NUESTRO BALANCE
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/8474-
Hubiera sido una verdadera sorpresa que el gobierno no ganara las elecciones generales en las condiciones económicas presentes. Con precios internacionales récord para las exportaciones y con un ingreso fiscal sin precedentes, el kirchnerismo tenía en sus manos todos los recursos para asegurar el continuismo. Lo que debería llamar la atención es que lo hubiera hecho con el porcentaje más bajo desde las elecciones presidenciales de 1963, cuando Illía ganó en el colegio electoral con el 25% de los votos (si exceptuamos claro los comicios fuera de norma de 2003). Solamente en el período que va de junio a octubre, el precio internacional de la soja subió de 600 pesos a 840 pesos la tonelada (casi un 50% en menos de 90 días). En el caso del trigo, el precio de abril pasado, 370 pesos la tonelada, se disparó en tres meses a 510 pesos, en el marco de una gran crisis de la oferta mundial. Todo esto significó un incremento fabuloso de los ingresos impositivos, lo que permitió al gobierno ‘financiar’ holgadamente su victoria. Mientras los diarios se distraen con las derrotas oficiales en la Capital Federal o en Córdoba y en Rosario, dejan de señalar que el gobierno pulverizó en las zonas agrarias, donde supuestamente se alojaba el frente patronal opositor. Una prueba de ello es la victoria que obtuvo en Pergamino, la capital de los ‘farmers’ criollos, donde la renta y los beneficios agrarios se canalizan cómodamente hacia la especulación inmobiliaria. El ‘tsunami’ económico le permitió al kirchnerismo ganar incluso ¡en Gualeguaychú!, donde se desarrolla uno de los movimientos sociales más tenaces de la historia nacional. El ‘boom’ del consumo urbano no alcanzó, sin embargo, para seducir a los electores de las principales ciudades. El interrogante es si Cristina Kirchner será capaz de gobernar cuando se modifiquen las actuales condiciones económicas e incluso en el caso de que se acentúen las características inflacionarias del ‘boom’ internacional. La acecha además una crisis financiera que amenaza con subvertir el precario equilibrio económico internacional. Para poner en números los límites de la victoria oficial en condiciones objetivas tan favorables, digamos que el 45% que sacó la ganadora representa, abstención mediante, menos del 35% del padrón electoral. Es una base estrecha para un régimen que reposa, en lo fundamental, en el poder de una camarilla.
Sin atenuantes
La importancia de la victoria oficial se aprecia, sin embargo, cuando se considera el contenido político concreto de la pasada lucha electoral. El oficialismo, al mismo tiempo que cebaba la reactivación económica para ganar votos, le birló a la oposición patronal de los Carrió y Lavagna la confianza de los grandes intereses económicos nacionales e internacionales. Ese fue el cometido de la gira internacional de Cristina Kirchner y de sus promesas de proceder a una ‘normalización’ económica, tanto con el Club de París como con el capital financiero internacional, en primer lugar con un programa de aumentos tarifarios y de apertura a las inversiones en energía, minería y combustibles. A la luz de esto es claro que Carrió no podrá ‘consolidar’ ninguna oposición, y esto no solamente porque la Coalición Cívica es una bolsa de gatos, sino, especialmente, porque gran parte de ella no oculta, como es el caso de los socialistas, su apoyo al kirchnerismo. La inconsistencia de la oposición no encuentra mejor ejemplo que en la velocidad con que se licuó el poder político de Macri.
La victoria de conjunto del oficialismo deja de tener atenuantes cuando se considera su triunfo en Santa Cruz (70% de los votos), en Salta e incluso en Mendoza (aunque aquí el castigado fuera Cobos). Luego de un juego de concesiones, cooptaciones y maniobras ha puesto a la defensiva a la rebelión popular en la provincia patagónica, que es al mismo tiempo el fuerte político de la camarilla presidencial. Ha explotado sin escrúpulos todas las debilidades de esa rebelión, fundamentalmente la inconsistencia política de su dirección. Los ‘nacionales y populares’ consiguieron neutralizar en el plano político lo que se presentaba como una potencial oposición desde el campo obrero. Cuando los comentaristas internacionales aludían a que el oficialismo era el único que reunía condiciones de gobernabilidad se referían a esto mismo. Sobisch, frente a circunstancias similares, quedó relegado a un triste tercer lugar.
La victoria oficial en Salta tiene el mismo carácter que la de Santa Cruz, aunque con yapa. Aquí el kirchnerismo logra imponerse a una camarilla muy fuerte, el romerismo, potencialmente desestabilizadora de su hegemonía, y lo hace recuperando al electorado popular anti-romerista, incluida a la mayor parte del que se había ido canalizando progresivamente en el Partido Obrero en los últimos cinco años. En varios distritos del Gran Buenos Aires, sobre la base del mismo esquema de fuerzas, la corriente ‘progre’ o centroizquerdista del kirchnerismo le arrebató las intendencias a los caudillos tradicionales, que incluso contaban con el apoyo de la Rosada.
