DESPUÉS DEL 21-F
Hugo Moyano no llegó a la movilización del último miércoles “con pelotas suficientes”, como se jactó frente a las demandas judiciales que lo acosan, sino “en pelotas”. Lo reconoció con palabras propias cuando dijo: “Preparémonos cuando llegue el momento de elegir…”. En lugar de una lucha a fondo, ofreció una ‘dulce espera’ de veinte meses. Ni siquiera se dio cuenta de que repetía la misma frase que utilizó en 2015 – en aquella ocasión no contra “los gorilas que no pueden estar más en la conducción del país”, como proclamó ahora en la 9 de Julio, sino contra el ex gobierno ‘nacional y popular’. Fue la dilación que utilizó entonces para abortar la lucha contra el impuesto al salario, como parece querer repetir ahora frente a la contra-reforma laboral y previsional y el mega decreto, convertido en proyectos de leyes, que autoriza la confiscación de la cuenta-sueldos y la privatización del FGS de Anses . Clarín se atrevió a provocarlo: “Moyano…evitó llamar a un paro”. Ante la enorme multitud que copó “la avenida más ancha”, Moyano dejó al desnudo el impasse de la burocracia sindical que ha elegido una posición ‘crítica’ de último momento. Rodeado de Palazzo y Baradel, Moyano no planteó ningún apoyo a bancarios y docentes, que libran una dura lucha paritaria, ni más allá de ellos a los azucareros del Norte, al Turbio, INTI, Posadas, Fanazul. Tampoco rechazó la exigencia del gobierno de arribar a “un acuerdo sectorial” para Camioneros, en la línea de precarización de Petroleros y Smata. Frente a este resultado, la movilización de 150 mil trabajadores el 21-F ha puesto en mayor evidencia la crisis de dirección del movimiento obrero.
Qué estrategia
La línea de Moyano fue saludada por los kirchneristas que desfilaron esa misma noche por los programas de TV. Para ellos, el discurso fue una manifestación de lucidez política. En oposición a los planteos del clasismo a favor de profundizar las luchas, advirtieron que para derrotar al gobierno es necesario una estrategia – o sea, un programa de conjunto, que debería tomar cuerpo en “un frente opositor”. Este frente, para las elecciones del año que viene, operaría como una suerte de cuenta regresiva para el macrismo. Pero el grueso de los pejotistas que los K descuentan para ese frente no estaba en el acto, sino negociando con el macrismo la aprobación, precisamente, de ese mega-decreto confiscatorio del sistema previsional. Otros candidatos para el frente – massistas o randazzistas -, ni asomaron narices por la zona. La burocracia sindical, otra pata de ese frentismo, se encontraba atareada firmando convenios de precarización y baja salarial, con una yapa: el ‘panadero’, Abel Frutos, ladero de Moyano hasta quince minutos antes de la concentración, fue fotografiado arreglando con Triaca. El acto no reforzó las posibilidades de ese ‘frente opositor’, las agrietó. El planteo ‘estratégico’ del kirchnerismo oculta una capitulación ante la estrategia del gobierno. La cuestión estratégica del momento actual es derrotar las contrarreformas patronales y el sometimiento de los convenios colectivos de trabajo a los intereses de los explotadores. Basta hojear un diario para anoticiarse que el macrismo apuesta su estabilidad y su futuro a la imposición de esas contra-reformas laborales y previsionales – incluida, repetimos, la privatización de la Anses. La cuenta regresiva del oficialismo no está condicionada a un frente ‘opositor’ sino a la derrota de su política, que solamente puede producir una movilización histórica de los trabajadores. Quienes votaron cien leyes al macrismo – y se aprestan a votar las más decisivas -, están incapacitados de ejercer una verdadera oposición e incluso coincidir en un frente. Si la crisis mundial y una lucha obrera ascendente pusieran al macrismo al borde del abismo, un frente ‘opositor’ de las características que diseñan los K, sería el recurso último contra una salida popular auténtica y radical. La izquierda revolucionaria (al menos el Partido Obrero) tiene una estrategia; quienes improvisan y se limitan al empirismo y la maniobra es el disperso mosaico pejotista. Lo único que puede abrir una perspectiva realmente nueva es la derrota de los planes del gobierno mediante la acción directa de las masas. Una derrota de la estrategia oficial a manos de una lucha obrera, cambio el escenario estratégico. Esa es la enseñanza histórica del Cordobazo, que luego fue neutralizada por el enorme operativo del retorno de Perón. Esta lucha es la premisa estratégica para organizar a los trabajadores, a los activistas y a la vanguardia política como una alternativa de poder.
Los de abajo y los de arriba
El 21-F ha sido una jornada contradictoria. Por un lado, otro ensayo para descargar la presión de abajo, como se ha venido intentando hacer desde el 6 de abril del año pasado. Por el otro, porque volvió a servir de recuento de fuerzas de activistas del movimiento obrero y de luchadores sociales, luego de la gran confrontación del pasado 14 y 18 de diciembre. “Venimos a pelear en cualquier resquicio de lucha contra el gobierno hambreador” – fue la razón que se escuchó con frecuencia para explicar la concurrencia a la concentración. El 21-F se inscribe en un conjunto de luchas que no han cesado – INTI, los conflictos azucareros en el Norte, la paritaria de bancarios y de docentes. El ‘frente’, en estas circunstancias, opera como ‘opositor’ a la necesidad de una lucha decisiva. Ahora se plantea otra gran movilización: contra las leyes que impulsa en forma extorsiva el mega-decreto. El Consejo bonaerense del PJ no se reunión para eso, sin embargo, el jueves pasado, con Pablo Moyano como figura estelar. Se ha anunciado un cronograma de tarifazos, incluyendo el gas para el invierno y la nafta, temerario; hay que reclamar que los pulpos energéticos abran los libros y sus cuentas – Caputo y compañía han demostrado que no resisten una revisión contable. La acción disolvente del ataque capitalista contra las masas es el elemento dinámico que socava la solidez de los frentes que el gobierno arma en el Congreso, mientras una parte del peronismo busca un incierto frente B. Este es el marco objetivo de la lucha de clases en desarrollo – no el discurso de Moyano, ni el otorgamiento de “libertad de conciencia” sobre el derecho al aborto. Si es por la ‘conciencia’ del Congreso, es una causa perdida. Hay que ganar la calle y multiplicar por tres la movilización y la huelga del próximo 8 de Marzo.
