LA REVOLUCIÓN CHILENA

LA REVOLUCIÓN CHILENA

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/4201-

En un semana poblada de virajes políticos dentro de Argentina, la noticia política fundamental no estuvo en el país sino en el exterior. La gigantesca huelga de los estudiantes secundarios de Chile, incluidos numerosos centros universitarios, acompañada de la toma de colegios, no solamente desenmascaró en los hechos la realidad del ‘milagro’ trasandino. Por sobre todas las cosas, puso definitivamente de manifiesto que las masas explotadas tienen una agenda de lucha a escala mundial: el combate contra la miseria social capitalista, contra la pauperización, contra la precariedad laboral, contra la precariedad de la existencia social como un todo. Por las mismas razones esgrimidas por los chilenos, los estudiantes griegos se encuentran protagonizando también una huelga general, que incluye la toma de navíos - nada más natural en una nación históricamente marítima. Esto ocurre cuando aún no se han apagado los ecos de la gigantesca movilización obrero-estudiantil en Francia, contra la precariedad del empleo de los jóvenes, ni el eco de la rebelión de sus barrios empobrecidos y deteriorados, que según todo indica intentan reiniciar el levantamiento. Argentina no es, por supuesto, una excluida de esta agenda, sino incluso una de sus promotoras, desde antes de 2001. Al cierre de esta edición comienza a escribirse otra página de esta rebelión popular con los aprestos para una huelga general de los hospitales. Los ‘techos’ salariales de los Moyanos y los ‘topes’ presupuestarios de los De Vido son desafiados por grandes oleadas de protestas y con una frecuencia creciente derrotados.

La juventud chilena ha salido a dar pelea contra uno de los atropellos más venerados por los capitalistas - la municipalización de la educación. Se trata de un objetivo que persiguen con tenacidad las ‘reformas educativas’ de los Filmus y de los Yaskys, luego que la dictadura diera el gigantesco paso de provincializar la educación pública. Es lo que se proponen también los que empezaron a hacer campaña por la autonomía municipal, por ejemplo en Rosario o Tucumán recientemente, para descargar en los municipios el fardo de los gastos sociales. La finalidad de estas maquinaciones es convertir al presupuesto nacional en un mecanismo de transferencia de los impuestos hacia el pago de la deuda pública y el subsidio a los grandes capitalistas. Es lo que la agenda capitalista denomina “la segunda generación de reformas”. La consecuencia de esa municipalización ha sido, de un lado, el empobrecimiento material y cultural de la educación estatal y, del otro, su creciente privatización. Que la presidenta de Chile diga que no puede aumentar en forma drástica los gastos en educación cuando se jacta de haber acumulado 15.000 millones de dólares en un “fondo anticíclico”, para hacer frente a los derrumbes económicos capitalistas, demuestra cuál es el régimen de prioridades de la organización social existente. El régimen capitalista ha quedado reducido, precisamente, a eso: a sacrificar a generaciones enteras de seres humanos a la tarea históricamente inútil de rescatar a un sistema social condenado a producir crisis cada vez más catastróficas.

La rebelión internacional de la juventud y las rebeliones populares cada vez más numerosas han quebrado la ilusión de los capitalistas (y por sobre todo de los intelectuales a su servicio), de que podrían estabilizar un régimen de miseria social adoptando medidas asistenciales. Suponían que de este modo encontrarían incluso empleo para las iglesias y sus sacerdotes, cada vez más carentes de fieles. Los ‘más audaces’ imaginaban el establecimiento de un “ingreso mínimo ¡ ciudadano!”, o sea la deducción de un porcentaje infinitesimal de los lucros capitalistas, que se destinaría a la manutención de los excluidos. Creyendo postular una reforma social hacían retroceder la sociedad a un sistema de castas. Los levantamientos populares de la juventud y de los trabajadores han barrido con estas sandeces sin siquiera considerarlas. Cuando la ‘socialista’ Bachelet creía que estaba zafando con la propuesta de otorgar el boleto estudiantil para el 80% de los alumnos, estos le replicaron que venían por el 50% de la representación en el comité encargado de atender el conjunto de sus reclamos -desde el ingreso gratuito a la Universidad hasta el cese de la municipalización de la educación, sin olvidar las becas para los estudiantes. En definitiva, Bachelet recurrió, contra los estudiantes, a la policía de Pinochet, o sea que la asistencia social que propone el capital sólo pasa acompañada del garrote. Es lo mismo que hace su siamesa francesa, la candidata ‘socialista’ Segolène Royal, cuando propone como remedio contra la rebelión de la juventud el programa que apadrina en Argentina Juan Carlos Blumberg. Por eso en el mundo capitalista las cárceles crecen más que las escuelas.

