PCR: NI SIQUIERA ES UN AUTOENGAÑO
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/55471-
Ya hemos explicado en otra ocasión (PO Nº 723) que el abstencionismo electoral no llega a ser, en el caso del PCR, una política sino una especie de celada que se ha tendido a sí mismo. A fuerza de anunciar la inminencia del “argentinazo” durante por lo menos una década, entiende la participación electoral como una descalificación de algo que por tan reiterado ha perdido la calidad de pronóstico. Quizás lo más importante no sea siquiera esto, sino su consigna de “gobierno de unidad popular”, que exigiría, en un plano electoral, la formación de un “frente de unidad popular”, el cual le ha resultado esquivo desde su participación en el frente menemista de 1989 y en otro esporádico con los restos de IU en 1992. El planteo estratégico del PCR debería llevarlo a un frente con el Ari o el Polo Social, con los cuales tiene puntos de acuerdo, por ejemplo en el Frente contra la Pobreza o a través de la CTA. Sin embargo, no lo ha hecho.
Naturalmente, el voto anulado del pasado 14 de octubre le ha servido al PCR no por supuesto para justificar su política injustificable, sino para disimularla. Asegura que ese voto “demostró que inmensas masas están por delante del discurso parlamentarista…”, lo cual significa que se opone a la participación electoral por principios al igualarla con el parlamentarismo. La consigna central del PO, en las elecciones, “Fuera los De la Rúa y los Ruckauf, por la entrega del poder a una Asamblea Constituyente”, no tiene nada de parlamentaria. El votoblanquismo del PCR, en cambio, sin esta consigna, o incluso con la amenaza de escrache a los parlamentarios que voten el presupuesto del ajuste del 2002, es equivalente a un parlamentarismo apenas disimulado.
De todos modos, como el criterio de la verdad lo determina la práctica, ¿qué demuestran los resultados electorales? Según Zuleta Puceiro, “que los votos nulos y anulados fueron propios de los votantes de sectores medios y medios altos, entre 30 y 50 años de edad, con nivel secundario y universitario, alta exposición a los medios… Fue un voto calificado…” (Página/12, 16/10). Las “inmensas masas” del PCR se han reclutado en forma relativa mayor, no precisamente entre los más explotados. ¿Está dispuesto el PCR a admitir que integra la falange de los “desencantados” con “la política”?
Para otro consultor, Hugo Haime, “en sus análisis de Capital Federal y Tucumán” (ídem), el “voto bronca” fue elegido por “sectores de centroderecha dentro de la clase media”, lo cual explica en gran parte el derrumbe electoral de los partidos de ese color. Para Artemio López, el voto anulado “surge de sectores de ingresos medios, de zonas urbanas, con secundaria completa o más estudios”. El mismo López adjudica una preponderancia de las personas pobres, mayores de 45 años, en el ausentismo electoral, en particular en el Noroeste y Nordeste del país.
Todo esto demuestra la total indeterminación de clase de la posición electoral que adoptó el PCR, por lo que queda al lector decidir qué sería “mejor”, si el “parlamentarismo” que faccionalmente nos atribuye el PCR, pero obrero y de los explotados, o el votoblanquismo de clase media que dominó ideológica y socialmente la última elección.
Jorge Altamira