Y CHÁVEZ NO SE VA
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/12394-
En esta oportunidad la prensa derechista no mezquina palabras para calificar o caracterizar el triunfo de Chávez en el referendo por la reelección del domingo pasado. “El contundente triunfo, más amplio que el que auguraban los sondeos”, pontifica el enviado de La Nación de Buenos Aires (17/2). Una consultora de derecha, la venezolana Datanálisis, entrevistada por el periodista, asegura que “Chávez ha logrado una victoria muy importante porque ha recuperado el terreno perdido en términos no ya de votos, sino como líder sólido y popular; ha recobrado su halo de invulnerablidad”. Un columnista de Página/12 adelantaba un lugar común, el domingo mismo, cuando aún no se habían formado las filas de votación, que “los pueblos tienen memoria”. El que no la tiene es, por cierto, el periodista, quien parece desconocer lo que la historia no se cansa de recordar, o sea que la conciencia y aún más la memoria, se encuentran determinadas por las condiciones concretas, y que se necesitan condiciones excepcionales para que el colectivo haga resurgir lo mejor de su subconsciente.
Los observadores, de todos modos, están impresionados, o sea que dicen lo primero que se les ocurre. En diciembre de 2007, cuando Chávez perdió un referendo similar por unos poquísimos 100 mil votos, la abstención había sido enorme, más del 50 por ciento. Sucedió que tres millones que habían votado por Chávez en las presidenciales de 2006 prefirieron quedarse en sus casas. Ahora la participación electoral ha subido al 70%, pero Chávez solamente recuperó dos millones de esos votos, el otro millón se fue a la derecha, que creció por primera vez en una década. De esta manera, Chávez obtuvo unos 6,5 millones de sufragios contra 5,5 millones de la oposición - una gran diferencia de un millón de votos, 55% de los votantes contra 45%, lo que no es más aquel 61 contra 39 al que estaba acostumbrado el chavismo. Sin embargo, aun con estos registros, los observadores siguen impresionados.
Ocurre que los números no dan un reflejo cabal de los resultados. Chávez logró dar vuelta la principal bandera de acusación de la oposición (y sus propios exabruptos de que pretende gobernar hasta el año 2059, o de que es absolutamente “imprescindible”). Es así que convirtió a la denuncia de que quiere perpetuarse en el gobierno en la reivindicación del derecho del pueblo a decidir quiénes deben ser sus mandatarios sin restricciones constitucionales. Convirtió a la posibilidad de reelección en un arma de protagonismo popular, en tanto que la crítica ‘antipersonalista’ de la oposición quedó expuesta como una tentativa revanchista, que en definitiva pretende volver al estado anterior de cosas. Chávez dirigió la campaña con convicción, mientras con la derecha ocurrió lo contrario. La batalla electoral profundizó el abismo entre la masa chavista y la oposición de derecha, o sea que a pesar de que mejoró en votos, ha salido más aislada de la confrontación.
La misma inversión de funciones se produjo en relación con el empeoramiento de la situación económica del país, cuya inflación es cada vez más implacable. Pero los opositores hicieron lo imposible por esconder sus planteos ante la nueva situación creada por la bancarrota capitalista mundial, que no son otros que los del FMI. Para la masa popular la sola idea de congelar salarios o privatizar recursos fundamentales del Estado constituye una provocación. Pero una oposición incapaz de ofrecer su salida a la crisis está condenada de antemano. Por eso mismo se presentó dispersa, sin un comando único, y se centró en apoyar las movilizaciones estudiantiles - de las cuales espera sin esperanza que jueguen el rol (con el apoyo y la plata de determinadas ONGs) que llevó al derrocamiento de los gobiernos de Serbia, Ucrania y Georgia.
El impresionismo de los observadores no ha impresionado, sin embargo, al comando chavista. En las emisiones posteriores a los comicios, en Telesur, la mayor parte de los voceros oficiales reclamó “una autocrítica”: “Acarreamos votantes, pero ya no hay, no suscitamos movilizaciones desde abajo como antes”. El PSUV trajinó como un aparato, no como un partido. Sin Chávez el chavismo no existe. Tampoco el chavismo dijo cómo encararía la crisis mundial, pero Chávez se comprometió a defender las misiones sociales y culturales en los barrios - su principal acción de gobierno.
Cuando se hace el recuento de lo ocurrido, se observa que Chávez ganó una batalla que no da premios. Las próximas elecciones presidenciales son en 2012 - en las actuales circunstancias equivalen al espacio de un siglo. ¿Ha obtenido una mayor autoridad para pilotear la crisis? Nada es menos seguro, porque para pilotear la crisis hace falta, antes que un referendo, un programa. Chávez no ha dicho cómo pretende superar la caída del precio del petróleo, que está diezmando el presupuesto público, ni el cierre definitivo del crédito internacional. Una alternativa sería devaluar el bolívar fuerte, que tiene una cotización completamente ficticia, pero eso sería incendiar las praderas. La otra es racionalizar el aparato del Estado y en especial PDVSA. Es lo que parece que habrá de ocurrir, pues PDVSA acaba de anunciar que “combinará casi una decena de empresas conjuntas con socios extranjeros para configurar hasta seis compañías”, con el “objetivo de reducir su presupuesto operativo entre 30 y 40 por ciento”. Semejantes ajustes entrañan despidos de trabajadores y desvalorización de los salarios, pues los costos operativos no salariales no están manos de PDVSA sino de los pulpos internacionales de servicios tecnológicos.
Venezuela, como la mayoría de los países atrasados, tiene un margen relativamente amplio para movilizar recursos internos: una enorme fuerza de trabajo sobrante y fuertes necesidades de industrialización (aún se importa la mayor parte de los alimentos). Para eso es necesario concentrar los recursos financieros en una banca única nacionalizada, para aplicarlos a un plan económico dirigido por los trabajadores. En la década chavista, por el contrario, se ha impuesto una variante tropical de la anarquía capitalista: PDVSA se hace cargo de tapar los agujeros de las necesidades populares, mediante un sistema paralelo a los mercados establecidos, tanto para distribuir como para producir, pero dejando al capitalismo intacto. La caída del petróleo es el sonar de las campanas de este sistema sin salida.