LA SITUACIÓN POLÍTICA Y LA REPRESIÓN

LA SITUACIÓN POLÍTICA Y LA REPRESIÓN

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/61501-

La represión del martes 31 en Plaza de Mayo tiene el valor de una definición política. Luego de los ataques de los ´servicios´ contra la movilización a la Legislatura, el 16 de julio pasado, y el enorme despliegue policial cuando volvió a tratarse el Código de convivencia, resulta claro que el gobierno decidió salir con los tapones de punta contra las luchas popu­lares, tal como lo vienen reclamando capi­talistas, curas y alcahuetes. El miércoles X un enorme contingente policial se des­plegó dispuesto a reprimir a los fleteros que reclamaban en distintos puntos de la Capital. Para conciliar el planteo de que Lo reprime la protesta social con la repre­sión efectiva de esa misma protesta, los «servicios’ que ahora parecen haber pasa­do al control del puntero quilmeño Aníbal Fernández, han adoptado el método de la infiltración en las filas de los luchadores. Consecuentemente, el martes pasado ‘se vio a personas disfrazadas de piqueteros, provocando, primero, y deteniendo sin dis­criminación, después, a cuanto bicho vi­viente luciera cara de luchador.

El movimiento piquetero deberá discu­tir el nuevo esquema político-represivo del gobierno y organizar las filas de los mani­festantes para impedir las infiltraciones y expulsar a los infiltrados. Pero esto supo­ne que los piqueteros lucharán unidos y que ninguna organización piquetera es­grimirá el ‘derecho a la autonomía’ para cortarse sola. La ‘autonomía’, no contra el Estado, sino entre los que luchan, es una señal inconfundible del método pequeño burgués y debe tener un resultado liquidacioncita.

Esta tendencia se inspira en otra, que es la de negociar los reclamos separada­mente con los gobiernos (sean el nacional y provinciales), lo cual comenzó cuando la CTA y la CCC corrieron a verlo a Rodrí­guez Saá, y luego siguió con Duhalde y Kirchner. La política de facción fue justifi­cada por la tesis de que los funcionarios del post-Argentinazo eran ‘nacionales y popu­lares’. Después de su apartamiento del plan de lucha aprobado por la última ANT, el Mjjd también acentuó la metodología ‘separatista’, aunque ella venía de antes. Este divisionismo le acaba de salvar las papas al gobernador kirchnerista de Tucumán, Alperovich, cuando la CTA y la CCC se ‘cortaron solas’ e incluso sabotea­ron el primer congreso de bases de la his­toria de la provincia (firmaron una paz so­da! que inhibe toda medida de lucha has­ta abril del 2005). El divisionismo condu­ce, como por un tubo, a la cooptación de las organizaciones populares por parte del Es­tado. En Santiago del Estero, que Kirch­ner quiere convertir en un ejemplo de ‘Es­tado de derecho’, esto es manifiesto; los vo­ceros del Interventor de la provincia, Lanusse sin mosquearse en es más mínimo por la contradicción, abogan por reformar la Constituent, i de Juárez, la cual es una copia literal de la que impusiera Kirchner en Santa Cruz.

Cuando el martes pasado la organización Quebracho decidió salir a repudiar al jefe del FMI tomó el cuidado de hacerlo en el mismo momento en que varias organi­zaciones se movilizaban por la libertad de Castells. La acción de Quebracho tuvo un carácter típicamente petardista porque ignoró al resto de las organizaciones en lu­cha, e, incluso más, fue desvergonzada­mente manipuladora. Cuando se trata de la lucha de las masas, la ‘autoconstrucción’ es un planteo antiobrero, pues supone la defensa de los intereses particulares en desmedro del conjunto. Las tendencias po­líticas en el campo de los trabajadores de­ben delimitarse y reconocerse en términos de programa, de ninguna manera en el planteo de la lucha de clases contra el Es­tado, que siempre debe estar inspirado por la unidad como método.

Llamamos a la unidad del movimiento piquetero sobre la base de un pliego común de reivindicaciones contra los capitalistas y el Estado.

