DISCURSO DE JORGE ALTAMIRA SOBRE LA IMPUGNACIÓN A ELENA CRUZ

DISCURSO DE JORGE ALTAMIRA SOBRE LA IMPUGNACIÓN A ELENA CRUZ

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/59343-

Sr. Altamira: Señora presidenta, el tema que hoy estamos discutiendo de alguna manera fue aludido en el curso de los últimos tres años en diversos debates.

Yo siempre he sostenido la misma posición. Por lo tanto, supongo que la mayor parte de los diputados deben imaginar cuál es la que voy a adoptar en este debate.

En primer lugar, quiero decir que se trata de una posición política que yo personalmente, y mi partido, hemos sostenido toda la vida. Por lo tanto, es la posición política de decenas de compañeros desaparecidos, secuestrados y torturados durante la dictadura militar. Si esos compañeros muertos, torturados y asesinados hoy estuvieran ocupando una banca, habrían tenido la posición que voy a exponer ahora.

Sra. Presidenta (Felgueras): Diputado Altamira, le solicita una interrupción el diputado Crespo Campos. ¿Se la concede?

Sr. Altamira: Sí, señora presidenta.

Sra. Presidenta (Felgueras): Para una interrupción, tiene la palabra el diputado Crespo Campos.

Sr. Crespo Campos (UCeDé): Señora presidenta: me parece importante el discurso que va a hacer el diputado Altamira. Me gustaría que dentro de ese discurso me pueda ayudar a entender una posición: ¿cómo puede ser que alguien que repudia la democracia pueda entrar a un cuerpo democrático? ¿Cómo puede ser que alguien que hace gala de cercenar los derechos de la democracia pueda entrar a un cuerpo democrático? ¿Cómo puede ser que alguien que dice que no cree en la democracia venga y jure por la democracia? Como conozco la capacidad del diputado Altamira, me gustaría que analizara, si él puede, este punto.

Sra. Presidenta (Felgueras): Continúa en el uso de la palabra el diputado Altamira.

Sr. Altamira: Señora presidenta: no conocía el aspecto ansioso del diputado Crespo Campos. De manera que lo invito a que se calme y le pido que me deje exponer hasta el final, y así conocerá mi opinión integral.

De cualquier manera…

Sr. Moscariello: Dejame que conteste por vos.

Sr. Altamira: De ninguna manera. No voy a conceder interrupciones.

De todos modos, quiero señalar que cualquier afirmación que se haga - y que yo voy a hacer hoy - contra la democracia, todavía no ha llevado a que me acusaran alguna vez de cercenarle la democracia a alguien. No se puede decir lo mismo de la Unión del Centro Democrático, que apoyó a todas las dictaduras militares. De manera que si hablamos de lecciones de democracia de partidos como la UCeDé, esto se está transformando en un sainete.

De todos modos, quiero desenvolver el punto esencial, máxime cuando mi mandato vence en diciembre, y ésta será una de las pocas ocasiones en que quedará registrada esta opinión. Como ustedes ven, no hay mal que por bien no venga.

Para precisar el conjunto de ideas que voy a desarrollar, quiero decir lo siguiente: en el año 1986 el presidente Alfonsín declaró el estado de sitio por decreto, alegando un complot derechista. Se habían producido algunos atentados en escuelas.

Tal como luego lo reconoció el diputado Leopoldo Moreau en el Congreso Nacional, el único partido político en este país que se opuso a la declaración del estado de sitio declarado por decreto del Presidente, estando en funcionamiento el Congreso, fue el Partido Obrero.

Naturalmente, los medios me preguntaron cómo es que podía estar en contra de un estado de sitio que se justificaba en un complot de la derecha. Entonces, yo contesté: “En este régimen político, hay que cuidarse con el estado de sitio y con las normas represivas, porque fingen ponerse en práctica contra la derecha, pero acaban atacando a los que realmente les interesa, que es a la izquierda, a los luchadores y a los revolucionarios”.

No me equivoqué: en mayo de 1989, Alfonsín volvió a declarar el estado de sitio por decreto, pero esta vez quienes fueron “en cana” no fueron los derechistas, sino el Comité Nacional del Partido Obrero, y yo fui detenido escandalosamente en la Casa Rosada.

