EL BLOQUEO CONTRA CUBA NO FUE LEVANTADO
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/26747-
El anuncio acerca de una reanudación de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba fue predicado en estrecha relación con un levantamiento del bloqueo norteamericano contra la Isla, que ha durado más de medio siglo. La alusión de Obama al ‘fracaso’ de esta larga operación de sabotaje contra la Revolución Cubana dejó ver una decisión política que va más allá de un intercambio de embajadores y una ampliación de las posibilidades de remesas de los cubanos en el exterior. El llamado ‘fracaso’ no fue estrictamente tal, esto porque el bloqueo jugó un papel fundamental en el aislamiento de Cuba y en la reorganización capitalista ‘neoliberal’ de las dictaduras militares impuestas por Washington. Aclarado este punto, la ausencia de un acuerdo de levantamiento del bloqueo ha sido atribuida a que esto se encuentra fuera del alcance de las facultades ejecutivas del Presidente, y a la necesidad, por lo tanto, de un voto favorable del Congreso. Obama, según todo esto, habría decidido separar la reanudación de las relaciones diplomáticasdel levantamiento del bloqueo, para presionar a las cámaras con un hecho consumado que ayude a quebrar las resistencias de los adversarios de un acuerdo, tanto republicanos como demócratas.
Este relato, sin embargo, es una versión interesada que apenas logra disimular la estrategia de EEUU. Precisamente por el limbo en que ha quedado el levantamiento del bloqueo, la reanudación de las relaciones diplomáticas ha sido tomada con reticencia en el gobierno cubano, que se produjo finalmente luego de una larguísima ronda de negociaciones bilaterales y papales. La prenda que decidió a Cuba la aceptación acuerdo fue la liberación de los tres militantes del contraespionaje cubano encarcelados en Estados Unidos, que se produjo luego de que Cuba transmitiera a los servicios norteamericanos las pruebas de las actividades terroristas que se pergeñaban desde Miami. Es claro que el fin del bloqueo está sujeto a una serie de negociaciones de primer orden, en cuyo núcleo se encuentra el carácter social de la Isla. Como lo explicitó con claridad insistente un defensor de las decisiones de Obama, si Cuba no ofrece concesiones significativas en el curso de las negociaciones próximas “siempre existe la posibilidad de retirar la oferta de levantar el embargo” (CNN, programa de Fred Zacharías, 21.12).
Intereses en pugna
La versión que han ofrecido los medios, acerca de una reconciliación política , no pasa de una descripción idílica de lo ocurrido. De aquí en más se abre, por el contrario, un período de mayor crisis política – tanto en el campo imperialista como en Cuba. El debate en el Congreso norteamericano no girará, solamente, entre los ‘halcones’ que no abandonan la política de agresión directa y las ‘palomas’ que buscarían restablecer una hegemonía ‘gradual’ sobre la Isla. La derecha norteamericana y el uribismo caribeño apuestan a un fracaso de la política de la ‘zanahoria’ y creen, por el contrario, que un retorno a la del ‘garrote’ está ganando terreno. En donde mejor se expresa este enfrentamiento es en Venezuela y en Colombia, con la división producida en la derecha misma- en las filas de los ‘escuálidos’, esot en Venezuela, y en las de Uribe-Santos, en Colombia. La derecha no ha renunciado capitalizar la acelerada crisis en Venezuela, todo lo contrario; También espera explotar una victoria hipotética del macrismo e incluso de Massa o Scioli en Argentina, ni qué decir de una victoria republicana en Estados Unidos dentro de dos años.
Un aspecto relevante de esta crisis es la cuestión inmigratoria en Estados Unidos, donde Obama tuvo que intervenir en forma similar a la que empleó con Cuba: mediante el uso de poderes ejecutivos (gobierno por decreto), que deja sin resolver, sin embargo, la regularización efectiva de varios millones de personas. La reanudación de relaciones con Cuba no es ajena a este asunto, dado que la inmensa mayoría de los inmigrantes son de orígen latinoamericano y que su movilización política crece en forma persistente. Obama echa lastre en uno y otro terreno. Contra una opinión que se ha generalizado en la izquierda, la crisis mundial ha hecho perder la iniciativa estratégica al imperialismo.