La espuma de baño y la mierda

Cuando Blumberg reunió 80.000 per­sonas el jueves 26 en el Congreso, las opi­niones se dividieron entre los que dijeron que el capitalista textil seguía juntando gente y los que subrayaban la declinación respecto a convocatorias anteriores. Pero esta polémica es secundaria.

Lo fundamental es que el acto mostró los límites de la pretensión de convertir a Blumberg en un referente político de la de­recha. Como lo reiteran todos los días la UIA y los exportadores, y como lo muestra la mejoría de la cotización de la deuda ar­gentina pos-defol (y aún la defolteada), la clase capitalista está alineada en la de­fensa de la dupla Kirchner-Lavagna; o, lo que sería más exacto, la dupla asume me­jor que cualquier otra alternativa las al­ternativas que tiene frente a sí la patro­nal. Incluso se ha roto el frente de los bonistas internacionales con el pasaje del co­mité proyanqui, que dirigen el norteame­ricano Lerrick y el mexicano Guria, al campo del acuerdo con el gobierno (se se­paró del Comité que encabeza Nicola Stock). Blumberg no puede ir más allá de las fronteras que le marcan los intereses y la política de su clase.

No solamente esto. Blumberg acabó viéndose envuelto en el berenjenal de la ‘interna’ del peronismo, como le ocurre a cualquiera que interviene en el juego de poder de la burguesía. Apareció ante la opinión pública manipulado por Kirchner contra Solá. El país se enteró, por Arslanián, que la Fundación Blumberg cobra del gobierno nacional y que le pidió plata al bonaerense; de todos modos, de algún lugar sale la plata. La ONG Red Solidaria, que manipuló la primera concentración, en abril, esta vez hizo mutis en acuerdo con el gobierno. En definitiva, a la hora de la politiquería patronal y capitalista, la preocupación por la ‘seguridad’ se fue al dia­blo. Está claro, entonces, que la lucha con­tra la policía, los ‘servicios’, el gatillo fácil y las ‘zonas liberadas’ sólo puede llevarla adelante el pueblo trabajador.

Lo que seguramente marcará la decli­nación de Blumberg será el acuerdo que los obispos están buscando con Kirchner. En la reunión del martes 31 el ‘pingüino’ les aseguró que el presupuesto del Estado se haría cargo de los aumentos de sueldos a los docentes privados. Después del acuerdo con Duhalde, Kirchner quiere lo mismo con la Iglesia; en Santiago del Es­tero, el decreto de reforma de la Constitución excluye los derechos de la mujer. Kirchner se podrá redimir ante los obis­pos con la elección de un candidato para la Corte ‘adecuado’ a los intereses clerica­les ahora que ‘renunció’ el menemista Vázquez. Como quiera que los nombra­mientos de Zaffaroni y de Argibay contrariaran a los curas, la designación de un chupacirios garantizará una mayoría cle­rical en la Corte. En definitiva, si Kirch­ner ‘cierra’ con la Iglesia, a Blumberg no le quedará otra que pasear el perro por San Isidro.

Toda la logística del acto de Blumberg fue pagada por el abogado de los derechos humanos que, desde hace seis años, oficia de intendente de la ciudad de Buenos Ai­res. Sonido, el escenario y sus estructuras, incluso el traslado del patrón textil al Con­greso. La ‘derecha’ logró incluso algo que el pueblo sólo alcanzó durante el 19 de diciembre: ocupar las gradas que dan a En­tre Ríos. Para los piqueteros, que el día an­tes habían acampado en Plaza de Mayo, no hubo nada de esto, ni siquiera baños quí­micos. Un contraste que habla más que mil libros sobre el Estado frente a las clases sociales. Semejante desamparo fue utili­zado, en primer lugar por los curas, para denunciar las inmundicias que dejaron los piqueteros, y que no fueron mayores que las que quedan a la salida de un partido de fútbol. Algún día, los trabajadores ten­drán derecho a la espuma de baño que los burgueses encuentran completamente na­tural para ellos; mientras tanto, deberán poblar de mierda sus jardines.