Es decir que mi partido fue muy sabio cuando se opuso a la violación de las normas constitucionales que prohíben al Poder Ejecutivo declarar el estado de sitio cuando está reunido el Congreso Nacional.

Ahora tenemos un problema similar en este debate, porque se está discutiendo el pliego de esta señora desde el tribunal de la democracia. Es decir, desde el tribunal de un Estado determinado que se llama democrático y que, como cualquier Estado - y éste en particular - , es profundamente represivo.

Se está pidiendo que vote a favor - para los que quieren impugnar - de más poderes represivos para un Estado que está organizado para defender a una minoría de explotadores en contra de una mayoría de trabajadores. Naturalmente no voy a apoyar darle mayores poderes represivos al Estado. Porque acá se ha hablado de muchas cosas, menos del carácter del Estado. Por ejemplo, en este Estado, ¿el electorado argentino tiene más poder que el Fondo Monetario Internacional? No, si se juzga por los jubilados y por los asalariados. El Fondo Monetario Internacional va a cobrar su deuda, y los jubilados y los asalariados, que son una inmensa mayoría de este país y que son electores, van a tener congelados sus salarios por mucho tiempo como consecuencia del compromiso de pagar la deuda externa. El Estado responde a esta estructura social, a estos intereses dominantes.

No voy a votar en favor de reforzar el poder represivo de este Estado. Porque ustedes han discutido muchas cuestiones, pero hoy no está en el gobierno Videla; hoy está este gobierno con este Estado y el que tiene que negociar con el FMI no es Videla, sino este gobierno, como antes lo tuvo que hacer el gobierno anterior. Este es el juez; éstas son las normas que se quieren establecer.

En general, la sanción del delito de opinión va dirigida fundamentalmente contra los opositores sociales históricos de un sistema, para los que plantean la necesidad de transformación social. Acá se ha aludido a la Ley de Defensa de la Democracia y a la de Protección Constitucional. Pero no son contra los golpes. ¿Le aplicaron la Ley de Defensa de la Democracia y de Protección Constitucional a Patti y a Rico? No. Pero hay gente del campo popular procesada por aplicación de estas leyes. Estas son leyes para preservar este sistema, no para impedir que venga el golpista que el día que asuma el gobierno contará con el apoyo de todos los sectores que hoy se dicen democráticos, como contó con ese apoyo el 24 de marzo de 1976. Ahora todos se arrepienten porque no está en vigencia la necesidad de una dictadura, pero en esa oportunidad contó con ese apoyo. ¿O se olvidan de que a mediados de febrero del ’76 hubo un lock-out patronal que contó con el apoyo de la Unión Industrial, de la Sociedad Rural, de la Cámara de Comercio, de la Cámara de Exportadores, de la Bolsa de Comercio, cuyo presidente se abraza hoy con el presidente de la Nación? Ese día todos esos sectores pedían con urgencia el golpe militar del 24 de marzo de 1976. Hubo un lock-out patronal. Se cerraron los comercios para urgir un golpe militar. Cuando quieran hacerlo de nuevo y se sientan con disposición, lo van a hacer y no van a ser detenidos por alguna frase que se diga acá. Van a ser detenidos por la fuerza del pueblo, que lamentablemente en esa ocasión no pudo evitar ese golpe y tampoco lo pudo hacer en 1955 ni en 1966, con la dictadura de Onganía.

Este es un Estado represivo. Se han reabierto las causas de la Escuela de Mecánica de la Armada y se ha reabierto la causa del Primer Cuerpo del Ejército. Pero, ¿y los tres muertos del Puente Corrientes-Chaco el día que asumió De la Rúa?, ¿ustedes saben algo? ¿Ustedes saben algo de Aníbal Verón? ¿Ustedes saben algo de Teresa Rodríguez? ¿Ustedes saben algo de Kosteki y Santillán, caídos cuando claramente hubo una disposición política del gobierno nacional y provincial para terminar con la movilización piquetera del Puente Pueyrredón? ¿Ustedes saben algo de las miles y miles de torturas y vejaciones que se producen en las comisarías? Este es el Estado democrático. Este es el Estado democrático que realmente existe, como se decía en otra oportunidad.

