LA "ESPONTANEIDAD" DE LAS MASAS

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nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/55732-

Desde bastante antes de las jornadas revolucionarias del 19 y 20 pasados, se ha venido desarrollando una lucha ideológica hasta cierto punto más encarnizada que la que se libró físicamente desde el Obelisco a la Casa Rosada. Apenas hubieron hecho su aparición los primeros cacerolazos en los avenidas comerciales de algunos barrios, los medios de comunicación, y por cierto, numerosos progresistas e izquierdistas, comenzaron la sanata que caracterizaba a esos cacerolazos como manifestaciones “espontáneas” y, por supuesto, “pacíficas”. Lo curioso de todo esto es que los asaltos a supermercados que ya tenían lugar por ese entonces en Entre Ríos y en Mendoza no merecían el mismo calificativo de “espontáneos”, a pesar de que lo eran en mucho mayor medida que los cacerolazos. Después de todo, estos últimos habían sido convocados en más de un caso por asociaciones comerciales. La “espontaneidad” que se le atribuía a los cacerolazos ocultaba el hecho de que éstos ya habían comenzado a atacar la propiedad privada de los grandes grupos comerciales, como por ejemplo Musimundo o las grandes farmacias, de un modo, si no igual al menos parecido, al que las masas hambrientas asaltaban los supermercados. La tesis de la “espontaneidad” del movimiento popular alcanzó su pico de delirio frente a la movilización que arrancó entre las 10 y las 11 de la noche del miércoles 19 y concluyó, provisoriamente, en la madrugada.

El punto de vista más vulgar define a la “espontaneidad” como a las acciones de masas que no aparecen inspiradas o impulsadas por una dirección política reconocida. Detrás del halo anarquista o libertario de este enfoque, se esconde el más crudo stalinismo, esto porque, de un lado, iguala a la acción conciente con la presencia determinante de un aparato, y, del otro, identifica a la acción creativa de las multitudes y de las masas (creativa, porque, por ejemplo, derrota a un estado de sitio y derroca a un gobierno) como un fenómeno que carece de un cuadro de ideas y no está precedido por una reflexión política. Es muy claro que los autores de la “espontaneidad” pretenden idolatrar a las masas para mejor explotarlas políticamente, y en realidad no hacen otra cosa que denigrarlas.

El levantamiento popular del 19 y 20 fue el menos “espontáneo” de la historia argentina, si exceptuamos a la Semana Trágica de 1919, y se encuentra en un plano relativamente similar al levantamiento obrero de enero de 1959 contra Frondizi y al Cordobazo de mayo de 1969. La gesta del ‘19 fue preparada por casi un cuarto de siglo de combates y huelgas generales del movimiento obrero y anarquista; la del ‘59, por las grandes huelgas del ‘56-’57 y por la huelga petrolera y la lucha por la enseñanza laica del ‘58; el Cordobazo fue precedido por las huelgas gráficas y petroleras del ‘68, por la sublevación cordobesa de junio de ese año (Pampillón), y por las huelgas metalúrgicas y del transporte de Córdoba de principios del ‘69.

Historia y memoria

El levantamiento popular del 19 y del 20 de diciembre pasados fue el más preparado de todos los que lo antecedieron, pues fue la consecuencia de más de una década de huelgas y movilizaciones de derechos humanos y contra el gatillo fácil, pero por sobre todo fue el resultado de la acción del movimiento piquetero y de los cortes de ruta más grande de la historia argentina y de la mayor parte de los países del mundo; fue un General Mosconi y Tartagal a escala de la nación toda. Sólo al final de este largo período de preparación sistemática y metódica, una parte de la clase media de la Capital que no había intervenido en luchas anteriores, se convirtió en piquetera. Mucho antes, aunque con características contradictorias, lo había hecho la clase media de buena parte de resto del país; la del “Santiagueñazo”; los comerciantes en el Cutralcazo; los porteños durante el “apagón” del ‘98; los medianos productores frutícolas de Río Negro; las mujeres agrarias; en los tractorazos en la Pampa húmeda; en la movilización educativa en Córdoba en 1998; en los cacerolazos “frepasistas” contra Yabrán; en la participación en masa de la clase media, en particular de la Capital, en los paros generales de los últimos dos años, pero en especial en noviembre del 2000 cuando se produjo el gran corte de ruta piquetero de La Matanza. Las tendencias “subversivas” del pueblo se manifestaron hasta en el casamiento de la hija de Cavallo, impulsadas nada menos que por Jorge Lanata.

