LA METÁFORA DE LA GESTIÓN OBRERA

LA METÁFORA DE LA GESTIÓN OBRERA

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/25333-

Aleardo Laría (Río Negro, 23/7) eligió su momento para embestir contra la gestión obrera de las empresas vaciadas por sus dueños. En efecto, en los últimos meses se han producido numerosas suspensiones y despidos en el conjunto de la industria, incluidos los cierres y vaciamientos de empresas. De acuerdo con una fuente, en este período se han cerrado 340 mil cuentas-salario, lo que mide la envergadura de los despidos sólo entre los trabajadores en blanco. El mensaje de Laría sería “aguanten muchachos”, no resistan ni peleen, ni mucho menos ocupen empresas que cierran; no sigan el camino de quienes salvaron las fuentes de trabajo mediante la ocupación de empresas y la gestión obrera. Laría finge ignorar que, en la mejor de las hipótesis, una recuperación de la producción, luego de un tiempo prolongado, redundaría en una nueva baja histórica del salario y un mayor crecimiento de la precarización laboral y del trabajo en negro. Es lo que ha ocurrido en los últimos cuarenta años.

Laría rechaza que Zanón estuviera sufriendo un vaciamiento al momento de su ocupación, la cual atribuye a una conducta irracional de los trabajadores. Admite, sin embargo, sin mosquearse, que la patronal presentó “un recurso preventivo de crisis”, que establece, entre otras cosas, la suspensión de los derechos laborales y la reducción de los sueldos, y ofrece un tiempo a la patronal para vaciar la empresa. Es lo que ha ocurrido en numerosísimos casos. A Laría no lo afecta que la crisis capitalista sea pagada por los trabajadores con una mayor miseria social. Recomienda el precepto cristiano que ofrece la otra mejilla, en detrimento del otro que reclama “hacer lío”.

El afán de embestir contra la gestión obrera conduce a Laría a repudiar la democracia. Considera negativo el método de asambleas para fijar la orientación de la gestión, pero no encuentra ninguna objeción a las asambleas estatutarias de accionistas. Esta discriminación es típica de la democracia de esclavistas. Asamblea obrera, no; asamblea de accionistas, sí. La superioridad de la primera sobre la segunda es, sin embargo, evidente: los obreros conocen las condiciones de producción; los accionistas, por el contrario, cambian de empresa a través de la Bolsa. De aquí nace la dictadura del Ejecutivo, que Laría elogia, que aquel aprovecha para su beneficio personal.

Laría profesa, en definitiva, una democracia en la que el pueblo “no delibere ni gobierne” -es decir la asamblea de accionistas. El precepto fue inscripto en 1853, en la Constitución de un régimen oligárquico. Que se haya ratificado en las modificaciones constitucionales subsiguientes, a pesar de los grandes cambios sociales que se fueron produciendo, muestra el carácter reaccionario de la política argentina, desde la derecha hasta los progres. El pueblo no goza del derecho político elemental de la deliberación y es objeto pasivo de la manipulación del Estado. Un gobierno de trabajadores funcionará sobre la base de la deliberación colectiva. La gestión obrera es una aproximación pedagógica a ese objetivo.

La experiencia concreta ha demostrado que la expropiación del capital y la gestión obrera son una respuesta concreta a la crisis del capitalismo, no un prejuicio ideológico. Lo comprueba su aplicación, en casos muy diversos, por corrientes sindicales y políticas muy diferentes. Donde la conciencia política es mayor, las experiencias de gestión son más consecuentes, más independientes del Estado y del gobierno de turno.

El prejuicio ideológico lo ejerce Laría cuando atribuye el recurso preventivo de crisis de Zanón al derrumbe de la convertibilidad: omite que ese derrumbe fue parte de una crisis sistémica del capitalismo, que abarcó a varios continentes y, finalmente, fue mundial. Saluda la disolución de la Unión Soviética y la “reconversión capitalista” de China, sin denunciar el mayor robo de la propiedad pública producido en toda la historia, por parte de una mafia con etiqueta ‘comunista’ concertada con el capital internacional. Esa mafia llegó al poder como consecuencia del retroceso de la revolución socialista a escala global.

El ascenso del Partido Obrero y del Frente de Izquierda abarca todo el país. Laría le atribuye un carácter folclórico, cuando su contenido es internacional. Está vinculado con la mayor crisis del capital desde el derrumbe de los años 30 y una decadencia nacional implacable. Ha elevado la miseria social a niveles nunca vistos en más de medio siglo, y asola al mundo con guerras y masacres cada vez más sangrientas. El comunismo, no su caricatura trágica, es un hijo revolucionario del capitalismo y de una clase obrera y trabajadores conscientes del impasse histórico del capitalismo.