LA RESPONSABILIDAD DEL FRENTE DE IZQUIERDA ANTE LA CRISIS

LA RESPONSABILIDAD DEL FRENTE DE IZQUIERDA ANTE LA CRISIS

Argentina enfrenta, una vez más, una crisis de régimen político, que cuestiona la capacidad de gobierno y de dominación política de la clase capitalista. Esto ocurre en el marco de la mayor crisis capitalista internacional desde los años 30 del siglo pasado. La “coyuntura” actual no es fenómeno histórico aislado - es la expresión del reforzamiento de una tendencia de largo plazo. El derrumbe de 2001/2 provocó una disolución capitalista manifiesta, que se expresó en la desaparición de una moneda única, una bancarrota internacional, el derrumbe de la producción industrial y la desocupación de la mitad de la fuerza de trabajo. En 2008, 2010 y 2014, la crisis irrumpió de nuevo como consecuencia de diversos episodios de la crisis bancaria internacional, con caídas de la producción y del comercio exterior, el uso de las Repro, el incremento de la pobreza y, en el plano político, el retroceso y luego la derrota final del gobierno ‘progresista’ y ‘popular’. Ahora, una nueva onda de amenazas de ‘defol’ ha quebrado el ‘plan económico’ del macrismo, que ponemos en comillas simples porque no ha sido más que un adefesio parasitario. Ligado estrechamente a este proceso, se ha desatado una ola de intervenciones judiciales que han puesto en el banquillo de los acusados a las tres cuartas partes de la clase capitalista ‘nacional’; la guerra económica internacional entre las principales potencias y la lucha brutal entre capitalistas por un mercado que se encoge, se dirime en los tribunales de casi toda América Latina. Los golpes económicos y sociales que la crisis del capital asesta a las masas son enormes; sacude hasta sus cimientos las condiciones más elementales de vida. En la clase capitalista, incluido el capital financiero internacional, se debate claramente la necesidad de modificar el escenario político, con distintos planteos: adelanto electoral, gobierno de ‘unidad nacional’.

Los luchadores ante la bancarrota capitalista

En el pasado relativamente reciente, la responsabilidad política de enfrentar la decadencia del capitalismo, incluido su derrumbe, ha cabido a diversas fuerzas políticas que reivindicaban la representación de los intereses históricos de los oprimidos y del pueblo. En su empeño mostraron las limitaciones insuperables del nacionalismo de contenido burgués. El peronismo, ponderado como “el hecho maldito del país burgués”, mostró que era, en realidad, una ‘maldición’ para la clase obrera, el gran organizador de derrotas y mucho más. Esa responsabilidad le cabe hoy al Frente de Izquierda, en cierto modo a la izquierda en general, y por sobre todo al Partido Obrero.

Esto explica que se haya abierto una discusión en el FIT, por cierto que demorada (la crisis lleva casi ocho meses), acerca de cómo enfrentar este estallido espectacular, emergente de una crisis de conjunto, que se manifiesta en el derrumbe económico y político del macrismo, la exposición de la corrupción grandiosa de la clase capitalista ante los ojos de las masas, el agotamiento del kirchnerismo y del pejotismo en general y, por último pero no menos importante, un poder judicial de espías, servicios y operadores. El fracaso del ‘socorro’ del FMI anuncia que la debacle se acentúa. El desplome del régimen en presencia, ha descalabrado al Estado entre camarillas, y lo ha convertido, al mismo tiempo, en una máquina de conspiración contra los trabajadores; el directorio del Banco Central, que decide en tiempo real acerca del patrimonio de la población, tiene un carácter ‘de facto’, pues sólo tiene el dedo de Macri.

Para el Partido Obrero es necesario plantear la convocatoria a una Asamblea Constituyente libre y soberana, o sea que sustituya al conjunto del poder político actual y asuma el poder para tomar las medidas necesarias, uno, para satisfacer todas las reivindicaciones de la lucha de los trabajadores, la mujer y la juventud, dos, para quebrar la dominación política del capital, que ha convertido a Argentina en un país sometido y decadente, e instaurado un sistema de precariedad laboral y pobreza absoluta. La Constituyente soberana se diferencia del constitucionalismo tradicional, que la restringe a una agenda de reformas, cuya aplicación queda condicionada, en el tiempo y en el contenido, al gobierno de turno y los sucesivos. En la Constituyente soberana los representantes son revocables por decisión popular. La reivindicación de Constituyente soberana tiene el propósito de servir de horizonte estratégico a la lucha de los explotados, que el derrumbe económico y político tiende a convertir en una lucha política. Para que el planteo se convierta en movilizador debe estar vinculado a la pelea política por un paro activo nacional y la huelga general, y un congreso de delegados electos de las organizaciones obreras. Asimismo, debe dar pie a una campaña de propaganda y agitación incesante, y en objeto de debate, por esta vía, con todos los luchadores y en todas las organizaciones realmente populares, confrontando con las burocracias en presencia.