Esta señora Cruz, que por algunas cosas que me están contando probablemente no sea idónea, pero por “gagá” - hay algunas anécdotas sobre su comportamiento en este mismo momento que no avalarían no ya que sea diputada, sino que incluso no sería hábil para el ejercicio cotidiano de la actividad humana - , esta señora es un producto de este régimen. ¿Por qué es producto de este régimen? No es sólo por el hecho de lo que opine o porque fue en la lista de Cavallo. ¿No es por el hecho de que hasta hace muy poco las leyes de Obediencia Debida y Punto Final estaban vigentes, y aún sigue vigente la del Indulto?

Existe una acordada fundamental e histórica de la Corte Suprema dictada en el año 1930 que sigue vigente: entre los regímenes constitucionales y las dictaduras militares se mantiene la continuidad jurídica. Como decía un diputado - y hace unos momentos hacíamos un comentario jocoso con la diputada Pierini - , el plexo jurídico de este país ha sido formado por varias dictaduras militares, y sus leyes siguen vigentes porque no han sido derogadas. Como decía, sigue vigente la normativa jurídica de este régimen democrático que, en un porcentaje extraordinario, ha sido determinado por el régimen militar, y de allí salieron los Bussi y los Patti. Porque aunque ahora esté anulada la Ley de Obediencia Debida, si no la hubieran armado o no hubiera existido, Bussi nunca habría sido candidato. Me molesta mucho que agredan al pueblo tucumano por el voto de un sector a Bussi, cuando el principal responsable de ello es el que permitió que se lo coloque como candidato. Porque Bussi no solamente emitió una opinión negativa sobre los derechos humanos: Bussi es un asesino, y no sólo alguien que opina; es un asesino y fue candidato. Es decir que las leyes de Obediencia Debida y Punto Final jugaron su papel y aún anulándose jugaron su papel, ya que forman parte del plexo de esa continuidad jurídica.

Quiero hacer una observación sobre algo que señaló el diputado Doy. El dice que, en este caso, hace hincapié en el criterio de justicia y no en el del derecho. No creo que haya reflexionado en profundidad sobre lo que dijo, independientemente - y esto se lo tengo que decir inevitablemente porque soy un político como cualquiera de ustedes - de que él fue el apoderado de la lista de Elena Cruz. Agrego lo siguiente: si él quiere un régimen basado en la justicia y no en el derecho, va a tener que revisar todo, porque la esencia del régimen actual es que está basado en el derecho y no en la justicia.

Acá hay un conjunto de derechos llamados individuales - que son garantías - como, por ejemplo, el derecho a la propiedad. La propiedad permite que un gran terrateniente de la provincia de Buenos Aires le esté pagando 150 pesos a un obrero agrícola, mientras está colocando exportaciones en el exterior en dólares, con el precio de la soja en alza. Eso es lo que permite el derecho. Nadie puede decir que es ilegal. Y tanto es así que el Presidente de la República quiere que los que están cobrando 150 pesos pasen a trabajar como tales - es decir, cobrando los 150 pesos - en obras públicas, y ya lo están haciendo en los hospitales de la ciudad en los trabajos de limpieza, y ya lo están haciendo también en las escuelas de la ciudad y de la Provincia de Buenos Aires, en trabajos de portería y limpieza. Eso es lo que permite el derecho; si fuera por la justicia, saltaría la propiedad de los terratenientes porque, evidentemente, que uno explote una masa tan grande de gente y se llene tanto de plata y en forma tan abusiva, no sería socialmente justo.

Me permito sugerirles que lean la página de campo del diario La Nación - soy un lector eterno de esa página - , porque allí se señala que la tasa de beneficio en el agro de exportación es del orden del 200 por ciento en un país de muertos de hambre. Entonces, si quiero el régimen de la justicia y no el del derecho, lo discutimos y el diputado Doy se incorpora el Partido Obrero, pero tiene que aplicar como normativa de organización social la justicia y no el derecho abstracto que, detrás de esa abstracción, ampara a los más fuertes.

Quiero decir una cosa para demostrar por qué también considero que Elena Cruz es un producto de este régimen. Estuvo en una lista formalmente constituida donde, independientemente de que algunos después la impugnaron o que cuando se “avivaron” pidieron cambiarla, estaban personas como Beliz, como nuestro jefe de Gabinete, Alberto Fernández, los cuales, a su vez, ahora apoyan a Ibarra. Es decir que tenemos una familia íntegra por transición. Por principio transitivo, a toda la vieja política que tenía escondida a Elena Cruz, la tenemos ahora en el plano oficial.

