KIRCHNER, NACIÓ UN ESTADISTA
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/150-
No hay ciudadano que no esté indignado con la decisión de Kirchner de quedarse en la República de Calafate, sin decir esta boca es mía, junto a la señora que va primera en las encuestas de la provincia de Buenos Aires, mientras la República Cromagnon se llevaba la vida de, según el desesperante estado de muchos heridos, más de doscientas personas.
No es que el Presidente tenga el ‘phisique du rol” del que escapa a poner la cara. Cuando se produjo la tragedia de Río Turbio, en la que su responsabilidad supera a la de Ibarra en la tragedia de Once, Kirchner se fue disparando al sur a controlar la situación.
Esta vez no fue así, porque la presencia de Kirchner en la Capital habría puesto al desnudo el vacío político al que ha quedado reducido el gobierno de la Ciudad. Kirchner no puede, porque tampoco quiere, producir la caída de su principal socio en la Capital Federal. Una cosa es que recoja el cadáver de su aliado si éste no logra sobrevivir, otra cosa es pedirle que se tome el avión para empujarlo al precipicio.
Por encima de los sentimientos para con “los hermanos y hermanas de mi Patria”, Kirchner tuvo en cuenta los intereses politiqueros, la razón de Estado y los negocios. La burguesía nunca le perdonaría que arruinase la fiesta de la devaluación con una crisis política.
Kirchner ha pasado la mayor parte del tiempo en lo que va de su gestión en urdir todo tipo de maniobras para acabar con los piqueteros, con los sindicatos en lucha y con las fábricas ocupadas. Preside, después de todo, un gobierno ‘normalizador’, que necesita erradicar los incluso vestigios del Argentinazo. Por sobre todo, en su propio escenario que es también el lugar donde reside físicamente el poder. Tiene más claro que nadie que no hay que mover el avispero con una crisis política en esta Ciudad. Cuenta con el antecedente de las movilizaciones a la Legislatura contra el Código de la Represión Convencional, que puso fin a una parte importante de su gabinete.
Al despreciar el sentimiento popular para imponer su caracterización política, Kirchner le mostró a todo el capital, no solamente al nacional, que con él ha nacido un estadista.