LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA

LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/56864-

Sin ningún pudor, en un caso, y con un poco de él, en el otro, Izquierda Unida y Zamora se han anotado en el plan político de Duhalde. IU se ha largado a la campaña electoral procurando explotar las intenciones de voto que las encuestas le asignan a Zamora con la propuesta de una candidatura común. La posición de Zamora es un poco diferente, porque cada vez que puede señala el carácter antidemocrático de la convocatoria de Duhalde, pero añadiendo que “la gente le pide que se presente” y que a él no le gusta “rehuir las peleas”.

Cambio de eje

Este alineamiento con el plan de Duhalde, que no es otro que el del Tesoro norteamericano, significa un violento cambio de eje con relación a la rebelión popular que encarnan los piqueteros, asambleas populares, empresas ocupadas y ahorristas. El planteo de un “nuevo Argentinazo”, que la Interbarrial inscribió en sus carteles en la manifestación del 9 de julio pasado, es sustituido por el de “vote a la izquierda”. La instrumentación electoralista que IU se ha esforzado por imponer a las asambleas populares queda ahora abiertamente al desnudo. Casi al mismo tiempo en que IU se atrevía por fin a confesar su estrategia política, la crisis capitalista asumía proporciones catastróficas en Uruguay (y aun quizás más grave en Brasil), lo que ha llevado a los primos de IU en la vecina orilla, o sea al Frente Amplio, a acelerar su integración al régimen blanqui-colorado. Los cacerolazos uruguayos podrían en cualquier momento transformarse en una rebelión popular. Pues bien, en lugar de profundizar este eje político que plantean tanto el derrumbe capitalista como la movilización del pueblo, IU se suma al planteo desmovilizador de Duhalde, del conjunto del peronismo y del centroizquierda. No solamente estamos ante una posición de adaptación completa a un plan continuista y regimentador, sino que estamos por sobre todas las cosas ante un planteo de ataque a las tendencias antielectorales y de rebelión del pueblo. A partir de ahora sabemos que, para el Mst, la consigna de “Fuera Duhalde” significa fuera Duhalde indo loramente, en mayo de 2003.

De la democracia directa a candidato único

Zamora, por su lado, parece haber archivado su pasión por la “democracia directa”. Convertido en candidato único, intransferible y privilegiado, su afán por “escuchar a la gente” ha quedado al desnudo como una treta caudillista. A los seguidores de Zamora no los une un programa sino la buena estrella de su líder, y esto es la esencia del caudillismo y del arribismo, que curiosamente Zamora le adjudica al resto de la izquierda. Zamora acaba de decir, en el programa “A dos voces”, que condicionaba el planteo de no pagar la deuda externa a la opinión de “la gente”; en esta línea valoró como una alternativa una presentación judicial que se encuentra en curso ante los tribunales internacionales. Esto es mucho más que una muestra de la poca importancia que Zamora le da al programa; revela una adaptación al “electorado”, o sea una demagogia, que lo emparenta con el “Chacho” Alvarez, el cual tuvo en su momento intenciones de voto mucho más masivas que las de Zamora. Digamos también que Zamora le ha puesto el oído a “la gente” en una facultad de la UBA, cuando habría podido hacerlo en las asambleas barriales, las asambleas piqueteras, las empresas ocupadas y las asambleas de ahorristas. En estas asambleas habría podido medir más adecuadamente las tendencias a la rebelión popular y sacar sus conclusiones; sus seguidores, en cambio, pueden esconder a muchos que se están anotando para hacer carrerismo parlamentario.

La incorporación de esta izquierda al plan político del gobierno, no solamente significa un cambio de eje respecto a la preparación de un nuevo Argentinazo. Como lo hiciera antes que ellos Carrió, no se plantea siquiera la caducidad de todos los mandatos y el adelantamiento de las elecciones. El ARI archivó su promesa de impulsar la “abstención activa o revolucionaria” para el caso de que las elecciones se limitaran al Ejecutivo; lo mismo ocurre con IU. El plan político del gobierno prevé que un Presidente con mayoría electoral, que salga de la interna peronista, tenga luego a su cargo la renovación de todos los mandatos, lo cual alinearía en torno a un mismo eje a todos los poderes del Estado.

