TODOS SOMOS PETROLEROS SANTACRUCEÑOS

TODOS SOMOS PETROLEROS SANTACRUCEÑOS

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/3232-

El conflicto petrolero en Santa Cruz puso al desnudo un aspecto fundamental del gobierno actual —su carácter anti-obrero. En una agenda nacional dominada por los temas que interesan a la burguesía, la cuestión clasista del régimen y del gobierno queda normalmente relegada. Pareciera que el destino de las masas dependiera del manejo de la cotización del peso respecto al dólar, de si la tasa de inversión crece, o de cuánto debería ser el superávit fiscal. Ahora que se viene el 30 aniversario del golpe militar son muchos los que dirigen la mirada a la política ‘desproteccionista’ de la dictadura, ocultando de este modo que el golpe fue dictado por la necesidad de la clase capitalista de aplastar a la clase obrera que había emergido a la escena nacional con el Cordobazo de 1969.

Pero la descomunal campaña oficial y mediática, que se esmeró desesperadamente por presentar a la huelga de los petroleros de Santa Cruz a la luz de la muerte del oficial Sayago y no de una larga lucha por reivindicaciones preciosas, es una prueba del encono del gobierno contra la clase obrera —un encono que no nace de ninguna deficiencia psicológica de los gobernantes de turno sino de su posición social, ya que dependen en todos los sentidos de los Repsol, Techint, Macro, Galicia, Aluar e tutti quanti. Después de haber ocupado abusivamente los medios para responsabilizar a los petroleros y a nuestro partido de la muerte de Sayago, D’Elía terminó diciéndole a un órgano de prensa poco leído, Perfil, que “podría tratarse de infiltrados de seguridad de las petroleras” (12/2). A pesar de que son declaraciones de alguien que se ha transformado en funcionario del gobierno, ninguna autoridad superior a D’Elía, ni tampoco los jueces, han encarado la investigación por este lado.

Pero un diario más leído abona también esta ‘pista’, porque además involucra a un secretario de gabinete. Las patronales petroleras le exigieron a Tibiletti —secretario del gobierno nacional—, “seguridad” en la Patagonia, de la cual dijeron que podría transformarse en una Colombia cruzada ‘impunemente’ por narcos, guerrillas y paramilitares. El tenor de la exigencia fue tal que Tibiletti tuvo que recordarles a las petroleras su falta de preocupación por la “impunidad” que imperaba bajo la dictadura militar (Clarín, 13/2). Al final, Tibiletti cedió ante los cómplices de la dictadura militar, como era de esperar, porque aceptó el pedido que le hicieron de enviar 15 gendarmes a Los Perales, vecina a Las Heras. El periodista de Clarín le preguntó a uno de los funcionarios “si las empresas buscan que haya más presencia fija de la Gendarmería en esta región”, a lo que el susodicho contestó que “Puede ser”. Si esto es lo que pretenden, ¿qué estuvieron haciendo las patronales petroleras durante el conflicto para lograrlo? Por lo pronto sabemos que durante tres semanas no ahorraron recursos para derrotar la huelga.

El sábado pasado, un delegado petrolero fue secuestrado por la Brigada de Investigaciones de Santa Cruz, como se denuncia en otra parte de este periódico. Los esbirros decían que habian utilizado armas policiales contra la comisaria. Este hecho viene a cuento porque la policía todavía no confirmó que el calibre de las balas que alcanzaron a Sayago fuera 0.22, de uso corriente, y no de uso policial. La hipótesis de una balacera policial figuró desde el primer momento, teniendo en cuenta los antecedentes policiales en esa zona.

Los plumíferos del régimen pusieron todo su empeño en enredar las cosas, en especial Verbitsky, que se impuso la tarea de “hilar fino” para entender lo que había ocurrido, precisamente porque lo que había ocurrido era demasiado claro: era una cruzada encarnizada de los principales pulpos del mundo, de aquellos responsables por las peores guerras y los peores crímenes, contra una clase obrera erguida y peleadora. Verbitsky alió la huelga petrolera con los ganaderos que critican el control de precios, para armar la historia típicamente fascista del complot, en este caso entre los latifundistas y los huelguistas o el Partido Obrero o el que se ponga a tiro. Verbitsky ni se preocupó de contradecir todo lo que informaba, dos páginas adelante, el corresponsal de Página/12 en la zona, ni tampoco reparó que las cifras que ofrecía en una página contigua mostraban que los ganaderos obtuvieron sus tasas mayores de beneficios bajo los gobiernos nacionales y populares de Duhalde y de Kirchner —y por sobre todo bajo Kirchner.

La tenacidad de un puñado de obreros del petróleo derrotó toda esta canallada montada desde el gobierno y las oficinas de las patronales. Lo cual ha motivado la ‘preocupación’ de otro enemigo de la clase obrera, el directivo de Clarín, Van der Kooy, que teme ahora que el resto de la clase obrera interprete a la victoria obrera de Santa Cruz como el resultado de una lucha de clase consecuente (Clarín, 15/2, página 5). Si hay que ceder a los reclamos, dice, que se haga a cambio de un escarmiento. Advierte, sin medir sus palabras, que “sería difícil aceptar (ojo) —sin un costo futuro— que aquel cambio quede ligado en el imaginario colectivo a los trágicos incidentes piqueteros (¿piqueteros?) de la semana pasada en Santa Cruz”. A Van der Kooy no le preocupan, en cambio, cómo quedan en el ‘imaginario colectivo’ la impunidad de los torturadores en las comisarías, de los que masacran en los penales y en las discotecas como Cromañón, del gatillo fácil, ni de los que atentaron contra la sede central de nuestro partido hace más de un mes. Van der Kooy todavía no sabe que la principal preocupación del gobierno no es esclarecer lo ocurrido en el norte de Santa Cruz sino encubrirlo —esto si tenemos en cuenta la denuncia de D’Elía y la reunión de las petroleras con el secretario Tibiletti. Van der Kooy es un aliado natural de las petroleras, porque él ya hizo lo mismo con los trabajadores que hicieron huelga en el pasado reciente en Clarín.

La represión a la huelga petrolera del norte de Santa Cruz, así como la feroz campaña anti-obrera impulsada desde el gobierno, plantean a los trabajadores la necesidad de una defensa de conjunto. El gobierno ya ha citado a Moyano para estudiar cómo controlar los reclamos de los trabajadores; no hay que olvidar que ha anunciado una nueva ley de accidentes de trabajo que conspira contra los obreros y una liquidación de los planes trabajar, que deja a los desocupados al arbitrio de los peores punteros del país —los intendentes.

La defensa de conjunto de la clase obrera frente al gobierno del capital, el régimen del capital y el Estado del capital es, antes que nada, un planteo político. Pone en discusión otra agenda, no el tipo de cambio, sino la necesidad de poner fin a la supremacía de la clase capitalista sobre los trabajadores, que es la base de todo el emprobrecimiento fenomenal de nuestras masas, estén desocupadas o no. Pero para poner fin a esa supremacía del capital es necesario que la clase obrera se presente en forma independiente ante el conjunto de la sociedad, como una alternativa al poder político de los explotadores.

Hay que unir estas tres cuestiones: la defensa de los obreros petroleros, la defensa de la clase obrera por medio de una lucha de conjunto, el desarrollo de una alternativa política propia que se apoya en esa lucha de la clase obrera.