LAS ELECCIONES DE 2017

LAS ELECCIONES DE 2017

Si aceptamos la caracterización que hacen los comentaristas de la política, la campaña con vistas a las elecciones de Octubre ya habría comenzado. Parece, sin embargo, que ocurriera lo contrario, y esto por la acentuada división de las fuerzas en presencia. No es una división que se limita a poner al desnudo la descomposición de los partidos tradicionales, como el peronismo y el radicalismo (ni hablar del socialismo), o de los experimentos recientes de Macri y Massa. Refleja, mucho más que eso, una incertidumbre real en la clase capitalista y sus políticos acerca de hacia dónde orientar a Argentina en el marco de una crisis económica incurable (acentuada por el derrumbe por el que atraviesa Brasil) y de un cuadro mundial que se caracteriza por la perspectiva de nuevos desplomes económicos y por crisis políticas en serie, en especial en los países desarrollados y particularmente en los Estados Unidos. En marzo del año pasado, el macrismo se vió reconfortado por la visita inusitada de Barack Obama, Hollande y Renzi, sólo para verse enmarañado, meses más tarde, por la victoria de Trump y el pase a retiro remunerado del francés y del italiano. El ‘liderazgo’ norteamericano es un factor que acentúa la desestabilización en América Latina.

Pronósticos

El impasse de la situación política se ve ilustrado por el debate que existe en torno al carácter de las elecciones previstas. Algunos aseguran que podrían convertirse en el anticipo de una salida adelantada del gobierno - un Octubre de 2001 de Macri. Una versión un poco más moderada caracteriza que una derrota, específicamente en la provincia de Buenos Aires, convertiría al gobierno en “un pato cojo”, que pondría limitaciones muy fuertes a su capacidad de gobernar hasta las presidenciales de 2019.

Otros señalan, en esta selección de pronósticos, que la renovación de bancas no producirá un cambio relevante en la composición actual del Congreso. A partir de aquí concluyen que continuaría el sistema de acuerdos para la aprobación de leyes, que hemos bautizado como “coalición a la carta”. En 2016, esta colaboración, en Diputados y en Senado, permitió la salida de la friolera de cien leyes. El llamado cristinismo votó la ley de Presupuesto, que autorizó el mega endeudamiento público que es la piedra basal del macrismo. Por otro lado, en caso de un revés del oficialismo estaría el recurso de pasar de “la coalición a la carta” a una coalición de gobierno de transición hasta las elecciones presidenciales.

El talibán Guillermo Moreno no se cansa de repetir ante cualquier micrófono, que la política del kirchnerismo es asegurar los cuatro años de mandato que ha recibido la gestión de Cambiemos. El macrismo y el kirchnerismo enfrentan el acoso del ‘buchoneo’ que se viene de Odebrecht sobre el soterramiento del Sarmiento o las represas del sur y los caños troncales de gas en Córdoba – más allá de Avianca, Correo, Hotesur, Nisman o Milani o el desvío de fondos de la Anses hacia el fondo de Qatar. Los pronósticos tampoco han tomado en cuenta las consecuencias que podrían tener sobre la situación política de Argentina una caída de Temer y la anticipación de elecciones en Brasil. Es claro que el desarrollo político de los próximos meses se caracterizará por una inestabilidad aguda. Precisamente lo que explica, en última instancia, la incertidumbre de los actores en pugna.

Tormenta perfecta

El macrismo se ve forzado a operar sobre una base electoral muy restringida, pues obtuvo el 34% de los votos en la primera vuelta. Esos votos tampoco le corresponden con exclusividad al Pro. El gobierno es estructuralmente débil en el campo electoral. Esta previsión llevó al “círculo rojo”, como bautizó Macri a sus amigos de Clarín y a los contratistas de obras públicas, a presionar fuertemente, entre 2013 y 2015, a favor de una coalición electoral con Massa, que probablemente habría dado lugar a un gobierno dividido y más inestable.