La derecha no es la tendencia dominante en este momento en el campo imperialista. Desde hace por lo menos dos décadas, las mayores corporaciones capitalistas abogan por el incremento sustancial del comercio entre ambas partes (Cargill, Caterpillar, General Motors); en la década del 70, las automotrices apoyaron con todo el comercio entre Argentina y Cuba, aunque financiado por el Tesoro ríoplatense. El eje de la confrontación en el Congreso norteamericano girará alrededor de los términos a imponer a Cuba para un levantamiento del bloqueo. Este debate dejará al desnudo el choque de intereses al interior del imperialismo norteamericano. En resumen, la reanudación de relaciones diplomáticas no equivale a un cese del bloqueo, aunque aparezca como un paso contradictorio en esa dirección, ni atenúa el conflicto histórico desatado por la Revolución Cubana; por el contrario, deja paso a un choque fundamental entre los intereses del imperialismo, por un lado, y la independencia nacional y la naturaleza social de Cuba, por el otro. La sombra de lo que fue la Revolución Cubana, a 150 kilómetros de las costas norteamericanas, sigue siendo una astilla en el corazón del imperio, porque aún representa las aspiraciones nacionales y sociales de las masas de América Latina.
América Latina
La cuestión de Cuba se entrelaza con el conjunto de la crisis en América Latina. El acercamiento diplomático EEUU-Cuba es la última expresión de una larguísima colaboración política, cuya manifestación más relevante ha sido la mediación de Cuba en el conflicto colombiano. Asistimos a una operación continental. Brasil, por ejemplo, ha sido una fuerte inversora en Cuba; el FA de Uruguay aceptó acoger a los presos de Guantánamo. Tampoco aquí los intereses son homogéneos: los gobiernos ‘progresistas’ buscan proteger por la vía de ese acercamiento el grado de autonomía que desarrollaron en los últimos años como consecuencia de la valorización de los precios internacionales de las materias primas. La finalidad última de estas burguesías nacionales es, sin embargo, la misma que la del imperialismo – la reintegración de Cuba al estatuto capitalista mundial. Un punto central es la reincorporación de Cuba a la OEA, lo cual significaría dos cosas: por un lado, poner fin a los desafíos (tímidos) de separar a América Latina de Estados Unidos (o sea salvar el sistema panamericano); por el otro, que Cuba acepte los principios políticos y sociales del sistema interamericano. Estos desenvolvimientos internacionales vuelven a poner de manifiesto la importancia estratégica de la reivindicación de la Unión Socialista de América Latina y su valor como defensa política de la Revolución Cubana. El condicionamiento del levantamiento del bloqueo apunta a negociarlo contra los principios que aún quedan en pie de esa Revolución. El levantamiento del bloqueo, reclamamos nosotros, debe ser incondicional.
