obreros en propietarios de Fondos de Pensión o fábricas. Si una trayectoria de este tipo fuera siquiera posible, el resultado no sería la dictadura del proletariado sino el capitalismo popular. Convertidos en propietarios de las empresas en las que trabajan o de los Fondos, y por qué no de los bancos en los que tienen sus aportes, procurarían que el Estado defendiese de aquí en más esta nueva forma de autoexplotación y de ningún modo implantar la dictadura obrera. Cuando el programa de transición plantea el control obrero o la administración obrera de las fábricas que despidan, cierren o quiebren, no tiene en vista convertir a sus obreros en propietarios, sino dar una consigna de lucha a los trabajadores, para valerse de la defensa de sus conquista para enfrentar al Estado capitalista e instaurar la dictadura del proletariado. En un extremo de deshonestidad, el Pts sustituye indistintamente las expresiones administración obrera y propiedad de las Cajas, cuando la primera excluye a la propiedad privada y apunta a convertir a los trabajadores en administradores de un Estado obrero y no en una categoría menor de propietarios capitalistas. La administración obrera no solamente excluye a la propiedad privada sino que su vigencia demuestra el agotamiento del régimen social de la propiedad privada, incapaz ya de impedir las crisis, las catástrofes, el hambre y las guerras.
¿No existe una cierta lógica, sin embargo, en que si el trabajador es dueño o propietario de sus aportes previsionales, lo sea también de las Cajas que reúnen, administran o invierten esos fondos? Si, existe una lógica, pero capitalista, que va a contramano de la reivindicación previsional de la clase obrera. Al trabajador no le interesan los aportes jubilatorios como una inversión de la cual espera una rentabilidad determinada, sino como un Fondo que le permita cobrar cuando se retire un salario de jubilado. Dadas la condiciones propias de la producción capitalista, no existe ninguna garantía económica que pueda asegurar a un trabajador el cobro de su jubilación: cualquier Fondo, banco, cooperativa, compañía de seguros, asociación mutual, o sociedad financiera de barrio, e incluso una entidad del propio Estado —puede ganar, perder, acrecentar su capital o irse irremediablemente a la quiebra, sin ninguna clase de ganancias. Es por esto que el movimiento obrero nunca se planteó asegurarse un salario al momento del retiro por medio de aportes depositados en los bancos. La garantía sólo puede ser extraeconómica, es decir política, una característica que la reivindicación previsional comparte con todas las otras revindicaciones obreras, ya que todas ellas van a contramano de la tendencia economica del capitalismo, y le son impuestas al capital por medio de una acción extra-económica de los trabajadores, en conquistas legislativas, en derechos de organización, en garantías jurídicas, etc. A esto el Pts naturalmente responde que las garantías del Estado burgués son “papel mojado” o una estafa, pero como secta que es se olvida que no es lo mismo luchar para que el Estado cumpla con la satisfacción de una reivindicación ya conquistada; que no es lo mismo desenmascararlo por la violación de las leyes que lo obligan jurídicamente; que no es lo mismo llevar hasta el máximo desarrollo las posibilidades del derecho laboral (burgués) para mostrar sus limitaciones, inconsistencias y fraudes; que no es lo mismo hacer todo esto, y encontrar ya un plano de lucha más elevado, que comenzar de cero con las reivindicaciones más elementales, nunca antes experimentadas por las masas o, peor, fabricar ilusiones en un capitalismo popular financiero. Ni la democracia formal abolió la opresión, ni el derecho al divorcio emancipó a la mujer, ni la autodeterminación nacional liberó a los pueblos oprimidos, para el Pts serían sólo estafas, pero la democracia formal, el divorcio y la autodeterminación sirvieron para colocar la lucha por la emancipación social en un plano histórico concreto más alto y preciso para las grandes masas.
El programa de transición no niega el programa mínimo, no lo desprecia ni le da la espalda —lo supera sobre la base de la experiencia de la lucha por ese programa mínimo. Si no fuera así sería un documento artificial, no una producción histórica concreta del movimiento obrero mundial.