Elena Cruz no estaba escondida, ya que estaba en el puesto 27, que, en una lista de 60 candidatos, no es malo. Evidentemente, Elena Cruz era parte de un proyecto que incluía incorporar a su marido en la Secretaría de Cultura. Por lo tanto, no era una mujer inocente que estaba colocada allí. Formaba parte de un proyecto político. Aquí hay toda una bancada que entró detrás de ese proyecto político que tenía a Siro como secretario de Cultura.

También podría distinguir la diferencia entre Telerman y Siro, pero Siro tenía este tipo de intervención. Pero el problema es el siguiente, y me parece absolutamente esencial: aquí se dijo que uno puede tolerar las opiniones de Elena Cruz, convivir con ella (Nota de redacción: Vilma Ripoll), pero no admitir que ingrese a la Legislatura. Creo que es al revés. Uno no debe tolerar las opiniones de Elena Cruz, debe combatirlas o derrotarlas aunque se permita que ingrese a la cámara.

Me llaman mucho la atención los que dijeron esto, porque están repudiando los escraches. Un escrache es un pueblo que se manifiesta contra las opiniones de Elena Cruz. Y está bien. El pueblo tiene la obligación de expresar cuál es su ideal social; no puede atenerse a normas jurídicas. Si su ideal social es el contrario al de Elena Cruz, lo tiene que manifestar públicamente todo el tiempo. Yo saludo los escraches. Por eso nunca repudié a la gente que atacó a Alemann; el pueblo le hizo un escrache a él y a todos los políticos en aquel momento.

Este proceso no arribó todavía a una conclusión muy profunda, como surge de los resultados electorales actuales. Pero en algún lugar del subconsciente esta cuestión de transformación revolucionaria sigue vigente y reaparecerá en alguna circunstancia. Creo que hay que apoyar esos escraches. Pero los principios constitucionales indican que Cruz tiene que estar aquí.

Si nosotros permitimos que no esté acá - no quiero con esto molestar a nadie - , la próxima vez será contra la izquierda; y será en nombre de los mismos principios: la Constitución, la Ley de Defensa de la Democracia y otros.

Lo dijo recién el diputado Crespo Campos. ¿Cómo es que un hombre que está en contra de la democracia puede sentarse acá? La vez que viene no me dejarán sentar acá. Ya lo dijo él.

En los fundamentos de los diputados de la izquierda (Izquierda Unida y Baltroc, nota de la redacción) a favor de la impugnación se exigen credenciales democráticas: respeto a la Constitución y a valores constitucionales. No son mis valores. Lo acabo de explicar. No son mis valores.

Lo que ocurre es que soy una minoría y, entonces, discuto. Estoy acá para discutir. Si un día persuado a una mayoría, ese día, con esa mayoría, cambiaremos el régimen social. ¿Cómo me van a quitar el derecho a discutir? Lo hemos conquistado en la lucha y puedo hacerlo todas las veces que quiera.

Lo importante, diputado Crespo Campos, es que yo nunca lo escondí. Me siento acá en nombre del programa de mi partido. No digo que vengo en nombre de otro programa para poder sentarme acá. La prueba está en que hasta usted se dio cuenta de que yo tengo estas opiniones contrarias a esta organización de la sociedad, del Estado, que es represiva, antiobrera, antipopular, entreguista y torturadora. Claro que estoy en contra. Hasta que no tenga una mayoría, no puedo hacer prevalecer esta orientación. Pero me esfuerzo. La gente valora que me esfuerce, y ya hace muchos años que me estoy esforzando.

Quiero señalar una cosa muy interesante: aquí ha habido una crítica muy dura c ontra el pueblo argentino. Por ejemplo, se dijo que finalmente esta mujer llega aquí por voluntad popular. Esta mujer no llega aquí por la voluntad popular. ¿Quién sabía que estaba en esa lista? La metieron de contrabando.

