QUÉ PROGRAMA

QUÉ PROGRAMA

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/904-

No solamente los partidos sino también los frentes entre partidos tienen por base un programa. El programa de un partido procede de una determinada concepción del proceso histórico, en tanto que los frentes abordan las cuestiones del momento. Los partidos, sin embargo, también están obligados a definirse de un modo concreto frente a etapas políticas determinadas o a condiciones particulares. En estos casos, los partidos adaptan las reivindicaciones de su programa a las circunstancias o incluso se inspiran en las nuevas reivindicaciones que crea una situación dada, aunque esas reivindicaciones no estén contempladas en su programa, y hasta pueden establecer compromisos con reivindicaciones que sólo parcialmente corresponden a su programa. El partido revolucionario y su programa son, por sobre todas las cosas, organismos vivos.

¿Cuál debería ser entonces la plataforma política del Partido Obrero o de un frente de izquierda y de los movimientos de lucha para las elecciones de octubre?

La pauperización capitalista

Lo que caracteriza a la situación de los trabajadores en todo el mundo es un empobrecimiento continuo. No solamente un empobrecimiento con relación a la mayor riqueza social, que se manifiesta en la caída de la participación de los trabajadores en el ingreso nacional. Desde la crisis mundial de los años ’70 se ha venido desarrollando una tendencia a la pauperización absoluta en amplias capas de trabajadores y en un número creciente de naciones. En esto han influido la desocupación masiva y el descenso en el poder adquisitivo de los salarios, o incluso de los salarios medidos por las horas trabajadas.

En los años de la segunda posguerra, la desocupación había sido reducida a un mínimo, en tanto que con posterioridad a los años ’70 no ha bajado nunca de un promedio del 10% en los países desarrollados, un porcentaje que, en muchos casos, no da cuenta de toda la realidad, esto porque no incorpora en el cálculo a los trabajadores que han dejado de buscar trabajo. Los salarios han sufrido una depreciación formidable con el desarrollo del trabajo a tiempo parcial (‘part-time’), la extensión de la jornada laboral, el congelamiento de las convenciones laborales, el trabajo en negro o no registrado, y últimamente con la reducción del valor nominal. “El año pasado -dice un informe del International Herald Tribune-, una vez ajustados por inflación, (los salarios) cayeron en picada tanto en Estados Unidos como en Alemania.” Aunque el patrón de medida varía de país en país, el nivel de la pobreza crece mundialmente. En Alemania y en Italia oscila entre el 13% y el 20%; en Estados Unidos, la generación actual de trabajadores se encuentra en un nivel inferior al de la generación precedente, por primera vez en la historia de ese país.

La tendencia a la pauperización de los trabajadores antecede en mucho al fenómeno de la competencia de China o de Europa oriental o de los países de la ex URSS. Tiene que ver con la amplitud de la sobreproducción mundial de capitales y la caída de la tasa de rentabilidad. Aunque las ganancias capitalistas no tienen precedente en términos absolutos, o sea por su monto, tienden a caer como proporción del capital desembolsado. La caída de los salarios y el alargamiento y la intensificación de la jornada laboral procuran contrarrestar este descenso de la tasa de beneficio del capital. La transformación de las economías estatizadas en economías de mercado ha desatado una fuerte competencia mundial entre los trabajadores de estos países y el resto de la economía mundial, acentuando la presión a la baja en el valor de la fuerza de trabajo. El derrumbe de las condiciones de existencia en las ex economías estatizadas ha sido sencillamente imponente. Un verdadero retroceso en el nivel de civilización.

Lo más fuerte, sin embargo, está por venir, porque en casi todos los países se ha desatado una fenomenal ofensiva contra los sistemas de seguridad social, en especial la previsión social, y, lo que es más grave, numerosos fondos de pensiones, que dan cobertura a centenares de millones de trabajadores, deberán ir a la quiebra, esto como consecuencia de las bancarrotas bursátiles y financieras. Las condiciones sociales de los jubilados empeorarán enormemente; por otro lado, se agravará la terrible situación de la niñez en las clases trabajadoras.