Los medios de comunicación volvieron a propalar la especie de que un llanero so­litario podría convertirse en el intérprete de la voluntad popular e incluso sustituir a los partidos patronales en la tarea de manejar las instituciones del Estado ca­pitalista representativo. Olvidaron, con rapidez inusitada, la reciente experiencia de Nito Artaza, al que en su momento ha­bían ungido como el vocero de la ‘mayoría silenciosa’. Fenómenos similares en la his­toria reciente de Europa (Austria, Dina­marca, Inglaterra) ya están guardados en la carpeta del recuerdo. Los movimientos que se inspiran en el resentimiento social de la clase media, ante la decadencia del capitalismo, cuando no llegan a tomar una forma fascista se disipan como conse­cuencia de los reacomodamientos que ope­ra el propio sistema burgués. Los que con­curren a las marchas de Blumberg refle­jan ese resentimiento social más que cual­quier otra cosa, como lo prueban sus reivindicadores de ‘mano dura’ y de ‘mejor policía’. Pero todo lo que tiene que ver con la ‘gente’, el ‘tipo del montón’, el hombre ‘qualunque’, etc., no puede sobrevivir en cuanto tal; se encuentra al final condicionado por la lucha de clases. Lamentable­mente, también en la ‘izquierda’ existe una tendencia fuerte a reemplazar la es­trategia de dase y socialista por el ‘hom­bre surgido de la base’.

La detención de Raúl Castells se ins­cribe en la política represiva que el go­bierno está poniendo en marcha. O sea en la valorización del Estado de derecho co­mo el instrumento de represión clasista que es. Hay diecisiete compañeros presos por defender la venta ambulante, es decir su medio de vida; su derecho a reclamar ha sido convertido por la jueza en una acu­sación de extorsión. Existe un lazo de con­tinuidad entre las represiones en la Le­gislatura y la Plaza de Mayo, y el encarcelamiento de Castells. La lucha por su libertad forma parte de la lucha por libertad de acción del movimiento piquete­ro y aún de todo el movimiento popular.

La caracterización de que Raúl buscó hacerse detener para obtener un rédito mediático forma parte de la intoxicación ideológica que quiere prolongar su deten­ción por tiempo indefinido, como ya ocurre con los vendedores ambulantes detenidos hace un mes y medio en la Legislatura.

De cualquier modo, como lo ha señala­do expresamente el propio Castells, su pe­regrinaje de reclamos por el país está re­lacionado con la cancelación de la asisten­cia social que los gobiernos se habían vis­to obligados a conceder en el periodo más extremo de la crisis que estalló al final del 2001. Ya desde la época en que militaba en la CCC, Castells había construido una red asistencial, que ahora se encuentra ame­nazada por la política rupturista del go­bierno con las organizaciones piqueteras. Los Kirchner y compañía tienen como so­cios privilegiados a las ONG registradas ante el Banco Mundial, a las de la Iglesia y, por supuesto, a los punteros de los mu­nicipios afines (es grotesca la corruptela en este aspecto en Santiago del Estero) y a D’Elía y Ceballos. Kirchner quiere conver­tir a los desocupados en trabajadores que ganen menos que el salario mínimo.

La impasse que enfrentó Castells sólo se puede resolver con una acción conjunta y organizada de todo el movimiento pi­quetero —es decir lo contrario de lo que ha­ce Castells, que incluso lleva su tendencia a ‘cortarse’ por la suya al extremo de rei­vindicarse candidato a presidente de la Nación (curioso para quien últimamente ha votado en blanco) o a dejarse manipu­lar por lo más amarillo de los medios de co­municación. Castells ha buscado el apoyo político de la burocracia cegetista de Moyano, la cual más pérfidamente está tra­tando de aislar y derrotar al movimiento piquetero. Estas deformaciones les están reservadas, igualmente, a todas las ten­dencias o grupos que se quieran ‘auto- construir’ como organizaciones reivindica­tivas o territoriales, o sea en detrimento de la unidad de clase de los obreros ocu­pados y desocupados.

Lo que es cierto es que la tendencia que se observa en algunos movimientos, de re­tacear la lucha por la libertad de Castells, esgrimiendo delimitaciones políticas o de método, no solamente es equivocada: es cri­minal. El peor error de método es no de­fender al compañero contra el Estado represor y es igualar a la delimitación políti­ca con el sectarismo frente a la acción.