LA REVOLUCIÓN CUBANA: UN RETORNO LAMENTABLE AL MORENISMO
Este texto forma parte de una discusión política en el Partido Obrero, que, por su propia naturaleza, debe desarrollarse en forma pública. Los puntos suspensivos entre paréntesis omiten aquellas observaciones que, en general, no tienen que ver con el contenido mismo del planteo político.
Buena lectura
Constituye un error de método que el texto de Kane (Guillermo Kane, diputado bonaerense rotativo del Frente de Izquierda por el Partido Obrero) haya sido confinado a un boletín interno, cuando no se trata de una propuesta de resolución política, ni nada que tenga que ver con la unidad de acción del partido. Mi texto, en efecto, fue expuesto en forma pública, con video incluido, en el campamento de la UJS, en febrero pasado, incidentalmente, dos meses antes del Congreso del partido. La versión escrita apareció en mi facebook y tuvo una larga difusión. No se puede meter de nuevo el genio en la botella. Por otro lado, publiqué en mi face la resolución para la conferencia para América Latina, aprobada luego en Montevideo, para salvar cualquier incertidumbre acerca de su autoría. Vino a subsanar la presentación de otro texto, insuficiente y exiguo, que no encendió, sin embargo, el fuego crítico de Kane. En la historia del movimiento obrero y de la izquierda siempre se ha reconocido la autoría de los documentos políticos que luego eran debatidos en plenarios y congresos. Así lo ha hecho también Prensa Obrera, incluido el debate público de las divergencias que podían suscitar.
Naturalmente que sorprende que un compañero que ha evadido la discusión oportuna de un tema teórico (una intervención de hace medio año) se arrogue el propósito de terminar con la “diplomacia en el debate” (…). Diplomacia es refugiarse en un boletín interno frente a cuestiones que ya son públicas (…). Los análisis y caracterizaciones políticas no necesitan la aprobación de ninguna comisión, comité o del partido mismo, salvo cuando tienen la forma de una resolución política. Someterlas a un voto sería establecer el principio de las doctrinas oficiales (…). Imagínese cualquiera que el Estado y la Revolución, de Lenin hubiera debido ser discutido, antes de publicado o después, con vistas a un voto. Como lo desarrolló Pablo Rieznik, en un artículo, ese libro vino a corregir posiciones del propio Lenin, a partir de trabajos de Bujarin y otros – o sea que aprovechó de las investigaciones y análisis de otros teóricos y militantes bolcheviques, que hicieron públicas sus conclusiones. Mi balance histórico de la Revolución Cubana es asunto que tiene larga data: el compañero Rabey mencionó, en unas observaciones que me envió con motivo de la aparición del texto en facebook, que este texto sostiene las mismas posiciones que he desarrollado desde 2009, hace siete años, la primera vez en una exposición en Sociales, en ocasión de la visita a Buenos Aires de Fidel Castro. El texto que envié a Montevideo se distingue, entre otras cosas, por defender el lugar histórico, hasta ahora irreemplazable, de la Revolución Cubana en América Latina, en oposición a los socialismos del siglo XXI, el indigenismo o la revolución ciudadana (…).
No se puede pasar por alto, tampoco, el interés que manifiesta Kane, recién ahora, por la elevación de la calidad teórica del partido, en primer lugar porque su propio texto no aporta nada al conocimiento de la Revolución Cubana, al cabo de 60 años – ni un dato, ni una experiencia. No dice exactamente nada sobre ella, que sea producto de un estudio o investigación. Desprecia la caracterización del régimen en Cuba como bonapartista, sin criticar nada del desarrollo que hace mi texto acerca del pasaje de unas formas a otras del régimen político en Cuba. (…). En el apogeo del bonapartismo, yo desarrollé esta mismísima caracterización, con todas las letras y sílabas, ante el mismísimo Fidel Castro, en julio de 1993 (¡hace 23 años!), en La Habana, en la reunión del Foro de San Pablo con la dirección del partido comunista de Cuba, que fue objeto de una respuesta de una hora de parte del líder cubano. (…) La responsabilidad por los cursos de verano de la UJS fue depositada en cinco compañeros jóvenes (…). Estos compañeros solicitaron mi colaboración en la estructura y contenido de todos los temas. El éxito de este trabajo quedo demostrado en el éxito con que luego esos compañeros desarrollaron lo discutido en otros cursos en el resto del país.
