LA VICTORIA DE LULA
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/57461-
Los 52 millones de votos que obtuvo Lula en el segundo turno parece que hubieran dado un aval a su estrategia política de pactar con la gran burguesía, aliarse a la derecha, llegar a toda clase de acuerdos con los políticos burgueses en los diversos estados, respaldar los acuerdos con el FMI y llegar a acuerdos programáticos con la Bolsa de Comercio, con la Federación de Industrias y con casi una treintena de grandes entidades financieras. Es lo que opina la gran mayoría del periodismo, que no sabe hacer otra cosa que interpretar los hechos consumados. Es lo que llaman “construir proyectos mayoritarios”. Sin embargo, esto no es lo que aprecian los votantes de Lula. Por eso, cuando en la noche de la victoria Lula alzó el brazo de su vicepresidente de derecha, “el gesto, - informa la corresponsal de Clarín (29/10) - no sólo no mereció aplausos sino que provocó algunos silbidos y un pesado silencio”; Lula hizo “pasar a Alencar a segundo plano”.
Los resultados tampoco avalan esa “táctica genial”. Aunque Lula ganó con el 62% de los votos y lo hizo en todos los estados a excepción de Alagoas, el PT no ganó ninguna gobernación salvo la de Mato Grosso do Sul. Más grave aún, el PT perdió el estado de Río Grande do Sul y la Intendencia de Porto Alegre, que se habían transformado en emblemas de lo que sería un gobierno nacional del PT. A fuerza de acuerdos y de pactos, Lula ingresa al Palacio do Planalto en la más completa soledad política. Es claro que Lula no construyó una mayoría para ganar las elecciones sino una coalición con la gran banca y el imperialismo para asegurar la llamada “gobernabilidad” del Estado, es decir del Estado capitalista, esto a costa de los intereses de la mayoría electoral. Esto explica que el presidente de la Bolsa de Sao Paulo, Raymundo Magliano Filho, pudiera caracterizar el “convenio inédito” que firmó con Lula como “la caída del muro de Berlín” (O Estado de Sao Paulo, 28/10). “Es una pena - agregó - que mi padre, que fue agente de Bolsa, no pudiera ver esto”. No sólo Lula, como se puede ver, tuvo recuerdos filiales en las elecciones brasileñas.
Lula, dice el bolsista también, “puso al mercado de capitales en su agenda”. Esto significa, ni más ni menos, que va a derivar recursos del Fondo de Garantía por Tiempo de Servicio, encargado de financiar la construcción de viviendas populares, para la compra de acciones (O Estado, 17/10). Lo mismo piensa hacer con el Fondo de Amparo del Trabajador, encargado de pagar el seguro de desempleo. ¡La plata para viviendas va a ir a parar a la Bolsa! (esto sí que es una opción por los pobres). Pero incluso más significativo para quienes identifican a Lula con el “capital productivo”, destinar recursos del Fondo de Garantías a la Bolsa significa restárselos al Banco estatal de Desarrollo, que hoy recibe parte de ese dinero. Pero mientras se dan estos compromisos, el fondo de pensión de Vale do Rio Doce, la empresa minera más importante del mundo, anuncia una pérdida de 3.000 millones de dólares como resultado de la caída de la Bolsa, donde invierte el dinero de los aportistas.
La “táctica genial” de la alianza con el FMI y la derecha tampoco ha disipado la tendencia a la cesación de pagos. La desvalorización de la moneda ha llevado la deuda a un 70% del PBI, o sea que es impagable. Las reservas líquidas del Banco Central son apenas superiores a los 10.000 millones de dólares, en tanto que los vencimientos de capital e intereses de la deuda se acercan, en un período anual, a casi 40 mil millones. Durante todo el proceso electoral y a pesar del acuerdo con el FMI, el financiamiento externo de las exportaciones ha seguido cayendo, mientras que los capitalistas brasileños recurrían al pago anticipado de deudas para evitar el encarecimiento. Quien no pudo hacer nada de esto fue la red Globo de Televisión, uno de los pulpos más importantes del país, que se presentó a convocatoria al no poder pagar un vencimiento de 1.500 millones. Lo ocurrido a la Globo es lo que le espera a Brasil.
Es claro entonces que al próximo gobierno del PT lo espera una bancarrota económica sin precedentes y, por lo tanto, una crisis política. El estallido de esta crisis política no sólo pondrá a prueba al gobierno de Lula sino que puede sacudir al conjunto de la sociedad brasileña y más que nada a los trabajadores. Ahí se verá que la “construcción de mayorías” para transformar a Brasil es un trabajo revolucionario y no de punteros.
Jorge Altamira