Una reminiscencia de estas presiones las refleja el presidente de Diputados, el macrista ex kirchnerista Emilio Monzó, que reclama a Macri un gobierno “más político y menos técnico”, sin que quede claro si tiene en la cabeza a algún sector representativo del pejotismo o se limita a reivindicar una participación mayor de la UCR y la Coalición Cívica en el gobierno y en la lista de candidatos. De acuerdo a las informaciones, existe una fuerte disputa acerca de la candidatura a senador de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires – entre Carrió y Jorge Macri -, y por la lista de diputados con la UCR. Lo mismo ocurre en Córdoba, donde Cambiemos no contará, como en 2015, con el apoyo del gobernador Schiaretti, que se alineará con De la Sota (a pesar de todas las versiones, hace un tiempo, que aseguraban una ruptura). Una crisis aún mayor la representa la oposición del macrismo porteño a aceptar una interna con Lousteau, y por lo tanto la posibilidad de perder frente a Lousteau en la Ciudad de Buenos Aires. Una derrota simultánea en la Provincia y Ciudad de Buenos Aires y en Córdoba configuraría una “tormenta perfecta” para el macrismo. Al día siguiente estará pidiendo un gobierno de “unión nacional”.

De acuerdo a lo que dijo en la inauguración del año legislativo, Macri ha decidido repetir el esquema de 2015: todo el poder a los Ceo’s y al Pro. ¿Se producirá una ruptura por la candidatura a senador de Jorge Macri, o la UCR y Carrió aceptarían resarcirse en la lista de diputados? De un modo más general, el macrismo dice confiar en que una reactivación limitada de la economía (“estamos mal, pero vamos bien”), mientras fogonea la carestía a fuerza de tarifazos. En los últimos días, el oficialismo se ha aferrado a las informaciones que aseguran que se ha producido un giro del capital internacional de corto plazo hacia los “países emergentes”, contrariando otros pronósticos que prevén un reflujo de capitales hacia Estados Unidos y una apreciación del dólar. Lo único realmente cierto es el retiro de capitales del mercado de títulos públicos de Estados Unidos y la suba de la tasa de interés. Los pronósticos económicos, sin embargo, resultan cada vez más erráticos, no ya por la volatilidad de la economía mundial, sino por lo que ahora se da en llamar el “riesgo político” – en referencia a las crisis de gobierno en numerosos países importantes. El ascenso de Trump ha desatado numerosos conflictos inter-imperialistas, ha dividido a la burguesía norteamericana y ha dejado sin faro a las burguesías de los países dependientes.

Cambio de frente

Según los mentideros políticos, Macri confía en la posibilidad que le ofrecería polarizar la elección con CFK, cuya candidatura considera un hecho. Tiene la expectativa, de dividir al pejotismo y de desviar la campaña electoral hacia la corrupción K. Para La Nación, sin embargo, “La división del peronismo que esperaba Macri no se está produciendo” (3.3), aunque no es lo que opina el corresponsal del Financial Times, que hace referencia al “desorden” y la “confusión” en el peronismo, ni menos Julio Bárbaro, que lo ve “en disolución” (28.2). El diario inglés caracteriza la crisis del peronismo como el resultado de “la incapacidad de romper la ecuación CFK vs, Macri”.

La crisis de la campaña electoral tiene una base económica. La burguesía quiere rescatar de un estallido el giro impuesto por la gestión macrista hacia el financiamiento internacional. La burguesía ha venido preparando este cambio de frente desde 2011, cuando la gestión kirchnerista se vio obligada a imponer un ‘cepo’ a las transacciones internacionales. Este giro frustró las posibilidades de reelección de CFK. A este cambio de frente responde la separación de los K del grupo de Bossio y del Chino Navarro, Pérsico y los líderes papistas de la Confederación de la Economía Social. Los puentes que intenta establecer CFK con el pejotismo que votó las leyes de Macri y Vidal detrás de su candidatura, enfrenta esta línea roja de la burguesía. Mientras el Movimiento Evita, los intendentes pejotistas y hasta Guillermo Moreno se han acercado al planteo que reclama la burguesía nacional, el palo kirchnerista no ofrece un programa y cultiva la ambigüedad.