El sujeto y la dirección política son lo de menos
El eje de todo el problema es si el carácter de clase de la dirección de un proceso revolucionario triunfante y del Estado que emerge de ella es indiferente para determinar su condición histórica, por un lado, y para determinar las tareas políticas del proletariado y de sus organizaciones políticas en esa realidad, por el otro. Quienes respondieron que el carácter de la dirección y del sujeto histórico de una revolución es irrelevante fueron el pablismo y el morenismo. Acerca del método teórico del pablismo, digo en mi texto que el pablismo sostenía la teoría de los criterios: es decir, si hay una expropiación del capital (sin indemnización), bajo esa dirección (cualquiera sea) se ha formado un Estado Obrero y la revolución es socialista. Punto.
Moreno fue más sofisticado que el pablismo, pero también más vulgar. Enfrentado, en China y en Cuba, a revoluciones que no eran dirigidas por la clase obrera, sostuvo que cualquier clase alienada, en las condiciones capitalistas, puede desarrollar una revolución socialista (Polémica de JN Magri). Es obvio que Moreno confunde la alienación histórico-social (la forma última de la expropiación del trabajo) con la psicología-existencial (miseria, empobrecimiento, despojos y desahucios), a la cual una parte de la academia le ha dado el status de alienación. La superación de la alienación capitalista, la forma definitiva y última de la alienación histórica, social, humana, ocurre con la abolición del trabajo asalariado – que es la estación final de la revolución permanente; la segunda solamente plantea atenuar la distribución regresiva de la renta. Ningún programa del PC Cubano se refiere a la abolición del trabajo asalariado - ni tampoco podría hacerlo, porque el gobierno no reconoce que la fuerza de trabajo en Cuba es sobreexplotada.
Posadas y Alan Woods han sido más grotescos, si cabe, al adjudicar un carácter socialista a los gobiernos militares, en Asia y África, que han estatizado la mayor parte de la economía. Mientras estos trotskistas eliminaban, hipotéticamente, al proletariado como sujeto de la revolución socialista, el foquismo de diversos colores lo desarrollaba en la práctica: hizo aquello que plantea Kane en el último párrafo de su texto: ¿por qué no explorar esa vía (una revolución dirigida por la pequeña burguesía) en otros países? El foquismo dijo sí, lo vamos a explorar: nosotros, pequeños burgueses: con las armas en la mano podemos sustituir a la clase obrera y expropiar el capital. Lo mismo sostenía la dirección castrista que había efectivamente expropiado a la totalidad de empresas capitalistas. El que insistió en esta posición fue el Che Guevara: La posición de Kane a favor del carácter socialista de una revolución dirigida por la pequeña burguesía, no corresponde a un militante del Partido Obrero, sino a un militante ‘guevarista’.
El resultado del foquismo en AL lo conocemos todos. Lo que induce a muchos luchadores, incluso a una mayoría, a buscar un camino diferente a la organización independiente del proletariado para realizar una revolución socialista, es precisamente la posición del compañero, que cede el comando de la revolución a la pequeña burguesía. Kane no puede dar ninguna prueba de intervención del proletariado como clase en la Revolución Cubana, y hasta derrapa cuando alude a iniciativas huelguistas y reorganización de la central obrera, bajo total control del M26J. Los obreros han intervenido (¡cómo hubiera podido ser de otro modo!) en todas las revoluciones latinoamericanas, derrotadas o triunfantes, como el caso de la revolución sandinista, pero no como clase. La revolución en Irán, en 1979, movilizó en bloque nada menos que a los petroleros. Fue una intervención de la clase, sí, pero parcial, sin llegar a la altura de una desafío al clero dirigente shiita - un eje de reagrupamiento de las masas.
