CHARLA EN LA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES SOBRE DEUDA EXTERNA (30/6/2014) JORGE ALTAMIRA

CHARLA EN LA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES SOBRE DEUDA EXTERNA  (30/6/2014) JORGE ALTAMIRA

Buenas noches a todos. Esta actividad debe ser considerada como actividad de apoyo a la huelga de los docentes universitarios. Como esta charla va a exponer el fraude de la deuda externa y la expoliación que sufren los trabajadores como consecuencia de la deuda externa es, en esa medida, una contribución teórico-política a la lucha de todos los trabajadores del país contra la miseria salarial que, en muchos de los docentes universitarios, llega al extremo del trabajo ad honorem -que hunde en la miseria incluso a aquellas personas que tienen una calificación profesional. En una ocasión, me tocó dar una charla en la Universidad Autónoma de Entre Ríos, que se encontraba ocupada, invitado por los propios ocupantes -es decir por los estudiantes y los docentes en lucha-, que presentaron a la charla como una actividad de politización y como una contribución a la comprensión de por qué los reclamos de la huelga y la ocupación eran justos. La semana pasada me ocurrió lo mismo en la Universidad de Rosario, también en una charla de estas características, muy numerosa, que fue presentada de la misma manera por una dirigente de los docentes universitarios de Rosario, que se encontraban precisamente en huelga. Entonces, esta actividad forma parte del esfuerzo por comprender mejor lo que ocurre y ayudar a los trabajadores a derrotar la política de ajuste y miseria salarial. Observen lo siguiente: Argentina se encuentra, en este momento, al borde de la cesación de pagos en su deuda externa, no ha podido pagar los vencimientos del 30 de junio. Se trataría de la tercera o cuarta cesación de pagos que tiene nuestro país en los últimos cuarenta años. ¿No alcanza este dato para demostrar que el problema de la deuda externa es incompatible con el desarrollo nacional? ¿No alcanza este dato para descubrir que se trata de un método de expoliación del país? Argentina entró en cesación de pagos en 1982; no fue sólo la guerra de Malvinas, sino también esta cesación de pagos, la que puso fin a la dictadura militar. Argentina entró en cesación de pagos en 1989 bajo Alfonsín, en diciembre de 2001 con De la Rúa y ahora con el kirchnerismo. Insisto: ¿no alcanza esto para entender que, tal como lo explicó la izquierda -o al menos la izquierda revolucionaria-, se trata de una hipoteca impagable para el país que, al mismo tiempo, es un freno colosal para el desarrollo de las fuerzas productivas? Entonces, también se plantea ahora la cuestión de si vamos a entrar efectivamente en una cesación de pagos. Argentina tiene, por ahora, vencimientos de aquí a diciembre de 2015 por 30 mil millones de dólares. Y las reservas del Banco Central - no me refiero a las reservas brutas, sino a las netas- no superan los 15 mil millones de dólares. Quiere decir que las reservas del Banco Central son la mitad de los vencimientos de capital e intereses hasta diciembre del año que viene. Naturalmente, cualquier país que no tiene los recursos para pagar una deuda externa, puede conseguirlos en el período que va a transcurrir hasta esos vencimientos, pero no hay ninguna indicación y ningún indicador de que Argentina vaya a incrementar los recursos de reservas internacionales de aquí a diciembre de 2015 como para afrontar esos vencimientos. Dicho de esta manera, Argentina se encuentra objetivamente en cesación de pagos, y lo que está discutiendo el gobierno es la salida de ella. Lo que se presenta como una crisis con los fondos buitre no es tal, es una crisis de la deuda externa argentina, porque nadie puede presentar la perspectiva del defol –“default” es, en inglés, cesación de pagos- como un resultado del último tramo de una deuda -en este caso referido a los fondos buitre que litigan en Nueva York y que recibieron el fallo favorable de Griesa- que se reduce a 1.500 millones de dólares. Ningún Estado está tan mal como para no pagar 1.500 millones de dólares. El problema es que el Estado argentino tiene una deuda de 250.000 millones de dólares, que además ha ido creciendo en el curso de este año. En caso de que los fondos buitre ganen este litigio por 1.500 millones de dólares, se generaría la posibilidad de que se añada una deuda del orden de los 15.000 millones de dólares, por el resto de los acreedores que no entraron en el canje de 2005 y 2010. Lo que está en crisis es la totalidad de la deuda externa, por este motivo es que la disputa con estos fondos en los tribunales de Nueva York adquiere esta agudeza y adquiere esta celeridad. La burguesía argentina y sus representantes políticos se esfuerzan para que la opinión pública solamente discuta la posición con los fondos buitre y, de esa manera, tender un manto de protección al conjunto de la deuda externa de Argentina, que es del orden de los 250.000 millones de dólares. La deuda externa no se basa solamente, como se esfuerza en hacerlo el kirchnerismo, a la deuda en dólares que tiene Argentina con los acreedores privados del exterior. Una deuda externa no es tal porque esté contraída con el exterior, sino porque está contraída en una moneda que no es la moneda del país deudor. Si está en monedas -en este caso dólares, euros y yenes- que no son de Argentina, el Estado no tiene el poder soberano de emitir moneda y cancelar esta deuda externa. El esfuerzo del kirchnerismo en señalar que ha reducido enormemente la deuda externa, porque se circunscribe a lo que se debe a los particulares del exterior, oculta el hecho de que se ha reducido la deuda con los particulares del exterior (bancos, fondos, fondos buitre, etcétera) aumentando la deuda por otro lado. La Presidenta afirmó que “hemos pagado 172.000 millones de dólares en el curso de diez años”. No sé por qué la hace feliz esa idea, teniendo en cuenta de que se trata de una usurpación de un dinero fundamental para resolver los problemas de la salud, de la educación, de