LOS OBJETIVOS POLÍTICOS DE LA MASACRE SIONISTA
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/54306-
No hay ni un átomo de improvisación en la feroz represión desatada por el gobierno de Israel contra el alzamiento nacional palestino. Para Barak y para el estado mayor militar ya está perfectamente claro que no están reunidas las condiciones para imponerle al pueblo palestino los términos del ‘plan de paz’ inspirado por Clinton en las negociaciones que fueron interrumpidas hace dos meses. Ese plan retiene para el Estado sionista el 80% de los asentamientos de colonos que se establecieron en las zonas ocupadas por Israel; reduce la zona palestina reconocida en los acuerdos de Oslo, en 1996, en un 20%; divide este territorio y lo incomunica para facilitar el control militar sionista, impidiendo cualquier forma de existencia estatal palestina; retiene el con trol del 93% de los recursos de agua; e impide el retorno de los palestinos expulsados por las sucesivas ocupaciones militares del sionismo y sus sistemáticas confiscaciones de tierras y viviendas árabes. Reserva para sí la soberanía exclusiva sobre Jerusalén.
La masacre sionista responde a una nueva etapa política destinada a rehacer el frente interno sionista que fue fracturado por el fracaso del ‘plan de paz’. Barak ya no oculta que quiere formar un gobierno de ‘unidad nacional’ con la derecha y la extrema derecha sionistas, lo cual sería apenas un paso hacia el retorno de la derecha al gobierno, bajo la jefatura del ex primer ministro Netanyahu, aliado al ex jefe del estado mayor, Sharon. En declaraciones al diario Yedioth Ajahronot, Netanyahu señaló que “Israel está en peligro, no estoy de acuerdo con la paz; la única paz viable es la que se basa en la potencia de Israel, en la capacidad de disuasión con nuestra fuerza. Y para una paz basada en la fuerza debemos estar unidos” (La Repubblica, 7/10).
El derechista Netanyahu declara a “Israel en peligro”, no porque la policía de Arafat o las milicias del Al-Fatah representen alguna amenaza para el Estado sionista, que tiene un poderío militar capaz de provocar la derrota de todos sus estados vecinos juntos. El derechista no le teme a las armas palestinas sino al alzamiento nacional de su pueblo, que en estas circunstancias se ha conjugado con una fuerte tendencia a la rebelión de los árabes que tienen ciudadanía israelí y que representan más del 20% de ese país. A estos dos poderosos factores hay que sumarles la insurgencia popular en el Líbano, que llevó a la expulsión del ejército sionista del sur de ese país a mediados de año, y la fractura creciente que ha emergido dentro de la población judía como consecuencia del descomunal avance del confesionalismo religioso y la consiguiente reducción de las libertades civiles.
Refiriéndose a la revuelta de los palestinos de Israel, un escritor judío, David Grossman, escribe (El País, 8/10): “Hace ya una semana que miles de manifestantes cortan carreteras, tiran piedras a los policías y destruyen, con indignación e ira, todo signo de la autoridad de Israel. La policía, por su parte, actúa con gran violencia, de un modo que nunca emplearía contra manifestantes judíos, y hasta el momento de escribir este artículo hay diez muertos (¡ciudadanos de Israel! énfasis de Grossman) y unos mil heridos”.
Se trata de la descripción de una situación revolucionaria en los términos del Estado sionista.
El escritor es claro respecto a las causas de esta rebelión: “Los palestinos (de Israel) siguen sufriendo discriminación…; se les expropian tierras que poseían desde hace generaciones (para establecer en ellas a judíos recién inmigrados)”. “Aún es más escalofriante pensar dice Grossman que un ciudadano árabe financia al ejército israelí en el cual no sirve que utiliza su dinero para disparar contra su hermano, el palestino que vive del otro lado de la frontera”. Y el escritor israelí ofrece este singular testimonio: “La voz de los palestinos se ha convertido en una de las voces más fuertes y reivindicativas de la sociedad israelí…; hoy se puede oír ya el llamamiento a constituir una autonomía árabe en el corazón de Israel: ‘el Estado de Galilea’…; cuanto más ‘israelíes’ se hacen los palestinos… más se fortalece su identidad como palestinos”. Otro escritor sionista, Abraham Yeoshua, dice al Corriere della Sera (5/10): “Decididamente mala ha sido nuestra acción contra los árabes israelíes; demasiadas botas, demasiada violencia, demasiados disparos. En efecto, son nuestros con-ciudadanos, pero han sido tratados como enemigos de la patria”.
Es claro que el sionismo siente un peligro mortal: el alzamiento de sus oprimidos de ‘afuera’ y el alzamiento de sus oprimidos de ‘adentro’. El testimonio de estos escritores sionistas es, él mismo, un síntoma del punto de vista político de una parte del pueblo judío de Israel.
Que la situación es “peligrosa” lo piensa también Arafat. Es lo que dice Gassan Khatib, a quien el Corriere della Sera (7/10) presenta como “un observador atento de la escena política palestina”. Esta “situación peligrosa declara puede escapar de control en cualquier instante. Hay mucha tensión y la cabeza de la gente sólo piensa en la rebelión. La frustración, el fracaso del proceso de paz y la ocupación han provocado todo esto”. La tendencia insurreccional de las masas palestinas ha acabado con la capacidad de manipulación política de Arafat y lo ha empujado a una situación sin salida. El plan clintoniano está obviamente muerto. Se ha ingresado a una nueva etapa, que obliga a un replanteo general. La masacre sionista es el primer paso en esta dirección.
Para el imperialismo, “esta rebelión puede arrastrar a todo el Medio Oriente”. Así lo dice textualmente Anthony Cordesman, “el hombre de punta de la diplomacia norteamericana en el Departamente de Estado y consultor de la Casa Blanca y el Congreso” (Corriere della Sera, 8/10).
“Vamos hacia algo más grave que una segunda ‘intifada’ palestina”, dice Cordesman. “No veo agrega cómo Barak podría permanecer como jefe de un gobierno de paz en Israel, ni como Arafat podría evitar, queriéndolo incluso, una alianza entre gran parte de su partido y los grupos extremistas como Hamas… En cuanto a Barak, es muy probable que caiga, su posición es ya muy débil, y el ex premier Netanyahu podría retornar a la cabeza de los halcones. En el caso de Arafat no veo como podría volver a hablar de paz con alguna credibilidad… El escenario pos-Barak es muy malo”.
Pero no son Barak o Arafat los que han fracasado; es el imperialismo mundial, que con sus ‘planes de paz’ subleva constantemente a las masas, porque entrañan nuevas confiscaciones, más miseria y superexplotación. Los fantásticos recursos económicos y políticos del imperialismo mundial son impotentes para crear un marco de convivencia en una diminuta porción de suelo en el Medio Oriente, por la simple razón de que sólo sirven para una mayor dominación y porque ese potrero meso-oriental es la llave para controlar el petróleo y para someter a toda la región que va desde los Balcanes hasta bien adentro de la ex Unión Soviética. Aquí está colocada, en la restauración capitalista, la mayor apuesta del imperialismo mundial.