La intervención excepcional de las masas es la base de toda revolución auténtica; otra cosa es que esa intervención determine que la revolución sea socialista, en ausencia de una dirección proletaria. Sugiero volver a leer un texto de mi autoría – la declaración del bloque del PO-Por de Lora-Causa Operaria-Liga Revolucionaria Palestina – que escribí al día siguiente de la victoria de la revolución sandinista, a la cual caracterizo a partir de la correlación de las clases en presencia en la insurrección triunfante (como una revolución que no es proletaria y que no repetiría el curso de la revolución cubana). A partir de este método, pudimos formular un pronóstico acertado sobre la evolución de esa revolución (La revolución boliviana de 1952 fue una revolución proletaria confiscada por la pequeña burguesía, que la llevó a la derrota)
## Carácter de clase de las nacionalizaciones
La cuestión de la expropiación del capital es la piedra angular de un texto en el cual, supongo, Kane debe haber adherido en forma apasionada, aunque dice lo contrario de lo que Kane escribe ahora (…). Me refiero al Manifiesto del Frente de Izquierda de 2015, cuyo núcleo es la crítica a las nacionalizaciones burguesas y pequeños burguesas en oposición a la expropiación del capital, por parte del proletariado (¡De paso, esto mismo lo desarrollé en el debate con los sindicatos de la Federación del Transporte, en la pre-campaña 2015, lo cual es fuertemente significativo, ante una pregunta de un burócrata de estatales! En la reunión se encontraban Sobrero, Giordano, Ramal y Pitrola). Como es conocido, Izquierda Socialista especialmente, apoya todas las nacionalizaciones burguesas, añadiendo, para la tribuna, el reclamo que no se indemnice a los capitalistas y que los obreros controlen las empresas nacionalizadas. Una suerte de administración obrera de la industria nacionalizada.
El programa del FIT de 2011, que redactaron el PTS e IS, tenía detalladas unas treinta y cinco nacionalizaciones (sin indemnización, obviamente), creo. Ante esta deformación encaramos un Manifiesto que caracteriza a las nacionalizaciones por la clase que las decide y el objetivo histórico que persiguen - no por criterios que ignoran las clases, la lucha de clases, el capitalismo y su declinación histórica. El carácter estratégico del debate sobre la Revolución Cubana tiene que ver con superar el planteo revolucionario pequeño burgués, por medio del programa histórico de la revolución socialista mundial. Kane califica a este procedimiento como una defensa, de mi parte, de ‘doctrinas particulares’, en una épica demostración de su confusión, pues en efecto es la doctrina del proletariado frente a todas las otras clases sociales, al mismo tiempo que la expresión consciente del desarrollo de conjunto de la sociedad capitalista. En un continente en que todos los procesos revolucionarios, semi-revolucionarios y democratizantes de masas, desde la Revolución Boliviana de 1952, han tenido a su cabeza a la pequeña burguesía, coloreada con sus diferencias sociales y nacionales, repudiar la cuestión subjetiva, es decir de dirección, marca un gigantesco retroceso, cuando no un directo abandono del marxismo. Desde la Circular de Marx de 1850, que llama a la formación independiente del proletariado de la burguesía y la pequeña burguesía, hasta el Programa de Transición, la cuestión fundamental es el sujeto, que Kane confunde con subjetividad (…)..
Dice Kane que yo mid(o) el proceso real de la revolución contra un tipo ideal, el procedimiento propio de las variantes más subjetivistas… (…). Es, sin embargo, la misma crítica que recibió Trotsky cuando comparaba la Revolución Española con la Revolución de Octubre, o la revolución alemana. Lenin caracterizó al Estado soviético como “semi-obrero y semi-burgués”, con el argumento de que la condición real de ese Estado soviético estaba muy alejada de la meta histórica del programa del partido comunista (b). Ese tipo ideal es objetivo, en cuanto se refiere, por un lado, al estadio más alto que haya alcanzado la revolución mundial: ¡Octubre! – y a su programa de emancipación social y de abolición del trabajo asalariado. Pretender acercar cualquier revolución a ese ideal, con los métodos de la lucha de clase, es altamente revolucionario; ajustarse a ‘lo que está ahí’, es empirismo barato. El método que recurre a la analogía histórica es completamente científico, porque obliga a destacar las diferencias de sus dinámica internas – lo otro es el seguidismo al hecho consumado. Mi texto aborda una serie de fases y contradicciones de la Revolución Cubana; (Kane) rumia sobre una etiqueta sesenta y tres años después del asalto al cuartel de Moncada.
