A QUÉ APUNTA LA ‘RECONQUISTA’ DE MOSUL
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/33251-
Una coalición dirigida por Estados Unidos y la Otan ha lanzado una ofensiva, largamente preparada, para recuperar Mosul, la segunda ciudad en importancia luego de Bagdad, de manos del Estado Islámico. Reúne una fuerza militar de 30 mil hombres (incluidos batallones femeninos) y un despliegue aéreo ilimitado; de acuerdo a la prensa occidental, el EI contaría con ocho mil reclutas o combatientes. Mosul había sido tomada por el EI, en 2014, en una operación relámpago, ante el desbande vergonzoso del ejército iraquí. La toma de Mosul le permitió a EI abrir un corredor hacia el oeste, que lo ligaba hacia las ciudades ocupadas en Siria, y declara establecido el Califato. Antes de esto había ocupado las ciudades de Fallujah y Ramadí, de las que fue desalojado, sucesivamente, a costa de un número enorme de bajas mortales de civiles. Las tres ciudades mencionadas tienen una preponderante población sunní, que ha perdido el poder luego del derrocamiento de Sadam Hussein, el cual ha pasado a representantes de la mayoría shiita de Irak. Trece años después de la ocupación militar de Irak por parte de EEUU, el mundo asiste a un intento de re-ocupación de este país, o sea a un fracaso estratégico del imperialismo, que para ser definitivo deberá conocer aún nuevos fracasos, más decisivos.
Más masacres
El embate de la coalición norteamericana amenaza crear una crisis humanitaria todavía mayor que las registradas hasta en esta escalada reaccionaria en el Medio Oriente. La población de Mosul orilla los dos millones de habitantes, en lo que se pronostica un combate calle por calle y el recurso al bombardeo aéreo y de artillería de la coalición asaltante. Hay, además, una ausencia de infraestructura para acoger a la masa de refugiados que producirá este asalto militar. Algunos conocedores del terreno estiman que el alcance de la crisis humanitaria dependerá del grado de colaboración que preste la población sunita a la coalición norteamericana, o sea de una sublevación sunita. Se ha anunciado, incluso, que las tribus sunitas que colaboraron en la toma de Mosul con EI, habrían cambiado el fusil de hombro. Numerosos observadores han advertido acerca de la tragedia que se avecina, pero los grandes medios han tendido una cortina de silencio que contrasta con las denuncias de las muertes que causan los bombardeos rusos contra la ciudad siria de Alepo. Rusia, por su lado, acaba de denunciar que los bombardeos indiscriminados de la coalición que lidera EEUU contra la zona oeste de Alepo que controla el ejército de Bashar Al Assad, ha provocado 43 muertes y cien heridos. Peor aún, si cabe, son las masacres cotidianas que la coalición norteamericana-saudita está ocasionando a la población civil en Yemen, por medio de bombardeos aéreos feroces e indiscriminados, sin que ello sacuda la complacencia de la llamada comunidad internacional. Los jeques sauditas buscan ahogar en sangre una sublevación que cuenta con el apoyo de su rival Irán. Obama ha denunciado estos ataques, al mismo tiempo que su aviación se ensaña con otros iguales, que producen miles de muertes.
Para la propaganda convencional, el asalto a Mosul es casi un operativo de pacificación, que reunificaría a Irak, por un lado, quitaría al denominado terrorismo islámico un territorio propio, reduciría el flujo de refugiados y normalizaría, digamos, la vida en París – un blanco criminal de EI. La conexión del asalto a Mosul con la guerra en Siria y el cerco a Alepo es apenas mencionada. Los fracasos repetidos de los acuerdos de tregua en Siria, entre el norteamericano Kerry y el ruso Lavrov, y, más importante aún, el rechazo de Obama al establecimiento de un espacio de seguridad aérea, que han propuesto Kerry, Clinton y una parte del establishment militar, pudieron haber reforzado la impresión de que la operación en Irak estuviera desvincula del conjunto de la guerra en Medio Oriente. Es todo lo contrario: una respuesta al asedio de Alepo y a la supervivencia de Bashar Al Assad.