Esa mujer llega a esta Legislatura en virtud de los principios constitucionales y jurídicos. La ley dice que la lista se hace así; es un secreto de tres o cuatro punteros que la manejan. Se ha cumplido la norma jurídica. Ella está acá como prueba del carácter reaccionario de este régimen jurídico; no de la voluntad popular. La voluntad popular la tuvo que aceptar de contrabando, cuando finalmente se enteró. Era todo una trampa porque algunos querían que estuviera Beliz, pero, si no querían que estuviera Elena Cruz, no podían votarlo a Beliz. Entonces, a lo mejor, la persona que la votó, se tapó la nariz y votó a Beliz, aunque también votara a Elena Cruz. Total, pensaba, está en el puesto 27. ¡Es decir que han jodido al pueblo sobre la base de los principios constitucionales y jurídicos, no de la voluntad popular!

Les recomiendo - pienso que ustedes lo deben haber hecho - para entender estos problemas, que vean una de las películas más maravillosas que ha dado el cine. No recuerdo bien su título, pero tiene algo que ver con las mariposas. Es una película española. Me dicen que es “La lengua de las mariposas”. El final de la película es sobrecogedor porque una familia libertaria, laica, librepensadora y democrática ante la fuerza física y militar de los fascistas entrega a unos vecinos.

El mito de la democracia burguesa y formal, es creer que hay una voluntad popular eterna, que sería una especie que ocupa en el derecho constitucional un lugar equivalente al que ocupaba dios en los regímenes monárquicos.

Pero la voluntad popular varía de acuerdo con las presiones y expresiones de la lucha. Por eso, ante la posibilidad de que le maten la familia, una mamá y un chico - y especialmente el niño, por salvar a sus padres - delatan, aun cuando el niño hubiera sido educado en la libertad y la democracia. ¡Pero no había más libertad y democracia! Si hubieran ganado los republicanos, si habrían ganado los revolucionarios, nunca se hubieran entregado. Pero no se le puede echar la culpa al chico: hay que echarle la culpa a la política nacional e internacional que llevó a los republicanos a la derrota. A ellos hay que echarles la culpa, y no a la pobre familia. Hay que tratar de entender bien todo esto, que no es la expresión de la soberanía popular.

Quiere decir que Elena Cruz ingresa aquí sobre la base de la Constitución.

Me llaman la atención los contenidos de la impugnación, porque prácticamente me excluyen a mí de la Legislatura. Por momentos me pareció que alguien podría suponer que yo imaginaba futuras persecuciones, como si fuera una especie de paranoico o conspirativo. De acuerdo con la impugnación, los representantes legislativos debemos tener identificación con ciertos valores constitucionales básicos. ¡Yo no hice esta Constitución! Fueron personas que adhieren a un pensamiento democrático, y me parece muy bien; pero el que escribió esto piensa de la democracia algo que yo no pienso: piensa que es un régimen de libertad para todo el mundo, de igualdad y de fraternidad, cuando en realidad es un escamoteo, es todo una terrible presión, represión, hambre, persecución, descomposición social, violencia familiar; esconde todo eso. Entonces, con ese pensamiento democrático, que es el que está formalmente inscripto en la Constitución, yo no estoy de acuerdo.

Acá ya están todas las causales para rechazarme si alguna vez llego a entrar al Congreso de la Nación. Está firmado por la izquierda (IU), y me sentí muy mal cuando lo leí. Pensé: “Esto me lo pueden aplicar a mí”. Por ejemplo, en una parte se dice que es incompatible el hecho de haber participado en un golpe de Estado. Yo no participé en ningún golpe de Estado, pero quiero reflexionar sobre lo siguiente: los dos movimientos más grandes de la Argentina fueron extra-constitucionales. Yrigoyen fragoteó y fragoteó, y hasta se le reprocha haber aceptado la legalidad de la Ley Sáenz Peña: tendría que haber seguido fragoteando para barrer al régimen conservador. Por no haber seguido, terminaron volteándolo en el ‘30. Pero fragoteó. No era constitucionalista. ¡Y Perón es el producto del golpe militar de junio del ‘43, para mejor un golpe militar de características derechistas!

Ahora bien, el otro día - les confieso que lo vi completo, porque me gusta el personaje - vino Chávez. Todo el mundo está contento con él, y lo abrazan. Pero Chávez lideró un golpe y una insurrección en el año ‘92. Todo el mundo lo repudió, porque atentaba contra la democracia; lo repudiaron todos, menos el Partido Obrero. No es que seamos golpistas, sino que al ver un grupo militar que se alzaba y a la población de Caracas que iba con él, dijimos que era una revolución popular, y no un golpe. Y nos fuimos con él.