Un apuro que no es inocente

¿Se desprende de todo lo que antecede que el proceso revolucionario argentino marchará en una suerte de “línea recta” hacia arriba y que no conocerá en su transcurso uno o varios episodios electorales? ¿O que estaría excluida la posibilidad de una disipación de la crisis revolucionaria en curso y de un retorno a las experiencias electorales antes de que se creen en el futuro nuevas situaciones revolucionarias?

Plantear la pregunta es contestarla. Pero IU, y aparentemente Zamora, han adelantado ¡en ocho meses! su apetito electoral - un período de tiempo que prácticamente todos los observadores políticos concuerdan que será fuertemente convulsivo. Se trata de un “apresuramiento” con claro contenido político. No estamos ante una posición que pretende aprovechar propagandísticamente y hasta como factor de organización una campaña electoral, sino ante una adaptación política al plan del gobierno y del imperialismo para disipar la tendencia revolucionaria de las masas.

Ni Constituyente ni gobierno de trabajadores

Para disimular esta verdadera capitulación política, al Mst no se le ha ocurrido mejor cosa que denunciar nuestro planteo de Fuera Duhalde, Constituyente con poder, como una renuncia “al gobierno de los trabajadores y del pueblo” (sic), o “un gobierno policlasista o de conciliación de clases”. Pero incluso si esta “acusación” tuviera algún trazo de verdad, la posición del PO no dejaría de tener un aspecto revolucionario que la adaptación de IU al plan de Duhalde no tiene de ninguna manera: a saber, que plantea la destitución del gobierno y una nueva rebelión popular. Por otro lado, lo que sí sería un gobierno de conciliación de clases es “el gobierno de trabajadores y del pueblo” que propugna el Mst, pues se trata de un gobierno elegido por sufragio universal en el marco del Estado burgués. Para que no fuera así el Mst debería plantear la dictadura del proletariado, o sea la destrucción del Estado capitalista y un gobierno electo y revocable de los consejos obreros, y no electo por el sufragio, sin deliberación, del pueblo atomizado, sin distinción de clases. Pero el Mst no pronuncia la expresión dictadura del proletariado ni por equivocación; el gobierno de trabajadores del Mst (y por sobre todo “del pueblo”, es decir la burguesía) es lo que Lenin llamaba un “gobierno obrero liberal, o sea burgués”. En lugar de dictaduras proletarias o argentinazos, el Mst anda en tratativas frentistas con el Frente para el Cambio, que gobernó con la Alianza y que ha sido responsable de “memorables” planteos privatizadores para Aerolíneas (caso Alicia Castro a favor de American Airlines).

Dentro de la ley, todo

La Constituyente con poder es una consigna democrática y por lo tanto se encuentra dentro de los moldes históricos del régimen burgués, pero es un error considerarla burguesa si es usada para oponer los trabajadores a la burguesía; en este caso es una consigna de transición hacia un gobierno de trabajadores entendido como la dictadura del proletariado. Burgués y contrarrevolucionario es el planteo del Mst, que parte de “la facultad” del “Congreso… de convocar a esa Constituyente, mediante una ley…” (Alternativa Socialista, N° 334). Según estas “facultades”, establecidas por la Constitución actual, la Constituyente debe funcionar sin interferir en el poder vigente, o sea subordinada al gobierno de turno. La diferencia entre las posiciones del Mst y las del PO son las que existen precisamente entre la “ley” que permite la Constitución actual, de un lado, y el Argentinazo, del otro, como fuentes de una Constituyente, y entre la subordinación al poder político y que sea soberana. Para el Mst, que ya ha establecido que una Constituyente no debería gobernar porque así lo establece el ordenamiento actual, un gobierno constituyente sería de “conciliación de clases”, como si fuera una obligación apoyar a un gobierno patronal electo por la Constituyente bajo su responsabilidad. El Mst quiere una Constituyente emanada de una “ley” del Congreso cuya exclusiva tarea sea redactar una Constitución mientras paralelamente gobierna un partido capitalista elegido con los métodos convencionales. Es claro que esta Constituyente no sería soberana, porque carecería de la facultad ejecutiva de poner en práctica sus reformas o decisiones. Más de la mitad de las disposiciones de la Constitución brasileña de 1988, que se ciñó al “método” del Mst, aún no se han hecho efectivas (en especial las que demagógicamente establecen derechos sociales).