## La unidad del proceso revolucionario mundial
Un error de método fatal es excluir la revolución mundial cuando se trata de caracterizar una revolución particular, nacional. Como partida digamos que toda revolución, cualquiera sea su carácter, integra, en la actualidad, una época histórica de revolución socialista, incluso si tiene un carácter diferenciado nacional y en países que no han conquistado la democracia burguesa ni un desarrollo capitalista equivalente. Incluso cuando tienen por objetivo fortalecer un desarrollo capitalista nacional, esas revoluciones, cuando son tales, socavan la dominación del capital mundial y facilitan, por lo tanto, el despertar político de las masas de los demás países, en especial los avanzados. Los marxistas, al considerar una revolución determinada, tenemos la obligación de establecer la conexión entre esa revolución y el contexto histórico mundial y la lucha de los explotados en otros países. Esta conexión determina la posibilidad de la permanencia de la revolución, que es sinónimo de dictadura del proletariado.
En este sentido, la Revolución Cubana, con independencia del carácter de su dirección, fue la que se enlazó potencialmente, más que ninguna otra (en América Latina), con la revolución socialista mundial. De un lado, porque se inscribe en una fuerte crisis capitalista en América Latina y en un ascenso de masas a través del mundo, del otro, porque ese marco le imprimió una fuerte radicalización: llevar el enfrentamiento al imperialismo (independencia nacional) a su forma más completa: la expropiación del capital, abrumadoramente controlado por ese imperialismo. Una manifestación de este desarrollo socialista (internacional) fue la inspiración política que transmitió a la clase obrera internacional - el mayo francés (cordobazos) y hasta la revolución portuguesa de 1974 (y la revolución sandinista de 1979). El estrangulamiento de esta proceso de revolución mundial fue tomado a su cargo por la burocracia rusa - una etapa política decisiva, que ningún metafísico de la revolución socialista se detiene a caracterizar, debido ese mismo esquema metafísico de definiciones que carecen de un núcleo de desarrollo, de dinámica.
La expropiación del capital por la Revolución Cubana ha creado una sociedad intermedia que ya no es propiamente capitalista, pero mucho menos socialista. Kane elige la ambigüedad cuando dice que “una restauración capitalista debe revertir modificaciones cualitativas en el carácter de clase del Estado”. Evita decir si esa restauración podría avanzar con la colaboración del gobierno ‘socialista’ actual o habría que derrocarlo: Las modificaciones cualitativas de Kane ya ocurren en China y en Cuba con la colaboración del Estado, cuyo carácter de clase se va modificando en el proceso mismo. Nuestro partido ha escrito mucho (en especial yo) acerca de que la transición capitalista acabaría enfrentando una revolución proletaria, pero nunca dijimos que esa restauración no contaría con el apoyo de la clase que maneja el Estado. Kane se aparta por completo de lo que escribió Trotsky sobre la burocracia restauracionista. Reintroducir una economía de mercado es mucho más traumático que privatizar YPF, claro, pero el imperialismo podría contar para ello, como ya ha ocurrido, con la colaboración, por cierto que condicionada, del estado presente (“socialista”).
Las concesiones en marcha al capital extranjero de parte del gobierno de Cuba son restauracionistas solamente porque las ejecuta un gobierno no obrero; un gobierno proletario, forzado a negociar con el imperialismo, condicionaría a muerte esa negociación a la defensa de los pilares de una economía en transición al socialismo (planificación estatal, monopolio del comercio exterior, banca estatal única), en especial con un intenso trabajo de esclarecimiento entre la clase obrera internacional (Los textos de Trotsky sobre la colaboración económica con el capital extranjero por parte de un Estado obrero, son ilustrativos y de gran interés y actualidad. Muestran que lo que importa es la orientación estratégica de esa negociación, no la necesidad o conveniencia de inversiones, como una vía para revitalizar un desarrollo de las fuerzas productivas).
Adónde va la Revolución Cubana
En Cuba domina, en el actual período, una tendencia restauracionista como consecuencia de la presión de las fuerzas internacionales y nacionales en presencia, y la atomización de las masas, acentuada por la fuerte declinación de la economía y largos ‘periodos especiales’. La economía estatizada ha representado en Cuba el arma de defensa de la independencia nacional. Para Cuba, restauración sería sinónimo de recolonización - una peculiaridad histórica relevante. La debilidad del Estado cubano en relación a su vecino ultrapoderoso acentúa más, por otro lado, la inviabilidad de una ‘transición’ pacífica de tipo capitalista. La crisis capitalista, iniciada en 2007, que ya ejerce una presión explosiva sobre China, ha reducido los recursos económicos para sostener una transición capitalista ‘indolora’. Por último, el derrumbe de los regímenes políticos en AL, aunque abren la posibilidad de nuevos desarrollos revolucionarios, hoy se encuentra capitalizado, precariamente por cierto, por alternativas pro-imperialistas.