La rebelión chilena no nace de la nada, pues estuvo precedida por numerosas movilizaciones de la juventud por diferentes motivos. Pero en cierta medida es inesperada, porque una huelga de la escala de la que se desarrolla en Chile no surge mecánicamente de aquéllas. O sea que la huelga representa un salto cualitativo. Se rompe un prolongado período de bloqueo político de las masas. Esta es la gran novedad internacional, que viene progresando desde mucho antes del Argentinazo, como lo demuestran los levantamientos venezolanos de los ‘90 o de los bolivianos, peruanos y ecuatorianos de los últimos años, y que se manifiesta por supuesto en las resistencias iraquíes y palestinas, y de un modo general en el empantanamiento político del imperialismo mundial. Los derrumbes de los mercados de valores no son solamente una manifestación de las contradicciones económicas del capital, cada vez más explosivas, sino una expresión del bloqueo político al que se enfrenta el imperialismo. Una década y media después de la disolución de la URSS y de la restauración del capitalismo en los países en que había sido expropiado, las masas pugnan por tomar la iniciativa histórica. Esta caracterización es el punto de partida de la política del Partido Obrero.

Mientras una gran parte de la izquierda de este país pretende salir adelante con propuestas eclécticas y maniobras organizativas, los del Partido Obrero advertimos a los luchadores que lo que está a la orden del día es un programa y una organización que sean adecuados a la nueva etapa que va creando la descomposición del capital y la rebelión popular contra la miseria social capitalista.

Lavagna también existe

Pasar de la movilización chilena a Lavagna no constituye un cambio de tema tan brusco como parece, porque las andanzas del ex ministro, en muy pocos días, han sido suficientes para poner en evidencia la fragilidad del hegemonismo oficial - con todo lo que esto significa como potencial de una crisis política. Los choques entre el gobierno y Lavagna dejan al descubierto una fractura en la famosa ‘burguesía nacional’, que parecía monolíticamente unida en apoyo al régimen del superávit fiscal, del crecimiento del 9% y de la defensa de la devaluación permanente. Nada confirma esto mejor que el acento que pone Lavagna en la crítica a la política económica -desde la prohibición a la exportación de carnes, la demora en los aumentos de tarifas de servicios, los acuerdos con Chávez y la crisis con Uruguay por las papeleras (sin olvidar la denuncia a las coimas en los contratos de obras públicas).

Muchos oficialistas se consuelan con el dato de que la intención de voto por Lavagna se encuentra por debajo del 10%, sin percibir que el desafío de Lavagna no es electoral, como tampoco lo había sido el de Duhalde antes de diciembre de 2001. El gran interrogante que plantea la irrupción de Lavagna es si ella anuncia un cambio de frente de una parte importante de la burguesía nacional y del capital financiero internacional. De esto depende que sea un fenómeno episódico o que aparezca como un factor que desestabilice al oficialismo. Los planteos de Lavagna ya estaban presentes en los reclamos de la Asociación de Empresarios y de la UIA - que en general difunden los intereses de Arcor y de Techint. Estos pulpos valoran enormemente el techo del 18% a los aumentos de salarios que impuso Kirchner, como lo dijo un economista de esos intereses, Orlando Ferreres, en Ambito Financiero. Pero se enfrentan cada vez más con el gobierno en relación a su manejo de los conflictos laborales. Hace dos semanas, concretamente, Techint puso sobre la mesa toda su política con un despido masivo y violento de trabajadores de la construcción en su planta de San Nicolás. No hay que olvidar que este pulpo fue el principal animador de la ley Banelco y que siempre presionó por la descentralización laboral, la división de la UOM y el sindicato por empresa. Este sector reclama al gobierno que ponga punto final a las contradicciones de su política económica, como el congelamiento relativo de tarifas, los acuerdos de precios y el manejo en general de la inflación.