La reivindicación de la Constituyente con poder debe servir para desarrollar las organizaciones de las masas independientes de la burguesía y del Estado que luchen para concretarla, y que a partir de aquí superen las limitaciones históricas de la Constituyente. Es esta relación la que le da a la consigna constituyente un carácter transicional, porque sirve para desarrollar, más allá de esa reivindicación, un poder político de los explotados independiente del Estado. Al lado de la Constituyente con poder, el PO plantea la convocatoria de un Congreso nacional de organizaciones piqueteras, asambleas populares, sindicatos combativos y empresas ocupadas. ¿Qué plantea en cambio IU, que dice “pelea (r) por un gobierno de los trabajadores y el ‘pueblo’”? ¡Votemos a la izquierda en marzo del 2003!

La cuestión del poder

La función histórica de la consigna constituyente en la situación actual es plantear la cuestión del poder desenvolviendo los aspectos positivos de las ilusiones democráticas del pueblo. La Constituyente se contrapone al poder de turno, es incompatible con él, exige su destitución. Mientras el plan “electoral” de Duhalde acentúa el monopolio político de la clique capitalista, la Constituyente con poder plantea que se vaya Duhalde y el conjunto de los clanes explotadores. La especulación sobre quién tendría la mayoría en una futura Constituyente está fuera de lugar, esto porque para convocarla hay que quebrar antes el poder actual, lo que crearía una situación política completamente nueva.

En la lucha contra los gobiernos capitalistas de turno que han quebrado al país, el PO no solamente apoyó e impulsó el desarrollo de las organizaciones piqueteras independientes, las asambleas populares, las fábricas ocupadas y la recuperación de los sindicatos; también hemos usado la tribuna parlamentaria. Recaracterizamos la situación política en octubre del 2000, cuando se produjo la renuncia de Alvarez, y planteamos Fuera De la Rúa y el llamado a una Constituyente; en la Legislatura advertimos que se trataba de “una oferta de temporada”, esto porque ella acabaría siendo impuesta por la rebelión popular. En diciembre del 2001 presentamos un proyecto de ley que planteaba la destitución de Ibarra y la disolución de la Legislatura, para contraponerlo al proyecto de plenos poderes presentado por Ibarra. El Mst, que nunca hizo un planteo de poder, tipifica ahora a este proyecto de colaboracionista de clase porque preveía una Junta Electoral integrada por un representante de cada bloque legislativo, para verificar la realización de elecciones constituyentes en 45 días; la destitución sin concesiones del poder de turno que planteaba el proyecto lo tiene sin cuidado. Viniendo de un partido que hizo un frente con la totalidad de los partidos de la Legislatura (a excepción del PO y de Latendorf) para impulsar una ley de emergencia sanitaria que preveía la flexibilidad laboral, esto es un caso patético de cretinismo.

Congreso de piqueteros, asambleas, fábricas y sindicatos

El colapso capitalista y la rebelión popular han desnudado con mayor profundidad todavía las divergencias estratégicas en la izquierda. IU sigue diciendo, sin embargo, que “todo nos une”, claro que como pantalla de una labor faccional que apunta exclusivamente a denunciar a sus rivales como divisionistas y en especial a disimular sus verdaderas posiciones políticas. La disyuntiva es, sin embargo, o apoyar la política que busca la disipación electoralista de la rebelión popular, o reforzar, mediante el esclarecimiento, la organización y la lucha, esa rebelión popular. Este es el punto.

Llamamos a una unidad de la izquierda para echar a Duhalde y al FMI e imponer una Constituyente soberana, con poder, impulsando la convocatoria a un gran congreso nacional de las organizaciones piqueteras, las asambleas populares, los sindicatos combativos y las empresas ocupadas.