CRISTINA KIRCHNER SE CONFIESA
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/39088-
Cristina Kirchner decidió, por fin, el jueves pasado, otorgar una entrevista audiovisual, que fue afectada por una interpelación mediocre. El periodista ha sido asistente de Mariano Grondona y compañero de payasadas de Eduardo Feinman en el canal de Cristóbal López, antes de compartir, en 2015, la moderación deslucida de un debate de candidatos a Presidente. Incluso en esas condiciones intelectuales penosas, la ex Presidenta no dejó de producir definiciones políticas importantes y omisiones que no lo son menos.
El ‘tono’ que CFK empleó en la entrevista – la misma ‘onda amigable’ que viene usando en la campaña electoral – es una de esas definiciones. Cuando tuvo que enfrentar la insinuación de que sus famosas “cadenas nacionales” habían sido abusivas y hasta irritantes, la expresidenta sólo reconoció el estilo ‘enojado’ con que las encaraba – toda ellas, sin esquivar ninguna. Una admisión harto mezquina, porque el mismo trato daba a su secretario Parrilli, en los registros que los ‘servicios’ filtraron a los medios, o en las humillaciones públicas que brindaba al ex gobernador Scioli. La misma actitud adoptó para apostrofar a los obreros que habían ocupado Gestamp o a los petroleros que cortaban la ruta tres en la Patagonia. “Yo me ‘enojaba’ mucho con los cortes”, le dijo al periodista, y luego de escudarse en los que hacían los ruralistas en el campo, reconoció que la afectaban los piquetes populares. El “enojo” no era sólo un temperamento sino, ante todo, un método de gobierno: polarizar el enfrentamiento político para reforzar una posición de arbitraje y poder personal.
El estilo ‘zen’ que adopta ahora CFK no es, por eso, solamente una operación de ‘marketing’: es, por un lado, una expresión del agotamiento del método de caudillaje “nacional y popular” y, por el otro, una asimilación al ‘estilo’ budista del macrismo. Consecuentemente, CFK denunció, en el reportaje, “la violación del estado de derecho” o el “ajuste” con el mismo ‘tono’ con que los ‘opositores’ que le votaron más de cien leyes a Macri, usan en la televisión. Al viejo slogan: “a nuestra izquierda sólo está la pared”, prefiere decir ahora que no es de izquierda sino peronista. CFK ya no denuncia “la restauración conservadora”; ahora, bajo el gobierno que tiene por meta la destrucción de los derechos laborales y jubilatorios, propone “frenar el ajuste” a partir de un retorno al gobierno en 2019, desde el Senado. La burocracia sindical “peronista” ha tomado su mensaje al pie de la letra. CFK ofrece una tregua política de dos años.
Venezuela
La caracterización de que Venezuela “no es un estado de derecho” es el corazón de toda la entrevista. Mientras el chavismo caribeño residual denuncia “una guerra económica”, CFK denuncia la represión de Maduro – el mismo eje que toma la derecha y los estados capitalistas. Mientras aquél reivindica la “soberanía popular” de la Asamblea Constituyente y los gobiernos capitalistas la desconocen, CFK la ignora; acompaña, desde el silencio, el boicot internacional a las instituciones que ha montado Maduro y su camarilla. Tampoco denuncia el embargo financiero contra Venezuela por parte de Trump. La expresidenta juega con las palabras frente a la política de la diplomacia internacional del imperialismo.
Plantea un “diálogo”, en Venezuela, como el que reclama Maduro, con las cartas marcadas, sin convocatoria a elecciones generales. Pero esta tentativa ‘dialoguista’ desesperada de cerrar la ‘grieta’ con la derecha es una expresión de la debacle del bolivarianismo como eje de un movimiento de independencia nacional y unidad latinoamericana.
En el reportaje, CFK evita ofrecer un balance del chavismo y del conjunto del movimiento que se identificó con él de una manera u otra, ni un balance del ‘lulismo’, que no se abordó en la conversación. Pero la denuncia de la ausencia de “estado de derecho”, en Venezuela, entierra al chavismo, la corriente de referencia del kirchnerismo. Este ‘entierro’ es, precisamente, la condición más importante que impone el ‘establishment’ internacional y argentino para revisar el ostracismo en que puso al kirchnerismo, desde 2013, y reconocerle legitimidad política. Es también la condición política para conseguir la “unidad del peronismo” que ha comulgado durante dos años con el gobierno macrista, atrás de su candidatura. Ningún medio de prensa ha reconocido, en las definiciones del reportaje, las concesiones que hace CFK a “la restauración conservadora” del macrismo.
Nisman y Netanyahu
La entrevista aborda, naturalmente, la cuestión de la muerte de Nisman, que el oficialismo actual atribuye al kirchnerismo por acción o encubrimiento, y que ha reabierto como agitación electoral. La expresidenta le recuerda al periodista que ella formulo la hipótesis del asesinato desde el inicio – en contradicción con la tesis del suicidio que sostienen hoy los voceros de prensa del cristinismo, como Página 12. CFK rechaza, asimismo, cualquier connivencia con Irán, relativo al “memorándum de entendimiento” - al que reivindica como el único medio para esclarecer el atentado terrorista contra la Amia. Reafirma que ella y su marido batallaron como nadie contra el encubrimiento de sus autores desde el principio y que el ‘memo’ tuvo aprobación parlamentaria.
