ACERCA DE LA REVOLUCIÓN RUSA

ACERCA DE LA REVOLUCIÓN RUSA

Comentario sobre un proyecto para los cursos de la UJS

(Lo que sigue es mi respuesta a un compañero que me envió un proyecto de charla o curso acerca de la Revolución de Octubre)

  1. Obviamente, la peculiaridad de la Revolución de Octubre no puede ser establecida en relación a las revoluciones china o cubana – como aparece en el proyecto de charla. Es, más bien, al revés, y el tratamiento de Cuba y de China debería ser dejado para el final. Ese ha sido, por otra parte, el curso que siguieron los acontecimientos. Estas revoluciones (cubana y china) no solamente se diferencian de la revolución de Octubre por el carácter de su dirección y la participación subordinada (o casi nula, como en China) del proletariado, sino que representan (a su modo) una continuidad. Sin la experiencia de la reorganización social emprendida por la dictadura del proletariado en Rusia, es probable que no se habrían desarrollado las condiciones de profundidad histórica para que la pequeña burguesía de base campesina, en un caso, o urbana, en el otro, procedieran a una reorganización social con base en la expropiación del capital.

La peculiaridad del Octubre ruso es, por un lado, que la revolución socialista tiene lugar en un país atrasado y, por el otro, que inicia una época de revolución mundial. Este aspecto le da un contenido socialista a la revolución de mucha mayor entidad histórica que las medidas que adopta el gobierno soviético, que representan apenas un inicio de esa revolución. La universalidad de la revolución rusa emerge de su carácter de revolución proletaria y del establecimiento de un gobierno de consejos y de la dictadura del proletariado. En el campo de las medidas revolucionarias existe margen para mucha flexibilidad. No se debe caer en el ‘criterio’ de las medidas que toma la revolución en forma aislada del conjunto del proceso histórico – ni siquiera en el caso de la rusa.

El puntapié de la revolución mundial por parte de un país atrasado es la manifestación más grandiosa de la ley del desarrollo combinado.

Como repetí en varias ocasiones, la revolución socialista en Rusia es dirigida por obreros en un país de campesinos; por intelectuales en un país de analfabetos; por ateos en un medio tremendamente religioso, por internacionalistas en una caldera multinacional de aspiraciones nacionalistas. La presión de la historia y de la disolución del capitalismo disipa, en el momento culminante, los antagonismos más irreductibles, en las clases populares.

  1. Es necesario desarrollar más la cuestión del partido en relación a la Comuna de París, porque su ausencia fue la causa principal para que no emprendiera un ataque a la contrarrevolución armada refugiada en Versalles, ni tomara el Banco de Francia – o sea privando de fondos inmediatos a esa contrarrevolución. La Comuna fue dirigida por autogestionarios, claro que no tan groseros como sus biznietos más tarde, ni como los democratizantes en Argentina y en especial en el Frente de Izquierda.

La Comuna sufrió caracterizaciones diferentes de parte de los marxistas. Lenin la definió como una dictadura democrática; Trotsky, en 1922, como un gobierno de frente único. Todo esto hay que explicarlo. Muestra, con toda evidencia, que la Comuna misma representa un principio de transición. En oposición al anquilosamiento teórico del concepto de Estado Obrero que se basa en el número de expropiaciones que realizó, el curso debe exponer vivamente el proceso (la lucha política) que lleva a la clase obrera a la dictadura del proletariado. Entre febrero y octubre tuvo lugar el proceso político más rico de toda la historia de las revoluciones sociales, desde Roma.

  1. Hay que profundizar el tema partido. Hay que destacar el carácter decisivo de su presencia en la revolución – en la gestación y en el desenlace. Hay que evitar, sin embargo, su endiosamiento, como hacen las sectas que proyectan su impotencia en forma invertida. Un partido revolucionario auténtico vive y metaboliza la revolución que su programa fijó como objetivo estratégico. Es así que no solamente en Cuba y en China, para citar los casos más relevantes, el programa inicial fue alterado en forma radical en el curso de la revolución. Lo mismo ocurrió en Rusia. Las Tesis de Abril y el Estado y la Revolución fueron dos manifestaciones grandiosas de un gran giro, de un lado estratégico, del otro teórico – si se compara con la consigna histórica del bolchevismo: dictadura democrática de obreros y campesinos, por un lado, y República Democrática, por el otro. El partido no es un dato fijo en una revolución, debe revalidar en forma incesante su carácter revolucionario y actualizar su programa y su táctica de acuerdo a la evolución de la situación y de la conciencia de las masas.

