HEGEMONÍA Y DISGREGACIÓN DEL PERONISMO
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/59400-
Con los resultados electorales de Misiones, Kirchner vuelve a festejar. ¿Pero qué festeja? Con una abstención del 40%, su pollo, Rovira, obtuvo el 35% de los votos del padrón. El ganador se apresuró a proclamar “la victoria de la renovación” olvidando en un suspiro que él es un descendiente del derrotado Puerta. El esfuerzo del periodismo por explicar las razones de este resultado y no de otro ha sido vano, porque ha omitido lo fundamental: los intereses económicos que promovieron a Puerta (una parte de los banqueros que compraron bancos provinciales) ahora apoyan a Kirchner, como lo demuestra la entusiasta reunión de la Asociación de estos banqueros con el Presidente para celebrar el negociado de prestarle al Estado 500 millones para obras públicas a la obscena tasa del 12% anual. El gobierno está poniendo lo que hace falta para que estos banqueros se queden con los bancos que quebraron el año pasado. Incluso el diario La Nación acaba de dar un fuerte giro hacia el gobierno, al elogiar, en un editorial (1/10) que “el gobierno actual se ha comprometido a alcanzar un superávit”.
En la otra punta, Neuquén, el menemista Sobisch ganó incluso con menos, el 31% del padrón electoral; el 27% no fue a votar y el 7% votó en blanco. Es claro que el neuquino no conquistó en las urnas la autoridad necesaria para contraponer a la vigorosa huelga docente en su provincia.
Estos resultados siguen la línea trazada por las elecciones bonaerenses donde Solá se alzó con apenas el 25% del padrón, en función de una elevada abstención. No han pasado quince días y el ex pupilo de Menem ya enfrenta una fuerte crisis política en su residencia de La Plata.
Las elecciones en Córdoba, el próximo domingo, van a confirmar esta tendencia de crisis, porque De la Sota va a perder en grande las elecciones en la capital de la provincia, aún cuando cuenta con el apoyo de Kirchner, y retrocederá en las legislativas. Todo esto ocurrirá luego de haber ganado las de gobernador, en mayo, con el 60%. Su contrincante en la capital, Luis Juez, es un ex menemista, que se candidatea a intendente con el apoyo de la centroizquierda, de la Fiat y de VW (en la lista de De la Sota van ejecutivos de la aceitera General Deheza y de la molinera-cementera Minetti)
La presencia del peronismo tanto en el oficialismo como en la oposición ha llevado a algunos a concluir que Argentina se encuentra en las vísperas del régimen de partido único. Pero por ahora, al menos, la conclusión debería ser la contraria, o sea que estamos ante el régimen de ningún partido. Es un hecho que el peronismo no tiene cabeza ni programa, de modo que si además compite entre sí con plataformas antagónicas, se encuentra más en un estado de semi-disolución que de monolitismo. Hace pocos días Kirchner y Duhalde se tiraron en contra de la posibilidad de ser nombrados presidentes del PJ.
Al lado de la teoría del partido único convive, curiosamente, la contraria, o sea la de la “renovación” y la de la “transversalidad”. En este terreno, el partido único se construiría solamente con una parte del peronismo: la otra parte se formaría, en un caso con los centroizquierdistas y en el otro caso con la centroderecha; Kirchner con los primeros y Duhalde con los segundos. Como tal cosa no podría ocurrir nunca de forma lineal o rectilínea, lo que plantea es un período incierto de desmembramiento político. Lo que sucede hasta ahora no es, sin embargo, ni una cosa ni la otra: Kirchner se vale del centroizquierda para atacar la independencia de las organizaciones que luchan, pero no consigue su apoyo parlamentario. De otro lado, como ese apoyo solamente se lo da Duhalde, Kirchner ha tenido que archivar las promesas de “pluralismo sindical” que prodigó a la Cta y a De Gennaro. Estas contradicciones han provocado, naturalmente, un enorme cuadro de desorientación en el centroizquierdismo, que ha ido retrocediendo implacablemente con cada elección luego de las presidenciales. Lo que ha comenzado a ocurrir en la Ciudad de Buenos Aires no podría ser más contundente, porque el centroizquierdista Ibarra ya ha comenzado sus pactos con el centroderechista Macri, como se ve, entre otras cosas, en la inminente designación del Defensor del Pueblo local. En lo que se refiere al centroderecha, no quiere saber nada con Duhalde por ahora, incluso dice que su propósito es poner fin a “la hegemonía peronista”.
Asistimos claramente a un período de transición en el marco de la gigantesca crisis que explotó en el 2001. El proceso no ha dicho, ni de lejos, la última palabra. Mientras tanto, el gobierno se encuentra empantanado con una deuda que crece astronómicamente y que ya resulta impagable en la porción de ella que se contrajo en los últimos dieciocho meses para salvar al sistema bancario. Las informaciones de los últimos días han dejado más en claro aún que la parte de la deuda en “default” ya no se encuentra en poder de los bancos sino que estos la transfirieron a los pequeños inversores nacionales y extranjeros (75%) y a los fondos especulativos, que la compraron a precio de remate (30 centavos de dólar).
Una manifestación incuestionable de la incapacidad del gobierno para asumir en los hechos su verborragia popular es la propuesta para enfrentar las ejecuciones hipotecarias de los propietarios de vivienda única: los bancos transfieren el crédito hipotecario al Estado, que se encarga de que la deuda sea pagada por completo, aunque en plazos más extendidos, lo que la transformará en una carga indefinida en el tiempo y de resultado incierto.
Otra manifestación del carácter convulsivo de este período de transición es el crecimiento de las luchas salariales, lo cual acabaría con la “austeridad” oficial y con el acuerdo con el Fondo. El gobierno está programando una revalorización del peso frente al dólar del 30%, lo que significa que aumentarán los precios mientras el tipo de cambio se mantiene fijo. Este mecanismo trasladará todo el peso de la devaluación del 2002 (70%) sobre los trabajadores, que hasta ahora habían sido golpeados por un aumento del costo de vida inferior (40%).
Nada retrata mejor el carácter del período que los sucesos bolivianos.