Lo singular de todo este asunto es que, al momento del reportaje, un protagonista fundamental de esta crisis, si no el número uno, pasó por Argentina para alinear al país con el bloque imperialista que desarrolla una guerra criminal en el conjunto del Medio Oriente y que aboga por la liquidación militar de los reactores nucleares que posee Irán. Los acuerdos Macri-Netanyahu reintroducen a Argentina en la guerra internacional que tiene por teatro esa región – sin olvidar, claro, que la familia Kirchner era parte del régimen de Menem cuando Argentina apoyó la “guerra del Golfo” en 1991. No solamente eso: el jefe de espionaje del kirchnerismo, Stiusso, trabajaba con la CIA y el Mossad contra Irán, antes de ser desplazado recién a finales de 2014. La pregunta se impone: ¿Por qué la expresidenta no denuncia, precisamente cuando discute el crimen, aún no esclarecido, contra Nisman, la presencia del primer ministro sionista, los acuerdos que se firmaron entre Argentina e Israel y la reincorporación de Argentina al bloque militar que conduce la Otan en Medio Oriente? El amigo del ex jefe de Policía, Fino Palacios, encubridor del atentado criminal contra la Amia, es decir el presidente Macri, se ha convertido en responsable de las consecuencias que esta alianza habrá de tener en perjuicio de Argentina.
¿El “freno al ajuste” no incluye el rechazo a los tratados que comprometen a Argentina con los estados que libran guerras coloniales e imperialistas permanentes, en bloque con la Otan? La futura senadora, ¿no debería pronunciarse acerca de su voto cuando esos acuerdos lleguen al recinto? ¿No es claro que la consolidación de la presencia de Argentina en un bloque internacional belicista sería un respaldo poderoso al ‘ajuste’? La Unión Ciudadana, que encabeza CFK, aunque sea por omisión, ha dado un paso de acercamiento a la política internacional del macrismo.
La confrontación política de la izquierda revolucionaria con el kirchnerismo no debe limitarse al pasado sino al presente y al futuro, fundamentalmente.
“Democracia enferma”
Cristina Kirchner exculpa a Maduro y a Macri con la tesis de que la democracia está enferma en toda América Latina, serían víctimas de procesos que escapan a su control. Maduro echa a su Procuradora, Macri quiere hacer lo mismo con Gils Carbó. En Venezuela hay presos políticos, como Milagro Sala en Argentina. En Brasil (y en Paraguay) derriban presidentes por medio de golpes de estado parlamentarios, como en Venezuela, se fraguan Constituyentes y se desconoce a la Asamblea Nacional. México es una suerte de estado fallido, dominado por el narcotráfico. Santiago Maldonado ha sufrido una desaparición forzosa a manos de un fuerza del Estado Nacional, o sea del gobierno. Esto no solamente ocurre en América Latina: Trump gobierna mediante ‘excecutive orders’ y echa gente por esta vía de decretos, y el francés Macron quiere establecer con los mismos métodos – las ‘ordonnances’ – la liquidación del derecho laboral y el establecimiento de “un estado de seguridad nacional”
Aunque parece ‘radical’, CFK desarrolla una caracterización sin determinaciones sociales (no señala la bancarrota del capitalismo, la burguesía decadente y parasitaria) ni determinaciones políticas (la descomposición del estado, el agotamiento de los partidos tradicionales). Se trata, como es obvio, de una caracterización improvisada, porque hace ocho décadas que América Latina viene cruzada por golpes militares y por gobiernos civiles que se van antes de tiempo, como Alfonsín y De la Rúa – y es una caracterización auto justificatoria, porque se produce después de haber perdido el gobierno. La conclusión de esta construcción arbitraria es una sola: Unidad Nacional, régimen de emergencia para reponer lo que no existió nunca y ya no tiene futuro. De nuevo, no se trata de “frenar el ajuste”, sino de armar una componenda con los ‘ajustadores’.
Rebelión popular
CFK describe a una América Latina pos chavista, nada menos, o sea el estado de descomposición en que dejaron al continente los ‘nacionales y populares’. En su momento, arribaron al gobierno para contener el derrumbe que dejaron los gobiernos ‘neoliberales’ (Menem, De la Rua, le venezolano Carlos Andrés Pérez y sucesores, el boliviano-norteamericano Sánchez de Losada, el brasileño Henrique Cardoso), y así de seguido. De esta bancarrota no se sale para atrás, invocando la unidad de clases, sino para adelante, mediante la liquidación de las bases capitalistas parasitarias de las sociedades y estados de América Latina.
La ex presidenta no lo entiende así, y en la entrevista se ve porqué. Allí se jacta de haber, por enésima vez, “incorporado a miles de pibes a la política”. Los ‘pibes’, en realidad, se ‘incorporaron’ en las movilizaciones que culminaron con la rebelión popular de 2001. Meterlos “en la política” fue una estrategia de cooptación de la juventud. La ‘incorporación de pibes’ desde arriba, no es revolucionaria, al revés – se convierte en revolucionaria si rompe con esa tentativa de cooptación. La primera “restauración” la hizo el kirchnerismo, la restauración ‘populista’, la restauración del orden, con retoques. El kirchnerismo ha sido durante su periodo de vigencia profundamente hostil a la rebelión popular, ha sido un factor de contención. La rebelión popular es la advertencia por excelencia de la caducidad del viejo orden – “las fuerzas productivas chocan con las relaciones de producción”.
La candidatura de CFK tiene un carácter conservador: unir al envejecido peronismo, unir a la sociedad bajo la dirección de la clase capitalista responsable de su estancamiento y derrumbe. El problema para ella es que los de arriba prefieren a otros candidatos para ejecutar estos mismos menesteres.