DE GENNARO NO QUIERE UN PT NI EN FIGURITAS
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/57513-
Por enésima vez se corre la bola de que la Cta impulsaría la formación de un partido de trabajadores. Por enésima vez también se trata de un bolazo. La burocracia de la Cta es adversaria acérrima del concepto mismo de independencia de clase; mal podría interesarle un PT. De lo que sí es devota es del frente nacional, o sea de la colaboración de los trabajadores con la burguesía. En esta orientación ha sido muy consecuente, por lo menos desde que apoyó a Menem en 1989. Es necesario recordar que aunque el PT brasileño ha concluido a los pies del FMI y de la Bolsa de Comercio, debutó como un movimiento clasista, y que por eso en algunos momentos tuvo características internacionalistas. La Cta es, por el contrario, nacionalista. La dirección de la Cta ha tomado la experiencia brasileña por el final, cuando el PT ha concluido su curso hacia la derecha.
Con Heller e Ibarra
Los dirigentes de la Cta abusan de la opinión pública cuando hablan del PT y al mismo tiempo cohabitan, en el Frenapo, con el banquero Heller y el agente de Roggio, Aníbal Ibarra. El “ibarrismo” congénito explica, dicho sea de paso, la fenomenal “borrada” de la petista Cta en la lucha por la reducción de la jornada de trabajo en el subte. Gran parte de esos mismos dirigentes son parlamentarios o dirigentes del Ari. Con calculado cuidado, la dirección de la Cta no se compromete a lanzar su PT para las eventuales elecciones que Duhalde finge convocar, esto por la simple razón de que apoya a Carrió. Cuando asegura que va a mantener una prescindencia electoral, lo hace a sabiendas de que el centroizquierdismo se encuentra dividido y de que se puede dividir todavía más. Así lo demuestran los enfrentamientos entre Ibarra y Carrió, y los que están creciendo entre el Ari y el Partido Socialista.
Cualquier emprendimiento por un PT debería empezar, en el caso de la Cta, por una revisión de su apoyo a la Alianza hasta más allá del último día del gobierno De la Rúa. No fue otro que De Gennaro el que hizo de Celestina entre Alfonsín y el Chacho Alvarez cuando parecía que la futura Alianza no iba a poder concretarse. Con estos antecedentes, la Cta carece de las elementales condiciones políticas para que se tome en serio la versión del PT. En realidad, no puede decirse que engañe a nadie, pues la Cta habla de “movimiento político-social”, no de un partido, o sea que sigue con un planteo pluriclasista, es decir de colaboración de clases.
Es necesario preguntarse qué sustento podría encontrar un obrero o un “trabajador” en el programa que se apresta a aprobar la Cta. Desde el punto de vista de las caracterizaciones, ese programa insiste en atribuir el origen de la pauperización de las masas argentinas al gobierno militar, cuando ha sido la tendencia de la burguesía argentina por lo menos desde 1952, cuando Perón planteó el “congreso de la productividad”, admitiendo de este modo que el capital no soportaba el nivel de conquistas sociales arrancadas por el proletariado a partir de fines de 1943. Se demoniza a la dictadura para beatificar a la burguesía y a la democracia burguesa. Se oculta que los militares asesinos chocaron reiteradamente con el FMI para oponerse a la privatización de las empresas públicas que luego los demócratas remataron sin el menor quejido. El documento de la Cta también se queja en tono de nostalgia por “el fenómeno de ausencia de la burguesía nacional”, y esto lo hace incluso nueve meses después de uno de los más sonoros golpes políticos de la burguesía nacional, como lo fueron la ruptura de la convertibilidad, la pesificación, el default y el congelamiento de los juicios hipotecarios.
Mano de obra barata
El planteo de la Cta (lo resume con fervor el ibarrista Página/12 del 3/11) no tiene que envidiar para nada a López Murphy, no digamos a Duhalde. Dice con absoluta claridad que su propuesta de “la reindustrialización con el objetivo de maximizar el empleo y mejorar el balance de divisas…; la reactivación de la obra pública, principalmente la autoconstrucción de viviendas…; los planes viales; la forestación; las obras necesarias para la producción agropecuaria…; (y) la reactivación de la capacidad del Estado para prestar los servicios esenciales”; dice, entonces, que todos estos loables objetivos se harán con “la participación de los beneficiarios de los Seguros de Empleo y Formación”. Es decir que liquida de un plumazo todo el sistema de convenios colectivos de trabajo, transforma al seguro por la desocupación en un nuevo piso salarial y reduce de este modo a los obreros ocupados (que deberán competir con mano de obra más barata) a una legión de jefes y jefas de familia dependientes de un sueldo de subsistencia. La Cta comparte con todos los representantes de los explotadores la posición de que la salida al derrumbe capitalista del país pasa por la creación de una tasa de beneficio extraordinaria asentada en la explotación del trabajo de los desocupados. Al fin y al cabo es lo que hace Ibarra en la actualidad cuando se empeña por usar a jefes y jefas en los servicios propios o tercerizados de la Ciudad.
