LAS DOS ALTERNATIVAS DEL "BLINDAJE"
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/54554-
Asegurado el salvataje del FMI, De la Rúa convocó a “recuperar la alegría de vivir”. Se refería, claro, a la de los acreedores y capitalistas que han obtenido una garantía sobre los intereses de la deuda pública y los patrimonios patronales. Han obtenido además la posibilidad de negocios suculentos a caballo de la misma crisis, como el que hicieron la semana pasada las AFJPs al suscribir un bono del Estado, por el cual recibirán un 12,5% de interés, o sea un 140% por encima de la tasa internacional de referencia. O como el que harán en las próximas semanas cuando el Estado canjee deuda a corto plazo por deuda a largo plazo a tasas de interés muy superiores. Por supuesto que han recuperado “la alegría de vivir”.
Se trata de todos modos de una garantía relativa, o más bien precaria, porque depende por completo de la evolución que tenga la explosiva situación financiera internacional. El Bank of America, uno de los más grandes, acaba de anunciar pérdidas por mil millones de dólares, que algunos atribuyen a los préstamos incobrables que habría otorgado a las distribuidoras de electricidad de California que han entrado en cesación de pagos, y que otros explican por operaciones especulativas que dieron resultados negativos en la Bolsa neoyorquina. También ha ingresado en un cono de sombra el JPMorgan-Chase e incluso el Citi, lo cual explica la abrupta baja de las tasas de interés decidida por la banca central de Estados Unidos. No hablemos ya de la crisis bancaria japonesa, la cual ha llegado a tal punto que el Financial Times, el medio más representativo de la banca internacional, acaba de pedir la nacionalización integral del sistema bancario por un cierto período de tiempo.
La Argentina, además, debe refinanciar en el 2001 unos 35.000 millones de dólares entre deuda pública y privada, lo que quiere decir que está muy lejos de haber resuelto la cesación de pagos. Una de las variantes de la crisis argentina es, precisamente, que esta crisis explote a corto plazo, incluso con “blindaje”, como consecuencia de una combinación de circunstancias entre la crisis financiera internacional y la bancarrota estatal y privada “interna”.
Pero la otra variante, la más benigna, no deja de presentar contradicciones explosivas. Es que aún si escapara por un tiempo a la cesación de pagos, la Argentina necesitaría producir una fuerte reactivación para escapar a una bancarrota industrial y eventualmente bancaria, ni qué decir para atenuar la rebelión social que está creciendo como consecuencia de la desocupación y el empobrecimiento crecientes. Pero para producir esta reactivación la política oficial tiene limitaciones manifiestas, que están planteadas en las propias condiciones establecidas para el “blindaje”.
El esquema oficial es que la reactivación tendrá lugar como una consecuencia de la reducción de los intereses y del ingreso de nuevo capital del exterior, lo cual es simplemente una fantasía. La Alianza debería darse por satisfecha si logra refinanciar la deuda, no pretender más capital para una economía quebrada y en un mercado internacional en declinación. La confusión oficial está demostrada por la exhortación de Machinea a “gastar más”, lo que demuestra que es un chirolita de los centros financieros, porque sólo en las metrópolis imperialistas una parte importante de los consumidores puede optar entre ahorrar y gastar. Tampoco alcanza el llamado “plan de infraestructura”, que en obras nuevas no llega a los mil millones anuales y que en las restantes depende de aumentos tarifarios que acabarían agotando incluso a los consumidores que podrían salir “a gastar”. Menos puede pensar el gobierno en salir por la vía de exportar, ya que las tendencias recesivas son generalizadas a nivel internacional, y lo que faltaba para completarlas se acaba de dar con el derrumbe del mercado de alimentos a raíz de la “vaca loca”.
Una ausencia de reactivación o una reactivación débil habrá de desatar enormes presiones sobre el conjunto del acuerdo con el FMI, y no solamente de parte de las masas. Se pondrá de manifiesto que la reactivación tiene límites insalvables sin una enérgica recuperación del consumo. El gobierno se verá confrontado a un reclamo generalizado para aumentar la demanda de consumo, y esto significa esencialmente un aumento de los salarios. Sin aumentos de salarios y de jubilaciones no puede haber reactivación; no los pueden sustituir en esa función los préstamos usurarios para vivienda, que ya han fracasado en tres oportunidades en un año. Pero un aumento de salarios, y por sobre todo una fuerte suba del salario mínimo, requeriría en las actuales condiciones de una fuerte movilización social, y el aumento del salario mínimo plantearía automáticamente la jornada de ocho horas y fuertes límites a la flexibilización de la jornada de trabajo, pues de otro modo el salario mínimo no podría efectivizarse. La movilización, por otro lado, significa antes que nada la movilización de los compañeros desocupados y por lo tanto su reclamo de subsidio al parado de 500 pesos y el reparto de las horas de trabajo.
La realización de un programa mínimo de estas características es incompatible, sin embargo, con el “blindaje” y con todos sus condicionamientos. Plantea la ruptura con el FMI y con toda la atadura representada por la deuda externa y la dominación de los grandes monopolios capitalistas. Es decir que en cualquiera de las variantes alternativas de la presente crisis, sea un colapso a corto plazo, sea una “tregua” financiera (por supuesto que de enorme costo), las reivindicaciones inmediatas más elementales llevan a un choque con el FMI y los monopolios capitalistas y a una profundización de la crisis política.