la industrialización del país. Sin embargo, se trata de una falsedad: no han pagado esos 172 mil millones de dólares, sino que han transferido las tres cuartas partes de la deuda con los particulares en el exterior al Banco Central, a la Anses, al Pami, a la Lotería Nacional y al Banco Nación. Así, han transformado una deuda con los usureros del exterior en una deuda con instituciones internas del país, financieras y no financieras, con la idea de que la cesación de pagos por esta deuda con el exterior sería una catástrofe para Argentina, por su implicancia internacional; en cambio, la misma cesación respecto de la Anses, al Banco Central y al Banco Nación no tendría ese carácter porque sería con acreedores internos y con acreedores del Estado Nacional. Cuando nosotros calculamos la deuda, la tomamos en su totalidad. El gobierno sólo toma la deuda de la administración central. Cuando uno la toma en su totalidad se tiene en cuenta la deuda que se ha creado para pagarle a Repsol, la que se reconoció al Club de París, las deudas provinciales –que, aunque no estén en dólares, se ajustan por el dólar y, por lo tanto, crecen por una devaluación de la moneda-, la deuda con los jubilados -que forma parte de la deuda pública, porque la Justicia argentina ha fallado a su favor. Además hay que contar los llamados “cupones PBI”, que ya fueron pagados en 20.000 millones de dólares y quedan pagar otros 15.000 o 20.000 millones de dólares más, pero el gobierno no los tiene en cuenta cuando informa a la opinión pública el estado de la deuda. Por lo tanto, la deuda argentina, en este momento, alcanza el punto más alto de la historia, refutando la pretensión del kirchnerismo de que habría habido una reducción. La llamada política de desendeudamiento es una política, en primer lugar, de transferencia de la deuda con el exterior al Banco Central, a la Anses y a las instituciones mencionadas. Al revés de lo que se pretende, la deuda global ha crecido por la acumulación de intereses. El conjunto de la deuda externa es el cómputo del capital que se debe, sea exterior o no, en dólares. Si hablamos de deuda pública, nos referimos a lo que debe el Estado, en dólares, en cualquier otra divisa extranjera y también en pesos. Ese el cómputo del capital. Pero lo que hay que pagar no esto, sino que hay que pagar el capital y además los intereses. Sin embargo, no hay un registro, no hay información de cuánto representan las amortizaciones de capital y los intereses que hay que pagar. Cuando en el mercado internacional la tasa media de una deuda es del 3 por ciento, cualquier tasa de interés que se pague superior a ese 3 por ciento, constituye una forma disimulada de mayor deuda de capital. Por ejemplo, Argentina le paga a Repsol 5.000 millones de dólares a una tasa del 9 por ciento, cuando en el mercado internacional la tasa de interés es el 2,5 por ciento. Esto significa que, en realidad, no le está pagando 5.000 millones de dólares, le está pagando mucho más: con 5 de capital al 9 por ciento de interés se consigue un rendimiento similar al que conseguiría un capital de 8 colocado al 2,5 por ciento. Lo que hay “embutido” en esta tasa de interés es el reconocimiento de una mayor deuda de capital. Lo mismo ocurre, en cierto sentido, en el acuerdo con el Club de París, no porque le han dado bonos con una alta tasa de interés, sino porque se le reconocen 10.000 millones de dólares de deuda, cuando la deuda original había sido de 2.700 millones, y cuando en 2006 era de 5.000. ¿Cómo es que una deuda de 2.700 millones de dólares pasa primero a 5.000 y luego a 10.000? Solamente por acumulación de intereses impagos. La deuda original de 2.700 millones de dólares, que se termina pagando por 10.000 millones de dólares, a sufrido una tasa de interés de varios miles por ciento, son tasas completamente usurarias. Los intereses que está reconociendo Argentina por nuevo endeudamiento representan un endeudamiento mayor del que se declara, por las elevadas tasas de interés. Otro tema importante es que junto con los fondos buitre, Argentina tiene litigios en un organismo del Banco Mundial -el Ciadi-, donde las empresas privatizadas reclaman que se les pague por la diferencia entre las tarifas que deberían cobrar en dólares y las tarifas que se han pesificado. Es decir, lo mismo que aquellos ahorristas que querían que les reconocieran los depósitos en dólares que tenían en los bancos y que después de la devaluación de 2002 el gobierno se les robó en un 75 por ciento, al transformarlos en pesos. Estas empresas privatizadas están ganando todos los litigios en el Ciadi. Como consecuencia de esos fallos, que Argentina, en algunos casos, ya aceptó, el gobierno argentino está pagando con títulos -es decir con más deuda. Se estima que en el Ciadi se está discutiendo un monto de 22.000 millones de dólares. ¡Es demencial! Si uno toma los 10.000 millones de dólares del Club de París este año, los 8.000 millones de Repsol, los 15.000 que eventualmente están litigando con los fondos buitre y los 22.000 millones de litigios del Ciadi, la deuda Argentina de 250.000 millones de dólares sumaría otra por 55.000 millones más los intereses. Y todo el mundo dice que esto es normal, porque éstas son las prácticas financieras internacionales que estamos obligados a respetar para recibir mayor flujo de capitales, y cosas por el estilo, para que Argentina no quede aislada del mundo. Un elemento que se oculta, y que puede llegar a transformarse en un factor clave en esta crisis, ya no es siquiera la deuda pública externa, sino la deuda privada, cuyo monto no es muy claro, pero que ha provocado la convocatoria de acreedores de dos pulpos importantes de Argentina: Mastellone, de lácteos, y Pescarmona, de la industria de grandes construcciones. El motivo de la convocatoria de acreedores de estas dos, que han suspendido los pagos de sus deudas -ellas sí lo han suspendido-, es que sus deudas están en dólares y, como consecuencia de la devaluación de la moneda, se han acrecentado en pesos; como venden en el país en