Los cursos sobre la Revolución del 17 no deben ser una exégesis sino una caracterización crítica a la luz de cien años de historia. La exégesis no forma teóricamente al partido revolucionario sino que lo rebaja al dogmatismo y a la repetición de fórmulas consagradas. Esto fue lo que ocurrió con el partido de Lenin y de Trotsky cuando la burocracia procedió a su ‘bolchevización’, antes de dar paso al stalinismo. El régimen centralista a ultranza lo convirtió en un aparato ajeno a las masas y a la revolución.

El giro hacia la dictadura proletaria cohesionó al partido bolchevique, a través de una crisis que fue debatida en forma pública. Ese giro lo hizo público el mismo Lenin desde el comienzo, mucho antes de que fuera aprobado en la Conferencia del partido en abril. Lo mismo ocurrió en torno a la crisis que provocaron los acontecimientos de Julio y la desatada por Kamenev y Zinoviev, que se opusieron a la toma del poder y reclamaron luego una coalición con los mencheviques y socialistas revolucionarios. La democracia de partido y el debate abierto fueron las armas que forjaron la cohesión del partido.

  1. El giro estratégico que condensan las Tesis de Abril no descalifica, sin embargo, el programa de la socialdemocracia rusa anterior a la revolución de Octubre, incluido el desarrollo posterior a la revolución de 1905 (“la revolución – democrático burguesa - ininterrumpida”). La revolución de 1905 fue “un ensayo general”; 1917 representa una combinación única de circunstancias históricas, que Lenin y la vanguardia obrera del partido fueron los primeros en comprender.

Otra peculiaridad histórica de Octubre es el apoyo de la masa campesina como un todo a una revolución proletaria. Como explica Trotsky en La Historia, el campesinado apoyó unido una revolución proletaria (no hubo una escisión de la masa agraria. El programa agrario del gobierno soviético benefició indiferenciadamente a la masa campesina.

  1. Hay cuestiones, entre febrero y octubre, que son vitales para una educación de los cuadros. Una es la propuesta de los bolcheviques para que los mencheviques y los socialrevolucionarios tomen el poder en nombre de los soviets. Este planteo va a gravitar poderosamente en los acontecimientos posteriores, por ejemplo en la revolución alemana. Lenin habla, en esa propuesta, de la posibilidad de un desarrollo pacífico de la revolución (“Acerca de los compromisos”). Esta distinción entre un gobierno pequeño burgués de la clase obrera, que opera como transición política a un gobierno proletario, es recogido por el Programa de Transición. Permite estudiar mejor la cuestión de las revoluciones china y cubana – donde esa transición se estrangula en un desarrollo político de varias décadas: no da lugar a un gobierno proletario sino que inicia una evolución bonapartista y luego restauracionista, bajo la dirección de la misma fuerza política.

La otra cuestión importante es la insistencia de Lenin de que la movilización contra el golpe de Konrnilov no entraña, bajo ninguna forma, un apoyo político al gobierno de Kerensky. De otro modo, hubiera quedado comprometido el pasaje del poder a los soviets, bajo la dirección bolchevique. Lenin anticipa la intención de Kerensky de producir un golpe bonapartista (disolución de los soviets), que intenta materializar Kornilov.

El tercer punto es la resistencia de Lenin a la presión de la vanguardia obrera para hacer la revolución en Julio. Lenin opone una caracterización estratégica al apresuramiento de la vanguardia. Un episodio similar, en enero de 1918, tiene un curso opuesto, y culmina con el asesinato de Rosa, Liebknecht y Jogiches. Es necesario destacar y explicar esta contradicción, a saber, la tendencia de los comunistas de Alemania a seguir un rumbo opuesto al de los bolcheviques en Rusia. (Nota: Los consejos de delegados de fábrica nacen en el curso de las luchas sindicales en 1903/4, como parte del movimiento dirigido por el cura Gapón).

