VENEZUELA: GOLPISMO CRÓNICO
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/27130-
Una de las características de la historia de la Venezuela chavista es el estado de golpismo permanente. Luego de un comienzo ‘neoliberal’, con un ministerio de Economía afín a la línea del FMI, la orientación nacionalista y la fisonomía bonapartista del nuevo gobierno determinaron, en la oposición de derecha, una política orientada a poner fin al nuevo régimen en forma anticipada. El golpe cívico-militar de abril de 2002 y el lock-out petrolero y empresarial de fines de ese año no fueron excepciones a la norma. La oposición de derecha boicoteó las elecciones y la pelea parlamentaria hasta muy avanzado el gobierno chavista. Incluso cuando corrigió, con la participación electoral, lo que llamó un “error político”, fue duramente criticada por un ala de ella, que la acusó de “legitimar” al gobierno; la tendencia golpista no dejó de estar nunca presente en la oposición ni cuando aceptó la disputa electoral. La injerencia internacional fue muy manifiesta en el golpe de 2002, cuando intentó armar una “mediación” integrada por seis países. En el sabotaje económico a partir de finales de ese año, los bancos internacionales, sin embargo, en ningún momento dejaron de refinanciar los pagos de la deuda externa. Hasta el día de hoy, el gobierno de Venezuela ha tenido una relación excelente con la banca internacional y con las corporaciones petroleras a las que se encuentra asociada PDVSA en la cuenca del Orinoco; en el caso del conflicto con Exxon aceptó pagar las indemnizaciones establecidas por las sentencias de la Justicia norteamericana.
El chavismo, de todos modos, no se detuvo en los ‘buenos modales’ cuando la oposición se plegó, tardíamente, a la pelea electoral: luego de las parlamentarias de 2011 intervino todas las administraciones económicas bajo soberanía provincial o municipal, lo que dejó a las autoridades electas por la oposición con un poder ceremonial. El golpismo opositor fue reemplazado, en el escenario político, por el golpismo oficial. La tendencia golpista y contragolpista del proceso político alcanzó a las fuerzas armadas, con el pasaje a la oposición del general Baduel, nada menos que el hombre que desbarató el golpe de 2002 y repuso a Chávez en el gobierno. Como consecuencia de estos acontecimientos, Chávez convirtió a la fuerza armada venezolana en un custodio político del régimen y en una barrera extra constitucional a cualquier oposición política. Finalmente, cuando la oposición cuestionó la legitimidad de las elecciones que Hugo Chávez le había ganado a Henrique Capriles por un margen mínimo, el oficialismo respondió con la prohibición del uso de la palabra a los diputados que no rechazaran en forma pública ese cuestionamiento, y recientemente con su expulsión de la Asamblea Nacional. Ni en el golpe de 2002, ni en el lock-out masivo de 2002/3, el gobierno chavista recurrió a la movilización popular; mucho menos a la ocupación de las empresas saboteadoras o al armamento del pueblo. En el golpe de abril de 2002, la resistencia popular surgió de abajo y fue despedida por Chávez con la recomendación “clásica” de replegarse de “casa al trabajo”. En el sabotaje petrolero, hubo una movilización de petroleros clasistas en varias refinerías, que aseguraron de este modo su funcionamiento.
Obama
Chávez había construido un régimen plebiscitario secundado por las fuerzas armadas. Con Maduro, la base plebiscitaria se va pulverizando como consecuencia del desbarajuste económico, el arbitraje político pasa a las fuerzas armadas y el gobierno aparece con dos o más cabezas. La crisis de conjunto del régimen chavista precipita la nueva onda golpista, que se inicia a principios de 2014 y que divide a la oposición. El término golpista (o putchista) es completamente adecuado, pues convoca a acciones de calle con el propósito declarado de derrocar al gobierno. Pasa a una lucha extra legal, que denomina “la salida”, en oposición a la lucha legal que sigue planteando el sector mayoritario de la coalición opositora. No tiene un carácter revolucionario sino restauracionista -o sea que es reaccionaria por su liderazgo y programa. Pero es un golpismo minoritario, cuya única posibilidad de triunfo, como ocurrió en 1955 en Argentina, reside en una defección política y militar al interior del chavismo. Tiene razón Maduro cuando sitúa como usinas de ese golpismo minoritario a Miami y Colombia, pues sus fogoneros son la derecha republicana y el uribismo colombiano. Pero es precisamente por esa razón que este golpismo está condenado al fracaso, ya que el imperialismo y la mayor parte de los Estados latinoamericanos tienen todo apostado al éxito del desarme de las FARC de Colombia, un operativo que cuenta con el apoyo insustituible de Venezuela y de Cuba. Lo último que quisiera el gobierno de Obama es una victoria de este putchismo; entre Maduro y Leopoldo López, para decirlo en términos contundentes, Obama ‘se queda’ con Maduro. La preocupación de Estados Unidos es que la descomunal bancarrota económica de Venezuela produzca un cambio político hostil a las negociaciones del gobierno de Colombia con las FARC.
