LA CRISIS DE LA KARNE — NUESTRO PROGRAMA

LA CRISIS DE LA KARNE — NUESTRO PROGRAMA

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/3630-

El aumento del precio de la carne es, antes que nada, una consecuencia de la mega-devaluación monetaria, que ha hecho las delicias y los superbeneficios de todos los grandes e incluso pequeños capitalistas. Lo mismo ocurre, en diferente grado, con todos los demás productos. La aplicación de impuestos a la exportación (retenciones) y la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores apuntaron a mantener en el tiempo un diferencial entre el precio de exportación (el cual se establece en los mercados de consumo del exterior) y el precio interno. En el caso de la carne, sin embargo, una persistente reducción de los campos de cría y pastoreo, que han sido volcados a la soja, ha reducido la oferta de ganado, mientras que la eliminación de la aftosa en Argentina y la salida del mercado de Brasil, han incrementado la demanda internacional de carne de Argentina. El resultado de esta combinación ha sido elevar el precio del ganado en pie y sus productos. La queja del gobierno y de sus escribas, que dicen que la carestía de los vacunos obedece a una manipulación del mercado por parte de los capitalistas, es simplemente una estupidez, independientemente del hecho de que los capitalistas buscan manipular y efectivamente manipulan todos los mercados en todas las circunstancias. En este caso, sin embargo, en una situación de predominio de la demanda sobre la oferta, lo que conviene a los capitalistas es la ‘transparencia’, porque la suba de los precios la dicta el ‘mercado’. Al revés, la ‘manipulación’ es el recurso al que debería recurrir el Estado si quisiera congelar o producir una reducción más o menos prolongada o más o menos transitoria de los precios, según como se lo mire.

Lo que ocurre con la carne, y con la inflación en general, es que se está disipando la llamada ‘devaluación exitosa’, o sea que afectaría poco los precios internos. Contenida hasta hace algún tiempo por la depresión económica resultante de la bancarrota de 2001, la inflación que provoca la devaluación del peso se ha ido abriendo camino de modo implacable.

Tarifazo

Al gobierno le preocupa el aumento del precio de la carne por razones poco santas. Le preocupa que un aumento del costo de vida impulse una mayor lucha salarial, lo que al ‘populista’ Kirchner no le interesa en absoluto por paradójico que parezca. A los ‘populistas’, las movilizaciones populares les encantan siempre que se encuentren controladas por ellos mismos. Pero la ‘incomodidad’ principal que le provoca a Kirchner el aumento del precio de la carne es que no puede proceder al aumento de las tarifas de las privatizadas, que ya ha comprometido hace un tiempo y que ahora tendrá que aplicar con retroactividad (como acaba de ocurrir con el precio del gas de consumo industrial). Los ‘servicios públicos’ (y el petróleo y la minería) son el corazón de los negocios de la ‘patria kirchnerista’; primero, porque en muchos de ellos ha metido a sus socios de la ‘burguesía nacional’; segundo, porque ha montado numerosos fideicomisos para financiar esos servicios; tercero, porque los grandes negociados de infraestructura están vinculados a energía y obras, que necesitan de aumentos tarifarios. Los alcahuetes que aseguran que Kirchner defiende los bolsillos del consumidor de carne, se cuidan muy bien de no mencionar el tarifazo pendiente y el que ya está en ejecución, incluidos aquí los llamados ‘cargos específicos’ que comenzarán a aparecer en las facturas para financiar ‘inversiones’.

Supermercados

La única medida que ha tomado Kirchner para bajar el precio de la carne ha sido la prohibición de exportar, que en realidad no es tal porque excluyó de la lista a la ‘cuota Hilton’, a los ‘convenios bilaterales’ y, por último, a todo lo demás, dado que se seguirán cumpliendo con todos los contratos de exportación que estén respaldados por “cartas de crédito”. Es decir que hasta ahora la ‘lucha’ contra la ‘oligarquía vacuna’ es un verso. A esto hay que agregar que la carne sigue subiendo en las góndolas, a pesar de que baja el kilo vivo en Liniers; lo que implica un beneficio doblemente extraordinario para los supermercados. Los pulpos que firmaron los llamados ‘acuerdos de precios’ de otros productos, que sin embargo no cumplen, se desquitan con los cortes de carne, que no están cubiertos por acuerdo alguno. Kirchner se queda en el molde ante los supermercados para que no se le caiga el resto de la estantería de los ‘acuerdos de precios’. La publicidad oficial se ensaña con machacar el slogan contra el consumo de carne a un pueblo cuyo 50% de pobres hace mucho que le olvidó el gusto.