No se puede hablar de la pobreza en abstracto, ni es tampoco la consecuencia transitoria de una crisis agraria que estuviera desplazando a los trabajadores del campo. Es una pobreza que emerge del propio sistema capitalista y que va más allá de la miseria humana y social que corresponde a la explotación capitalista de la fuerza de trabajo. La salida contra el empobrecimiento capitalista no puede ser sino una salida anticapitalista.

Una plataforma política para las próximas elecciones debe tener como eje una salida real y de raíz al empobrecimiento de los trabajadores por parte del capitalismo.

La ‘burguesía nacional’ y la pobreza

En Argentina, el empobrecimiento es también, por supuesto, una tendencia de larga data, pero ha sufrido una aceleración descomunal con el acceso al gobierno de la burguesía devaluacionista. De acuerdo con los últimos datos, el salario ‘formal’ se encuentra en un 29% por debajo del nivel del 1999, en tanto que los llamados costos laborales de producción han caído alrededor de un 35%. El gobierno de Kirchner tiene por base de sustentación el mantenimiento de este cuadro social, que es el que la burguesía reclama para conservar su ‘competitividad’ en los mercados internacionales. En estos momentos, más precisamente, cuando se encuentra en marcha una redolarización de los precios de la economía, el gobierno está apretando las clavijas al máximo contra un aumento de los salarios, en primer lugar en la administración pública, esto por la necesidad de pagar la deuda externa.

En los últimos días se ha venido a saber que Kirchner y Lavagna están utilizando el 65% de los fondos fiduciarios, que se crearon para financiar obra pública (ergo, empleo), para pagar la deuda pública, o sea, que los aplicarán a la compra de nuevas emisiones de títulos del Estado. Este desvío de los fondos fiduciarios obligará al gobierno a financiar las inversiones de las privatizadas con aumentos de tarifas. La hipoteca crece sin parar. El mismo destino, comprar títulos del Estado para pagar la deuda que va venciendo, volverán a tener los aportes a las AFJP. ¡Basta de saqueo! Es necesario re-nacionalizar las AFJP y poner los fondos previsionales bajo el control de los trabajadores y jubilados.

Estos fondos podrán financiar un gran plan de obras públicas e inversiones industriales que pongan fin a la desocupación.

La recaudación fiscal debe tener como prioridad la ejecución de un plan de obras públicas y de industrialización que ponga fin a la desocupación. Este planteo es incompatible con el pago de la deuda externa y la atención a nuevas obligaciones financieras y subsidios a los bancos. Plantea el desconocimiento de la deuda externa y la nacionalización de los bancos bajo control de los trabajadores.

La burguesía argentina está empeñada en mantener como sea el nivel de pobreza creado por la devaluación, toda vez que esa pobreza es derivada de la desocupación, los salarios bajos y las largas jornadas de trabajo. La ‘recuperación de la economía’ no ha redundado en nada en una mejora de las condiciones de existencia de las masas. Hay que agregar a este cuadro el hecho de que la expansión de los cultivos agrarios de exportación ha producido una enorme expulsión de trabajadores del campo, en especial en el noroeste y en el nordeste. Lo mismo ocurre en las ciudades como consecuencia de la especulación con la propiedad urbana. Como quiera que la bancarrota económica se encuentra solamente en suspenso (dada la magnitud de la deuda externa y la inminencia de otra crisis financiera internacional), no existe la menor perspectiva de que la pauperización capitalista de los trabajadores vaya a atenuarse.

Una plataforma política para las elecciones deberá señalar que la permanencia del gobierno de la ‘burguesía nacional’ es incompatible con la superación de la pobreza. Esta superación es la tarea número uno de un gobierno de trabajadores.