pesos, la proporción de deuda sobre sus ingresos ha crecido enormemente, porque una cosa es tener una deuda en dólares y vender en dólares, y otra cosa es tener una deuda en dólares y vender en pesos. Entonces, en la burguesía argentina esta situación ya está provocando una fractura económica, porque Mastellone (La Serenísima) y Pescarmona son dos representantes importantes de la burguesía nacional. En el diario La Nación, un consultor privado recoge con mucho entusiasmo y bastantes insultos la opinión del gobierno nacional de que la deuda con la Anses no tiene ninguna importancia y que sólo importa la deuda externa con los particulares del exterior. El argumento es que la Anses funciona como una entidad de reparto, que paga las jubilaciones por los ingresos de aportes previsionales e impuestos; por lo tanto, la deuda con la Anses se podría refinanciar en forma indefinida y no pagarse nunca. De manera que se puede hacer con un acreedor interno y con la institución de los jubilados, lo no que no se hace con los acreedores internacionales –es decir, el no pago. De todos modos, la posibilidad de mandar al defol a la Anses –refinanciando permanentemente esta deuda- merece dos objeciones. La primera, es que gran parte de los títulos que tiene la Anses son títulos corrientes que tiene todo el mundo. Vamos a suponer que la Anses tuviera Boden, para refinanciar los Boden de la Anses hay que refinanciar todos los Boden, no se puede apartar una parte de la deuda que está en un determinado título, del resto de la deuda. Por lo tanto, una refinanciación eterna con la Anses es una declaración de cesación de pagos en general. En segundo lugar, la Anses tiene que vender esos títulos en una u otra circunstancia -como ser cubrir una diferencia de ingresos en relación con los jubilados-, y cuando los venda hay que pagárselos. Les doy un ejemplo concreto: si los salarios disminuyen y el desempleo aumenta, los aportes previsionales a la Anses van a disminuir; si hay recesión económica, la recaudación impositiva del gobierno, que en parte va dirigida a las jubilaciones, también va a disminuir. Como los ajustes en jubilaciones están determinados por ley, que promedia los ingresos de la Anses con el índice de ajuste salarial a los trabajadores, va a haber una diferencia que habrá que pagar. Van a aumentar el defol en la Anses, será el tercer defol del sistema previsional argentino, en los últimos cincuenta años. Como ustedes ven, y es el punto que quiero destacar, todo el mundo, todo el mundo marcha a una aceptación de la cesación de pagos. Argentina no puede seguir pagando. Lo ha reconocido Kicillof los días en que se levantó con el pie izquierdo y decidió pronunciar un discurso contra los fondos buitre; entonces, en ese discurso dijo: “esto no puede ser, Argentina no puede pagar estas sumas, esto es un desatino”; al día siguiente, se levanta con el pie derecho y dice que está negociando, que no acepta provocaciones, que quiere una solución constructiva, que respeta los mercados internacionales; una vez dice que Repsol contaminó toda la Patagonia y le debe a Argentina mucho más que lo que Argentina le puede deber a Repsol, y después reconoce que Argentina le debe a Repsol 8.000 millones de dólares y que Repsol no le debe nada a la Argentina. Pero el propio gobierno ha oficializado esto de que no puede pagar esta deuda. En segundo lugar, la denominación de “fondos buitres” parece violenta, parece una condena al imperialismo, cuando en realidad es un acto de simulación, porque los buitres serían un porcentaje menor (el 7 por ciento que no entró al canje), los demás están todos listos para caminar por la Capilla Sixtina. En realidad, no es así: los fondos que entraron en el canje tienen acciones, títulos o bonos de las empresas que litigan en el Ciadi contra Argentina, para cobrar la totalidad de lo que se les debe de la convertibilidad. Eso es de un buitre. Y más significativamente, muchas de estas empresas entraron al Ciadi a litigar y, en pleno litigio, estos fondos que sí entraron al canje, compraron el litigio. ¡Eso ya es recontra-buitre! Porque el que vende dice: “bueno, acá tengo un juicio largo, capaz que lo pierdo; te vendo mi privatizada con el 50 por ciento de descuento”. Entonces viene el buitre, lo compra, y dice: “acá me cobro el cien por cien”. Entonces, el fondo ¿¿¿¿¿????, amigo de los K, compró empresas privatizadas que han ganado litigios. ¡Son todos unos buitres! Y lo que es más interesante, porque el objeto de esta charla es mostrar que estamos ante una crisis del capitalismo mundial y que nuestro país es un piolín colgado de esta crisis, es que, en previsión de que Argentina entre en cesación de pagos, se ha desarrollado fuertemente el mercado de los certificados de seguros contra la cesación de pagos. ¿Qué quiere decir un seguro contra la cesación de pagos? Un tipo va a un banco y le compra un seguro, y paga todos los meses la póliza, como el seguro de una casa, el seguro de un auto. En este caso, si se produce la cesación de pagos, la compañía de seguros, que en este caso es un banco o es un fondo de inversión, paga todo el seguro, aunque el tipo recién aportó seis meses de póliza. ¿Qué le conviene al tipo? Que Argentina entre en cesación de pagos, porque si Argentina entra en cesación de pagos, esos fondos van a ser un negocio. Ahora, normalmente, uno asegura su propia casa –ustedes no van a conocer a nadie que haya comprado un seguro para asegurar la casa de otro -sería idiota, aparentemente. Es decir, que uno podría decir que el que compró un seguro contra la cesación de pagos de Argentina tiene un crédito contra Argentina, y que si Argentina lo revienta no pagándole, él se compensa cobrando el seguro. Y no es un buitre, es un samaritano -es decir, protege a su familia. El problema es que, cuando se establece un mercado de seguros contra cesación de pagos, porque los que tienen créditos quieren asegurarlos, los bancos desarrollan el mercado y cualquiera puede comprar un certificado de seguro contra cesación de pagos aunque no tenga ningún