LOS 'PROGRES' TRABAJAN PARA LA DERECHA
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/6483-
Las conclusiones de Horacio Verbitsky en Página/12 del domingo pasado resultan muy oportunas para ordenar un análisis de la situación política del momento. No es poca cosa que quien oficia de ‘eminencia gris’ del oficialismo admita la posibilidad de una victoria de Macri en la Ciudad, en las dos vueltas electorales, y deduzca que “Una victoria del PROcesismo en la capital trastocaría el mapa político nacional”. Por primera vez se plantea la posibilidad, ignorando a las encuestas, de que el matrimonio oficial se vea obligado a fijar residencia en Calafate dentro de ocho meses.
Quien bendijo al procesista ‘Juanjo’ Alvarez cuando hubo que rescatar a Aníbal Ibarra en los días siguientes a Cromañón llega a tamañas conclusiones luego de contraponer la “astucia” de la campaña de Macri a la mediocridad de la de Telerman (cuya pauta publicitaria compara con las de la dictadura) y a las “falencias inimaginables” del comando de Filmus que está armando una alianza con el 0,5% de los votos, en referencia al inminente acuerdo para llevar a Carlos Heller como candidato a vice-jefe de gobierno y al “inundado” Aníbal Ibarra como cabeza de lista de legisladores . Destaca la creciente disputa entre los dos campos oficialistas y responsabiliza a sus “mezquindades y torpezas” de la posibilidad de que “Macri se instale en la vidriera porteña”. Sorprende que los escribas del oficialismo descubran ahora una inteligencia que negaban en el ‘nene de papá’ y se avergüencen de la ineptitud de dos ‘intelectuales’ consagrados del progresismo. Pero cuando viene la mala racha no hay barniz que disimule.
Lo primero que cabe decir de este giro sombrío del humor kirchnerista es que, en última instancia, si se trata de declarar ‘normalizada’ la situación política del país después de una rebelión popular y de una bancarrota política como la de 2001, un Macri es un broche más adecuado que un Kirchner, que se ve obligado a adaptarse repetidamente a nuevas insurgencias populares (Gualeguaychú, mínimo no imponible, etc). Macri representa más claramente el objetivo declarado de Kirchner: un “país en serio”. Macri evitaría las peleas públicas con el capital financiero internacional si lo que se busca en definitiva es que siga exportando capitales a Argentina. Un declarado enemigo de Chávez es también más adecuado para servir a los intereses del sionismo, que aquel que tiene que dividirse el trabajo con su mujer para conservar un pie en cada orilla. La consecuencia final de toda ‘normalización’ política, luego de una rebelión popular, es la victoria directa o por procuración de la derecha. Los progresistas y los ‘nac. & pop.’ acabarían probando su propia medicina.
Es evidente que Macri aprovechó mejor que nadie el ‘madrugón’ de Telerman cuando éste adelantó las elecciones para aventajar a Filmus y a Kirchner. Unificó al frente derechista por completo: ni los radicales, ni Lavagna presentan candidatos que puedan disputarle el mismo terreno. Dejó la cuestión de la elección nacional para otro momento, a sabiendas que una campaña que se juega a lo largo de semanas y meses debe ser explotada en sus diferentes tramos, y por sobre todo en los más convenientes. La que cometió el error del siglo fue Carrió, que ahora lo está pagando con una desintegración del ARI en el distrito porteño. No se animó a competir con Macri a sabiendas de que peleaban una gran parte del mismo electorado, ni reúne condiciones para una oposición progresista desde que se ha pasado hacia la derecha en todos los temas relevantes para las masas.
Los ‘tropiezos’ de la banda kirchnerista no sólo se registran en la Capital. En La Rioja perdió en una semana a su propio ‘pollo’, Maza, y hasta tuvo que recular de la intervención federal. En Entre Ríos su candidato salió tercero, por lo que cual tuvo que saludar la victoria de Busti como un premio consuelo; en Gualeguaychú llegó en cuarto lugar. En Santa Cruz, su ‘terruño’, está enfrentando una rebelión popular.
Se ha creado en la Ciudad una situación que tiene compacta a la derecha y con una confianza creciente en sí misma y que tiene a un centro con tendencia a desintegrarse. Así lo ilustra también la pugna que se ha creado con motivo de la adhesión de Aníbal Ibarra en una lista ‘colgada’ a la de Filmus. Los punteros de Santa María y Alberto Fernández creen que esto los pondría en desventaja en la elección para legisladores, por lo cual han salido a rodar los nombres de Tomada o Nilda Garré para encabezar su propia lista, con la expectativa de que dos ministros recalen en la Legislatura por cuatro años. Si este enfrentamiento no se resuelve sería muy probable que una parte del justicialismo porteño acabe votando por Macri, al que pertenece por cuna.
El desvergonzado arribismo que exhiben estas maniobras de supervivencia empalidecen, sin embargo, ante el travestismo de Heller, Bonasso y el partido comunista, dispuestos consecuentemente a marchar con los hombres de Cavallo y Beliz, ahora bajo la figura del ‘grossista’ Filmus. Esta voltereta ha puesto al partido comunista al borde de la disolución, a pesar de lo cual sus dirigentes continúan empeñados en la ejecución de esta brillante voltereta.
Quienes también han salido golpeados por esa cariocinesis del centroizquierdismo y del kirchnerismo son Claudio Lozano y su agrupamiento de la CTA, porque primero intentaron una alianza con el ARI y luego con el ‘diálogo porteño’ de Heller-Ibarra. El conjunto de esta experiencia pone de manifiesto que la política patronal gira hacia la derecha no hacia la izquierda —que esa política quiere más ‘orden’, no más ‘ruido’.
Este cuadro político debería ser muy instructivo para la clase obrera: todos los candidatos y partidos ‘moderados’ o ‘progresistas’ son devorados por su propia crisis y por su irrefrenable adaptación a la derecha. Todas las listas ‘populares’ favorecen la victoria de la derecha y de Macri. Es necesario desarrollar, en oposición a la tendencia liquidacionista del centroizquierdismo, un polo político propio, que haga una campaña electoral a contracorriente de los engreídos candidatos del ‘progresismo’. Al mismo tiempo es necesario desarrollar una campaña electoral perfectamente delimitada de estas tendencias que favorecen a la derecha para desarrollar y fortalecer un polo político de los trabajadores. Tal campaña debe estar centrada en los lugares de trabajo, en las barriadas populares y en los centros universitarios, educativos y culturales.
De lo que se trata, en definitiva, es de establecer en qué perspectiva más general debe inscribirse una campaña socialista, porque esa campaña deberá servir para una explotación a fondo de la perspectiva en presencia. Hacemos frente, en el terreno histórico, a crisis crecientes y más explosivas del capital, y en el terreno político a una degradación política cada vez más intensa del ‘progresismo’. Es inútil intentar revivir el Frepaso con otros nombres. En oposición a esto debemos explicar a los trabajadores, en especial a los más jóvenes, la necesidad de desarrollar un gran partido de la clase obrera.