HAIDER: EL CHANCHO Y QUIEN LE DA DE COMER

HAIDER: EL CHANCHO Y QUIEN LE DA DE COMER

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/53550-

A mediados de enero, el ex presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, hizo un pronunciamiento francamente extraordinario, al declararse contrario a la ampliación de la Unión Europea hacia los países de Europa del este y Turquía. Para Delors, una Europa de 27 ó 32 naciones sería sencillamente ingobernable. Como alternativa propuso crear con ellas un “espacio económico” en base a acuerdos específicos y tratados de libre comercio. Al mismo tiempo, planteó una “profundización” de la integración política de los actuales integrantes de la UE en un régimen federal.

 

Europa sin rumbo

El diario Le Monde, que recogió las declaraciones de Delors, no demoró en destacar la esencia del planteamiento. En su espacio editorial afirmó que la ampliación de la UE afectaría la capacidad de ésta para transformarse en una potencia política internacional, es decir, para hacer frente a la competencia de Estados Unidos y Japón. Para Delors, como para Le Monde, el planteo federal sirve para conservar la autonomía política del estado francés frente a su poderoso rival alemán. El italiano Romano Prodi, actual presidente de la UE, ya adelantó su oposición a la propuesta de Delors y su preferencia por un sistema de votación especial dentro de la UE, que garantice la primacía política de los estados más poderosos. Los franceses quieren conservar también los subsidios, algo que sería inviable con la incorporación de los países agrícolas del este. “Prodi sabe -dice el italiano La Repubblica- que el alargamiento de Europa hará surgir conflictos internos nuevos y furibundos. La divergencia económica entre nosotros y los países del este es explosiva. Tomemos Polonia, que por motivos históricos es la primera candidata a ingresar. Integrar a Varsovia manteniendo el mecanismo de la política agrícola comunitaria produciría efectos devastadores: el campesino polaco pasaría a ganar un 30% más que el ingreso medio de sus conciudadanos. Y Polonia tiene muchos más agricultores que Alemania…”.

El pronunciamiento de Delors, cuando la incorporación de varios países de Europa central y del Báltico se encuentra a la orden del día, constituye un marco apropiado para ubicar la crisis política desatada por el ingreso al gobierno de Austria del partido neo-fascista de Haider. Porque, en definitiva, a los gobiernos imperialistas que se han pronunciado contra Haider les importa un rábano el fascismo, y menos aun cuando el programa del nuevo gobierno austríaco prevé una ola de privatizaciones, una fuerte reducción de gastos sociales y una acentuada flexibilización laboral. Lo que les preocupa es el síntoma de desintegración de la UE del cambio político en Austria. Al final, el neofascista Haider y el cristiano-socialista Delors coinciden en oponerse a la ampliación de la UE.

 

El Vaticano

El “barullo” ocasionado por las condenas a Haider ha ocultado el respaldo que ha recibido el nuevo gobierno de Austria por parte de partidos tan importantes como el social-cristiano de Baviera, que está integrado a la democracia alemana de Kohl; o por el RPF, una escisión mayoritaria del partido del presidente Chirac. Edmund Stolber, el presidente del partido bávaro, ha sido reiteradamente señalado como el artífice de la decisión de los conservadores austríacos de formar una coalición con Haider. También se ha disimulado la posición ‘neutralista’ de la prensa financiera británica y la de la propia democracia cristiana de Alemania, o la simpatía apenas velada del Polo italiano de Berlusconi. “Si los austríacos lo quieren en el gobierno, dice The Economist (5/2), los de afuera no deben oponerse”. Tampoco ha quedado registrada la falta de pronunciamiento de los republicanos norteamericanos, en especial cuando, en plena etapa electoral, aprovechan cualquier hecho para atacar al gobierno demócrata. A la luz de esto es claro que la crisis austríaca responde en sus lineamientos generales a una crisis europea e incluso internacional.

Lo más significativo es, con todo, el silencio del Vaticano, lo que equivale a un sostenimiento de la nueva coalición austríaca. El hecho es tanto o más significativo cuanto que el Vaticano, junto con Alemania y Austria, promovieron hace casi diez años el desmembramiento de Yugoslavia, con la finalidad de poner bajo su zona de influencia a Eslovenia y a Croacia. La perspectiva que plantea un gobierno conservador-fascista en Austria es precisamente ésta: la de promover, como alternativa a la crisis de la UE (o incluso en el seno de ésta) un bloque europeo bajo la dirección del capital alemán, que abarcaría a una parte de los Balcanes, al Báltico, a Ucrania y a Hungría. Existe una tendencia política fuerte entre los restauracionistas de estos países a favorecer un bloque de la “Mittel-europa” bajo la dirección de Alemania; por eso tampoco en estos países hubo pronunciamientos desfavorables a Haider. Este designio es suficiente para explicar la oposición del gobierno de Clinton al nuevo gobierno austríaco, como en su momento se opuso, inicialmente, a la división de la república yugoslava. Al mismo tiempo, estos acontecimientos han puesto al desnudo la ambivalencia del gobierno restauracionista ruso, que no se ha pronunciado contra el neofascismo austríaco, porque no vería con malos ojos una crisis europea que le permitiera discutir una alianza especial con Alemania.

 

El centroizquierda todavía es útil

Los acontecimientos austríacos demuestran por qué la mayoría del imperialismo mundial sigue prefiriendo a los gobiernos centroizquierdistas. Lo que parece una presión del imperialismo contra Haider, es una presión sobre el Partido Socialista austríaco para que se avenga a una coalición con los conservadores (e incluso con Haider) sobre la base del programa de ajuste que acaba de acordar la coalición derechista. En Austria, la socialdemocracia y los conservadores ya habían logrado un acuerdo programático neo-liberal que habría fracasado por la oposición de los sindicatos. Los que se oponen al gobierno con Haider no repugnarían, en estas condiciones, ver de nuevo en el gobierno a la coalición ‘rojo-negra’ aplicando un programa anti-obrero. El propio Haider se declaró hace algunos meses dispuesto a integrar una triple coalición, o sea ¡también con los socialistas!

La crisis austríaca ha puesto al desnudo el mito de la unidad europea, que tanto dan como irreversible los izquierdistas de Europa, incluídos muchos trotskistas que abogan por una “Europa democrática”, o sea burguesa y por lo tanto imperialista. Tambien ha dejado a la intemperie la especie de la fortaleza del capitalismo mundial y de sus proyectos hegemónicos. La sociedad capitalista marcha hacia una gran confrontación interimperialista por la dominación mundial, o sea por la sobrevivencia. Lo que importa es que la clase obrera no sea alinee detrás de los slogans nacionalistas de sus respectivas burguesías sino que desarrolle su unidad política internacional para acabar con la barbarie capitalista.