crédito en ese país y ni siquiera sepa dónde queda, con lo cual la cantidad de dinero que puede estar apostada supera o puede superar holgadamente la propia deuda. Y hay un movimiento especulativo para provocar la cesación de pagos de ese país, porque el que compró un seguro, no tiene ningún perjuicio cuando haya un defol pagos porque no es acreedor de ese país -al revés, gana en ese caso. Para que ustedes tengan una idea, el mercado de seguros contra cesación de pagos a nivel mundial es de ¡22 billones de dólares!, el equivalente a la tercera parte del producto bruto de todos los países del mundo; hay gente que tiene 22 billones de dólares invertidos en certificados para que los países quiebren, y en eso consistiría el negocio. Si el país no quiebra, el tipo salió perdiendo porque está pagando una prima de seguro contra defol. Se dice que los fondos buitre, en previsión de que Argentina no pague, están comprando los certificados, pero como pueden comprar certificados por mucho más de lo que litigan por la Argentina, ¡hasta le conviene que no les paguen!, porque si pierden 1.500 millones de dólares, pueden ganar 10.000 millones. El punto central de esta primera parte de esta charla es el siguiente: ¿Argentina va a entrar en defol o no? Si no hay acuerdo con los fondos buitres, Argentina va a entrar en cesación de pagos. La línea del gobierno es llegar a un acuerdo con los fondos buitres a como dé lugar. Se lo piden a los gritos toda la burguesía argentina, Griesa, los fondos buitres, el FMI… Todo el mundo le pide a Argentina que llegue a un acuerdo. En 2001, todo el mundo le pedía que no: “la convertibilidad no va, la convertibilidad no va…”. Cuando Rodríguez Saa anuncia en el Congreso el defol de la Argentina, 252 diputados empezaron a cantar el himno nacional. Festejaban porque, con la salida de la Convertibilidad y la devaluación, las deudas en pesos pasaban a representar un cuarto de su valor en dólares; además, la paridad 1 a 1 del peso y el dólar arruinaba el negocio de la exportación porque los productos nacionales resultaban muy caros en el mercado mundial. Ahora la cosa es distinta, tanto la burguesía como el imperialismo no quieren el defol. Tampoco los ‘augustos’ representantes de la Nación argentina, incluidos los ‘nacionales y populares’. Incluido Unidos y Organizados, incluido D’Elía. Por lo tanto Argentina no va a llegar al defol, si no que va a llegar a un acuerdo con estos fondos buitres por un monto de deuda descomunal. La dificultad de pagar esta deuda va a llevar al defol, porque Argentina no tiene la posibilidad de sostener este nivel de deuda externa. ¿Por qué el gobierno alega que Argentina no necesariamente va a entrar en un defol futuro si se endeuda todavia más? El primer argumento es que se arregla el problema de la deuda, aunque pase de 250.000 millones de dólares pasaría a 350.000 millones, porque se va a generar tanto entusiasmo en el capitalismo que va a entrar una enorme cantidad de dólares. Estos fondos van a permitir pagar la deuda externa y va a sobrar para otros usos. Este supuesto es extremadamente frágil: se asienta en el hecho de que la tasa de interés internacional es muy baja, y que los rendimientos financieros e industriales en el mundo retroceden en forma persistente. Ante ese panorama, un capitalista que ve la situación en nuestro país pensaría: “puedo sacar un préstamo en Estados Unidos por el uno por ciento, y lo invierto en Argentina donde saco el ocho, y hago una diferencia bárbara”. Es decir, que hay un supuesto favorable al ingreso de capitales: las bajas tasas de interés internacionales. Ahora, el problema es que en la economía mundial la baja tasa de interés ya es considerado un problema de crisis, porque ha generado burbujas especulativas que en cualquier momento van a estallar. De manera que la perspectiva próxima es un realzamiento de la tasa de interés y el optimismo argentino, de desarrollar un nuevo ciclo especulativo, no tiene futuro. Al kirchnerismo se lo acusa de mala praxis por no haberse endeudado todo este tiempo cuando las tasas de interés estaban bajas. Pero lo que hacen esta crítica son personas interesadas. Todas la naciones se han endeudado, siempre, a bajas tasas de interés. Y todas tienen crisis de deuda externa porque utilizan ese dinero para inversiones que no calzan con el pago; los vencimientos de esas deudas, por ejemplo son más cortos que el rendimiento que pueden tener las inversiones a los que se aplican. Entonces, al cabo de ciertos vencimientos ya no pueden pagar, y los acreedores alegremente los refinancian, pero no a la tasa original, que entretanto subió. ¿Cómo empezó la deuda argentina? ¡Con un festival fantástico! Los países petroleros, en repudio a una guerra en Medio Oriente, declararon un boicot que llevó el precio del petróleo por las nubes. En consecuencia, los jeques árabes se llenaron de dólares, no sabían qué hacer con esos dólares, así que los depositaron en los bancos norteamericanos, los bancos norteamericanos no sabían qué hacer con esos dólares así que se los prestaron a países como los de América Latina. Y en América Latina estaban Pinochet, Videla, etcétera. Así forzaron a los países latinoamericanos a tomar deuda: “escuchame, te estoy dando la guita regalada, es una baja tasa de interés, ¿vos querés hacer el Mundial 78?”