En el año ‘94 asistí en La Habana a un congreso del Foro de San Pablo, donde este problema fue muy discutido. Se le criticó a Fidel Castro haber apoyado a Carlos Andrés Pérez contra Chávez. Mandó un telegrama diciendo que lo defendía en nombre de la democracia; y el Partido Obrero defendió a Chávez. Entonces, de acuerdo con lo que se dice en la impugnación, nosotros no podríamos estar aquí adentro.

Recién acabamos de homenajear a los chicos de Malvinas. Los chicos de Malvinas defendieron la patria, ¿pero qué patria? ¿La patria cuna de la democracia moderna? No. Contra eso combatían, que era la flota británica. ¡Defendían la patria de Galtieri! ¡Hubo gente que porque la patria era de Galtieri dijo que había que apoyar a los británicos, que venían a traer la democracia!

Pero como ustedes homenajearon a los chicos de Malvinas, supongo que no estarán con la cuna de la democracia, sino con aquella Argentina oprimida que peleó en Malvinas. Yo también estuve y por eso hoy apoyé el homenaje. No tengo ningún problema; yo no tengo ese tipo de conflicto. Los problemas formales en nuestro pensamiento político están subordinados a consideraciones históricas, sociales y humanas, y no como una cosa en sí misma, porque ese es un mecanismo de afirmación de la clase dominante.

Quiero decir una cosa: en Cuba hay una dictadura. Contra el imperialismo yanqui, yo defiendo la dictadura de Cuba. Yo no digo: “No, Cuba es una democracia y entonces, como es más democracia que Estados Unidos, la defiendo”. No, porque cuando yo era chico era peronista y defendía a Perón, pero no porque él fuera un demócrata. No, yo sabía que era un dictador. A los trabajadores, Perón nos había venido bárbaro, y los que iban a venir en nombre de la democracia nos iban a cortar la cabeza a todos. Efectivamente, ¡vinieron a cortarnos la cabeza a todos en nombre de la democracia! Y había un chiste en aquella época. “Definición de la democracia: es la dictadura de los democráticos”. Si gobiernan los democráticos, es democracia. Pero eran una minoría.

Acá se hizo una observación que me llamó mucho la atención (N. de la R. de la diputada Baltroc). Este no es el caso Le Pen. Es decir, Elena Cruz no, Le Pen sí. ¡Dios mío! ¡¿Cómo?! ¡¿Elena Cruz no, pero Le Pen sí?! ¡Le Pen defiende Auschwitz! ¡Le Pen es una organización de bandas armadas! ¡Él viene de la represión en Argelia! A ese tipo hay que aplastarlo.

Ahora, ¿qué pasa? Le Pen no, porque la democracia occidental lo acepta. Y nosotros, este puerto de Buenos Aires, siempre mirando hacia Europa, decimos: “Si los civilizados europeos aceptan a Le Pen, Le Pen puede ser, pero Elena Cruz, no”. Unos y otros son producto del mismo sistema, sólo que Le Pen es much o más grande. Sacó el 20 por ciento de los votos en la elección francesa. Es de una vieja tradición fascista: fue colaborador de los nazis. Viene de un país donde el régimen político de la Segunda Guerra Mundial colaboró con los nazis.

Entonces, con esto quiero decir que no puedo defender a este régimen democrático, no puedo darle más poderes represivos. Va a apuntar a la cabeza de los derechos democráticos. No puedo darle más poderes represivos de los que ya tiene.

Por otra parte, hemos hablado de Fidel Castro, de Chávez, de Le Pen. ¿Por qué no hablamos del Argentinazo? El Argentinazo golpeó un régimen constitucional por una vía extra-constitucional. La renuncia de De la Rúa no vale como documento constitucional. Un Presidente tiene que estar en el dominio de su voluntad para renunciar constitucionalmente. ¡El pueblo lo echó a patadas! La renuncia fue una formalidad para mantener la continuidad jurídica, para darle pie a la Asamblea Legislativa y colocar a un sucesor afín. Una maniobra política no quiere decir que el proceso fuera constitucional.