¿No es la manifestación de toda una preparación del levantamiento popular, las movilizaciones de solidaridad, hace poquísimo tiempo, con la lucha de Aerolíneas; los cortes de pistas aéreas; los cortes de calles en la Capital en ocasión de las inundaciones en Belgrano y Villa Crespo; los piquetes en la provincia de Buenos Aires, en particular Pehuajó, con motivo del desdén oficial frente a las inundaciones que llegaron a los cascos urbanos; el desarrollo extraordinario del movimiento piquetero en la ciudad de Buenos Aires, su repercusión en la Legislatura y la formación del Polo Obrero porteño, bajo la influencia del equipo legislativo del Partido Obrero?

¿Se puede acaso afirmar que una movilización es “espontánea” cuando se autoconvoca, en un país donde las autoconvocatorias y los autoconvocados han sido siempre las consignas de los partidos y tendencias sindicales revolucionarios, para enfrentar los aparatos de la burocracia y del Estado? La consigna de la Asamblea Popular y de la Asamblea Constituyente, es decir las consignas de la democracia más consecuente y de los métodos de lucha más radicales, no han surgido “espontáneamente” de ningún repollo, sino que han sido la expresión política más directa de los partidos de combate y en primer lugar del PO.

Las jornadas pasadas no sólo fueron una revolución popular; la clase social que, entre todas, jugó un papel dirigente fue la clase obrera. En primer lugar, porque el movimiento piquetero está dirigido por delegados históricos de la clase obrera que se encuentran desocupados, pero que continúan la representación histórica del movimiento obrero combativo de la Argentina. En segundo lugar, porque fueron las ocupaciones de Telecom y la lucha en Telefónica; la reciente huelga del personal técnico de Aerolíneas; la ocupación de Zanón; las enormes luchas y la victoria de los lucifuercistas de Epec; las huelgas y cortes de vías de ferroviarios y La Fraternidad; la ocupación de Emfer; las huelgas de San Sebastián y Aceros Bragado; y por sobre todo el levantamiento popular de los ex petroleros y obreros de la construcción de General Mosconi y Tartagal; y antes las huelgas de las fábricas del pescado de Mar del Plata; sin dejar de lado la gigantesca huelga de Suteba de hace pocos meses contra el “pataconazo” y la de los estatales y municipales de numerosas provincias; éstas fueron las fuerzas motrices que culminaron en la sublevación popular de la semana pasada. Esta ola de luchas obreras representa el inicio de un nuevo ascenso desde las huelgas que tumbaron a Cavallo en 1996.

Por último, la naturaleza política directa de todas estas luchas. Contra De la Sota, por las privatizaciones de Epec y el Banco de Córdoba y contra el pago en bonos. Contra Sobisch, contra el lock out de Zanón y contra el pago en bonos; además de otra infinidad de luchas, como los cortes en Centenario o la huelga en el hospital público. Contra Ruckauf…; contra los intendentes como Di Dio o Aprile, o el de Salta, o Ibarra o los de Romero en Mosconi y Tartagal. Fue una lucha no sólo contra el gobierno nacional sino contra todo el régimen político. Esta fue la escuela preparatoria del 19 y el 20.

Consignas y política

¿Cómo se puede definir a la “espontaneidad” como la característica principal de una sublevación que esgrimió como consigna decisiva el planteo “Fuera De la Rúa-Cavallo”? Una consigna que no solamente tiene un fundamento sino toda una historia. Lanzada por primera vez por el Partido Obrero en el 2000, hizo un doloroso trajín en la lucha política y fue adoptada oficialmente por la Asamblea Piquetera de junio del 2001 y transformada en la consigna central del frente de partidos de izquierda que comenzó a actuar en noviembre pasado. Si queda alguna duda sobre la significación de esta consigna, digamos simplemente que 48 horas antes del levantamiento popular de hace una semana, el ala CTA de la Asamblea Piquetera reclamó que fuera restringida al solo reclamo de “Fuera Cavallo”, precisamente la carta de salvación que muchos le reclamaron a De la Rúa en sus últimas horas. Como la propuesta fue rechazada, el sector de la CTA no concurrió a la movilización citada para el 20 para ir de Congreso a Plaza de Mayo.