. Cuando los deudores tuvieron que devolver ese dinero y no pudieron, por este descalce entre una deuda con el exterior y la utilización interna del dinero, ya la tasa de interés era otra y la dictadura militar, en 1982, no podía pagar la deuda del Mundial cuando sólo habían pasado 4 años. Entonces, no necesariamete se puede hablar de mala praxis del gobierno kirchnerista, en este sentido. Una manifestación importante de que la perspectiva de colocar bonos para que entren dólares va a ser cuestionada a mediano plazo es un hecho interesante que les quiero señalar: los países con importantes reservas de divisas han constituído lo que se llaman “fondos soberanos” con parte de esas reservas. Esos fondos son utilizados como inversión; los “fondos soberanos” de los países árabes y de China fueron colocados en títulos de la deuda norteamericana. Como esos títulos no rinden nada, ahora esos fondos se utilizan para comprar acciones de empresas. ¡Y así, empresas capitalistas de magnitud, son ahora, en parte, propiedad de los bancos centrales de los Estados! Una anomalía extraordinaria, especialmente para los partidarios del neoliberalismo, que dicen que los Estados no se tienen que meter en nada. Pero, este movimiento de sacar el dinero de títulos del Estado, para invertirlo en empresas, es la expresión de que los títulos del Estado están pagando poco interés y el retiro anuncia una subida de la tasa de interés. Una subida de la tasa de interés provocará en Argentina la automática cesación de pago, porque lo que no la provoca ahora es una perspectiva de refinanciar los pagos, que se tornará inviable con una suba de la tasa de interés. Argentina está entrando, entonces, con esta acumulación de deudas, en una zona de tormentas infinitamente más explosiva que en cualquier otro momento. Segunda cuestión. Si todo el mundo en nuestro país quiere que lleguemos a un acuerdo con los fondos buitres y que hay que pagar, ¿por qué hay diferencias en la burguesía argentina, en qué consisten? La diferencia que tienen es que Kiciloff y compañía quieren arreglar con los fondos buitres, con el Ciadi y con quien sea, para mantener la política económica actual. Sostienen que, si no hay conflictos con el exterior, pueden seguir manteniendo lo que llaman “sistema productivo de equidad social”. Así justifican la necesidad de endeudarse, en un año, por cien mil millones de dólares más. La burguesía les dice: “estás pirado, porque la única forma en que se pueden conseguir dólares para mantener esto es que levantes el cepo, devalúes la moneda y te mandes un tarifazo”. Esa es la diferencia. Probablemente muchos opositores quieren que ese trabajo lo haga el gobierno ahora, y no en diciembre de 2015, cuando les toque gobernar a ellos. De manera que la discusión sobre la deuda es entre un ciego y un mudo, porque discuten sobre cómo refinanciar una deuda y ocultan a la opinión pública y a los trabajadores el impacto social y económico del desenlace de esta discusión sobre la devaluación de la moneda y el levantamiento del cepo. Con cepo, ¿quién va a venir a Argentina?, pero si se levanta el cepo, los dólares se van. Entonces, ¿cómo se puede levantar el cepo? Con una devaluación por la cual uno que tiene dólares que ahora valen ocho pesos le darán 16, y garantizando que cuando el inversor se quiera ir pueda hacerlo. Pero, con un dólar a 16 pesos, ¿para qué se va a ir? Al tipo le convendrá cambiar sus dólares a 16 pesos, y con esos pesos comprarse todo. Entonces este planteo ve que así entrarían dólares y se conseguirían las divisas para el pago de la deuda externa internacional. Pero esta salida es de una violencia colosal, un Rodrigazo. Esta es la cuestión de fondo. Miguel Bein (a quien cité anteriormente porque dijo que la deuda con la Anses no tiene ninguna importancia, y sólo un estúpido, un tarado, un idiota podría decir que sí -y yo me sentí particularmente afectado, porque soy precisamente el estúpido, el tarado, el idiota que piensa que quieren reventar a la Anses) afirma que no es necesaria una devaluación, pero a la vez dice que para tener una salida hay que eliminar las retenciones agropecuarias. Pero, si se hace eso, el déficit fiscal argentino se iría por las nubes, y sería necesario un tarifazo, un corte en los gastos sociales y una devaluación de la moneda. Acá hay una incoherencia general que, en parte es porque son unos pillos, y en parte es porque hay una fuerte insertidumbre mundial. Los bancos norteamericanos tienen tres billones de dólares en el banco central de Estados Unidos, no tienen la menor idea de dónde pueden invertir tres billones de dólares y ganar plata porque hay una caída espectacular de la tasa de beneficio y de los rendimientos financieros. Empieza a haber préstamos de mucho riesgo, incluso a empresas insolventes: se está creando esa burbuja que precede a los grandes derrumbes financieros. El otro punto que lleva a la devaluación y al fin del cepo es algo de lo que nadie habla, ni siquiera Prensa Obrera (yo mismo escribí un artículo sobre esto hace bastante, y no lo mandé, y cada vez que me acuerdo digo “tengo que mandar ese artículo”). El tema es la quiebra del Banco Central argentino, que, como señalé antes, tiene 15.000 millones de dólares de reservas netas (dice que tiene 29.000, pero parte de ellos son depósitos en dólares de los particulares en los bancos, que son un encaje en el Banco Central, y otra parte son préstamos transitorios o cambios de monedas -swaps, por ejemplo con el Banco de Francia, o con el Banco de Basilea. Las reservas netas del Banco Central, disponibles, son, entonces, 15.000 millones de dólares, pero tiene 70.000 millones de dólares prestados al gobierno nacional para el pago de la deuda externa. De ellos, una parte está en pesos (por valor de 20.000 millones de dólares) y otra parte en dólares (50.000 millones). El gobierno nacional no tiene cómo devolver esto, que en parte son títulos de circulación, pero en gran parte son letras intraferibles (es decir, son papeles que no tienen ningún valor de mercado). El gobierno nacional, que tiene un déficit fiscal enorme, va a defoltear al Banco Central. Al mismo tiempo, el Banco Central ha asumido deudas enormes en pesos con los bancos locales. Por ejemplo, en el los próximos 16 meses tiene que pagar 250 mil millones de pesos por el dinero que retiró de los bancos, a una tasa de interés muy elevada, para que no continúe la fuga de capitales. Es decir, que el Banco Central no tiene capacidad de emitir moneda sin producir un derrumbe monetario –en lugar de emitir, absorbe. Sin embargo, tiene que financiar los gastos del gobierno y, si vinieran capitales de afuera, tendría que emitir pesos para comprar esos dólares; algo que no puede hacer porque hay tantos pesos en el mercado, contra activos que no