Entre el macrismo, en un polo, y el kirchnerismo, en el otro, se ha ido conformando un frente que protagonizan Massa-Lavagna, Bossio, incluso los gurúes del Cema, y una gama de corrientes y grupos diversos del peronismo, más el concurso de la plana mayor de la burocracia de la CGT, e incluso del Gen y de Libres del Sur; un frente que plantea una mayor atención hacia la crisis industrial que está provocando la política oficial, sin abandonar el giro hacia el capital internacional. Se presenta como representante de una política de conjunto, en oposición a los intereses de una camarilla de ejecutivos trasnacionales, como sería el círculo macrista. Domingo Cavallo ha alertado, en su blog, contra esta coalición, a la que llama “el peligro principal”, sin mencionar que los legisladores de este agrupamiento han votado las cien leyes del macrismo. Es una tentativa de tercera opción que va más allá del Frente Renovador, una experiencia en vías de extinción, salvo que se convierta en canal de un nuevo bloque de fuerzas.

Fragmentación

En este contexto Randazzo ha lanzado su candidatura a senador por la Provincia de Buenos Aires, promovida a toda tapa por Clarín, en primer lugar para reunir una masa de fuerzas que disuada o bloquee la presentación de Cristina Kirchner. Busca explotar lo que sería una de las principales vulnerabilidades del cristinismo, que es el rechazo a presentarse por fuera del partido justicialista o sin el apoyo de los intendentes bonaerenses. La candidatura de Randazzo procura empalmar al peronismo con la nueva línea de la burguesía nacional. Es probable, sin embargo, que la aparición de Randazzo represente un globo de ensayo, o la implementación de un “plan B”, que junte a Randazzo, con el bloque pejotista anti-k, en alianza con el maasismo. La justificación del operativo Randazzo y de reunir a todo el peronismo no K bajo su candidatura, es rescatar de un naufragio el mandato del gobierno macrista y organizar la transición hacia 2019. Los ‘desestabilizadores’ de 2001 (la patria contratista) quieren el salvataje del proceso político actual.

Esta etapa del proceso vinculado a las elecciones se caracteriza por la fragmentación política de las representaciones patronales, por ensayos y maniobras, de ningún modo por una polarización – en un cuadro de descontento popular que crece y hasta manifestaciones de rebeldía. La posibilidad de esa polarización y la superación de la fragmentación que caracteriza el momento actual, todavía deben pasar por luchas y crisis políticas.

La burocracia de la CGT, que realiza todos los esfuerzos posibles para impedir que este descontento pueda convertirse en rebelión, como también ocurrió en 2001, ha comenzado a fragmentarse en línea con lo que ocurre con los partidos tradicionales. Argentina enfrenta, entonces, una combinación de circunstancias políticas enormemente favorables para la izquierda revolucionaria, en especial porque el FIT tiene aquilatado un progreso electoral y suscita una atención creciente en el movimiento obrero y en la juventud.

Ningún operador periodístico ha contemplado en sus análisis, hasta ahora, la posibilidad de un salto electoral de la izquierda; es, sin embargo, la expectativa de un número cada vez mayor de trabajadores. Una candidatura de CFK, incluso aventajada frente a sus rivales patronales, sería insuficiente para neutralizar un crecimiento de la izquierda si, como se prevé, esa candidatura está condicionada al acompañamiento del aparato pejotista que ha votado las leyes de Macri y Vidal, e incluso está surcado por rivalidades y enfrentamientos.

La izquierda revolucionaria enfrenta una campaña electoral en la que impera la discordia, la confusión y el choque, incluso la desintegración, de las fuerzas que representan al capital y, al mismo tiempo, el descontento y la rebeldía de los trabajadores y la juventud.

Jorge Altamira

PD. Al momento de subir este artículo, la marcha multitudinaria de la CGT, luego de la enorme que protagonizaron los docentes el día previo, culmina con un repudio generalizado contra la burocracia sindical por la dilación en convocar a un paro general. Ha quedado en evidencia ante la masa de los trabajadores la coalición de hecho de la burocracia con el macrismo y con los opositores que le votaron cien leyes al gobierno y le dejaron pasar los vetos. Dejó también en claro la fragmentación de la burocracia, con características irreversibles. Desde la ocupación de Agr-Clarín y de los despidos que tuvieron lugar durante febrero, se ha manifestado una reanudación sistemática de las luchas populares.