La aparición de Lavagna se encuentra también relacionada con la crisis continental. Las nacionalizaciones parciales de Bolivia y ahora de Ecuador y la posibilidad de una crisis política en México, han acentuado las presiones del imperialismo yanqui sobre las burguesías latinoamericanas para que contengan estos procesos nacionales y por sobre todo la creciente movilización popular. Las denuncias de Lavagna contra Chávez son una extorsión para que Kirchner clarifique su política. Lula y Kirchner quieren salvar los intereses de sus grupos nacionales en Bolivia, pero muchos suponen que un aumento del precio de venta del gas boliviano arruinaría el negocio que Techint pensaba realizar con el gasoducto del norte. De un modo más general, la crisis es motorizada, de un lado, por las presiones de Bush para avanzar en tratados de libre comercio y, del otro lado, por las posiciones nacionalistas de Hugo Chávez, pero por sobre todo por la posición de regateo de Kirchner y de Lula con el imperialismo en materia comercial. Techint ha sido partidario desde siempre de un Alca siderúrgico, para ingresar al mercado norteamericano, lo que no le impide hacer negocios en Venezuela. El otro tema de la pelea es el gigantesco botín económico que representan las obras de infraestructura de energía, por una parte, y de interconexión oceánica, por la otra, en este caso con vistas al mercado asiático, un negocio que enfrenta a las contratistas brasileñas con las norteamericanas.

De manera que, cuando todavía no han transcurrido dos semanas desde su ‘fiesta’ del 25 de Mayo, el gobierno enfrenta un ataque a su política, por parte de un vocero reconocido del capital. No es poco. Que no lo es lo demuestra la crisis de gobierno en la Ciudad de Buenos Aires, que fue interpretada de inmediato como un golpe a la camarilla de la Casa Rosada, para favorecer a Lavagna. En realidad, la crisis de gobierno en la Ciudad tiene que ver con el derrumbe de la gestión estatal, como lo demuestra el estado de los hospitales, las escuelas, los talleres clandestinos, el desastre de la actividad cultural del Estado y la progresión del negocio cultural privado. Pero un derrumbe estatal en la capital no es ajeno a la gestión nacional, ni tiene lugar tampoco sin la complicidad del gobierno nacional. Aunque tenga un carácter estructural, la crisis de gobierno en la Ciudad remite al realineamiento de fuerzas que ha tenido lugar al interior de esa burguesía nacional que ha salido devaluando de la bancarrota de 2001.

Una política nuestra

Las vicisitudes políticas de las últimas semanas han dejado en ‘orsai’ a los electoreros apresurados. La aparición de Lavagna ha eclipsado las posibilidades de la candidatura de Carrió e incluso las de Macri, al punto que otro macrista más se ha integrado al gobierno de Telerman. A la UCR la ha puesto al borde de una ruptura, sin que todavía hayan quedado firmes los ofrecimientos de Kirchner a los gobernadores radicales que le son afines de cara a 2007. Lavagna podría torcer el rumbo de más un gobernador justicialista, lo que de ocurrir replantearía una división aun mayor del peronismo. Sin ningún pudor, el ex ministro ya ha ofrecido una alianza a los socialistas de Binner, los cuales tienen ya su propia alianza con los radicales, por ejemplo en Santa Fe y Córdoba. No se puede descartar tampoco, ante este cambio de escenario político, que el gobierno decida adelantar las elecciones presidenciales para marzo o abril, pero en este caso encontrará la resistencia de los caciques o punteros provinciales que necesitan la protección de una lista completa. La escisión política que se ha producido en la ‘burguesía nacional’ pone a la crisis militar en un nuevo marco, porque los opositores al gobierno no se privarán de utilizarla para atacarlo, probablemente invocando la defensa de las instituciones.

El resultado de este proceso político no lo van a decidir las encuestas ni las elecciones, sino la lucha abierta y no abierta de las fuerzas en disputa. La izquierda no puede cometer la tontería de responder a esta crisis ofreciendo una candidatura para 2007, que andaría boyando en el vacío durante más de un año. La tarea es plantear un programa obrero y socialista, o sea de conjunto, como salida a las contradicciones crecientes del proceso de ‘recuperación’ capitalista y de ‘normalización’ estatal, y sobre esta base intervenir en las luchas y organizar a los activistas más resueltos. Debemos medir fuerzas en la crisis; las elecciones, cuando tengan lugar, serán un episodio dentro de una gran crisis política.

Volvemos al inicio, con la revolución chilena, porque las crisis políticas por arriba tienden a conjugarse con intervenciones extraordinarias desde abajo. La responsabilidad de los que luchamos es dotar a esta lucha del instrumento político para su victoria -un partido de acción de la clase obrera.