BUSH DETRÁS DE LA "LIMPIEZA ÉTNICA" EN PALESTINA
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/60507-
El diario El País, de Madrid, ya estaba en la calle cuando se produjo el asesinato del dirigente máximo de Hamas, Ahmed Yassin, por parte del ejército sionista. Por eso, la información de su corresponsal en Jerusalén resulta un testimonio precioso para caracterizar la finalidad política del crimen que se produciría varias horas más tarde. “Israel -relata el diario-, acabará con Hamas y las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa antes de que las tropas se retiren definitivamente de la franja de Gaza y devuelvan la región a la Autoridad Palestina. El ministro de Defensa, el general Saúl Mofaz, develó estos proyectos al resto de los ministros israelíes cuando se encontraban reunidos en una sesión de gobierno en Jerusalén” (22/3).
En esa misma reunión del gabinete, el primer ministro Sharon obtuvo el apoyo de su rival en el partido Likud, B. Netanyahu, luego de aceptar la gestión de un compromiso escrito de Estados Unidos en contra del regreso de refugiados palestinos, de extender hasta el final el muro que rodea a Cisjordania y, finalmente, de mantener el control militar de Gaza por mar, tierra y aire. De acuerdo al corresponsal español, con este acuerdo Sharon está en condiciones de conseguir “el apoyo y la financiación de Estados Unidos”. El respaldo norteamericano no demoró demasiado, pues simultáneamente con la reunión de los ministros sionistas, la secretaria de Seguridad de Estados Unidos, Condoleezza Rice, decía por televisión que “algunas de las cosas que plantean los israelíes acerca de retirarse de ciertas áreas pueden ofrecer nuevas oportunidades” (The Wall Street Journal, 22/3). El asesinato de Yassin, que fue apoyado por los norteamericanos de inmediato, responde a este plan político. También unas horas antes del crimen ‘selectivo’, Sharon había enviado a Gaza a “los veteranos de la guerra del sur del Líbano”, de donde habían debido retirarse como consecuencia de la guerrilla que les libró Hezbollah, que pudieron satisfacer sus ansias de represalias con una serie de asesinatos y el “destrozo de numerosas viviendas antes de abandonar Abasán” (El País).
Es decir que el sionismo se ha embarcado en llevar hasta el final una política de exterminio de militantes palestinos que apunta a concretar el amurallamiento de los territorios ocupados o bajo autoridad palestina y dividirlos en cantones, incluso sin que puedan comunicarse entre sí. A largo plazo, esto implica la anexión progresiva de esos territorios y su paulatina ‘limpieza étnica’. Es posible asegurar que se ha puesto en marcha una de las políticas de masacre militar y social más tremendas que haya conocido la humanidad.
El crimen ‘selectivo’ de Yassin forma parte, es claro, de un plan político, no es de ningún modo una suerte de ‘represalia’ puntual. Pero a nadie se le escapa tampoco que esta acción sionista-yanqui se produce en el marco de la crisis en que se encuentra la ocupación militar de Irak y luego del anuncio del próximo gobierno español de que retiraría sus tropas si Bush no cede el control de la ocupación a una coalición con la Unión Europea. Francia, Alemania y la oposición italiana han apoyado la nueva posición de España y se vieron obligadas a condenar el crimen ‘selectivo’ de Sharon. El español Zapatero dejó ver rápidamente, sin embargo, todas las limitaciones de su planteo (que no cuestiona la ocupación de Irak por potencias imperialistas), con el anuncio de que reforzaría la presencia militar de España en Afganistán (El País, 23/3).
El asesinato sionista representa, de este modo, una decisión de alcance internacional del gobierno de Bush, de confrontar con la Unión Europea, lo que incluso podría provocar roces o choques con Gran Bretaña. El presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, había subrayado hace pocos días que la salida al empantanamiento iraquí se encontraba condicionada a la necesidad de un acuerdo sionista-palestino. Es claro que Bush marcha en la otra dirección. El temor a una pérdida generalizada de posiciones políticas internacionales, como una caída de Berlusconi o un cambio de posición de Polonia, aunque también la posibilidad de llevar al gobierno a la Democracia Cristiana en Alemania, ha llevado a la camarilla que gobierna a Estados Unidos a acentuar las provocaciones. Al mismo tiempo, ha lanzado una ofensiva en gran escala en la frontera entre Afganistán y Pakistán, con el objetivo declarado de conseguir la captura de Bin Laden, pero por sobre todas las cosas para alinear definitivamente a los militares y servicios de Pakistán del lado norteamericano. La ofensiva en la frontera ha desatado ya una mini guerra civil con las tribus de la región y un principio de crisis política en Pakistán. La onda de provocaciones de Bush se habrán de manifestar de alguna manera en América Latina también, como lo revelan las renovadas presiones sobre Argentina para que conceda inmunidad a las tropas norteamericanas en el territorio nacional, para que mande tropas a Haití, para que Lula y Kirchner continúen condicionando al venezolano Chávez y refuercen el sostenimiento al boliviano Mesa, o para que Kirchner mantenga la prioridad otorgada a la ‘lucha anti-terrorista’.
Este escenario de crisis políticas y guerras internacionales se encuentra dominado por dos polos del mismo imperialismo. Las lucha pacifista contra la guerra se encuentra por lo menos estancada, principalmente porque sus organizaciones se encuentran condicionadas por los partidos y por los gobiernos que siguen a la Unión Europea, dando lugar a repetidas crisis. El pacifismo no es una fuerza política independiente en el marco de cada uno de los estados en que actúa y de ningún modo se plantea como alternativa de poder. El destino de los Lula, embarcado con Bush en el FMI y en Haití, o de Bertinotti, intentando ingresar en un gobierno comandado por Romano Prodi, marca los límites de la acción política del pacifismo, porque no se puede luchar eficazmente contra la guerra sin plantearse el derrocamiento de los gobiernos imperialistas.