¿Cómo ignorar, a la hora de juzgar la conciencia de los protagonistas del levantamiento popular, los resultados de las últimas elecciones nacionales, que Prensa Obrera resumió en el premonitorio titular de “Esto recién empieza”? Es cierto que los “espontaneístas” recurren en su apoyo a los millones de votos que sufragaron en blanco. Pero el voto en blanco no logró nada, ni fue planteado para derrocar a De la Rúa-Cavallo. Los votantes blanquistas tuvieron que pasar por la experiencia de la esterilidad de la protesta sin contenido limitada a la urna, para llegar a la conclusión de que debían partir a la acción directa y, más precisamente, revolucionaria. Si fueron “espontáneos” en octubre ya no lo eran en diciembre, cuando se lanzaron, no contra la política sino contra el poder político, tomando en sus manos la consigna central de la izquierda revolucionaria en las elecciones de hace dos meses. El crecimiento electoral de la izquierda y del PO sí ha sido un anticipo político conciente de los acontecimientos que se avecinaban.

Educando a la clase media

De todas las manifestaciones de la lucha popular del día miércoles 19, el cacerolazo a Plaza de Mayo, hacia la medianoche, tiene un significado extraordinario y hasta único, pero por las razones exactamente opuestas a las de los “espontaneístas”: no por lo espontánea sino por lo conciente. Es que el problema político esencial de ese miércoles, que fue agudamente señalado sólo en la tapa de la edición anterior dePrensa Obrera (escrita antes del cacerolazo de la medianoche), se reducía a cómo reaccionaría la clase media, especialmente la propietaria, ante la ola de asaltos a supermercados que se había generalizado precisamente ese día. Existía la posibilidad, por ejemplo, de que la pequeña burguesía se apartara de la lucha contra el gobierno para enfrentar la acción de los hambrientos. ¡Es exactamente lo que debe haber pensado De la Rúa esa noche cuando declaró el estado de sitio *un estado de sitio pensado contra el pueblo que iba a los supermercados, no contra la clase media porteña! De la Rúa planteó el estado de sitio para ganarse a la clase media contra los “villeros”. Evidentemente se equivocó. ¿Pero en qué se equivocó? En que no se había dado cuenta de que, como lo venía diciendo el PO, la clase media porteña ya se había hecho piquetera desde unos días, semanas y hasta meses antes. Era ya piquetera en la tarde del 19, cuando arreciaron los cacerolazos mientras en la periferia se asaltaban los supermercados.

A partir de esta evolución, y toda evolución consiste precisamente en un progreso de lo conciente sobre lo inconciente, la pequeña burguesía de la ciudad gatilló la revolución, porque lejos de unirse al gobierno contra los “villeros”, salió a la calle y con ello convalidó políticamente lo hecho por los “villeros” durante todo ese día, es decir se unió a los “villeros” contra el gobierno de los banqueros. El estado de sitio destinado a servir para sepultar a los más explotados con la ayuda de la pequeña burguesía, se convirtió en la tumba del oficialismo, porque selló la unidad de la pequeña burguesía con los sectores más humillados del país. La pequeña burguesía de la Ciudad Autónoma no actuó en forma “espontánea” sino revolucionaria; en lugar de dejarse llevar por su “instinto” de temor a los asaltos a supermercados, se orientó por una reflexión superior *que la continuidad del gobierno fondomonetarista era ya una amenaza mortal contra todo el pueblo que vive y muere de su trabajo.

Sorpresa y 1/2

La idea de la “espontaneidad” sólo se les puede ocurrir (y efectivamente sólo se les ocurre) a los que fueron sorprendidos por el levantamiento popular, que no son otros que los que fogonearon la “consulta popular” del Frenapo y los que participaron de ella, pues estaban previendo, no un levantamiento popular, sino una “autodeterminación” popular en las urnas. ¿No fue precisamente una de las críticas más fuertes de nuestro partido a esta “consulta”, su carácter “distraccionista” y “desviacionista”, su completa falta de pertinencia con la situación política, que se caracterizaba por la tendencia a la rebelión popular? Los que no fueron capaces de prever los acontecimientos ni mucho menos lo prepararon, y los que fueron sorprendidos por ello, son los que pontifican con tanta naturalidad como ignorancia sobre la “espontaneidad” de las masas.

El significado ideológico de la “operación espontaneidad” es muy claro: quitarle al levantamiento popular su historia, privarlo de contenido, ocultar su íntima relación con un proceso histórico de descomposición del capitalismo, de descomposición de los dos grandes partidos burgueses populares de la Argentina, de lucha y maduración de los explotados frente a este proceso histórico, de la relación íntima del levantamiento popular con la gesta de los obreros sin trabajo los piqueteros, del gran papel educativo, de preparación, de organización y de orientación de los partidos políticos luchadores y, en definitiva, del Partido Obrero.

