EL MEGACURRO CONSOLIDA LA BANCARROTA

EL MEGACURRO CONSOLIDA LA BANCARROTA

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/54905-

Cuando dentro de algunos años se pueda acceder a la intimidad de las negociaciones del megacanje de la deuda pública que se completó el fin de semana pasado, la opinión pública acabará comprobando que nada lo diferencia de la corruptela de la venta de armas, de la privatización de Aerolíneas Argentinas, o de los contratos IBM-Banco Nación o IBM-DGI. En todos ellos intervino también Domingo Cavallo.

“A la gran deudora del Sud”

Hace sólo un par de semanas, Cavallo no admitía que la Argentina pagara intereses a tasas mayores que las de México, que son de un 8% anual. En el megacanje, la tasa de interés por los nuevos títulos llega, sin embargo, al 16%. Cuando se considera que la tasa de descuento de la Banca Central norteamericana es del 4%, o que el Tesoro de Estados Unidos sólo admite un 5% anual, es claro que el acuerdo cerrado con los acreedores extranjeros tiene todas las características de la usura; desde el punto de vista del derecho comercial es un contrato ilegal; la jerga financiera internacional denomina a los títulos que pagan tales intereses, “bonos basura”. El que adeuda bonos de esas características, se encuentra a un escalón de la cesación de pagos, o sea la quiebra. El canje ha convalidado las tasas usurarias que pagaba la Argentina y consolidado su situación de bancarrota. Se ha dado la situación paradójica, desde el punto de vista del derecho comercial, de que el concursado termina pagando intereses más altos que los que debía antes de pedir la convocatoria de acreedores.

Sin embargo, la tasa real de los nuevos títulos de deuda argentinos es mucho mayor que el 16%. La razón es simple: en tanto que la inflación en Estados Unidos, del 3,5% anual, reduce la tasa real de interés a cero, la deflación argentina, que en los productos del comercio significa una caída de precios del 3 al 4% al año, convierte a la tasa real de interés en más que el 16%: en 20%. El diferencial entre la tasa real (descontada la fluctuación de los precios) norteamericana y argentina es de casi 2000%, un “riesgo-país” de 2.000 puntos.

Para el Citi, el Galicia, las AFJPs y los españoles

Pero incluso este cálculo peca por defecto. Es que ya con anterioridad al canje Cavallo había autorizado a los bancos a cubrir con títulos públicos una parte de las reservas que deben guardar por ley; es decir que depositando los nuevos títulos usureros en el Banco Central los bancos obtienen de inmediato dinero contante a interés cero, sin por ello perder el derecho a cobrar los intereses por sus bonos. Dicho de otro modo, una parte de los bonos del canje ha sido recomprada de inmediato por el propio Estado a cambio de sus reservas en dólares. Los bancos pueden, a su vez, prestar el dinero que han recibido a cambio del depósito de sus bonos, con lo que acaban cobrando intereses una segunda vez. Esta operación puede repetirse si invierten el dinero en nuevos bonos, que utilizan para dejarlos como reservas bancarias. En esta variante las tasas de interés en juego son delirantes.

Pero con tasas de interés de la magnitud aceptada por Cavallo-De la Rúa, la deuda pública deberá duplicarse en sólo cuatro años, esto si no se contraen nuevos préstamos, lo cual está lejos de ocurrir. Ya en la propia operación del canje de los bonos antiguos por los nuevos, la deuda argentina creció, en un par de minutos, en 2.500 millones de dólares, esto mediante el mecanismo de entregar los nuevos títulos con un descuento que varía entre el 25 y el 30%, y comprar los viejos pagando una “prima” de cinco puntos por encima de la cotización del mercado. Como no es posible duplicar la producción, las exportaciones o la tasa media de beneficio de la economía a la misma velocidad con que lo hace la deuda externa, el megacanje ha transformado a la duda sobre una cesación de pagos en una completa certeza. El nivel exhorbitante de la deuda externa impedirá reducir impuestos o aumentar el crédito público a la producción, lo que acentuará el estrangulamiento industrial y, por lo tanto, la propia cesación de pagos.

Ciénaga

Ciertamente, el alargamiento de los plazos que permite el canje entraña un “alivio” al presupuesto anual, lo que fue destacado hasta el agotamiento por la prensa capitalista. Pero ese “alivio”, que será de 2.300 millones en el 2001 y de 4.500 millones en el 2002, apenas reduce la carga financiera de 22 mil a 19,7 mil millones en el primer caso, y de 23,1 a 18,6 mil millones de dólares en el segundo, algo imposible de pagar sin contraer nuevas deudas a tasas aún más usurarias. Estamos frente a una impasse completa.

De todo esto resulta que el megacanje no ha sido concebido como una salida a la crisis económica, sino como un medio para llegar a las elecciones de octubre, replantear la situación política y a partir de esto volver a rediscutir toda la cuestión de la deuda, incluida una devaluación, una reducción compulsiva como la que plantea un sector del gobierno de Bush o la declaración formal de bancarrota y el establecimiento de una economía dirigida. Si podía existir alguna duda sobre este empantamiento, la ha terminado por disipar la noticia del martes 5 de que las ramas que firmaron los acuerdos sectoriales de reducción de impuestos y compromisos de no despedir, fueron las que más incrementaron las suspensiones de personal en abril y mayo. El megacanje ha confirmado el desmoronamiento de la economía capitalista, lo acentúa en el tiempo y refuerza las tendencias revolucionarias en el campo social y de la política.

El alargamiento de los plazos de cancelación de la deuda debería llevar a una mejora en su cotización y a una reducción, por lo tanto, de los intereses de mercado. Pero esto no pasaría de ser otra manifestación del enorme negocio de corto plazo para los que hicieron el canje. Es que si esa reducción de intereses produjera un aumento de la financiación internacional, la deuda externa a corto plazo crecería o superaría los niveles pre-canje. Si no reactivara el crédito externo no habría servido más que al negocio de los dueños de la deuda.

Crisis mundial

La posibilidad de una reactivación económica por el medio que sea, sólo llevaría a reforzar el derrumbe financiero. Es que una reactivación entrañaría mayor demanda de importaciones y por lo tanto un déficit comercial incompatible con el pago de la deuda. Entrañaría también un aumento de la demanda de crédito y por lo tanto una mayor suba de las tasas de interés. Una reactivación de la economía internacional encarecería el crédito extranjero, y al revés, un abaratamiento que resulte de una mayor recesión acentuaría la crisis industrial, las quiebras y el cierre del crédito internacional.

No es la deuda externa argentina la que resulta incompatible con un desarrollo económico, por supuesto que capitalista, sino el conjunto del endeudamiento mundial. La chispa que puede precipitar una crisis generalizada es la devaluación de alguna de las tres principales monedas internacionales, algo que ya está ocurriendo con el euro.

Los piqueteros y luchadores obreros deben asentar sus perspectivas políticas en esta apreciación de conjunto de la situación del capitalismo, que tiende a situaciones cada vez más catastróficas.

Una cometa de 150 millones

El megacurro no solamente significó un aumento de 2.500 millones de dólares de la deuda externa y un compromiso a tasas usureras por treinta años; además de esto, los bancos que “organizaron” la operación se llevaron una comisión de 150 millones de dólares, el 0.55% de los 30.000 millones del canje. Para esto no necesitaron prestar ningún servicio, por la sencilla razón de que el 80% de los títulos que fueron canjeados estaban en poder de ellos mismos.

Si los menemistas han ido a la cárcel por apenas una fracción de esa suma en el contrabando de armas: ¿qué pena le corresponde al gabinete aliancista que preside De la Rúa y pilotea Cavallo?