KIRCHNER Y DUHALDE

KIRCHNER Y DUHALDE

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/1579-

Los comentarios políticos de los diarios, el último domingo, coincidieron extrañamente en advertir acerca del peligro que corría la gobernabilidad como consecuencia de la división producida entre Kirchner y Duhalde en las listas para las elecciones de octubre en la provincia de Buenos Aires. Clarín creyó que el asunto merecía incluso un editorial, cuyo primer párrafo denuncia “internismos” y la “paralización de las instituciones”. Rosendo Fraga, el líder de los analistas políticos, dijo que “la pelea (…) contiene riesgos para la gobernabilidad”, y citó como ejemplo de ello el pedido de juicio político que se tramita en la Legislatura contra Solá y el mes de parálisis que ya lleva el Congreso nacional.

“Sin riesgos”

El lunes y el martes siguientes, sin embargo, una parte de la opinión pública se enteró de que no era ése el punto de vista de los banqueros de Kirchner y de Duhalde. “No prevén riesgos por las elecciones”, tituló La Nación, aclarando, en la bajada de la nota, que: “Así lo indica(ba) el Banco Santander. El economista del banco para América Latina precisaba “que el mercado tiene claro que el PJ tendrá mayoría absoluta, y que no habría grandes cambios en la política económica”. Para “este gran conocedor de la situación de América Latina y de Argentina en particular (…), el esquema financiero diseñado por el Gobierno para salir de la crisis de la deuda casi no presenta riesgos (…)”. Respaldó esta opinión con otra aún más contundente, al decir que no creía conveniente plantear un cambio impositivo en lo inmediato, en alusión a las retenciones a las exportaciones y al impuesto al cheque que respaldan el superávit fiscal que asegura el pago de los títulos públicos que se encuentran en poder de los bancos. Con fino criterio, La Nación ilustra la nota con un cuadro que muestra que Argentina tendrá un saldo fiscal favorable del 1,5%, incluso luego del pago de los intereses anuales de la deuda pública, lo que contrasta con Brasil, que incurrirá en un déficit del 4,4% (lo que obliga a Brasil a incrementar la deuda externa en alrededor de 25.000 millones de dólares). El banco Santander no es moco de pavo: dueño, en Argentina, del Banco Río, posee la mayoría accionaria de la AFJP Orígenes, que integra el Grupo Banco Provincia. El Grupo Bapro es, como cualquiera se puede imaginar, una verdadera vaca lechera, cuya conducción comparten kirchneristas y duhaldistas (junto a la Unión Industrial, la Sociedad Rural y otros grupos patronales). De Kirchner y Duhalde se podría decir que no los une ni el amor ni el espanto sino la caja del Grupo Bapro; otro cantar será cuando no puedan compartirla.

“Pactos”

Al día siguiente, las declaraciones del economista dieron paso a las de un directivo del mismo Santander. Francisco Luzón fue bastante más lejos: “Aun con ruptura —dijo—, Argentina es hoy un país gobernable (…) y confío que lo que va a salir de las urnas es, si es necesario, llegar a pactos que lo garanticen”. Más claro, agua; el plan económico de desvalorización salarial y de protección a las enormes rentas provocadas por la devaluación y los altos precios de la exportación, representa los intereses de conjunto de la burguesía. Este plan fue iniciado por Duhalde y proseguido por Kirchner. Para más datos, el ‘gallego’ comentó que “la visita de Kirchner en 2003 fue muy dura, pero pasó el tiempo y vimos que hizo lo que nos gusta”. El propio gobierno de España sumó su parte de ‘serenidad’ por la ‘interna’ del peronismo: el secretario para Iberoamérica de Zapatero no solamente dio por “superado” el conflicto por las privatizadas, sino que reveló “una relación política, más allá de las cuestiones económicas” (La Nación, 5/7). Es decir que el gobierno de Repsol-YPF tiene una ‘relación especial’ con el gobierno de YPF-Repsol; Kirchner ha llevado la defensa del pulpo español al plano internacional, en Bolivia, Ecuador, Perú y Venezuela. En la misma área opera Duhalde como ‘presidente del Mercosur’ y, cómo olvidarlo, el canciller Bielsa.

¿Pero por qué reflejar solamente la posición de España, el segundo inversor internacional en Argentina? El primero fue todavía más claro. Incluso antes (La Nación, 2/7): “El embajador de Estados Unidos, Lino Gutiérrez, negó ayer que su país tenga temor por los hipotéticos problemas de gobernabilidad que podría generar aquí la pelea electoral del justicialismo y aseguró que Washington tiene ‘mucha fe en la democracia y en el pueblo argentino’”. Gutiérrez sabe que ‘el pueblo argentino’ es aún cautivo de los aparatos patronales. Con Gutiérrez coinciden los economistas de las más variadas tendencias. No estamos asistiendo a un ‘replay’ de crisis anteriores, como las de Cámpora versus López Rega o Duhalde versus, primero, Menem, y después, De la Rúa; en esta ocasión los dos bandos defienden el mismo plan económico y político que unifica a la clase capitalista. Kirchner no es menos antipiquetero que Duhalde, como lo demuestra la brutal agresión de sus bandas a la movilización popular en Rosario, el día de la Bandera, o el dispositivo similar que se está montando en Tucumán para el próximo 9 de julio. Tampoco Solá necesita recibir lecciones de Chiche Duhalde o de Sobisch a la hora de maltratar a la docencia bonaerense. La gobernabilidad va a ser puesta en juego cuando el plan económico sea jaqueado por una crisis financiera internacional o golpeado por un incremento de escala de la movilización popular contra la miseria social y el pauperismo. Tanto la una como el otro se encuentran a la puerta; la crisis brasileña tiene más potencial desestabilizador que los enjuagues de Alberto Fernández o Díaz Bancalari.

