MADURO Y MACRI
[Este artículo fue pedido por la Voz del Interior en ocasión de mi charla sobre Venezuela, en la Universidad de Córdoba, a fines de agosto pasado]
La crisis venezolana se ha convertido en el terreno propicio para una disputa de alcance internacional. El eje de ella es volver a proceder a una reorganización social en el conjunto de América Latina, en el marco del fracaso de las experiencias llamadas populistas.. La orientación estratégica de este cambio se percibe en Brasil, con desplazamiento de la estatal Petrobrás en beneficio de las grandes operadoras petroleras, y donde el enjuiciamiento de las constructoras locales por motivos de corrupción y la privatización en masa de empresas estales significará un sensible cambio de manos en el manejo capitalista de la economía nacional. La aspiración de desarrollar ‘campeones nacionales’, como eje de un desarrollo capitalista ulterior, ha sufrido una derrota espectacular. Al mismo tiempo, un conjunto de contra reformas - fiscales, laborales previsionales -, ha abonado la expectativa de un enorme aumento de la explotación social y de la posibilidad de un ascenso de la tasa de beneficio capitalista.
El derrumbe económico en Venezuela es, en primer lugar, una crisis de carácter capitalista, que se ha manifestado, asimismo, en otras economías significativas. El desplome del precio internacional del petróleo, en condiciones de un elevado endeudamiento público privado y para-estatal, ha resultado en una recesión en gran escala. De un modo atenuado, es lo que ha ocurrido también en Rusia, Arabia Saudita y otros estados de menor desarrollo, que en el caso saudita ha llevado a un principio de remate o privatización de la gigantesca estatal - Aramco. En segundo lugar, asistimos a la agonía de un mediocre proyecto de nacionalismo burgués, que lejos de desarrollar una mayor autonomía nacional, reforzó el carácter rentístico minero del país. La catástrofe económica fue acompañada por un latrocinio de recursos públicos por una corte de aspirantes a capitalistas - la llamada boliburguesía. En la línea de ‘ajuste’ que han emprendido, con variantes diferentes, otros gobiernos capitalistas, Maduro viene honrado los vencimientos de una deuda pública impagable (de la administración nacional y de Pdvsa), que es estimada en u$s100 mil millones - con reservas internacionales mínimas. La consecuencia ha sido una importante crisis alimentaria y de servicios sanitarios y una severa crisis política.
Para hacer frente a este impasse, la Asamblea Constituyente convocada por el oficialismo en forma discrecional, ha eliminado, como en Brasil, la prerrogativa operacional de Pdvsa en los acuerdos de explotación con el capital internacional, y el monopolio estatal de la exportación de petróleo, que se encontraban establecidos en la Constitución de Chávez. El capital internacional se convertiría así en el protagonista fundamental de la economía caribeña, aunque el propósito inmediato es obtener financiación de Rusia como canje para una mayor penetración de Rosneft - una empresa estatal-privada de ese país. Queda al desnudo que la Constituyente fue reunida para sortear la oposición de la Asamblea Nacional controlada por la derecha, que exigía a cambio la convocatoria de elecciones generales. Este choque ha creado una crisis de legalidad para emitir deuda externa, reforzada precisamente por la decisión de las principales potencias de desconocer la Constituyente, y por las medidas de Trump para bloquear la posibilidad de que Venezuela pueda reestructurar la deuda pública. Ante el agravamiento de la situación, el Vaticano acaba de reclamar la intervención de Rusia y China en una mediación internacional. La crisis de Venezuela ha ingresado en forma definitiva en la disputa que libran estas potencias en diversos países.
Las huestes macristas han explotado la crisis venezolana, en el campo electoral, para mostrar el fracaso del ‘populismo’ frente a la economía de ‘libre mercado’. Tienen, sin embargo, la memoria corta, pues ha sido este ‘libre mercado’ el protagonista de tres crisis hiperinflacionarias en la historia reciente de Argentina - en especial la de 2001, con la participación de sus actuales funcionarios, que derribó la economía. Fingen ignorar también que el incremento de deuda pública de Argentina, en estos dos años, de u$s100 mil millones (sin contar provincias), más los u$s40 mil millones en que aumentó la del Banco Central, a tasas de interés usurarias, auguran un aterrizaje forzado a mediano plazo (o incluso corto), que dejará chicos a sus antecesores.
América Latina ha ingresado en una nueva etapa de crisis sociales y políticas severas, que reclaman una respuesta socialista consciente de los trabajadores de la ciudad y del campo.