“Cadena”

Para agravar la crisis del consumo popular, se añaden las peleas entre los capitalistas de la llamada ‘cadena de la carne’, o sea la anarquía capitalista. Los principales frigoríficos exportadores han propuesto una reducción fuerte de los impuestos a la exportación, alegando que un mayor beneficio en este rubro les permitiría subsidiar los cortes que van al consumo interno. Estos pulpos no tienen un pelo de zonzos y resucitan un viejísimo planteo. El negocio de esta ‘solución’ que proponen sería para ellos redondo, porque ganarían aún más con la exportación y harían una competencia ‘desleal’ a los matarifes y frigoríficos que trabajan con exclusividad para el mercado interno, incluso a los supermercados que faenan para ellos mismos. En esas condiciones, dicen estar de acuerdo con ‘bajar’ el precio de la carne y no sólo ‘congelarlo’, mientras que el resto no acepta reducirlo. La propuesta —de los frigorífico grandes y la Sociedad Rural— ha sido rechazada por el resto de la ‘oligarquía’ e incluso ha acentuado viejas divisiones en el clan kirchnerista de la secretaría de Agricultura. Esta ‘segunda fila’ de la ‘oligarquía’ está promoviendo movilizaciones contra la ‘veda’ a la exportación, pero en realidad con el propósito de que la ‘exportación’ no les haga competencia en el mercado interno. Las aguas se han agitado como consecuencia del temor de que Kirchner ‘arregle’ con los ‘grandes’ y la Sociedad Rural, que son los únicos que le prometen una ‘baja’. El inmovilismo que reina en esta crisis obedece principalmente a la ‘pelea’ entre los socios de la ‘cadena’.

Salida

Desde un punto de vista capitalista general, la crisis podría tener una solución sencilla, pero va en contra de los diferentes intereses capitalistas particulares. El precio de la carne ha subido por cuatro desde 2001 —de 0,60 a 2,60 pesos el kilo vivo, y aún más en las carnicerías. Ha pasado de 60 centavos de dólar a 85 centavos de dólar y, en términos de poder adquisitivo, de un índice 100 a 170. Es decir que la ‘cadena’ opera con un beneficio que supera la media capitalista, o sea un beneficio extraordinario. Este beneficio extraordinario podría ser apropiado en gran parte por el Estado, por medio de un impuesto especial a las ganancias, y aplicar la recaudación correspondiente a la importación de carne para nivelar los precios. El impuesto a los beneficios extraordinarios de la ‘cadena’ pagaría la importación. Kirchner ni siquiera fantasea con esta salida, estrictamente capitalista, porque provocaría la ‘insurrección’ de toda la ‘cadena’ capitalista.

De todos modos, cuando se examina la explotación ganadera debe tenerse en cuenta que el capitalista ‘ganadero’ obtiene otros beneficios, incluso mayores, por ejemplo de la soja; ha desplazado tierras de pastoreo a agricultura para obtener esos mayores beneficios. Asimismo, explota una fuerza de trabajo que se ha desvalorizado enormemente, directamente en el campo y en el almacenamiento y en la industrialización. Los distritos rurales se han industrializado. La introducción de semillas genéticamente modificadas ha aumentado los rindes. Por último, el precio de la tierra ha subido una enormidad, como consecuencia de los mayores precios agro-ganaderos y de la baja de la tasa de interés (el rendimiento de un campo supera en muchas veces al depósito en un banco, por ejemplo). El precio de la carne y la apropiación de los beneficios extraordinarios que ha generado su suba deben ser considerados en el contexto de toda la producción del capitalismo agrario, no solamente de la carne.

Programa

¿Qué debemos hacer los trabajadores ante esta situación?

En primer lugar, denunciar los enormes beneficios capitalistas de la ‘cadena’ agraria, pero por sobre todo la complicidad del gobierno con estos capitalistas, a los cuales les ha dado el beneficio extraordinario de la devaluación en un marco de crecimiento de los precios de las materias primas.

En segundo lugar, denunciar la política del gobierno para ‘contener’ o ‘bajar’ los precios como una farsa, porque la veda a la exportación no se cumple; porque golpea a los obreros de los frigoríficos, principalmente; porque no contuvo ni bajó nada porque el problema no se reduce a la exportación; y porque, por último, Kirchner quiere ‘parar’ la carne para poder aumentar los peajes, la luz, el gas, la nafta, etc. y atacar los reclamos salariales.

En oposición a toda esta impostura es necesario plantear el ajuste salarial por inflación y el pago de los días caídos a los obreros de la carne según lo que cobraron en los últimos meses (incluye adicionales y horas extras).

Planteamos asimismo un impuesto a las ganancias extraordinarias de toda la ‘cadena’ de la carne y agraria, dado que obedece a una renta de situación y en parte de monopolio.

Por sobre todo, reivindicamos el control obrero de la ‘cadena’ de faena y comercialización de los supermercados, que aprovechan la presión del Estado para operar contra el kilo vivo en Liniers y aumentar los beneficios de la comercialización.

En los distritos rurales es necesario llamar a los sindicatos, tanto rurales como industriales, a organizar la lucha por el salario mínimo de 1.800 pesos y la contratación de los compañeros desocupados en los términos de los convenios colectivos de trabajo.

Todo el Partido Obrero debe poner manos a la obra en esta tarea de propaganda y agitación en todas las zonas agrarias, sean de la pampa como extrapampeana, donde la explotación de la clase obrera y de los minifundistas es infernal.