Es precisamente el Partido Obrero el que primero planteó, y el que probablemente continúe siendo el único en plantear, el control obrero de las Cajas y, en determinada etapa, la administración obrera. “El presupuesto de seguridad social deberá estar bajo control obrero y administrado por delegados de los trabajadores y los jubilados”, dice el folleto “La Bolsa o la Vida”, Julio Magri, página 48, renglones 1 y 2. “Los fondos previsionales, administrados por delegados obreros y de jubilados podrían ser un factor esencial en el desenvolvimiento del país… bajo control de las organizaciones obreras y dentro de un plan económico único…”, dice desde el renglón 17 al 21. Como el folleto plantea el aporte jubilatorio exclusivamente a cargo de la patronal, el programa allí contenido supera el programa mínimo del movimiento obrero argentino en materia previsional, con el contenido de un programa de transición. El programa del PO habla de “desenvolvimiento del país”, y no como el Pts de un simple programa de trabajos públicos, porque tiene en cuenta las peculiaridades nacionales de su atraso debido a la opresión imperialista. El Partido Obrero planteó en forma concreta el control obrero y la abolición del secreto comercial, para acabar con las evasiones y fraudes patronales (página 47, a partir del renglón 7). El Partido Obrero reclama, más que nunca, la estatización de las jubilaciones con un programa transicional que supera el programa mínimo antiguo, y que por eso enfrenta la tendencia y la política del Estado a estafar a los obreros y los jubilados, y que desarrolla la lucha contra el Estado capitalista. Una lucha que, por ser transicional, recorrerá todas las etapas que exija la conciencia de la clase obrera, y que por este motivo, no llegará a la destrucción del Estado burgués sin haber luchado antes por influirlo y conquistarlo. Ningún proletariado del mundo intentó el derrocamiento de la burguesía sin haber pasado antes por la experiencia de querer influir sobre el Estado burgués.
Si sale la privatización de las jubilaciones contra la que el Pts no luchó con una persistencia digno de desprecio, el Pts va a ser el único partido marxista que no va a reivindicar la nacionalización o estatización (sin pago) de las Cajas privadas usureras, porque eso sería defender la jubilación estatal. El rigor capitalista del Pts es tan acentuado, que defiende la propiedad privada de los aportistas de las Cajas, pero no, por caso, la propiedad de Somisa para los obreros de Somisa, o de Gas del Estado para los suyos. ¿Sabe, compañero lector, por qué razón? Porque el obrero de Somisa no tiene títulos de propiedad para reivindicar, en tanto que el aportista tiene su aporte. Entonces el Pts lo defiende como aportista a un Fondo y no como un obrero explotado por el capitalismo, que sólo puede salir de la explotación mediante la conquista del poder político.
Perdónalos, Trotsky
Pero si aún pudiera caber alguna duda sobre la posición privatista, propietaria o capitalista del Pts, es suficiente señalar que se empeña en demostrar que un Fondo de propiedad de los aportistas tendría viabilidad económica bajo el capitalismo, incluso en un período de crisis. Pero si esto fuera cierto, también valdría para cualquier otro fondo o incluso para los bancos, y si los bancos y los fondos, etc., fueran viables económicamente en cualquier circunstancia, entonces el capitalismo podría ser eternamente viable. Basta cotejar nuestro esfuerzo por probar la inviabilidad, incluso de un Fondo obrero, bajo el capitalismo, con el Pts por probar lo contrario, para deducir quien es el que se arrulla en las ilusiones en el capitalismo y quien sirve teóricamente a sus intereses.
Para el Pts, la viabilidad de un Fondo de Pensión de propiedad obrera en un período de crisis capitalista está señalada por el programa de transición de la IVª Internacional, convertido así en un manual de Bolsa. La recomendación del programa sería, según el Pts, “en caso de crisis, recesión o inflación… ‘Escala móvil de salarios’, que para nosotros incluye a la parte diferida del mismo (los aportes previsionales)”. La estupidez del planteo es absolutamente monumental, pero ridiculizarla podría desdibujar el grado de entrega teórica a la burguesía, que este planteo encierra.
A no apresurarse, sin embargo, porque los supuestos previos de este planteo son más reveladores que el planteo mismo. El Pts ni se plantea las vicisitudes de un Fondo de Pensión, como de cualquier otra inversión capitalista por otra parte, no en un período de crisis, sino de “prosperidad”. Para el precapitalista Pts, los capitalistas sólo quiebran durante las crisis o, al revés, nunca ganan plata durante ellas. El Pts ingora entonces la anarquía de la producción, la concurrencia entre los capitales, la lucha por el acaparamiento de la porción más alta posible de la ganancia media del capital general, etc. Pero sobre todas las cosas, el planteo del Pts delata que su Fondo actúa en el mercado capitalista, durante la prosperidad, como un capitalista más, que lejos de querer derrocar al Estado burgués procurará, por el contrario, que funcione a las mil maravillas, porque cualquier desestabilización perjudicaría los negocios del Fondo. El Fondo del Pts es un pequeño monstruito contrarrevolucionario.