Qué clase de coalición
El asalto a Mosul ha sido emprendido por una coalición contradictoria de fuerzas: shiitas del ejército iraquí y las milicias; kurdos que responden al gobierno regional en Irak; y, probablemente lo principal, la intervención militar de Turquía. Es un ensamble explosivo. Para que Mosul se reintegre a Irak sería necesaria un acuerdo federal de estas fuerzas, algo que no está para nada establecido, y que choca con los fuertes intereses en disputa – en primer lugar, el monopolio petrolero que han establecido las grandes compañías internacionales. El asalto a Mosul no tiene el propósito de resolver los antagonismos nacionales o sectarios en Irak, sino conquistar una plataforma para encarar la guerra en Siria. Una década y media después de la ocupación norteamericana, la renta petrolera es la piedra fundamental de la disputa política, en especial, reforzada por la caída del precio del barril. Existe una pelea a muerte entre el petróleo no convencional de EEUU, el reingreso de Irán al mercado internacional, y Arabia Saudita; los sauditas han puesto en venta una parte de su empresa estatal, debido a la crisis financiera que les ha provocado el descenso del precio del petróleo. El gobierno oficial de Irak está afectado, también por este motivo, a crisis constantes. El monopolio de los recursos energéticos es una pieza mayor en la tentativa del capital internacional de doblegar a Rusia, cuyo presupuesto depende del precio internacional del crudo. Luego está la cuestión de los sunníes, alejados del poder político y por lo tanto de los recursos en disputa, sobre los cuales operan los regímenes sunníes de Arabia Saudita y Turquía. El predominio shiita, a su vez, es cuestionado por una variedad de fuerzas, como consecuencia de su dependencia de Irán. Como es obvio, el estado sionista está alineado con la coalición sunnita, y por eso opera, en Siria, con la oposición a Bashar al Assad, que es financiada por la Otan (especialmente Turquía).
Erdogan ha impuesto a Estados Unidos su participación en la toma de Mosul, con la amenaza de cerrarle las bases de la Otan en Turquía y llegar a una alianza estratégica con Moscú. Erdogan y Arabia Saudita han sido los creadores financieros y logísticos del Estado Islámica, con conocimiento de Obama y del progresismo del partido demócrata de EEUU. Advertido de esta amenaza, EEUU y la UE habían apoyado el golpe militar reciente contra Erdogan, con la idea de explotar la división de la burguesía turca de orientación islámica, por un lado (el llamado grupo Gulan), y una escisión en las fuerzas armadas y en el partido de gobierno, por el otro. La crisis de las relaciones de Turquía con la Otan seguirá abierta y se profundizará sin lugar a dudas, lo mismo que las crisis políticas al interior de Turquía. El turco Erdogan anunció que pretende quedarse en Mosul, cerca de la cual ha instalado una base militar, a través de un líder títere local y tropas propias. Erdogan ha definido a Mosul como históricamente turcómano. Esta injerencia de Turquía en el centro-norte de Irak supone el propósito de reforzar la guerra contra el movimiento nacional kurdo en Turquía y, como ocurre cotidianamente, contra las fuerzas kurdas que combaten, en el norte de Siria, contra el Estado Islámico y contra Bashar al Assad. El aniquilamiento del movimiento nacional kurdo condiciona toda la política exterior de Eerdogan. Turquía cuenta, paradójicamente, con un aliado político inestable: el gobierno de la Región Autónoma del Kurdistán, en Irak, que exporta petróleo por los puertos turcos en el mar Negro, sin participar al gobierno de Irak. Ese gobierno opera como una suerte de quinta columna de Turquía en Irak y en Kurdistán, pero en función de intereses propios, o sea que chocarán en Turquía en un futuro próximo. La toma de Mosul creará muchos más enfrentamientos que los que pretende resolver, y por lo tanto una ampliación de la guerra reaccionaria en Medio Oriente, que involucrará aún más a Irán y a Arabia Saudita, y por sobre todo a Turquía – todo lo contrario de la mentira pacificadora.