Las perspectivas que plantea un levantamiento del bloqueo norteamericano depende del carácter concreto que asuma, por un lado, y por sobre todo del balance de fuerzas en la sociedad y el Estado cubano. Cuba se encuentra ante un impasse terminal, pues sus fuerzas productivas han dejado de crecer. Es una economía racionada, en especial desde hace un cuarto de siglo, que se sostiene en base a subsidios fiscales, que frena una acumulación del escaso excedente económico. La apertura al capital extranjero ha sido un fracaso, sea en significación, sea como vía de salida al estancamiento. La asociación del estado al capital extranjero, por la vía de uniones o por la impositiva, le permite apropiarse del excedente que crea la fuerza de trabajo, por medio de una remuneración muy abajo de su valor. Se trata de un método parasitario de subsistencia, no de una vía de desarrollo. El despido de centenares de miles de trabajadores del Estado que ha producido la llamada reforma de la economía, es una expresión contundente del agotamiento de este tipo de régimen. La finalidad de crear una fuerza de trabajo ‘libre’ a disposición del capital privado no ha tenido ninguna manifestación concreta del otro lado de la ecuación, el capital, y solamente podría tenerla por medio del capital extranjero, lo que significa una nueva colonización imperialista. El punto de partida para un nuevo equilibrio económico, desde el punto de vista del trabajo, pasa por eliminar esta relación parasitaria capital-estado sobre el conjunto de la sociedad, mediante la reapropiación del estado y los recursos estratégicos por parte de los trabajadores. Es desde una gestión colectiva de los trabajadores que debe abordarse la transición del parasitismo burocrática a un proceso de desarrollo. Esa transición, de todos modos, no es un asunto exclusivamente nacional sino que será condicionado, al menos en última instancia, por el desarrollo de la bancarrota capitalista a nivel mundial, con sus dos componentes fundamentales: una agudización de las luchas populares y el ascenso de una izquierda revolucionaria.
Programa
Las posibilidades de desarrollo que se atribuyen a una apertura de Cuba al capital extranjero, son puras fantasías. Dependerían, esencialmente, de una fuerte mediación del Estado, que para eso debería estar bajo el control efectivo de los trabajadores – no de una superestructura como la que representa la burocracia, que a su vez se escinde ante las nuevas presiones de afuera y de adentro. Haití, Puerto Rico, Santo Domingo o Panamá y las islas caribeñas son una muestra de los resultados histróricos que podría producir una apertura incondicional al capital financiero. El resultado de un levantamiento del bloqueo no será independiente del programa que apliquen y de la fuerza que desenvuelvan cada uno de los protagonistas sociales fundamentales: el imperialismo, la burocracia, los trabajadores. El primer desafío de la nueva etapa para los trabajadores, para los socialistas y para la 4 Internacional es la elaboración de un programa propio.
El nuevo giro político que se perfila en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos tendrá lugar con una demora enorme en relación a las restauraciones capitalistas en Europa y Asia en los 80/90, y ocurre en el marco de una bancarrota capitalista de alcance planetario. Esta discrepancia de los tiempos políticos no tiene una importancia menor; nada hay más relevante, en la política, que los tiempos y los contextos. En Cuba, la restauración capitalista plantearía la pérdida más o menos inmediata de su independencia nacional; la burguesía que podría tomar el relevo del estado cubano se encuentra en Miami; un apoderamiento de empresas por parte de la burocracia de La Habana enfrentaría más conmociones que las que atravesó la Unión Soviética. El entorno inmediato de Cuba – América Latina – se caracteriza por convulsiones reiteradas, que se desplazan de un país a otro. La crisis mundial le está pegando ahora con más fuerza. En este marco, la iniciativa de Obama tiene los trazos de un Frente Popular extranacional entre el imperialismo ‘democrático’ y las burguesías latinoamericanas, de un lado, y una gran parte al menos del aparato de estado de Cuba, del otro. Los Frentes Populares aparecen, históricamente, como recursos para contener procesos revolucionarios. En Estado Unidos, las huelgas y movilizaciones de inmigrantes, y las recientes manifestaciones contra el gátillo fácil son indicios de la agudización de las contradicciones sociales en la principal metrópoli del imperialismo, que empujan en dirección a un frente popular en la política internacional.
La revolución cubana y la historia de Cuba de las seis décadas últimas no se han caracterizado por repetir en forma mecánica experiencias ajenas. Muy lejos de ello; más cerca geográficamente que ningún otro país con historia revolucioonaria y contrarrevolucionaria, es el que menos ha cedido a la presión del capital internacional. Cuba no ha sido ni será un ‘deja vu’, al contrario se desatará nuevas crisis y la posibilidad de nuevas revoluciones.