La redistribución de la pobreza

No hay político patronal o capitalista, e incluso los economistas de esta cepa, que no destaque la importancia de la pobreza, en especial cuando se preocupan por lo que ellos llaman ‘la estabilidad del sistema político’. Pero la mayoría de ellos es incapaz de proponer otra cosa que programas de ‘protección social’ financiados y controlados por el Banco Mundial. La solución del capital a la pauperización capitalista es la asistencia social —e incluso va más allá cuando exige que el trabajador asistido sea utilizado como fuerza de trabajo en las cosechas o en los servicios escolares, municipales o de salud. La reconciliación del capital con el trabajo pasa, entonces, por un planteo que es incompatible con la aspiración mínima de los trabajadores y que, además, agrava la condición social de conjunto de la clase obrera. En oposición a la asistencia social y al uso de ella para reforzar la explotación de los obreros, planteamos la imposición compulsiva al capital del derecho al trabajo, por un lado mediante el reparto de las horas de trabajo y por el otro con la aplicación de impuestos especiales al capital y a los beneficios para financiar la obra pública. La plataforma debe señalar que la posición frente a la pauperización capitalista marca a fuego el carácter del gobierno ‘nacionalista’ de Kirchner y la diferencia de la izquierda con el nacionalismo burgués.

Otra tentativa, de alcance menor, de reconciliar al capital con la pobreza la constituyen las cooperativas, sea que se apliquen a ‘microemprendimientos’ o a encauzar en forma capitalista las fábricas recuperadas. La experiencia ha demostrado que este cooperativismo no ofrece ninguna salida y, aún más, que cae bajo el punterismo estatal, el cual aprovecha para su copamiento las necesidades financieras de esas empresas. En oposición a esta desnaturalización de los grandes movimientos de ocupación de fábricas, planteamos la entrega directa de esas empresas a los trabajadores, sin pago de compensaciones, y su derecho a integrar los directorios de los bancos estatales, en forma rotativa y bajo control, para resolver sus necesidades de crédito.

La propuesta más pérfida es, sin duda, aquella que se presenta con la etiqueta de la ‘redistribución de la riqueza’, la cual en definitiva pretende superar el empobrecimiento que produce el capitalismo sin tocar al capitalismo, incluso más, asegurándole sus más preciados privilegios. Gira en torno a la propuesta de asegurar un “ingreso mínimo ciudadano’, en la línea de pobreza, el cual ni siquiera cubre el costo de la canasta familiar sino una cesta básica. Como no dice nada de los trabajadores que no se hallan debajo del nivel de pobreza, el planteo se reduce a achicar las diferencias económicas entre los más pobres y el resto de la clase obrera. La famosa ‘redistribución’, que tiene por paladines a la CTA y al centroizquierdismo en general, no dice nada acerca de obligar al capital a ceder una parte de sus beneficios a los obreros mediante un aumento generalizado de los salarios. Por eso, esta corriente ha saboteado todas las luchas salariales. Pero una redistribución que eleva al más pobre y congela la situación salarial de los obreros con empleo no es una redistribución de la riqueza sino de la pobreza. El hundimiento político del centroizquierdismo a partir del Argentinazo es la expresión de la bancarrota ideológica que lo antecede.

Una plataforma política de la izquierda no puede subestimar la necesidad de delimitarse del centroizquierdismo perverso, que es aliado del capital en la preservación de la pauperización de los trabajadores por parte del capitalismo. En oposición a la redistribución de la pobreza planteamos la vigencia de un salario mínimo y móvil igual al costo de la canasta familiar (que es hoy de 1.800 pesos), una jubilación del 82% móvil y un seguro al parado (transitorio) similar a la jubilación. Para desarrollar este planteo en el marco de los monopolios capitalistas, es necesaria la apertura de las cuentas de todas las empresas y del Estado, y el control obrero en todos los lugares de trabajo sin excepción. Para imponer las reivindicaciones salariales y el ejercicio del control obrero, es necesario expulsar a las burocracias de las organizaciones obreras y apoyar el método de las autoconvocatorias.

La función de las bancadas parlamentarias es utilizar la tribuna que conquiste la izquierda para difundir estos planteos y apoyar todas las posibilidades de organización que impulse esta propaganda.

La pauperización y el frente de izquierda

Que la solución al problema principal del pueblo argentino pase por medidas contra el derecho capitalista de propiedad y que signifique una aplicación consecuente de los métodos de la lucha de clases define por adelantado el carácter fundamental que debería tener un frente de izquierda.

El frente de izquierda debe estar al servicio de la organización de los trabajadores para combatir la pauperización por medio de la lucha contra el capitalismo. La pauperización o el empobrecimiento gigantesco de las masas obreras y trabajadoras es la cuestión nacional por excelencia de Argentina.