Lo dicho para la sociedad cubana como intermedia o transitoria, ‘vale para el propio estado, que no es el producto de una revolución proletaria, ni la clase obrera está en el poder. La pequeña burguesía revolucionaria se ha burocratizado y aburguesado, y sus intereses se encuentran más enfrentados con los de las masas que en otros momentos del pasado. Es un estado burocrático pequeño burgués, no de origen obrero, que está discutiendo con el imperialismo la restauración del capitalismo. De una conexión progresista y revolucionaria con la revolución mundial, la fosilización de la revolución ha convertido al Estado en conservador y contrarrevolucionario. Una caracterización correcta debe incorporar todos los elementos que integran un Estado político determinado. Sería muy instructivo un trabajo acerca de las caracterizaciones y recaracterizaciones de Lenin y Trotsky acerca del Estado soviético, porque ayudaría a sepultar la pedantería de los sabios sin conocimientos. (en la posdata aportamos una caracterización de LT muy instructiva).
Caracterizar la declinación del capitalismo es hablar, automáticamente, de una etapa de transición histórica. La caracterización revolucionaria debe aprehender la transición, no el estado de reposo (…). La Revolución Cubana fue una manifestación heroica de esta transición: bajo la presión de la declinación capitalista, la pequeña burguesía toma el poder y pasa de la restitución de la Constitución del 40 a expropiar el capital instalado en la Isla. Se produce una brecha enorme en el sistema imperialista: en 1965, las masas se insurgen en Santo Domingo bajo la dirección de la pequeña burguesía militar y civil histórica. Se pone de manifiesto la revolución permanente. ¿Pero esta revolución permanente podría ser desarrollada en forma ulterior por la pequeña burguesía? ¿Por qué la estación terminal debería congelarse en esta fase y negarle al proletariado la necesidad de ejercer su rol histórico y luchar por el poder, a través de un sacrificado trabajo de propaganda y organización? ¿Qué tarea le cabe a este proletariado bajo una revolución que ya sería socialista sin la dominación política del proletariado? Todo lo que hemos avanzado, desde nuestras caracterizaciones de los 60, consiste en proceder a caracterizar a la Revolución Cubana como un fenómeno de transición, explicando sus fases, donde el acercamiento al tipo ideal plantea la organización del proletariado como clase, que tampoco hoy existe, sesenta años más tarde, y la dictadura del proletariado. Gran parte de los estudios que han estado saliendo acerca de las disputas en la dirección política castrista, con el especial protagonismo del Che, ¿no giran precisamente en torno al conflicto sobre el desarrollo ulterior de la revolución - incluida la relación con la burocracia rusa?
La expropiación del capital es revolucionaria, ¿pero por qué sería socialista? Solamente por el sujeto que la emprende - en todo lo demás puede estar al servicio de muchos objetivos que no son socialistas, de objetivos capitalistas y de reversiones privatistas (Ver posdata). Desde el punto de vista objetivo, no hay nada que excluya cualquiera de esas variantes. La única clase determinada a hacer de la expropiación del capital la vía histórica de la abolición del trabajo asalariado, es el proletariado. La expropiación del capital, en tanto no sea desarrollada por el proletariado y una dictadura proletaria, es una medida nacionalista revolucionaria, cuyo desarrollo histórico está condicionado a la emergencia del poder obrero, por un lado, y la revolución internacional, por el otro.
Lo que está en discusión es si abogamos por el ‘ideal’ de una revolución proletaria, o abogamos por una revolución de masas, dirigida por la pequeña burguesía. Lo que está en discusión es nada más y nada menos que el sujeto: pequeña burguesía o proletariado; organización de la clase obrera de Argentina en partido revolucionario o seguidismo a los kirchneristas mercaderes de la memoria setentista.