Kirchnerismo patético

Más allá del respaldo de conjunto que el capital otorga al gobierno, la crisis bonaerense simplemente demuestra que no se ha cerrado la crisis de conjunto del peronismo, que se manifestó en diciembre de 2001 y en las elecciones de 2003; esta crisis ha cobrado una mayor fuerza aún y caracterizará seguramente el proceso de renovación presidencial en 2007. El peronismo, como partido, y el gobierno de Kirchner, como método de gobierno, son regímenes de camarillas, pero a diferencia del gobierno de Menem, es más difícil arbitrar entre ellas porque en el medio se produjo una bancarrota capitalista que sigue vigente y un levantamiento popular que no ha sido doblegado. Por el contrario, el agravamiento de la crisis social, que ha sido una condición de la salida capitalista, ha acentuado todas las contradicciones en presencia.

Lo singular de la crisis actual es que si, por un lado, parece haber debilitado enormemente al aparato duhaldista en la provincia de Buenos Aires, por el otro, ella pone al desnudo que el gobierno nacional es una cabeza sin jinete. Los arreglos que el kirchnerismo ha enhebrado en todas las provincias se caracterizan por un reforzamiento de la dominación provincial de los gobernadores, a cambio de una muy magra representación para el gobierno en el Congreso nacional. Cien años más tarde, el peronismo se asemeja al Partido Autonomista Nacional (1880-1910) y al igual que éste tiene problemas con la camarilla bonaerense. La autoridad política popular del peronismo para gobernar ha sido reemplazada por el manejo del Tesoro nacional por parte del gobierno central (como ocurría con el PAN). Esto, con la enorme diferencia de que ahora hay una deuda pública impagable y de que la renta fiscal de las exportaciones es transitoria.

La posición del kirchnerismo es patética: un diputado por Salta, quizá dos por Córdoba (repartidos entre De la Sota y Juez); un caos sin precedentes en Santa Fe; probabilidad de que el ‘pollo’ misionero, Rovira, acabe en Tribunales acusado por corrupción al por mayor; crisis política, de gobierno y electoral en la Ciudad de Buenos Aires. La lista de los once gobernadores que asistirían al lanzamiento de la ‘dama de blanco’ es una letanía de Das Neves, Colazos y Mazas. La orfandad de la camarilla oficial se puede ver en que no ha podido reclutar candidatos fuera de los gabinetes ministeriales. Si salen electos, el gobierno se quedaría sin ministros. El patetismo de la situación oficial debe haber influido en el cálculo de Duhalde para impulsar una ruptura, luego de haber obtenido, como ocurrió en todas las provincias, una holgada mayoría de candidatos para la Legislatura bonaerense. En la negociación previa el kirchnerismo había entregado todas las pretensiones de Solá y, con ello, dejó sentadas las bases de lo que habría sido una próxima crisis de gobierno en la provincia. El duhaldismo ha preferido, por lo que parece, quedar con las manos libres para pelear una mayoría en el conjunto del peronismo nacional para disputar la sucesión de 2007. Esta posibilidad dependerá, probablemente, de la evolución de conjunto de la situación nacional, en particular la economía y las luchas populares.

Cien por cien de izquierda, única salida

La atomización política, como se ve, no es una característica que defina exclusivamente a la oposición sino por sobre todo al oficialismo. La atomización de la ‘superestructura’ política contrasta con la unidad, al menos en lo fundamental, de la ‘infraestructura’ económica, o sea del capital, lo cual también explica por qué la oposición coincide con todos los planteos estratégicos de fondo del gobierno y que la burguesía tome este dato como otro igualmente positivo para ‘su’ gobernabilidad. El derrumbe, a su tiempo, del plan económico y la división consiguiente de la clase capitalista obligarán a sus representantes políticos a improvisar un dique de contención de la nueva crisis y de las masas, en condiciones mucho más precarias que las de 2001.

Desde estas páginas hemos venido exponiendo sistemáticamente la oportunidad que este panorama político de dispersión ofrecía a la izquierda para erguirse como un polo concentrado que representara una perspectiva de poder para las masas en lucha. También señalábamos que la izquierda democratizante vivía un proceso imparable de disgregación, con todas sus fracciones tratando de abrirse camino a través de alianzas con partidos marginales de la clase capitalista o con tránsfugas de la ex Alianza y del PJ. Para la izquierda democratizante, la atomización política de los partidos tradicionales no es un síntoma de descomposición de la dominación burguesa, que debe ser explotado en clave revolucionaria, sino una posibilidad de desenvolvimiento parlamentario mediante la agregación a sus desprendimientos políticos. Los resultados de esta política están a la vista en Brasil, Chile y Uruguay, con la salvedad de que el experimento argentino es, comparativamente, una farsa.

El planteo de un frente cien por cien de izquierda es una vía de salida para los que luchan contra el capitalismo y sus partidos y para la izquierda que mantiene la perspectiva del socialismo.