Clase, partido y dirección

Porque tampoco es suficiente hablar de la experiencia y la acción de las clases a lo largo de un proceso histórico, sin referirse a los partidos, y en especial a los revolucionarios. Estos partidos son los laboratorios de la experiencia popular y los fermentadores de ella; ninguna clase social ha jugado nunca ningún papel fundamental sin haber establecido antes un metabolismo político determinado con los partidos que se establecen y se desarrollan como consecuencia de toda la experiencia histórica de una sociedad; un metabolismo hecho de identidades, que a veces llega a la idolatría, y de contradicciones, que por momentos se expresa en fuertes desentendimientos. La clase media de la Capital no parió la historia de la nada la semana pasada; se incorporó a la historia. Una parte de ella fue la última en llegar a una lucha de por lo menos más de una década, y el miércoles y parte del jueves hizo su bautismo *no un bautismo “espontáneo” sino su bautismo de fuego. Bienvenida.

Para los “espontaneístas”, la revolución del 19-20 pasados emergió en una tierra yerma, sin nutrientes. Sin embargo, hasta el precio en vidas que pagaron los compañeros motoqueros el jueves por la tarde se explica, no por la “espontaneidad”, sino por la historia. Ya hacía muchos meses que los chicos de las motos se habían convertido en una vanguardia contra la flexibilidad laboral y, por sobre todo, en luchadores contra la connivencia de los frepasistas del gobierno porteño y la policía, que los obstaculizaban y reprimían de miles de maneras en su actividad y posibilidades de trabajo. En la lucha por formar un sindicato propio, se habían convertido en la parte más aguerrida de la juventud explotada. Todo esto lo pusieron de manifiesto el jueves pasado, cuando se destacaron como los más grandes luchadores. ¿”Espontaneidad”? ¡Las pelotas! El Estado concentró la represión planificada, no “espontánea”, sobre ellos. Ellos exhibieron el más alto grado de la conciencia de clase! Es decir, de espíritu de Lucha y de Organización.

Además, la jornada del 20 tiene dos partes, no solamente una; la decisiva fue la segunda. Desde el mediodía del 20 hubo una lucha física, organizada y tenaz contra la represión policial y para-policial. Esta lucha no es tributaria de ningún “espontaneísmo”. Es, de un lado, el resultado de una larguísima experiencia de lucha antipolicial; la Legislatura de la Ciudad llegó a votar que el día del aniversario del asesinato de Bulacio fuera denominado “Día de lucha contra la violencia policial”. Pero también hubo una lucha por la ocupación de la Plaza de Mayo, o sea, una lucha contra el poder del Estado, una de las formas más altas de la lucha conciente.

En la tarde del 20 se libró una guerra de guerrillas en torno a veinte manzanas, que recuerda el combate del 30 de marzo de 1982, cuando 50.000 obreros enfrentaron a la policía de Galtieri. ¡Qué pueblo sin historia, ¿no?! Las columnas de los partidos de izquierda estuvieron allí presentes, unos más, otros menos… Cuando los “pos-modernos” creían haber sepultado definitivamente la toma de la Bastilla, la decapitación por el pueblo de Londres de Carlos I (1640), la insurrección de Shangai, de 1927, y la toma del Palacio de Invierno, es decir cuando habían dado fe de la defunción de la clase obrera y de la insurrección, los “locos de Buenos Aires” volvieron a convertir en real lo que nunca había dejado de ser racional *que la lucha de clases conduce a la revolución.

Sujetos, abundan

En los medios de izquierda y trotskistas del extranjero, aunque disculpable, existe una confusión similar a la de “nuestros” “espontaneístas”, esto cuando se lamentan (algo que es ritual en un izquierdista del exterior que se precie de ello) de la inexistencia en la revolución argentina del “factor subjetivo”. La historia de las luchas y de los partidos en las últimas décadas demuestra, sin embargo, lo contrario; hasta se podría decir que los “factores subjetivos” abundan. No se hubiera llegado a las jornadas revolucionarias del 19-20 sin una constante evolución de los diferentes factores subjetivos y del papel del PO. Lo mismo ocurrió con el proceso que llevó al Cordobazo. No está ausente el factor subjetivo; la historia está poniendo a prueba a los partidos que se quieren poner esa ropa. Los factores subjetivos de la revolución no existen ni se desarrollan con independencia de ella, y ella misma depende, a su vez, de factores nacionales como internacionales, o sea de la revolución mundial en general. Existe, de nuevo, un metabolismo entre la revolución y sus factores subjetivos; la incapacidad para analizarlo no autoriza a decir que esos factores subjetivos y el propio partido revolucionario no existan. De esto, es decir de la conciencia organizada en partido, depende la victoria de la revolución, en última instancia.