tienen ningún valor, que la devaluación interna del peso es permanente. No sólo hay un defol exterior, hay un defol interno. Si se devalúa la moneda el Banco Central gana: lo que le debe a los bancos locales pierde valor en dólares, y así disminuiría su pasivo; al mismo tiempo aumentarían, en pesos, el valor de las reservas. Entonces se reequilibraría la posición financiera del Banco Central, pero para eso es necesaria la devaluación de la moneda. El punto central de lo que vengo diciendo es que se toma a la deuda externa, y a la deuda en general, como un problema contable: -Argentina debe tanto, ¿tenés la guita para pagar? -No. - ¡Qué lástima, hay que conseguirla! En un análisis más profundo, el problema de la deuda no es un problema contable. ¿Cómo se forma la deuda externa? En un estudio que se hizo hace unos años se mostró que el crecimiento de activos de argentinos en el exterior subía en la misma cantidad que la fuga de capitales; por lo tanto, un aspecto fundamental de la estructura económica de un país, el ahorro nacional, esta estructura lo drena mediante el pago de utilidades de empresas extranjeras a sus países matrices, dividendos, intereses de deuda, servicios comerciales y fuga de capitales. Ese dinero, ese ahorro nacional, que se disipa, retorna al país bajo la forma de un préstamo. Entonces, la deuda pública, en general, y la deuda externa, en particular, es la forma en cómo el capital reinvierte las ganancias que ha obtenido. De manera que Argentina está esclavizada a esta deuda, y no puede tener un desarrollo económico porque, en esta estructura, el ahorro nacional es confiscado como ahorro nacional y reconvertido en un endeudamiento con el exterior. Esto quiere decir que hay un estrangulamiento sistémico sobre la económia nacional. El no pago de la deuda no es simplemente repudiar una usura, es romper el círculo que estrangula la economía del país y, mediante una planificacióne económica, convertir al ahorro nacional en un factor de inversión social e inversión industrial. Para el desarrollo de las fuerzas productivas de Argentina, es necesario acabar con esta deuda externa. Cuando uno hace un balance al final de todo, desde la crisis de la deuda de 2001 hasta ahora, se lleva una conclusión política que, en cierto modo, es apasionante: estamos en un punto de partida. El kirchnerismo, que vino a liberarnos de las ataduras con el exterior, se tomó doce años para rescatar todo el derrumbe menemista. Primero, restructura una deuda inflada. Aplica una quita del 70 por ciento, pero sobre una deuda que Domingo Cavallo había inflado en 2001, con la operación del megacanje de 2001. Reestructuraron una deuda inflada, como cuando uno compra un electrodoméstico: “al contado 1.000 pesos, cómprelo en doce cuotas”, pero al contado debiera ser 700, se lo puso a 1.000 para que entres en las doce cuotas, el descuento que uno cree tener en las cuotas que se licuan por la inflación, oculta la inflación sobre el precio de contado. Entonces, cuando se restructura la deuda, que era bajo Cavallo de 145.000 millones de dólares, y cuando sube Kirchner es de 178.000 millones, ya hay más de 30.000 millones que están de más -tendría que haberse reestructurado la deuda sobre el monto original. El otro tema es que a los acreedores les dan la ventaja del cupón de PBI por 40.000 millones de dólares, con lo cual, al final estamos pagando la deuda que nos dejaron Cavallo y De la Rua, acrecentada por los intereses impagos de estos años que se capitalizaron como más deuda (interés que no pagás se convierte en más deuda sobre la que pagás un interés). En el contrato de reestructuración de deuda se establece que una parte de los intereses no serán pagados en efectivo, si no transformados en nueva deuda. El gobierno del “desendeudamiento” firmó un contrato de reestructuración de deuda que prevé converir el interés en nueva deuda. ¡Lo que sería si fuese un gobierno de “endeudamiento”! A esto tenemos que sumar el tema de las empresas privatizadas, que son indemnizadas del prejuicio que dicen haber tenido con la pesificación. Se trata de un gobierno que acometió un rescate del capital en un plazo relativamente indefinido -demoró once años- y ahora que rescató al capital se da cuenta de que está igualmente en pelotas que De la Rua, ante una nueva cesación de pagos. Este es un balance político esencial para desenmascarar la leyenda ‘nacional y popular’. Ahora, nosotros no queremos desenmascararla para dar la versión ‘correcta’ del relato. Queremos desenmascarar la leyenda ‘nacional y popular’ para que en el movimiento obrero se haga conciencia que la única emancipación en términos nacionales -no ya sociales- sólo será posible si toma la conducción política del país. Voy a concluir haciendo las siguientes observaciones: Primero, la cuestión de la deuda es mundial, no de Argentina. De otro modo estaríamos diciendo que el capitalismo es un sistema maravilloso, pero acá hay un grupo de infelices que no sabe cómo hacer las cosas. Entonces, la cosa sería muy sencilla: “sacás a Boudou y ponés a Carrió, y Argentina se va al siglo XXII de un salto”. Pero esto es una simplificación interesada. Tomemos el caso de Italia, que tiene una deuda de 2 billones 300 mil millones de dólares (U$S 2.300.000.000.000). Cuando la deuda era del 101 por ciento del PBI le dijeron que tenía que ajustar… ahora es del 140 por ciento del PBI. Italia paga, por intereses de la deuda, 85.000 millones de dólares todos los años; consume todas las energías del país, que está en recesión desde hace seis años. En el Corriere della Sera de anteayer se informa que los grandes grupos económicos se reunieron y plantearon liquidar la deuda; un hombre de los altos círculos financieros hizo el cálculo de qué pasaría si no le pagaran ni un peso más a los bancos –y probablemente el tipo es un banquero- y llegó a la conclusión de que eso afectaría probablemente al 20 por ciento de los activos del banco. Es decir, sobrevivirían, pero no seguirían cobrando 85.000 millones de dólares de intereses por la deuda pública. Al