Ahora bien, ¡la Argentina que todos hoy valoran… nació de ahí, no en el sentido de que es un producto del Argentinazo, sino que viene haciéndole concesiones todo el tiempo en el lenguaje, en el espíritu y hasta a algunos personajes que ella representa. Entonces, no puedo defender todo esto porque lucho por otro régimen político, diferente a esta democracia.

En definitiva, me opongo a darle poderes represivos al Estado. Y esta Legislatura es parte del Estado y esto queda como un antecedente porque, claramente, se está condenando el delito de opinión.

Quiero decir que en este delito de opinión está el tema de los derechos humanos, pero no es cierto que los derechos humanos sean aplicados tan universalmente como aquí se dice. Bush aplica los derechos humanos cuando ataca a Irak; aplicó los derechos humanos también para someter a toda la península balcánica. Es también una bandera del imperialismo; un fenómeno contradictorio. Lo cierto es que el contenido que tiene para los luchadores - para las madres y para las organizaciones de derechos humanos - no es el mismo que tiene para Bush.

La Corte Interamericana los utiliza para arrogarse principios de intervención. Hoy están yendo las empresas privatizadas a la Corte Interamericana a defender sus derechos de propiedad. Aquí se habla mucho de la Corte Interamericana, pero esa misma Corte prohibiría un proyecto de ley que muchos aquí desearían ver aprobado, respecto del derecho al aborto.

Entonces, con la cantinela de los derechos humanos, nos han metido un nivel de intervención política fenomenal.

Con esto no quiero decir que debamos renunciar a la defensa de los derechos humanos; pero el contenido de nuestra lucha por los derechos humanos no es el de la Corte Interamericana, no es el del Departamento de Estado y tampoco el de Washington. De esta manera, no se puede hablar de derechos humanos en general. Hay que ver cómo se los defiende.

Reforzar el poder del Estado que mató a Kosteki y Santillán no les hace ningún favor a los derechos humanos.

Y esto lo digo sabiendo que mis compañeros, amigos y familiares que fueron mutilados y destruidos por la dictadura militar, pronunciarían el mismo discurso que pronuncio yo, a favor del escrache, a favor de la movilización popular, a favor de la destrucción de las organizaciones derechistas. Totalmente. Pero no como movimiento del Estado, no como una medida estatal represiva que al final irá dirigida contra las organizaciones populares.

Es la posición que tengo sobre este problema. Ustedes comprenderán que la posición demagógica más sencilla era mandarme una diatriba en contra de Elena Cruz, pero tengo que defender los intereses permanentes que, nosotros entendemos, son los de la clase obrera y de los oprimidos de la Argentina.

Tenemos que cumplir ese deber; no seré yo el que va a dejar de cumplirlo.

Ustedes recordarán que me he referido a los problemas del delito de opinión. El delito de opinión - contra el que alguno se ha pronunciado - existe. La injuria y la difamación son opiniones que se castigan. También tenemos la apología del crimen. Ustedes castigan la apología del crimen. Me parece muy bien que castiguen el crimen pero, ¿por qué la apología?

Voy a contar el caso de un crimen en el que defiendo a la criminal. Yo hago la apología - aunque no sería exactamente eso - de ese crimen. Una mujer de Tucumán termina matando a su marido que le pegaba, la torturaba y la rev entaba. Está presa y yo pido la libertad de esa criminal. Estoy haciendo la apología del crimen. Claro que hay crímenes y crímenes…

En lugar de establecer un ukase diciendo lo que está bien o mal - aquí está la diferencia del pensamiento socialista del burgués formal - , ante todo considero el caso por el mérito que tiene y el lugar que ocupa.

Defiendo los escraches y lo que el pueblo organiza contra esta gente. Pero no la represión del Estado.

Quiero terminar recordando una hermosa película checoslovaca que creo que pueden ver en video; se llama “Un día, un gato” y a todas las “elenas cruz” los chicos les ponían colores para motivar el repudio de la gente. Y el pueblo progresaba moralmente haciendo que el novio enamorado de su chica, y que buscaba la felicidad, tuviera el color de la adhesión general. Y que el otro, que engañaba y estafaba, tuviera el color del repudio. Con ese juego de colores, se elevaba la conciencia de este pueblito, que es el escenario de esa película checoslovaca.

Lo mismo sucede con Elena Cruz, pero no le doy ningún poder represivo más al Estado capitalista. (Aplausos)