La ‘confesión’ del ministro Dujovne, en Madrid, no debe pasarse por alto – dijo que el gobierno “no tenía herramientas” para bajar la inflación. Estamos ante el reconocimiento de que las contradicciones del capitalismo, en el marco de la crisis actual, son insuperables para la política económica. Es una admisión de inmovilismo: hay que esperar a que cambien las condiciones de conjunto. El ministro sabe de lo que habla, porque la devaluación de 2016 se convirtió en revaluación; el ingreso de dólares comerciales, en salida; y la ‘bicicleta financiera’ para traer divisas se está quedando sin pedales. El capital está dando todos los días algún voto de desconfianza – por ejemplo, con colocaciones financieras a cortísimo plazo, que amenazan el tipo de cambio. El macrismo va camino a una crisis propia con los fondos buitres en Nueva York, a partir de un juicio por la expropiación de Repsol, que habría perjudicado a los accionistas minoritarios (47%). Los macristas esperan un ‘miracolo’, más allá de Bergoglio: que el JP Morgan suba de categoría a Argentina entre los países emergentes, con la expectativa de recaudar u$s6 mil millones más (la misma cifra que anuncia Maduro con su moneda digital) de deuda pública y privada. La crisis política potencial que encierra este impasse, ya es discutida abiertamente en los medios de comunicación; desde exhortaciones a ‘mesas de diálogo’, a ‘consejos económicos y sociales’, ‘unificar el comando de la economía’, y hasta un eventual gobierno de coalición. Que la presión política crece, lo dejan ver las críticas que Macri le atribuye al llamado ‘círculo rojo. Moráles Solá, el macrista que escribe en La Nación, advierte, luego de resumir los achaques de la política oficial, “que llegará el día en que (Macri) será juzgado no sólo por sus contrincantes (Cristina o Moyano)…sino en que la sociedad enfrente al Gobierno con su propio espejo” (“¿Es Macri un Presidente débil?”, La Nación, 18.2). El mismo Morales Solá convoca a Macri a acercarse a Bergoglio, a quien caracteriza como un factor de contención. En respuesta, Macri dio ‘libertad de conciencia’ para el derecho al aborto. Clarín, a través de sus columnistas, sigue planteando la necesidad de crear una mayoría parlamentaria, incorporando a una parte del peronismo al gobierno. Los episodios de corrupción y ‘conflictos de intereses’ del oficialismo ya van a buen ritmo; hay una crisis en desarrollo en Cambiemos. Estos comentarios de la prensa alientan una recomposición política que evite una crisis de conjunto.
Transición convulsiva
Argentina asiste a una nueva transición política. Existe una tendencia creciente a la movilización, que deberá penetrar a los grandes contingentes de la clase obrera industrial – la fuerza decisiva. Por eso es estratégica la lucha política para movilizar a los sindicatos y quebrar la coraza de la burocracia sindical. En esta lucha se destacan un conjunto de pilares:
*la ocupación de empresas e instituciones que despidan o cierren, que es una tendencia en los trabajadores, y que es necesario prepararla, cuando es posible, y reforzarla por medio de la solidaridad sindical y territorial;
*el paro activo local, regional y/o nacional, en apoyo y por la victoria de las luchas en curso;
- la huelga general contra los ataques estratégicos contra el movimiento obrero y los trabajadores, como el mega decreto y las contra-reformas laboral y jubilatoria. La preparación de una huelga general requiere un trabajo metódico de propaganda, agitación y organización.
*congresos de delegados de los sindicatos y CGT, electos en los lugares en los lugares de trabajo, para asumir la responsabilidad y la dirección de esta lucha. Comités de huelga electos, responsables ante las asambleas. La adopción de este método en forma local o por sindicato, frente a ataques patronales y luchas, marcaría un camino para el movimiento obrero en su conjunto.
Una tendencia creciente a la movilización, no sólo de parte de la clase obrera y los trabajadores, combinada con otro conjunto de factores, como nuevos golpes económicos contra el pueblo; contradicciones más intensas del plan económico; episodios más numerosos de choques internos dentro del gobierno y de la coalición parlamentaria que le vota las leyes; la necesidad del gobierno de acentuar la ofensiva capitalista para mantener la confianza de sus mandantes; el inmovilismo de la mayor parte de la burocracia sindical, o sea una adaptación pasiva a la crisis que se descarga contra el pueblo; todo esto configura un equilibrio inestable, que anuncia choques sociales y políticos de mayor alcance y, como consecuencia de ello, modificaciones importantes en el Estado, de un lado, y en las organizaciones de masas, del otro.
La izquierda revolucionaria se encuentra frente al desafío de impulsar una gran iniciativa. Es necesario abrir el debate.