La Cta propone también “la emisión de una moneda no convertible”. La moneda no convertible es una moneda inflacionaria, lo cual en las condiciones corrientes del capitalismo es una forma de confiscación de los trabajadores. Es lo que propuso Rodríguez Saá cuando fue gobierno - la emisión del argentino para pagar salarios, mientras las transacciones financieras se harían con un peso equivalente al dólar. La confiscación inflacionaria de los trabajadores es un medio adicional de impulsar una acumulación extraordinaria de capital, especialmente en las condiciones de bancarrota del capitalismo, cuando no se puede recurrir a la palanca del crédito o a la incorporación de capitales.
Las condiciones de bancarrota capitalista también están presentes en el planteo de que los bancos “actúen por cuenta y orden del Banco Central”. Esto que parece una suerte de estatización financiera es en realidad una privatización del Central, el cual recrearía el crédito por medio de la emisión de moneda que canalizarían los bancos privados. Por vía de la emisión los deudores devolverían los créditos que no pueden pagar y recrearían de este modo el sistema bancario tradicional. La inflación que crearía el sistema sería pagada por los obreros por medio de la “moneda no convertible” y de los salarios de subsistencia para los desempleados. El documento de la Cta no dice una palabra sobre los depósitos confiscados por los bancos, un tema que Claudio Lozano, autor del texto, se sacó de encima diciendo que “no es un programa de gobierno ni mucho menos”. Ahora, algo “mucho menos” que un programa de gobierno es una guitarreada. Pero aunque la Cta no habla de esos depósitos, su centralización por el Banco Central significa que serían devueltas con una moneda no convertible, devaluada, o simplemente que se los congelaría hasta nuevo aviso. Los banqueros no pagan nada.
Las deudas se pagan
Otro plato picante del programa es la propuesta de pagar la deuda externa, que sobrepasa el 150% del PBI, negociando con “los países acreedores acuerdos de cooperación tributaria”. Se trata de una iniciativa harto limitada que los autores del documento saben que es inviable, porque los Estados se niegan a gravar los depósitos de los residentes extranjeros para poder atraer dinero a sus países en detrimento de sus rivales o competidores. Para viabilizar su planteo la Cta debería primero abolir la competencia capitalista, lo cual es un contrasentido. De cualquier modo, un impuesto a los capitales de argentinos en el exterior debería ser siempre inferior a la tasa de interés corriente, que en este momento no supera el 3%. Con una fracción de ese porcentaje, y deduciendo la evasión impositiva normal, Argentina sólo podría recaudar menos de un mes del servicio de capital e interés de la deuda. La idea de establecer una “renta mundial” que quedara sujeta a impuestos ya fue lanzada por un aliado de la Alianza, Domingo Cavallo, y hace un tiempo la quiso establecer Alemania en el marco de la Unión Europa. La propuesta no recibió acuse de recibo porque la crisis mundial ha acentuado la competencia capitalista, para nada la ha atenuado.
Todo esto no solamente deja en pie el reconocimiento del pago de la deuda externa por parte de la Cta. En un documento titulado “Deuda Externa-Alternativas”, Lozano propone establecer un concurso de quiebra para Argentina con el fin de discutir con los acreedores el pago de la deuda. Lozano recoge la iniciativa de los halcones del FMI, con Anne Krueger a la cabeza, que están proponiendo una ley de quiebras internacional para aplicar a los Estados en cesación de pagos. En cualquier variante, todo esto se resume, aunque Lozano no lo mente, en la creación de un Protectorado financiero de los Estados acreedores para los deudores. Es en el marco de un régimen de quiebras de las economías nacionales que Lozano y la Cta versean con “reconstruir la autonomía nacional”. En suma, cuando se agotan las tragedias comienzan los sainetes.
Reforma Laboral
La Cta, por último, recoge la propuesta de Techint y de la reforma laboral de la coima, al proponer “la agrupación de los trabajadores por grupo empresario en lugar de por rama de actividad”. Esto significa dejar al garete a la inmensísima mayoría de trabajadores que no pertenecen a grupos empresarios y también dejar al garete a quienes sí pertenecen; por una parte, porque los grupos empresarios tienen sus actividades tercerizadas; por la otra, porque aislados del resto de los trabajadores de la rama industrial, incluso los trabajadores de los grupos concentrados pierden capacidad de negociación. Salarios de desocupados; monedas no convertibles e inflacionarias para obreros; pago de la deuda externa; des-sindicalización - he aquí los cuatros pilares del programa flexibilizador de la Cta. En lugar de desmantelar a los sindicatos, es necesario barrer con la burocracia sindical.
Bajo el camelo de un PT se esconde una de las peores propuestas antiobreras en circulación; es el mismo método y el mismo programa que llevó a la Alianza al gobierno y que el Chacho llevó personalmente adelante cuando firmó los decretos de reducción de salarios y jubilaciones y la desregulación que permitiera la privatización de las obras sociales.
Jorge Altamira