UN SIONISMO DIVIDIDO AMPLÍA LA OFENSIVA MILITAR

UN SIONISMO DIVIDIDO AMPLÍA LA OFENSIVA MILITAR

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/4783-

Cuando se cumple un mes de la guerra criminal desatada por Israel contra Líbano, el gobierno sionista se apresta a ordenar una invasión terrestre en mayor escala. Hasta ahora las tentativas de ocupar el sur libanés han fracasado, como lo demuestran dos cosas: el imbatible disparo de cohetes por parte de Hezbollah y los reiterados choques entre milicianos e invasores en poblados que los sionistas habían proclamado definitivamente conquistados.

Mientras el mundo tiene sus ojos puestos en esta guerra, el gobierno sionista libra otra, incluso más importante: la que apunta al asesinato y a las masacres en Gaza, donde ha matado a doscientos palestinos en los últimos treinta días. El objetivo de la guerra contra Hezbollah y Líbano no es otro que crear las condiciones políticas y nacionales propicias para una mayor expulsión de residentes en Gaza y Cisjordania, o sea para ampliar la colonización violenta del territorio por parte del sionismo. Los palestinos se encuentran confinados, en la actualidad, al 28% de la geografía que les había reconocido la partición decretada por la ONU en 1948.

La orden de ampliar la guerra no fue votada, sin embargo, por unanimidad: tres ministros del gobierno sionista se abstuvieron. Asimismo, afloró una seria crisis militar, como consecuencia de la destitución del comandante de la ofensiva israelí, por parte del comandante en jefe del ejército. Ha quedado en evidencia el fracaso de la ofensiva agresora y se ha profundizado una grieta en sus fuerzas armadas. Los mandos del ejército norte de Israel han respaldado al oficial castigado (YZNews, 9/8).

La escalada bélica en proceso es un resultado del miserable fracaso de la propuesta de resolución que habían confeccionado Francia y Estados Unidos para presentar al Consejo de Seguridad de la ONU. En un principio, Francia había condicionado un cese del fuego al acuerdo previo de los actores en la guerra, lo que suponía un derecho a veto por parte de Hezbollah. En la versión final, sin embargo, Chirac se inclina ante Bush y respalda la ocupación militar israelí hasta su reemplazo por una fuerza internacional. El planteo fue rechazado de plano, incluso por la derecha del gobierno libanés y la Liga Arabe. Los sionistas se han quedado sin operación de rescate, mientras sus planes militares no conducen a ningún lado, salvo, claro, a sembrar una destrucción sin precedentes. El gobierno francés, por su lado, se acerca al final del mandato presidencial completamente en ruinas, luego de este derrumbe internacional. Lamentablemente, sólo la extrema derecha está explotándolo.

Para que la orden de ampliar la ofensiva pueda dar algún resultado, debería ir acompañada de la decisión de ocupar integralmente el Líbano, con vistas a imponer un recambio político completo del Estado. Pero para esto debería contarse con la posibilidad de reclutar una fuerza internacional para relevar a Israel una vez cumplida la operación militar del emprendimiento. Sin embargo, esta alternativa no existe, porque Bush no cuenta siquiera con la variante que utilizó en Irak de armar “una coalición de los países voluntarios”, sea al margen de la ONU como de la Otan. Si esto es así, no debería sorprender que asistamos en las próximas semanas a la caída del gabinete israelí y a la remoción de los jefes militares comprometidos con el inicio de la guerra. La crisis que se incuba en Israel ha quedado perfectamente demostrada por el creciente número de personas que participan en las movilizaciones contra la guerra de su propio gobierno en Tel Aviv — donde ya han aparecido las consignas: “Fuera el gobierno de Olmert-Peretz”.

El curso de la guerra ha mostrado tanto la extraordinaria independencia política como operacional de Hezbollah. Después de liquidada toda la infraestructura que liga al Líbano con el exterior, la milicia nacional libanesa sigue peleando sin tregua y defendiendo también sus planteos políticos. Hezbollah salió en defensa del pueblo palestino y de Hamas — sometidos a una política implacable de crímenes y de ocupación por parte del sionismo — , con la perfecta comprensión de que el objetivo último de Israel era incompatible con la preservación de la más mínima independencia nacional en Medio Oriente. Los derechos palestinos son la clave de toda la crisis, e Israel los ha declarado desde siempre, pero aún más en el curso del presente conflicto, incompatibles con su propia existencia.

La guerra es un factor acelerador de la lucha de clases y de las crisis sociales. Desde la guerra contra Yugoslavia y la ocupación militar de su territorio, el imperialismo mundial se ha ido metiendo en un pantano histórico cada vez más profundo, a través de Irak, de Afganistán e incluso de Haití y también de Chechenia (una guerra que pone potencialmente en conflicto a todo el Cáucaso, donde se han afirmado los intereses del imperialismo anglo-norteamericano). No puede valerse de los recursos militares potenciales con los que cuenta para hacer frente al conjunto de esta situación, pues para ello debería proceder a una militarización más acentuada de sus Estados y economías, o sea, quebrar los derechos que las masas consideran más consagrados. Pero es esta contradicción precisamente la que está provocando el debilitamiento de todos los gobiernos en funciones y su necesidad de recurrir a apoyos en el centroizquierda — sean los demócratas en Estados Unidos o la refundación comunista en Italia. El imperialismo se ha enfrascado en un período de guerras y, en consecuencia, de crisis políticas crecientes y de grandes rupturas internacionales. A esto hay que añadir las perspectivas de nuevas crisis económicas y del estallido de la burbuja especulativa en China y en Estados Unidos.

En este marco llamamos a redoblar la lucha por la derrota de la nueva tentativa sionista en Palestina y Medio Oriente, lo que sería una descomunal derrota para el imperialismo yanqui. Por el retiro de las tropas israelíes de Gaza, Cisjordania y Líbano, por la libertad de los diez mil presos palestinos y libaneses que se encuentran en las cárceles sionistas.