Pero incluso en un período próspero el Fondo puede quebrar si no acertó con sus inversiones. Para achicar las chances de que esto pueda ocurrir, lo más sabio para este Fondo como para cualquier otro, sería asociarse a uno de los pulpos principales. ¿Cómo lo salvaría, el programa de transición y la escala de salarios, si estamos en un período de prosperidad y no de crisis? Aún cuando hubiera un único Fondo de Pensión sufriría igual la competencia de otros grupos financieros que buscarían arruinarlo depreciando o desvalorizando sus inversiones. Tal Fondo no podría reclamar ninguna garantía al Estado, salvo la que reclaman otros capitalistas en crisis, lo que termina perjudicando a los consumidores. Los aportistas perderían su fondo acumulado al ser víctimas de una estafa aún peor, mucho peor, que la que hoy hace el Estado, ya que una desvalorización que resulta de una mala decisión económica, no tiene responsables ni deja huellas. La preocupación del Pts por resolver los problemas del Fondo privado obrero en un período de crisis, delata hasta qué extremo lo define y lo defiende como un sujeto capitalista. Cómo no podría ser de otro modo.
Pero hay cosas más graves aún. En la crisis, el Pts no sólo reclama escala de salarios sino aumento de impuestos. Si se aplicara esto último en caso de quiebra del Fondo en un período de prosperidad, es obvio que terminarían pagando los consumidores, la clase media y los obreros, sin que en esto tenga la culpa el capitalismo, lo que volcaría a ambos contra los fondos obreros privados. Lo mismo ocurriría si el Estado forzara a otros capitalistas a salvar al Fondo, porque una cosa es atacar al capital por una crisis propia del capital, otra cosa es hacerlo para salvar un Fondo privado, aunque sea obrero; la sociedad en su conjunto no admitiría retroceder en su nivel de vida por la impericia capitalista de los obreros.
¿Y la propuesta de la escala de salarios para un período de crisis? El precapitalista Pts cree que con esto arregla el problema porque los mayores aportes jubilatorios, indexados a la inflación, seguirían arrimando fondos a las cajas. Es cierto, pero no salvaría a los fondos ya acumulados, ni a los que se siguen acumulando con la escala móvil. Si en las hiper alfonsino-menemianas se hubieran aumentado los salarios y los aportes al 200% mensual de la inflación, ello no hubiera eliminado el descomunal vaciamiento de los fondos ya existentes en las Cajas por obra de la inflación. Pero si la indexación fuera la solución, los bancos podrían reclamar que el Estado garantizace lo mismo con los nuevos depósitos y los industriales con los nuevos créditos que solicitan a los bancos; en una palabra, que el Estado emita dinero a la par de la inflación. El Pts se limita, con su propuesta, a repetir, no el programa de transición, sino las imbecilidades del presidente del Reichbank alemán, de 1921-24, que pretendió asegurar el equilibrio económico con la instalación de impresoras de billetes en todos los puntos del país. Claro que ese presidente trabajaba para los exportadores alemanes.
Definitivamente, el Pts se ha metido en un atolladero sin salida. Su plan de salvataje de un Fondo privado mediante la indexación de los aportes, generalizada al conjunto de la economía en un período de crisis, significa una pretensión de suprimir las crisis capitalistas en general mediante un aumento inflacionario del consumo.
Boris Manes
El “programa” del Pts lo está tratando de ejecutar un amigo insospechado del Pts, don Boris Yeltsin, asesorado claro por el FMI. Ha transformado a todos los rusos en accionistas de las empresas del país, mediante la entrega casi gratuita de certificados que habilitan a la compra de acciones de las empresas estatales. La política jubilatoria del Pts recibirá ahora el aporte de una experiencia en gran escala. El viejo estado burocrático estafó a los obreros, Lenin y Trotsky introdujeron el papel mojado de la nacionalización de la propiedad, los rusos la están pasando peor que los jubilados del Congreso. Si la Constitución soviética decía que la propiedad es de todo el pueblo, ¡que se la den al pueblo, entonces! Acciones para todo el mundo, fuera las sucias manos del Estado burocrático contrarrevolucionario que estafó a los rusos para llevarse la plata al exterior. Des-estaticemos; propiedad pluralista de todo el pueblo; que los trabajadores decidan democráticamente si quieren asociarse con la Dow Chemical norteamericana, con la Imperial Chemical inglesa o con la Hoescht alemana. Abajo los falsos trotskistas del PO de Rusia, avergoncémonos de los planteos de los Altamirovichs de Moscú.
En fin…