Los que reniegan de la historia del levantamiento popular (que eso es la teoría de la “espontaneidad”) se proclaman con toda lógica defensores de la posición “antipolítica”. El carácter reaccionario de esta posición salta, sin embargo, a la vista, porque pone en el mismo plano a los políticos que fermentaron y organizaron las grandes luchas que condujeron a este levantamiento popular y que lo fogonearon y defendieron en las calles, con los políticos que defendieron al Estado durante todo este período de luchas, y que el jueves 20 conspiraron contra el pueblo para armar una salida de rescate para el Estado capitalista.

Volver al ‘45

Pero el crimen político de la posición antipolítica es incluso mayor que lo señalado. Es que esta posición pretende ocultar el significado político exacto y preciso que tiene el derrumbe de los políticos tradicionales: o sea que se trata de un derrumbe de los partidos populares históricos de la bu rguesía, del derrumbe del nacionalismo de contenido burgués. Diluir la bancarrota del nacionalismo burgués en el concepto general de la política, resulta perfectamente servicial a la tentativa de Rodríguez Saá y de todo su séquito, de presentarse como un resurrector del peronismo del ‘45; una tentativa, sin embargo, que es completamente demagógica y trucha, porque ese nacionalismo burgués ya ha demostrado sus posibilidades históricas en los diez años de menemismo y en los dos en que apoyó a la Alianza (para no hablar del fracaso en que culminó el retorno de Perón, en 1972, y la colaboración de la cúpula peronista con la dictadura militar). ¿Es una simple coincidencia que el flamante Presidente puntano haya recibido sus primeros respaldos de las Madres de Plaza de Mayo y de la CCC, antipolíticos y votoblanquistas consuetudinarios? Al quitarle relevancia al nacionalismo burgués, que es diluido en el marco abstracto de la política, los promotores del antipoliticismo repudian la única alternativa histórica de contenido progresista a ese derrumbe del nacionalismo *la perspectiva de la revolución socialista y de la dictadura del proletariado.

¿Qué le dicen ahora los “espontáneos” al pueblo cuando Rodríguez Saá y hasta los más repudiables elementos del peronismo, se disfrazan de antiimperialistas, hablan de no pagar la deuda, de restablecer el salario mínimo, de crear un millón de empleos, es decir cuando parecen tirar lastre bajo la presión de las masas insurreccionadas? ¿Será suficiente seguir agraviando a los “políticos” cuando los políticos del régimen se esfuerzan por dar la impresión de que recogen las banderas del pueblo? La truchada del espontaneísmo y de la antipolítica ha quedado virtualmente destruida, incluso antes de que se secara el sudor y la sangre del pueblo levantado. A las maniobras desesperadas del nacionalismo burgués, apoyado por una franja de la banca imperialista y de la gran industria, es necesario oponer un programa; no alcanza perorar sobre la “autodeterminación popular”; y a ese programa hay que apoyarlo con una organización. Es decir, que hay que darle una dirección obrera conciente al levantamiento popular.

La tarea

Llamamos a los luchadores revolucionarios de las últimas jornadas a luchar por la convocatoria de la Asamblea Piquetera de obreros ocupados y desocupados, para impulsar el cese de la deuda externa, la nacionalización de la banca y el control obrero; a impulsar Asambleas Populares en los barrios y distritos, para organizar la distribución de los alimentos y luchar contra la desorganización económica que impulsa el gobierno y azuzan los capitalistas; y a gestar una movilización nacional para acabar con el conjunto de este régimen y sustituirlo por una Asamblea Constituyente en la nación y en las provincias. La Asamblea Legislativa que eligió a Rodríguez Saá, aceptó echar a De la Rúa y convocar a elecciones para salvar al conjunto del régimen *al régimen de los banqueros, del FMI, de los gobernadores, de las legislaturas. Es una salida conservadora y antinacional. Las limitaciones de la demagogia rodriguista son descomunales frente a la enormidad del derrumbe capitalista.

Viva la lucha obrera y popular. Por un gobierno de trabajadores.