El gobierno de Venezuela acaba de imputar al intendente de Caracas, que pertenece al ala putchista, por intento de golpe con militares en retiro y en actividad. El relato describe acciones temerarias y criminales de características desesperadas, que los implicados, sin embargo, niegan y el gobierno aún no ha probado materialmente. Enseguida, sin embargo, la oposición de derecha se unificó en una posición de participación en las elecciones parlamentarias de este año. La insistencia, incluso por parte de los putchistas de la oposición, en calificar como constitucional el reclamo que circunscribe a una renuncia de Maduro, deja entrever que especula con una definición al interior del chavismo que desplace a Maduro, que es objeto de críticas reiteradas desde las filas del PSUV, por parte de la derecha, pero en especial de la izquierda ante la catástrofe económica que no cesa de agravarse. Si la oposición obtuviera mayoría parlamentaria, sería inevitable una renuncia de Maduro o la disolución de la nueva Asamblea Nacional, que debería contar con respaldo militar. La alternativa a esta opción sería la formación de un gobierno transitorio de unidad nacional, cuyo antecedente se manifestó el año pasado cuando se estableció una “mesa de paz”, bajo la mediación internacional y del Vaticano.
‘Boliburguesía’
La represión desatada por el gobierno contra las ‘guarimbas’ (provocaciones callejeras) de la oposición no apunta a desbaratar un golpe que aún no cuenta con el apoyo del imperialismo ni de la corriente principal de la oposición derechista. En medio del desabastecimiento y una cuasi-hiperinflación que destruye las condiciones de vida de las masas, es una advertencia contra cualquier intento de enfrentar al gobierno por el lado de los reclamos populares. El gobierno denuncia una “guerra económica” de las patronales, sin advertir que la base objetiva para esa guerra es la desorganización económica impuesta por el gobierno y que gran parte de ella tiene como protagonista a su propia “boliburguesía”. Es lo que ha denunciado Jorge Giordani, ministro de Economía con Chávez. El chavismo ha pagado a precios de oro las nacionalizaciones, que hoy vegetan como consecuencia del saqueo que les ha impuesto la burocracia estatal. La nacionalización del monopolio de las comunicaciones, Verizon, se hizo a precios de Bolsa, varias veces arriba de su valor real; la de Sidor dejó en manos del Estado todos los pasivos ocultos del grupo Techint. Han producido un desangre del Estado y hoy son responsables del desabastecimiento y de la suba de las importaciones. Se han financiado importaciones con la emisión de deuda pública, que rápidamente fue convertida en deuda externa. El sistema cambiario ha sido una fuente de acumulación financiera descomunal, alentada por el Estado. Las autorizaciones a importar, a 6,50 bolívares, son desviadas al mercado negro, que cotiza hoy a 175 bolívares. Para desbaratar este sabotaje económico, el ala izquierda del PSUV reclama la nacionalización del comercio exterior, o sea la abolición del comercio privado de importación y el control obrero de la industria nacionalizada, pero esto es incompatible con un gobierno entrelazado con la acumulación capitalista. La izquierda del PSUV fustiga el “capitalismo de Estado”, pero no advierte que su superación está condicionada a la existencia de una clase obrera independiente que dispute el poder a los “capitalistas de Estado”.
Independencia
En esta coyuntura de crisis extrema, sería simplemente suicida el seguidismo al chavismo, que recurre a las amenazas de golpe de la derecha para que la clase obrera siga soldada al carro bolivariano. Ha bastado la caída del precio del petróleo para que “el socialismo del siglo XXI” perdiera su base rentista de sustentación. Esto mismo ha comenzado a golpear a los gobiernos bolivarianos de Bolivia y Ecuador, y al gobierno ‘trabajador’ de Brasil. Para que los trabajadores puedan derrotar un golpe de Estado de derecha, lo que hoy está en la agenda es la conquista de su independencia política. Cuando la represión estatal, que se despliega contra la derecha, quede agotada por el descalabro económico, el mismo régimen que denuncia un golpe acabará estableciendo un compromiso con la oposición derechista.
Es urgente la convocatoria a construir un partido obrero independiente en Venezuela.