Nacionalismo burgués
Este balance ofrece una descripción clásica de la función del nacionalismo burgués en los países atrasados: neutralizar a las fracciones patronales que se mueven en la órbita del imperialismo y recuperar a los sectores explotados que se orientan en una línea de independencia de clase. En las elecciones pasadas hubo, en correspondencia con esto, un voto chavista y otro anti-chavista -si se tiene en cuenta que la oposición patronal se pronunció en masa contra la experiencia bolivariana (incluso con el silencio ‘cívico’ de Binner, forzado por los negocios de Venezuela con SanCor y las ventas de maquinaria agrícola de Taselli a Caracas). El kirchnerismo se presentó a las elecciones como parte de una corriente de autonomía nacional latinoamericana, naturalmente con todas las limitaciones y mentiras que la acompañan. A la luz de esto, más allá del ‘escaso’ 45% de la candidata y del aun menor 35% con referencia a todo el padrón; y también dejando de lado a las ciudades en que ‘le fue mal’, asistimos al momento culminante de la experiencia kirchnerista. Irónicamente, la base económica de este florecimiento es un ‘boom’ agrario, el mismo que alumbró al primer gobierno de Perón y al de 1973 -todos momentos de ascenso de los precios internacionales de la agroexportación.
El cuadro político de las elecciones pasadas fue moldeado por fuertes acontecimientos históricos, en primer lugar por la rápida salida a la peor crisis capitalista de la historia nacional, que fue posible como consecuencia de cambios también extraordinarios en el campo de la economía y política mundiales (la incorporación de China y Rusia al mercado mundial). Una variante degradada del nacionalismo burgués ha capitalizado este proceso, que está condicionado por el conjunto de los factores señalados.
Izquierda
Cuando se considera el balance de la izquierda hay que tener presente el desarrollo histórico concreto, o sea evitar las alquimias. No se trata, en lo fundamental, de que una unidad de la izquierda hubiera podido contener la presión ‘nacional y popular’, porque en lo fundamental la izquierda se ha convertido en una correa de transmisión de esa presión nacionalista. ¿O no está claro esto para el partido comunista de Heller y sus borocotizaciones con Ibarra, Juez y Binner? ¿Lo es menos para el MST, reciclado del ‘socialismo con democracia’ para Cuba al pseudosocialismo con burocracia de Chávez? El MST no entró al frente con Solanas por disputas de candidaturas, no de programas. Solanas presentó candidatos en Mercedes (provincia de Buenos Aires), pero no en Santa Cruz, porque estaba suficientemente representado por Zaffrani, el candidato de la “nouvelle gauche” del MST. En las organizaciones obreras y populares, el PC, el MST, la fracción de Lozano de la CTA e incluso el abstencionista PCR tienen un frente único de bloqueo con referencia a que el proletariado juegue un rol político independiente como clase (lo mismo el PTS cuando se opuso a que los trabajadores de Zanón encabezaran una lista electoral independiente en Neuquén, con la reivindicación de la expropiación definitiva de la fábrica). Este frente único contra la independencia política obrera se puso de manifiesto en todas las elecciones sindicales y se ve en conflictos importantes que están ocurriendo ahora, como el que están protagonizando los obreros del Subte, donde la política de esta izquierda puede llevar a grandes derrotas. Al concluir las elecciones, las fuerzas que se han asimilado en un grado u otro al nuevo nacionalismo criollo, dicen que insistirán con esa política. O sea que si es cierto que la presentación de la izquierda en forma atomizada aleja de ella al electorado, esta dispersión es la consecuencia de divergencias estratégicas relativas a las cuestiones del momento presente -no del siglo XXII: o sometimiento, conciliación y compromiso con el nacionalismo burgués, de un lado, e incluso la aceptación de la cooptación política más desvergonzada; o independencia política de clase del otro. La superación de la dispersión política de los luchadores obreros y populares no será un proceso puramente ideológico y mucho menos el resultado de una tregua en las diferencias políticas. Será el resultado de una confrontación con la experiencia nacionalista en curso e irá paralela, por lo tanto, a su desintegración, a condición de que vaya acompañada de una acción política conciente y organizada.
Nuestro partido está convencido de que ocurrirá lo primero y está empeñado en desarrollar lo segundo. Nuestro retroceso en las recientes elecciones va paralelo a un avance persistente en las organizaciones populares, que son un microcosmos de las tendencias que agitan a los explotados.