perder el 20 por ciento de los activos, se transformarían en vulnerables a la compra oportunista de un rival extranjero, el Deutsche Bank, que se podría quedar con el banco italiano a menor precio y, con él en sus manos, volverá a endeudar al Estado italiano… De manera que, según el Corriere della Sera están discutiendo el no pago de la deuda. Pero hay más: el planteo de este hombre fue rechazado: “no se puede no pagar”, se dijo. Es muy interesante el relato: al parecer, se planteó que la solución es la salida del euro, el retorno a la lira, la liralización. Entonces, ahora que éstos proponen la liralización y, por lo tanto, una gigantesca devaluación interna que afectaría a todos los patrimonios capitalistas, se entiende por qué el otro prefiere que le saquen el 20 por ciento a los bancos. Se quiere salir del euro, pero si esto pasa pierde más que el 20 por ciento. El resumen del relato es que están entre Guatemala y Guatepeor porque hay una crisis mundial, porque en cualquier momento va a haber una explosión social, porque tenemos un Papa que les recuerda todo el tiempo “¡ojo con los pobres!”, porque él, que viene de Argentina, les puede asegurar que si no tienen en cuenta a los pobres se va a armar una maroma descomunal: Cordobazo, Argentinazo. Hay otros que dicen “tenemos que seguirlo a Correa, de Ecuador”. Un día, en 2008, Rafael Correa se enojó, dijo que la deuda era injusta, pidió investigarla y descubrió que el 20 por ciento de la ella era injusta; entonces, suspendió los pagos. Le fue tan bien, que acaba de endeudarse en el mercado internacional al 8 por ciento de interés, y todos los diarios financieros dicen que Ecuador pagó el 8 por ciento de interés con el antiimperialista Correa. Ecuador es considerado basura en el mercado internacional (ojo, no es un juicio despectivo, se llama basura a todo rendimiento muy superior al medio, que demuestra que esa empresa está medio insolvente). Correa, entre 2008 y ahora, se endeudó fuerte con China, prácticamente los únicos que le prestaban. Al final, los chinos le dijeron que no se entusiasmara, que parara ahí y el tipo tuvo que volver a los yanquis. También se pide que sigamos el ejemplo de Mujica, de Rousseff, de Bachelet, Piñera, Ollanta Humana, ¡miren qué fabulosos que son! El único ejemplo que no tenemos que seguir es el de Maduro, dicen los opositores. Los otros tienen una moneda estable, poca inflación, no se pelean con nadie. Sin embargo, la situación de Brasil es desesperante porque, si bien tiene una deuda pública externa relativamente inferior a los demás países de América Latina, o por lo menos de Argentina, tiene una deuda privada externa colosal. La crisis en el sudeste asiático, en 1997, no obedeció a la deuda pública, sino a la privada. La crisis española, igual; a comienzos de esta crisis mundial, España tenía una deuda pública del 40 por ciento del PBI y una deuda privada del 120 por ciento del PBI; ahora tiene una deuda pública del 120 por ciento del PBI porque se dedicó a gastar para rescatar a los bancos –es decir, al final la historia vuelve: la crisis la tienen que pagar los contribuyentes, los jubilados, la previsión social. La crisis, arranque como derrumbe privado o arranque como derrumbe público, termina como derrumbe público. Como les dije antes, los certificados de seguros contra cesación de pagos eran de 22 billones de dólares, la deuda pública mundial suma 100 billones de dólares, el PBI es de 64 billones y el total de sistema financiero, de endeudamiento mundial, se acerca a los 1.000 billones de dólares. Ahora bien: si lo único que crea riqueza y valor es el trabajo humano (tomemos una cifra que no es precisa para medir el valor: el PBI mundial, 64 billones de dólares) los que tienen 1.000 billones de crédito contra la economía mundial no los van a cobrar nunca. Al mismo tiempo, los fabrican los 64 billones, van a tener que yugarla cada vez más para contribuir con su esfuerzo al sostenimiento de este sistema gigantesco. El sistema financiero es la expresión de la tendencia del capital a crear cada vez menos valor, por unidad de producto -aunque crea una masa mayor de valor-, y a un retroceso de la tasa de ganancia. Así, lo fuerza a endeudar los Estados y a obtener, por la vía de la deuda pública, una compensación al retroceso de la tasa de ganancia. Este fenómeno de la deuda pública, en esta extensión -que explotó en el siglo XX, en 1930-, vuelve a explotar ahora porque tiene una extensión absolutamente fabulosa. En una palabra: el sistema capitalista se asienta en una gigantesca masa de capital ficticio, donde el que tiene plata consigue más plata sin pasar por un proceso productivo directo, chupándo la sangre a través del sistema de la deuda pública al que efectivamente realiza ese trabajo directo. No es que el dinero crea dinero y que el trabajo humano ya no es necesario. La mediación de la deuda pública y la mediación del crédito llevan a que el capital ficticio sea remunerado sobre la base de la creación de valor de los trabajadores reales. Concluyo: no hay que pagar esta deuda externa. Este punto de vista de la izquierda argentina ha sido confirmado a través de cuarenta años de experiencia. No lo planteamos hoy, sino hace cuarenta años. La historia nos dio la razón, esto no es un torneo dialéctico, hay cuatro crisis argentinas, un retroceso nacional sistemático bajo todo tipo de gobierno –dictadura militar, cesación de pagos; ‘democracia’ alfonsinista, cesación de pagos; ‘primer mundo’ menemista, cesación de pagos; gobierno ‘nacional y popular’, cesación de pagos. Entonces, si ninguno de los cuatro dio resultado, quiere decir que hay un problema que es exterior a ellos, que es el sistema capitalista, que es una forma de organización social y método de creación de la riqueza. El punto es que no se puede plantear este problema del no pago de manera abstracta, tiene que estar planteado directamente con relación a un programa, porque el no pago es la ruptura con el capital mundial y la ruptura con el capital mundial es la desorganización económica; por