  1. Un curso sobre el centenario de la Revolución de Octubre que eluda la cuestión de su vigencia histórica, no tiene propósito – sería examinar una reliquia. The Economist se refirió a esto, recientemente, en forma despectiva (posibilidad de un “bolchevazo”), al señalar las semejanzas que encontraba entre la crisis mundial en curso y la que precedió a la primera guerra mundial. Es un enfoque mecanicista y tampoco riguroso: las características de la crisis mundial no son similares. De todos modos, sin embargo, el capital internacional observa una vigencia de la Revolución de Octubre que la mayoría de las tendencias marxistas no señalan o niegan – desde el momento que rechazan la dictadura del proletariado, dirigido por un partido revolucionario.

En primer lugar es necesario entender a la crisis mundial actual como la expresión de una tendencia a la disolución del capitalismo sobre sus propias bases. Es la universalidad de la crisis la que determina la revolución socialista – que es un planteo de emancipación universal. En segundo lugar, la Revolución de Octubre fue una revolución proletaria victoriosa, lo que significa que demostró la posibilidad, por parte de la clase obrera, de derrotar los ejércitos del capital y al capital mismo, y edificar una nueva organización social sobre sus ruinas. Ni la degeneración del estado soviético, ni la restauración del capitalismo, borran este fasto histórico – en especial cuando la crisis mundial muestra la situación sin salida que el capitalismo representa para la civilización mundial. El proletariado soviético demostró, en el curso de sus primeros años y en episodios de crisis nacional tremendos (como la guerra contra el nazismo), ‘que sí, que la clase obrera puede’. Procedió a una reorganización histórica de la sociedad, para peor en condiciones de las más difíciles. Esta realidad histórica se encuentra presente en el consciente y en el sub-consciente de la clase obrera y los explotados de todo el mundo. En eso consiste precisamente el eslabón de continuidad de la Revolución Rusa con las revoluciones sociales posteriores, que se evidencia con mayor nitidez porque no fueron revoluciones proletarias. Se trata de un asunto histórico fundamental, porque de lo contrario habría que aceptar que la revolución rusa fue “un falso comienzo” (Al Richardson) – una respuesta prematura a condiciones históricas que no habrían madurado lo suficiente. Sería el caso de la Comuna de París. El “falso comienzo” es la justificación posterior de una tragedia anunciada.

  1. El “falso comienzo” plantea la cuestión de cómo se mide la madurez histórica para emprender una revolución proletaria, si no es por medio de la acción. Rusia, en 1917, no tenía otra salida que la dictadura del proletariado. De no haber procedido en esa dirección, los bolcheviques habrían desmoralizado a las masas rusas, prolongado la guerra, desaparecido como partido y puesto una lápida al socialismo. Los regímenes, fascista en Italia y semi-fascistas en Europa del este, en los años siguientes, mostraron lo que le habría tocado a Rusia de no haber triunfado la Revolución de Octubre, o sea una dictadura militar, no una república democrática. Octubre significó el principio de edificación de un nuevo orden social y dio un impulso enorme a la constitución de una clase obrera revolucionaria en todo el mundo, cuando antes era predominantemente reformista y sindicalista. En esto consiste su vigencia en oposición a la bancarrota capitalista.

  2. La Revolución de Octubre se encuentra presente en la crisis mundial actual de un modo ‘sui generis’, en los mismos procesos de restauración capitalista. Con grados diferentes en cada país, la restauración capitalista no ha destruido la totalidad de las conquistas surgidas de la revolución. El objetivo declarado de Trump es, precisamente, liquidar esos obstáculos, para salir de la bancarrota mundial. La unidad nacional de China es un producto de la revolución. El estado nacional unificado hoy opera como un instrumento de la restauración del capital, pero al mismo tiempo como una barrera defensiva contra la completa colonización del país por el capital internacional, como era su status prerrevolucionario. Todavía no ha completado la privatización agraria. Lo mismo vale para Rusia: un estado de la oligarquía capitalista mafiosa que busca operar como un escudo contra una disolución nacional bajo la batuta del capital extranjero. La llamada ‘guerra comercial’ que desarrolla el capitalismo norteamericano apunta, en lo esencial, en esta dirección, y arrastra a todos los estados capitalistas (UE) que serán afectados por esta guerra.