DERRUMBE DE LAS BOLSAS, LLEGO EL AJUSTE DE CUENTAS

DERRUMBE DE LAS BOLSAS, LLEGO EL AJUSTE DE CUENTAS

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/53743-

Los derrumbes que han experimentado todas las Bolsas del mundo, el viernes 14, significa que la gran especulación capitalista de los últimos años ha comenzado a mirar el abismo. El crac de la semana pasada de las acciones que se cotizan en Nueva York, significó una desvalorización descomunal de capitales por el monto de dos billones de dólares. Aunque Wall Street se recuperó el lunes siguiente, repitiendo el serrucho de subas y bajas de los últimos cinco meses, las pérdidas de los especuladores individuales que fueron afectados por la baja, habrán de dejar su huella en el incremento de los deudores insolventes del sistema bancario y financiero.

La suba del lunes 17 fue interpretada por la mayoría de los analistas como una manifestación de que no asistimos a un derrumbe de las Bolsas, en tanto que mercados para obtener financiación y capitales, sino que se trata de “correcciones”de “excesos”previos, o depuraciones de empresas inviables que mejorarían la posición relativa de las que tienen buenas perspectivas. No es lo que opinaba un editorial del Financial Times de hace días, que comenzaba con la palabra “Peligro”, en alusión a que los especuladores volvían a comprar acciones en masa en lugar de retirarse ordenadamente, lo que podrían hacer comprando bonos del gobierno norteamericano. Es evidente que una parte de la especulación trata de recuperar lo perdido con nuevas apuestas a la suba. Las futuras caídas serán entonces más catastróficas.

Que el derrumbe bursátil amenaza al sistema bancario norteamericano lo demuestra el balance del Chase Manhattan Bank, cuyos beneficios del cuarto trimestre del ‘tuvieron por origen la especulación con acciones y papeles privados (Financial Times, 12/4). Es decir que este pulpo tiene un monto equivalente invertido en esos títulos, de modo que lo ocurrido la semana pasada le desvalorizó la mitad de su activo.

Aún antes de que las Bolsas ingresen en una tendencia depresiva de largo alcance, su enorme volatilidad ya le ha quitado financiación a casi tres centenares de empresas de Internet, el valor de cuyo capital tiende a cero. Entre las más prominentes de ellas se encuentra Amazon, una de las activas protagonistas del comercio electrónico.

El impacto de la crisis bursátil deberá ser enorme también, porque este negocio ha penetrado como nunca entre las familias a través de los distintos fondos especulativos. Uno de los más importantes, Tiger Management, ha debido cerrar. Según la prensa internacional, los llamados fondos de cobertura, como es el caso de los que maneja Soros, habrían sufrido fuertes pérdidas en los últimos desplomes de las Bolsas.

Los analistas esgrimen que en tanto la producción, el consumo y la inversión crezcan, las crisis bursátiles no podrán ser más que fenómenos pasajeros, o sea ‘ajustes’de ‘excesos’. Es decir que una crisis bursátil solamente podría convertir en depresión económica un ciclo productivo en retroceso.

Sin embargo, gran parte del ciclo productivo fue alimentado por la especulación, que abarató en forma ficticia la captación de capital y de este modo presentó como redituables proyectos que no lo eran. También los consumidores gastaron dinero de ganancias especulativas o se endeudaron para gastar contra la garantía de las acciones en su poder. Es decir que si el crecimiento de la producción obedeció en gran parte a la especulación, la caída de ésta deberá producir los efectos correspondientes. De cualquier manera, la tasa de ganancia industrial ha ido creciendo a una tasa cada vez menor, es decir que tiende a convertirse en decreciente. Los beneficios que anuncian las industrias esconden ganancias extraindustriales que fueron obtenidas en la Bolsa. Microsoft, por ejemplo, generó el 30% de sus beneficios de ganancias que le reportaron las acciones de otras empresas que tenía en su cartera. Por otra parte, una gran potencia industrial como Japón ha registrado una baja de su actividad económica por tres trimestres consecutivos, es decir que ha vuelto a la recesión.

Lo más importante de la crisis bursátil es la amenaza que deja planeando sobre las relaciones económicas internacionales. Gran parte del alza en Nueva York, que arrastró a otros mercados, fue impulsado por el ingreso de capital de corto plazo de los países que sufrieron la crisis de hace dos años, además del capital japonés que se financia a tasa cero en Japón y coloca luego ese dinero en Wall Street. Es decir que se ha acentuado la condición deudora de Estados Unidos respecto de otros países del mundo. Esa mayor deuda financió mayores importaciones norteamericanas y esto le dio una salida a la producción de Europa y Asia. Pero el déficit en cuenta corriente de Estados Unidos está llegando a los 400.000 millones de dólares al año, lo que significa un fuerte potencial de devaluación del dólar. Si esto produjera un retiro de capitales de los Estados Unidos, asistiríamos entonces a una gran crisis mundial, porque ella afectaría los valores relativos de las principales monedas. Ya en la reunión del FMI que se desarrolla en estos días se ha manifestado abiertamente este enfrentamieto entre las distintas perspectivas nacionales de Europa, EE.UU. y Japón.

Aparece aquí una línea continua entre la crisis rusa y asiática de 1997-98 y la crisis actual. “El problema asiático, dice una analista del Financial Times (8/4), fue resuelto mediante la transferencia de los desequilibrios financieros a los Estados Unidos mismos. Esto es un remiendo, no una solución. Los norteamericanos han cuadrado el círculo persuadiendo a los extranjeros a invertir en la tecnología norteamericana. Pero ahora la ilusión ha entrado en colapso”.

Se insinúa una guerra monetaria con la perspectiva de que Europa y Japón aumenten las tasas de interés, esto para evitar que continúe la sangría de capital hacia Estados Unidos. Pero Estados Unidos necesitaría que ocurra lo contrario, para financiar las pérdidas y las quiebras en su Bolsa. En nuestra opinión, esta guerra monetaria llevaría la crisis mundial a su ápice.

Jorge Altamira