lo tanto, el no pago de la deuda tiene que ir de la mano de un plan económico alternativo: nacionalización de los bancos, nacionalización del comercio exterior y plan económico único en función de prioridades que determine un congreso de trabajadores. No se puede plantear el problema estratégicamente si no es de esta manera. La única fuerza que puede llevar adelante este programa es un gobierno de trabajadores, no va a ser un gobierno de capitalistas, para el cual un defol es un momento transitorio para renegociar una nueva forma de pagar la deuda externa. La población percibe al defol y percibe al no pago de la deuda como algo que puede provocar el caos y la desorganización de la economía. Al mismo tiempo, las fuerzas revolucionarias, aunque hayan crecido, no tienen la entidad como para haber desarrollado una conciencia de que en manos de la trabajadores la ruptura con el capital internacional y el no pago de la deuda es el paso hacia una nueva organización social que, efectivamente, termine con la desorganización económica. Por esta razón, en el Frente de Izquierda -no todos, dos de los tres- hemos decidido impulsar el planteamiento del referendo de la consulta popular; es decir que nos colocamos a la defensiva. ¿Ustedes quieren pagar sobre la sangre los trabajadores? Bueno, llamen a una consulta, que es la forma de introducir el problema, la forma de meter en el debate y la forma de provocar una deliberación para que el pueblo llegue a la conclusión de que hay que proceder como indicamos. La función de esta consigna del plebiscito no es que simplemente parte de que alguien decida. Es cuestionar el sistema político como método de decisión y, a través de una deliberación política general, capacitar políticamente al movimiento obrero para impulsar el no pago de la deuda. Para finalizar: ¿qué pasa si hay un defol? El gobierno puede intentar un defol de la misma manera en que Leopoldo Galtieri decidió ocupar Malvinas, como un intento desesperado para conservar su plan económico. El plan económico del gobierno, de todos modos, hace agua no sólo por los datos que tenemos, sino porque los grupos económicos, en general, del gobierno están haciendo agua. Por ejemplo, aunque les parezca mentira, Lázaro Báez acaba de pedir la quiebra -este hombre está comprometido y jugado por el tema de Ciccone. Pero todavía hay negocios importantes, por ejemplo, Chevron y Galuccio, el financiamiento de Vaca Muerta. Entonces, el gobierno dice “si me quieren arruinar este plan económico, ¿por qué no se ponen de acuerdo en una negociación?” Por distintas causas, porque en una negociación pueden haber provocaciones, como firmar algo que puede tener un algún perjuicio, cuando eso se podría evitar; es decir que se puede llegar a un acuerdo básico sin ciertas cuestiones, pero te las meten igual para que lo firmes-, que del otro lado se esté buscando, subrepticiamente, el defol. Y el punto siempre es éste: todos quieren pagar, pero el gobierno se enfrenta a la oposición en la decisión de devaluar, en la decisión del tarifazo y en la decisión de soltar los grupos económicos que tiene bajo su control. Esta es la pelea al interior de la burguesía. La otra cosa que hay que esclarecer, que quedó en evidencia esta semana: el gobierno depositó el dinero para pagar en el Banco Central, pero el banco en Nueva York, que tendría que pagarle a los que están en esa ciudad, no puede hacerlo por el fallo de Griesa. Sin embargo, una parte de lo que se depositó se está cobrando. ¿De parte de quién? De los grupos económicos locales que tienen la deuda. Por lo tanto, es un verso que Argentina tiene que pagar, los que tienen que pagar son los trabajadores; hay otra parte de la Argentina, los grupos económicos, que van a cobrar. Los que van a cobrar la deuda, los locales, son los que ponen los titulares en los diarios de que Argentina tiene que llegar a un acuerdo y tiene que pagar –es decir que ellos tienen que cobrar. La división de clases en torno de la deuda es muy clara: hay que desmentir a éstos que ponen “buitres o nación”. ¡Qué “buitres o nación”! ¡De ninguna manera! Una parte de la nación cobra, la parte que labura es la que paga, no formamos una nación en esto, unos son los que chupan la sangre y otros son los que la entregan. El intento de convertir esto en un tema nacional es falaz, es un tema de clase, porque la burguesía nacional está jugada a pagar. Entonces, ¿qué pasa si hay un defol? Tendremos que examinar la situación concreta, porque un defol puede ser interpretado por la población como el caos económico y la burguesía puede tomar este tema para precipitar un adelantamiento electoral o la salida del gobierno actual. Incluso en el propio gobierno, según algún diario de este domingo, ya se está hablando de adelantar las elecciones; es decir, cerrar el acuerdo internacional, y para evitar hacer la devaluación, adelantar las elecciones y que suban adelantados los otros y que ellos hagan la devaluación. Entonces, un defol puede ser interpretado como un gran caos económico y provocar una cierta confusión y retracción de los trabajadores. También puede ser interpretado, según la marcha del defol, como un paso que la izquierda podría aprovechar para hacer una agitación por el repudio de la deuda. Pero, por ahora, la burguesía dice que hay que pagar, y en oposición a que hay que pagar esta deuda y todas las deudas, nosotros planteamos el no pago, un plan económico de los trabajadores, que sólo puede ejecutar un gobierno de trabajadores y, al hacer este planteo, en torno a la cuestión que divide aguas reales en un país, estamos demostrando que la cuestión del poder es una cuestión objetiva, porque la nación cruje bajo el impacto de la bancarrota económica y las clases sociales, que quieren determinar el curso a seguir, para eso tendrán que tomar el poder. La burguesía impulsa una fracción que tenga un planteo de salida para ella, en la oposición al kirchnerismo; los trabajadores, a través del Frente de Izquierda y el Partido Obrero. Disculpen el tiempo que me ha llevado explicar esto.