Irak-Siria – una única guerra reaccionaria
La operación Mosul apunta claramente a un reforzamiento de la intervención de la Otan en Siria. Es, si se puede decir así, ‘una maniobra envolvente’, frente a la supremacía aérea y territorial que ha adquirido Rusia en el curso de un año, así como a la instalación de una artillería anti-aérea de primer nivel. Turquía y Estados Unidos han debido archivar el plan de establecer una zona de veda aérea, como habían hecho en Libia, en la guerra para voltear a Gadaffi. En lugar de eso, Obama y Putin han llegado a un acuerdo de información para evitar choques aéreos – como, antes, había firmado el sionista Netanhyau con Moscú. Tanto Obama como Putin, sin embargo, han dado vía libre a la entrada terrestre de Turquía al norte de Siria, para combatir a las milicias kurdas, sin la menor consideración por hecho de que estas milicias habían expulsado, con grandes sacrificios, al EI de la frontera con Turquía – donde el EI se había instalado gracias, precisamente, al apoyo del gobierno turco. Turquía es, asimismo, el principal proveedor financiero y militar de las fuerzas que combaten a Bashar al Assad – Al Nousra y el Ejército Libre, cuya sede exterior se encuentra en Estambul y Ankara. Bashar al Assad acaba de renegar de su promesa de integrar al Kurdistán sirio en un régimen federal, en tanto que ninguno de los opositores a él ha salido a solidarizarse contra los ataques de Turquía a las fuerzas kurdas. El movimiento nacional kurdo, una vez más en su torturada historia, está pagando sus alianzas cambiantes con el imperialismo y los regímenes opresores en el Medio Oriente.
La coalición lanzada a la toma de Mosul ha decidido dejar liberada la ruta que conduce de esta ciudad a Raqqa, en Siria, que está ocupada por el EI. The Economist (22.10) reclama, en un editorial, impulsar esa escapatoria, supuestamente para facilitar la toma de Mosul. La intención real es mucho menos benévola: es llevar la guerra de Mosul a Raqqa (una plaza fácil de tomar), y por esa vía reforzar la guerra contra Bashar Al Assad, circunviniendo a la aviación de Moscú y para reforzar la posibilidad de establecer una zona de exclusión aérea. Todo esto deberá, naturalmente, restablecer las condiciones de una guerra civil en Irak, dado el papel de Irán (fuerza decisiva en Irak) y Hizbollah en la defensa del gobierno sirio. El agravamiento de la guerra lo mide el envío, por parte de Rusia, de su principal portaviones al Mediterráneo, en un camino más largo que el que llevó a las tropas del zar a Port Arthur, en 1904. En la competencia electoral en EEUU no pasó inadvertido que Trump propusiera un arreglo de conjunto con Putin (o sea que incluya la guerra semi-larvada en Ucrania y también la guerra del petróleo), mientras Hillary Clinton planteó el armamento sin límites a las fuerzas kurdas y opositoras en Siria, para imponer allí un “cambio de régimen”. El sionismo está con ella, no con Trump. El cambio de estrategia que plantea Trump apunta a un enfrentamiento con China e incluso con la Unión Europea – a la cual denuncia por no pagar su parte en los gastos belicistas del imperialismo, y es otra forma de querer avanzar en la penetración del capital financiero en Rusia. En este cuadro siniestro para los trabajadores de todo el mundo, una parte de la izquierda mundial sigue mentando una “revolución siria”, en tanto la otra defiende al gobierno ‘nac & pop’, dice, del carnicero Bashar al Assad.
Una amenaza de mayores guerras
El panorama del Medio Oriente no se agota en lo descripto. La bancarrota capitalista internacional (el Deustche Bank, el sistema bancario de China y hasta las bolsas ocupan las primeras planas) sigue haciendo su trabajo en la región. Egipto se prepara para la gran devaluación y el ajuste del FMI, cuando abundan en la prensa los informes de una creciente inquietud popular. En Turquía ocurre lo mismo con la lira, en tanto la burguesía de los bazares enfrenta una cadena de quiebras. Al lado de la guerra reaccionaria, vuelve a germinar la tendencia de la llamada ‘primavera árabe’. Es precisamente la vía para derrotar la guerra reaccionaria entre el imperialismo de un lado y los regímenes restauracionistas y anti-obreros del otro. Esta guerra reaccionaria plantea la necesidad de la movilización internacional de la clase obrera y la juventud, en especial en los países imperialistas, en Rusia y China, en Egipto, Turquía y en el estado sionista. Basta de masacres, condena a los culpables. Fuera el imperialismo y todos los gobiernos reaccionarios del Medio Oriente, autodeterminación nacional.