La Constituyente soberana es un planteo político transicional que debe servir para que la clase obrera conquiste la dirección política de la lucha popular, y para que se capaciten para establecer un gobierno que avance en la abolición del capitalismo.

Debate

Las divergencias en el Frente de Izquierda arrancan desde la caracterización política general, y concluyen en planteos estratégicos divergentes. El PTS, en una carta al FIT, dice que la Constituyente debe ser “soberana” en cuanto a eliminar cualquier restricción a su agenda de debates, pero no en su derecho y capacidad de nombrar un gobierno propio, responsable y revocable ante ella, o sea ejercer el poder y adoptar medidas ejecutivas.

Estamos ante un abordaje parlamentarista de la situación presente, es decir ante un planteo vacío de contenido, que no sale del régimen actual. De ahí la negativa a adoptar la consigna Fuera Macri y todo el régimen de gobierno del país. Un planteo constituyente privado de resolver los problemas desesperantes del pueblo, es inútil como factor de movilización. Frente a la estafa de los ‘cuadernos’, una Constituyente soberana ordenaría abrir los libros de las empresas y bancos denunciados y de las auditoras que firman sus balances; nacionalizar aquellas responsables de desfalcos, para beneficiar a sus accionistas y acreedores, en perjuicio del pueblo; proceder a un juzgamiento rápido por parte de jueces electos por el mismo pueblo. La separación de la Iglesia del Estado no es planteada como enunciado, sino que va por la confiscación de las propiedades del clero y su apartamiento de la salud y la educación. No es el fin del celibato lo que asegura que cese la violación de niños, sino la abolición del régimen de poder de la iglesia misma. Es así que se defiende la libertad de conciencia y por lo tanto de culto y el derecho de cada ciudadano.

La adopción de una estrategia parlamentarista, bajo ropaje ‘constituyente’, en un período de crisis excepcional del conjunto del régimen, convierte a cualquier corriente de izquierda en una fuerza definitivamente parlamentarista, o sea, en una fuerza que se asocia a la dominación del capital. Este es el carácter de principios de la divergencia, y el carácter estratégico que asume. Excluir la sustitución de Macri y todo el régimen de gobierno, mediante la lucha, desmiente el propósito “de terminar con este gobierno hambreador y entreguista (y) también con el régimen político y social sobre el que se basa”. Si uno tiene este objetivo, si la Constituyente que reivindicamos se hace cargo del poder, hay que decirlo con todas las letras en la consigna. De lo contrario es una Constituyente con Macri, para dilatar la salida de la crisis hasta las elecciones del año que viene (que serán varias).

Una coyuntura histórica

En lo relativo a caracterizar a la situación presente como “una coyuntura muy crítica”, como lo hace el PTS, admitiendo que podría acentuarse, es una descripción superficial; se manifiesta en toda América Latina, incluidas catástrofes (Venezuela), revueltas populares (Nicaragua) y una seguidilla de rebeliones (Chile, Argentina, Perú). Esta ‘coyuntura’ se replica en todos los estados de la periferia capitalista y, por sobre todo, ¡en China!; en realidad, estamos ante un episodio más cruento e incluso más prolongado de la crisis mundial, debido al agotamiento de los recursos de rescate de los estados más poderosos. Es una crisis internacional. No es una instantánea, es una etapa. Plantea un trabajo de preparación política de la vanguardia de las masas, por medio de la propaganda y la agitación.

Una verdadera campaña por una salida obrera y socialista al impasse irreversible del régimen actual, que sirva a la realización de las reivindicaciones de los trabajadores y de los derechos democráticos, sólo puede ser éxito en la claridad. El peligro mayor es la desnaturalización de la política revolucionaria, en un período de crisis enorme, con consignas verborrágicas.

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/43921-