París, Petrogrado, La Habana
El último párrafo del texto del compañero Kane es ‘admirable’. Empieza diciendo que “El Partido Obrero (…) no tiene dogmas particulares…”, como si existieran los dogmas ‘generales’ o el PO los tuviera. Si el PO no tiene su propio ‘dogma’, esto quiere decir que no tiene programa, al cual los adversarios del marxismo caracterizan como “dogma”. Luego sigue así: (el PO) “lucha por la construcción de un partido revolucionario de la clase obrera como única (¿y el M26?) manera de trabajar sistemáticamente para abrir un camino insurreccional (¿?, insurrección no es todavía una revolución) como el de Paris en 1871, Petrogrado en 1917 o La Habana en 1959…”.
¡Pero en París, en 1871, nadie “trabajó sistemáticamente” y Marx consideró a la insurrección prematura; no tenía un partido y tampoco un programa, y por carecer de un partido omitió atacar a las fuerzas burguesas en Versalles. ¿De qué está hablando Kane? (…). Es evidente que Kane no tiene ideales tipo, lo de él es surtido, sean primeras o últimas marcas. Pero La Habana no fue el resultado de “la única manera de trabajar sistemáticamente” (la construcción del partido), sino de otra manera de ‘trabajar sistemáticamente’, porque aunque el proceso insurreccional sufrió giros y altibajos, no se puede negar el empeño sistemático del M26 por hacer triunfar la insurrección. La identidad que establece Kane entre Petrogrado y La Habana es tremendamente reveladora, porque establece un signo igual entre una revolución dirigida por el proletariado consciente y otra revolución dirigida por un movimiento (no partido) pequeño burgués. Kane destituye a la Revolución de Octubre y a la dictadura del proletariado establecido por ella, de toda su relevancia histórica. Obsérvese que el programa del partido que visualiza Kane, su objetivo histórico, se agota en la insurrección. Esto se asemeja en un todo al blanquismo de Francia siglo XIX, al terrorismo de los populistas rusos (que organizaron partidos y células disciplinadísimas) y al foquismo setentista.
El “trabajo sistemático” al que alude Kane no significa nada, es vacío; de qué “trabajo sistemático” se trata, cuando da lo mismo un carácter de clase u otro, La Habana 1959 o Petrogrado 1917. Para Kane, en enero de 1959 se habría producido una revolución socialista – algo que no sostiene ni el castrista más fanático. Todo esto (es muy revelador) (…).
24 de agosto de 2016 Jorge Altamira
Posdata
La cuestión de los territorios ocupados León Trotsky
Como la dictadura stalinista se basa en la propiedad estatal y no en la privada, el resultado de la invasión de Polonia por el Ejército Rojo será la abolición de la propiedad capitalista, para poner el régimen de los territorios ocupados de acuerdo con el régimen de la URSS. La medida, de carácter revolucionario -la expropiación de los expropiadores- será llevada a cabo por métodos burocrático-militares. La llamada a la actividad independiente de las masas en los nuevos territorios -y sin esta llamada, aunque se oculte con gran cuidado, es imposible construir un nuevo régimen- será sustituida por medidas políticas de rutina destinadas a asegurar la preponderancia de la burocracia sobre las desilusionadas masas revolucionarias. Esta es una cara del asunto. Pero hay otra. Para conseguir la posibilidad de ocupar militarmente Polonia mediante un acuerdo con Hitler, el Kremlin ha decepcionado una y otra vez a las masas rusas y del mundo entero, y ha conseguido la total desorganización de su propia Internacional Comunista. Nuestro criterio político primordial no es el cambio de las relaciones de propiedad en tal o cual área, por muy importante que sea, sino el cambio en la conciencia y organización del proletariado mundial, el afianzamiento de su capacidad para defender sus conquistas y proponerse otras nuevas. Desde este punto de vista, los políticos de Moscú, en conjunto, constituyen el principal obstáculo para la revolución mundial.
Marx sobre la Comuna de París
He aquí su verdadero secreto: la Comuna era, esencialmente, un gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta que permitía realizar la emancipación económica del trabajo. Sin esta última condición, el régimen comunal habría sido una imposibilidad y una impostura. La dominación política de los productores es incompatible con la perpetuación de su esclavitud social. Por tanto, la Comuna había de servir de palanca para extirpar los cimientos económicos sobre los que descansa la existencia de las clases y, por consiguiente, la dominación de clase.
La gran medida social de la Comuna fue su propia existencia, su labor. Sus medidas concretas no podían menos de expresar la línea de conducta de un gobierno del pueblo por el pueblo